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La mujer detrás del emporio Body Tech

Fue en las mismas calles que correteaba cuando era una niña, esas calles de libertad y paz de Ocaña que no volvió a recorrer y que todavía añora, donde Gigliola Aycardi (cofundadora de Body Tech) conoció al que se convertiría en su amor y el padre de su hijita.

Carolina Gutiérrez Torres
13 de junio de 2009 - 10:00 p. m.

En ese entonces Miguel Mesa era tan sólo un niño, un amigo de la infancia que con los años coincidiría con Gigliola en Bogotá, cuando ella ya era la empresaria y la mujer de negocios que es hoy y que tiene bajo su dirección la cadena de gimnasios más grande del país.

Fue en la maestría en administración en la que se encontró con Nicolás Loaiza, el que sería su socio en Body Tech, el negocio al que ambos le dedicarían la vida completa. Eso sería en 1998, y para ese momento Gigliola ya habría pasado por varias empresas, en las que trabajaba por pocos meses porque, dice ella, “me aburría de no crecer a la velocidad que yo quería”. Por eso dejó el trabajo y retomó el estudio. Ya tenía un título de ingeniera industrial y ahora quería especializarse.

En 1995 presentó una entrevista en la Universidad de los Andes. “Me preguntaron que por qué quería especializarme en administración y yo dije que estaba cansada de trabajar para otros, que no quería seguir haciéndolo, que mi deseo era tener mi propia empresa. Pensé que era más fácil, que dejaba más tiempo, pero estaba muy equivocada”.

Más adelante Gigliola dirá que cumplir su sueño de tener un negocio propio le quitó los días y las noches completos, los sábados, los domingos, las 24 horas de los siete días de la semana. “Hay más responsabilidades. Ya uno no puede pensar sólo en uno y en su negocio, también debe estar pendiente de los empleados, de las condiciones que les estamos ofreciendo, incluso, hasta de sus familias”. Para darse cuenta de ésto sólo tuvieron que pasar unos poquitos días después de la inauguración de la primera sede de Body Tech en Bogotá. Un salón de aproximadamente 800 metros cuadrados en Chapinero, con 1.800 afiliados, que abrió las puertas el 9 de febrero de 2008.

La idea del gimnasio nació en la tesis de la maestría en administración y luego de meses y meses de estudios, probabilidades y análisis quedó consignada en un texto enorme firmado por Gigliola Aycardi y Nicolás Loaiza. Todo les decía que era un proyecto rentable. Entonces  los dos autores se empecinaron en volverlo realidad. “La plata se consigue prestada”, pensaban. Pero los bancos les decían que no, que no había dinero para hacer prestamos porque la crisis económica de finales de los años 90 estaba llegando.

Pasaron muchos días y muchas visitas a banqueros hasta que consiguieron el respaldo del Fondo Nacional de Garantías y un préstamo de $200 millones. El otro dinero, los $200 millones que faltaban, los obtuvieron hipotecando los carros de los dos y la casa de la madre de ella. Después vino el arrendamiento de una casona en Chapinero, la inauguración; la inscripción de muchos, demasiados clientes; una ampliación y la apertura de más y más gimnasios.

“Nuestra fuente de financiación son los bancos. Nuestra relación con ellos es tripe A”, dice Gigliola y luego explica que el crecimiento casi inverosímil que ha tenido su negocio se debe también a que la política de la empresa es arrendar los locales, que algunos empleados del gimnasio ahora son accionistas, que tienen un socio extranjero y que los nuevos planes son entrar al mercado de valores, con bonos por más de $100 mil millones. En 2008 comenzó a escribirse el capítulo internacional de Body Tech. La empresa compró el 50% de un gimnasio reconocido de Lima.

Esta es la historia de la cadena de gimnasios más grande del país. La cuenta Gigliola, sentada en la cafetería de una sede en el norte de Bogotá. Al finalizar la tarde una aseadora se acerca a ella, la saluda, le pregunta por su hijita. “Ya está bien doña Hilda. Yo no sé si usted sabía, pero la niña nació de cinco meses, pesó apenas 570 gramos, y tuvimos que dejarla cinco meses más en cuidados intensivos”, le cuenta. Luego dice que su reto es dedicarle tiempo a la familia y ponerse en forma. El embarazo le dejó 20 kilos de más. “Si lo que vendemos es calidad de vida tenemos que darnos calidad de vida”.

Por Carolina Gutiérrez Torres

 

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