“La necesidad es la madre de la innovación”: Álex Torrenegra

“Aprender de emprendimiento te da las herramientas para pensar diferente, ir en contra del ‘statu quo’” dice uno de los inversionistas de “Shark Tank”. Con su nueva apuesta, busca acelerar a un millón de emprendedores a escala global en una década.

Edwin Bohórquez Aya /@EdwinBohorquezA
15 de septiembre de 2019 - 03:13 a. m.
Álex Torrenegra, uno de los primeros colombianos con negocios tecnológicos en EE. UU.  / Sony C.
Álex Torrenegra, uno de los primeros colombianos con negocios tecnológicos en EE. UU. / Sony C.
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¿Quién es Álex Torrenegra?

Un colombiano modelo 1978, de esos niños de la época de los videojuegos que siempre quiso tener una maquinita para jugar, que ha tenido la suerte de que le haya ido muy bien en la vida y ahora está buscando devolverle a esa sociedad que tanto lo ha apoyado, intentando maximizar el impacto positivo que puedo tener en la gente.

¿Cómo fue esa historia de niño adolescente, un computador, un crédito?

Mi primera memoria fue, de hecho, cuando vi un computador. Estaba en la oficina de mi abuelo, a quien vi dos o tres veces en la vida; se separó de mi abuela. Era “geek” también, según tengo entendido. No lo vi más veces porque lastimosamente lo asesinaron, pero me acuerdo de que tenía una computadora que acababa de comprar, traía un juego de carritos donde el camino se iba haciendo más pequeño, y quedé en “shock”, porque hasta ese momento solo había visto televisores en blanco y negro donde uno cambiaba el canal manualmente. Esa era la única interacción. Y esa primera vez yo tenía control sobre lo que sucedía en la pantalla, eso me impactó. La tecnología me estaba dando información, pero yo lo controlaba porque cambiaba el carro de posición en la pantalla. Quedé obsesionado con eso.

A todo adulto con el que me cruzaba le pedía una computadora, incluyendo a mi papá, que nos abandonó cuando yo tenía un año de edad, pero de vez en cuando hablaba con él. Cuando tenía cinco años me dijo: “Si saca el mejor puntaje del colegio, le regalo una computadora”. Me volví el más nerdo, y me tardé un año y medio para poder sacar dos bimestres en línea el mejor puntaje del Instituto Militar Antonio Ricaurte, en la octava con 47. Ya tenía seis años y le pedí a mi mamá que me comunicara con mi papá, porque ya tenía el certificado en la mano. A las dos semanas pude hablar con él y le dije que me podía dar la computadora que me prometió. Eso fue en 1984, hace 35 años, y todavía estoy esperando la computadora. Luego después de unos años monté n negocio que vendía computadores y me pagó uno con un cheque chimbo. Entonces me debe dos.

Me volví nerdo, me gustaba; entonces la única forma de poder usar una era en la sala de cómputo de la ESAP (Escuela Superior de Administración Pública), donde mi mamá trabajaba en el área administrativa. A las 5:00 p.m. cerraban la sala de cómputo, me quedaba adentro sin que me viera y agarraba los disquetes, los metía en la computadora y lo que saliera, lo usaba. Si salía un videojuego, maravilloso, había uno de aviones, el F117; pero a veces era Lotus o Word lo que me tocaba, entonces ahí aprendí todo eso porque me encantaba cacharrear.

Cuando tenía catorce años, a punto de cumplir quince, tenía una cuenta de ahorro para niños en el Banco de Bogotá. Tenía como $50.000. Me llegó un volante donde decía: “Felicitaciones, ahora pasa a la cuenta 15-25, y tienes estos beneficios”. La lista comenzaba con tarjeta débito y terminaba con préstamo. Se me prendió el bombillo y dije: “Con eso es que por fin voy a tener mi primer computador”. Se me ocurrió pedir un préstamo, comprar la computadora y ponerla a trabajar para poder pagar ese préstamo. Esto era 1992. Se empezó a popularizar que los estudiantes debían pasar sus tesis a computadora para que cada vez que el profesor le daba retroalimentación no tuviera que volver a hacer todo el documento. Entonces era popular el aviso de: “Se pasan trabajos a computador”. Dije: eso es lo que voy a hacer. Le pedí el favor a un amigo, que era el único que tenía una computadora, que le dijera a su hermano que me imprimiera el aviso: “Se pasan trabajos a computadora” y el teléfono de la casa. Saqué fotocopias y las pegué en las papelerías del barrio Villas de Granada, que en esa época era el último barrio de Bogotá, donde llegaba el viento y se devolvía. Nadie me llamaba. Me di cuenta de que estaba compitiendo contra las papelerías, pues todas quitaron el aviso que yo había puesto. Básicamente empecé mi negocio haciendo “spam”.

