La hora de las emprendedoras “verdes”

Una firma de paneles solares hecha a pulso, una sustancia capaz de ahorrar agua en los cultivos y una tienda enfocada en el “baño consciente” son tres iniciativas de colombianas que le dan un respiro al planeta por medio de sus empresas.

Valeria Cortés Bernal / @cortesbernal_v
07 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.
Yuliany García, fundadora de Enef; Mónica Espitia, coordinadora comercial de Cultiagua, y Natalia Rodríguez y Diana Casasbuenas, creadoras de Pompa cuerpo y alma.  / Cortesía.
Yuliany García, fundadora de Enef; Mónica Espitia, coordinadora comercial de Cultiagua, y Natalia Rodríguez y Diana Casasbuenas, creadoras de Pompa cuerpo y alma. / Cortesía.
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En Colombia, por cada 10 emprendedores hombres hay 7,2 mujeres, según el más reciente estudio del Global Entrepreneurship Monitor (GEM). Aunque la brecha no es especialmente amplia, es un indicador de que ellas todavía están rezagadas frente a los hombres a la hora de montar un negocio por su cuenta. Las cargas en el hogar, los estereotipos e incluso el acoso que muchas sufren en espacios laborales hacen que un buen número de ellas no alcance puestos de liderazgo o desista de crear una empresa.

Si bien todavía falta mucho por recorrer para acortar esta brecha de género, esto no ha impedido que miles de mujeres se lancen a emprender y, más aún, que lo hagan en sectores no convencionales. Estas colombianas son un ejemplo de que se puede tener un impacto positivo en el planeta con buenas ideas de negocio.

Una apuesta por energías limpias

Yuliany García recuerda que cuando comenzó a estudiar ingeniería electrónica, en la Universidad Industrial de Santander (UIS), ingresaron con ella 10 mujeres y 69 hombres. Pese a que esta proporción cobró poca relevancia durante su época universitaria, fue una constante aun después de su graduación, cuando en su primera experiencia laboral notó que era la única mujer de la empresa. “Las chicas que estamos en la ingeniería hemos sido tercas”, asegura García. “Conozco muchos testimonios de personas que decidieron estudiar otra cosa porque en el camino les dijeron ‘mejor no’ o ‘haz algo más sencillo’”, cuenta.

Además de que tuvo que adentrarse en un renglón fuertemente dominado por hombres, a García no le atraían las fuentes de energía que parten de combustibles fósiles. En cambio quería dedicarse a las energías alternativas. Tras cuatro infructuosos meses de buscar lugares que exploraran este sector en Bucaramanga, la ingeniera decidió crear su propia empresa de energía solar.

Así nació Enef, en 2017, una compañía que instala y realiza mantenimiento de paneles solares, a la vez que ofrece asesorías personalizadas sobre el tema. “Para mí es una forma de compensar todo lo que hemos usado en el planeta sin pensar en las consecuencias. Todos los clientes tienen la certeza de que es una energía limpia, sostenible, que llega para combatir el cambio climático”, puntualiza.

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A diferencia de lo que solían decirle, hoy no trabaja rodeada de hombres, sino de mujeres. María Alejandra Pacheco es su socia desde el año pasado y juntas han procurado contratar a más mujeres por cada proyecto que realizan. Enef ha instalado más de 100 paneles solares en ocho proyectos, la mayoría de ellos ubicados en el departamento de Santander, han empleado a 11 mujeres y esperan cerrar 2020 con 100 kilovatios instalados.

“Los premios nos han ayudado a darnos a conocer, pero aún falta bastante para que el sector sea inclusivo. La mujer en la ingeniería tiene mucho potencial, y más en las energías alternativas, que son un sector inexplorado”, concluye.

Un polímero que combate la sequía

Desde 2016, la administradora Mónica Espitia y su socio, el instrumentista industrial Gonzalo Ramírez, se dedican a “sembrar” agua. La dupla, cuya empresa tiene sede en Medellín, comercializa un hidrorretenedor llamado Cultiagua, que permite salvar cultivos en veranos prolongados o cuando los recursos hídricos no abundan.

Se trata de un polímero de apariencia gelatinosa que al ser depositado en los suelos envuelve las raíces de las plantas y las mantiene hidratadas en épocas de escasez. Según Espitia, reduce la frecuencia de riego en hasta un 50 % y, por ende, los agricultores terminan ahorrando hasta un 80 % de su consumo de agua. “Más allá de generar dinero, queremos crear un conocimiento de valor para las personas que cultivan la tierra. Mucha gente nos dice que han perdido sus cultivos porque no sabían que podían llevar el agua de esa forma”, cuenta Espitia.

Si bien es un polímero que existe desde hace años y se comercializa en varios países, los socios han buscado hacerlo más accesible a los agricultores colombianos. “Hace unos 2 o 3 años era un producto que valía $80.000 el kilo. Nosotros le apuntamos a que el precio sea del orden de $30.000 para que se pueda masificar”, cuenta González.

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Aunque asegura que hay poca presencia femenina en este sector, Espitia confía en que incrementará con el tiempo si más mujeres se interesan y se apropian de estos temas. “No sabía nada sobre polímeros o agronomía, y se me volvió un reto aprender para poderles hablar con propiedad a ciertos nichos”, explica. “Emprender es de tomar riesgos, y si uno tiene pasión, ve que sus sueños no se quedan en el papel”.

La tienda del “baño consciente”

Diana Casasbuenas y Natalia Rodríguez son las creadoras de la tienda Pompa cuerpo y alma, un espacio ubicado en Bogotá que comercializa y promueve el uso de productos cosméticos amigables con el medioambiente.

Las jóvenes, que se conocen desde el colegio, abrieron su primer local en 2017 con el ánimo de comercializar sus jabones artesanales y dar visibilidad a otros emprendimientos. Hoy trabajan con más de 50 marcas, en su mayoría colombianas, y venden desde productos de aseo personal hechos con ingredientes naturales hasta pañales reutilizables.

“Queremos cambiar hábitos en el baño porque es un momento en que gastamos un montón de plástico. Y sentimos que es nuestra responsabilidad que los clientes no solamente busquen un producto natural, sino que conozcan el porqué de las cosas”, cuenta Casasbuenas. Si bien han recibido bastante apoyo en el sector emprendedor, el mismo en el que han encontrado numerosos liderazgos femeninos, aseguran que han enfrentado grandes barreras por el hecho de ser jóvenes y de promover un mensaje de consumo sostenible.

Con esa persistencia las jóvenes lograron abrirse campo en un nicho interesado en compras conscientes y han sido bien recibidas por los consumidores en un tiempo relativamente corto: en 2019 abrieron su segundo local en Bogotá y cerraron el año con ventas por $160 millones. Además, esperan formar un clúster con varias marcas que sigan líneas similares para promover empaques biodegradables en sus productos, pues más allá de tener un espacio propio, las motiva a ayudar a otros emprendedores como ellas.

“Queremos seguir expandiéndonos para poder darles más visibilidad a estos proyectos colombianos, cada uno tiene una historia y una lucha detrás. Esa es una de las cosas más lindas de nuestro proyecto”, concluye Casasbuenas.

Por Valeria Cortés Bernal / @cortesbernal_v

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