Entonces empecé a poner los avisos en los postes, pero esta vez lo hice con la dirección. Y a la hora empezó a llegar gente a la casa a tocar que para la transcripción. Me fue mal porque tenía catorce años y cara de bebé, me decían “Baby Face” o nerdo. Entonces se me ocurrió decir que la que hacía eso era mi mamá y no yo. Empecé a ofrecer distintas tarifas, veía cuánto podía cobrar, etc. Algunas personas me decían: listo. Pero no tenía la computadora, entonces les decía que ya teníamos trabajo para dos meses, les pedía sus datos y lo que estaba haciendo, sin quererlo, era un estudio de mercado, de las primeras cosas que a uno le enseñan y le toca hacer cuando quiere emprender.

Con esa información y sabiendo cuánto tenía que pagar por el papel, que había que usar impresora de matriz de punto y era con cinta que uno imprimía, aprendí más o menos cuántas veces la podía reusar, porque era lo más costoso. Entonces hice la matemática. Dije: “Voy a pedir el préstamo y trabajo todas las tardes después de llegar del colegio. Con tres horas que trabaje pago el préstamo en dos años”.

Me fui al banco, llegué hasta donde el cajero con mi volante pensando que ya con eso me daban la plata. El cajero se murió de la risa, me dio rabia porque me dijo algo así como que los préstamos eran solo para adultos y que tenía que estar trabajando, etc.

Me quedé sentado y se me acercó la que supuse era la gerente del banco, quien me empezó a hacer preguntas: qué haces aquí, por qué estás pidiendo plata, estás bien, dónde están tus padres... Estaba muy preocupada. Le expliqué y sin querer hice el primer “pitch” de negocios de mi vida. Hablé hasta del flujo de caja, sin saber que eso se llamaba flujo de caja. Me dio un montón de papeles, me dijo: “Llénalos y vienes el martes”; eso era un sábado. Mi mamá me ayudó a llenarlos, porque yo no sabía cómo hacerlo. Fui el martes y salí del banco con $820.000, que sumados con los $50.000 que tenía en el banco me dio $870.000 para comprar mi primer computador en Unilago. Fundé mi primera compañía y se llamaba Apache Acs Cibernetic Enterprises Limitada. Pero cuando la gerente del banco me dijo que no podía darme el crédito a dos años sino a uno, le dije: “No importa”; yo quería mi computadora. Llevaba diez años esperando y lo que me dijeran iba a decir que sí.

Empecé a trabajar, pero me di cuenta de que no alcanzaba; entonces mi mamá y mi abuelita empezaron a ayudarme. Mi abuelita, con 84 años, aprendió a usar Word. Yo me quedaba dormido y ella se sentaba y seguía. Nunca entendió cómo guardar, cómo salvar los cambios, entonces le enseñé que cuando acabara por la noche lo único que debía hace era apagar el monitor y cuando yo me despertaba en la mañana lo que hacía era darle Control + S, no había autosalvado, entonces había que salvar manual en el disquete y ahí sí prendía el computador.

Pude pagar el crédito, le hice cambios al computador y resulté creando una compañía que llegó a tener treinta empleados a mis 19 años. Ofrecíamos servicios de tecnología para compañías pequeñas. Les arreglábamos los computadores, montábamos “software”, antivirus y todo eso. Fue mi segundo negocio. Y aprendí, con ese éxito, a intentar, intentar, intentar… De cientos de negocios que he creado, hay seis a los que afortunadamente les ha ido muy bien.

¿Qué fue lo que pasó con su apellido?

Me lo cambié por el de mi abuelita: María Emma Torrenegra, ese es el nombre de mi compañía. He usado su nombre en dos empresas, una esa y la otra Torre, una nueva que estoy intentando sacar adelante.

¿Cómo fue el final de la historia del crédito que le hicieron para comprar su primer computador?

No pude completar la plata de la última cuota, llegué tres días tarde y no me recibieron la plata, porque el recibo tenía fecha distinta, y ¿por qué? Porque, cuando me dieron el préstamo, la gerente me dio los recibos con las fechas diligenciadas. Empezaron a buscar los datos de crédito y nunca encontraron nada, el número de la cuenta en el recibo no era a mi nombre y finalmente me dijeron que hiciera el depósito a ese número porque no me podían dar el nombre del titular. Años después, cuando entendí el sistema financiero, me di cuenta de que no estaba pagando un crédito, lo que estaba haciendo era consignando en la cuenta de la gerente del banco, pues el préstamo me lo dio de su bolsillo; por eso me dio cuatro recibos para que pagara trimestralmente en un año, etc., etc. y al día de hoy la sigo buscando, porque no he tenido la oportunidad de darle las gracias en persona. De no ser por ella no estaría hablando con ustedes. Vivimos hablando que somos inversionistas ángel, pero pura mierda, inversionista ángel la gerente del banco que le prestó plata a un niño sin ningún problema.

¿En qué momento llegó a las grandes ligas y montó el banco de voces?

La solidificación del Álex Torrenegra de hoy es un proceso de todos los días, todos los días me cuestiono, aprendo de algo, me equivoco. Hay hitos que lo sacuden a uno y le permiten entender que uno está pensando muy pequeñito, o que no tiene suficiente confianza en uno mismo; modelos mentales que tenía que hacer diferentes. Hay pocos momentos en la vida que uno puede decir: esto fue lo que me cambió drásticamente. Yo soy muy tímido, no hablaba, y un día me acerqué a una chica, la primera mujer que abordé, y ahora ella es Tania, mi esposa y socia de negocio; de nuevo, si no hubiera hablado con ella no estaría hablando con ustedes.

¿Cómo llegó a Estados Unidos?

Comenzaba internet en 1997 aquí en Colombia, pero me di cuenta de que todo estaba pasando en EE. UU., me entró el bicho de entender qué estaba pasando allá y experimentarlo en primera plana. En esa época uno pagaba internet por minuto y decidí pegarme el viaje hasta allá, dejé el negocio que tenía, le di un pedacito a cada uno de los empleados, compré tiquete de una vía y me fui a ver qué lograba. Tenía 19 años y treinta empleados.

¿Usted qué estudió?

Ingeniería de diseño, automatización y electrónica en La Salle, tuve la tentación de entrar a la Nacional por ingeniería de sistemas o química. Tenía el puntaje para hacerlo, pero me picaba la robótica y por eso me fui para allá. Pero conforme me fui, el negocio empezó a crecer allá, hice una inversión costosísima en un “celubeeper” (un celular donde solo se podían recibir llamas y no hacer, pero yo ponía avisos con mi celular, que era caro, pero si la gente llamaba era porque realmente quería el servicio y pagaba un montón de dinero porque les solucionara), estaba en clase y me sonaba el teléfono; era “cool” y me levantaba y salía de clase para atender el cliente. Y eso fue cuando me fui a EE. UU.

¿Y qué pasó allá?

Pensé que mi inglés era bueno y me di contra el mundo, contra la pared: sabía leer inglés pero no tenía ni idea de hablar y escuchar. Trabajé en McDonald’s por la noche haciendo hamburguesas, en Starbucks haciendo café y les parecía exótico que el barista no hablara inglés, entonces pensaban que lo habían traído de Italia. Mejoré mi inglés y empecé a hacer otro tipo de trabajos, me metí al mundo de la tecnología, ofrecía consultoría a empresas y fue cuando conocí a Tania, mi esposa, que trabajaba en Caracol Radio Miami. Era recepcionista y empezó a hacer voces por la noche en un programa de radio. Una voz fingida. La conocí y empecé a aprender cómo funcionaba la industria de la locución en EE. UU. En aquella época si alguien quería contratar a un locutor, no los de radio sino los que salen en publicidad o sistemas telefónicos, hoy videojuegos, funcionaba así: una productora buscaba a un director de casting, este contrataba a varios agentes de talento, este buscaba a varios locutores que iban a un estudio especializado en locuciones, grababan y mandaban el audio al director de casting, si le gustaba se lo mandaba al cliente y si a ese le gustaba ya agendaba un estudio de grabación para proyectos donde se reunían el cliente, el agente, el director de casting y el locutor para hacer la grabación. Si todo salía bien —porque esto se caía muchas veces—, llamaban a un tercero, un paymaster —el maestro de pagos—, quien recibía el pago del cliente y le daba un pedacito a cada uno de los eslabones. Era una rosca violenta.

Incluso hace unos años cuando salió lo de “Me Too” sobre todo en Hollywood, muchos agentes y directores de “casting” salieron involucrados por haber intentado abusar de mujeres que estaban haciendo su carrera profesional como locutoras.

Vieron el problema y propusieron una solución…

Vimos que eso era un algoritmo. Son los mismos pasos siempre y esto se puede automatizar. ¿Por qué no montamos un website para esto? Pensamos hacerlo en español, que era aun más difícil; es decir, en inglés para el mercado hispano, buscamos qué plataformas lo hacían en inglés y vimos que no había ninguna. Era el 2002 , ya había internet de alta velocidad para la mitad de la población, entonces por las noches y los fines de semana yo echaba código y Tania buscaba direcciones de correo de locutores. Y los dos seguíamos con nuestros trabajos en el día. Después de siete meses logramos un primer producto que sacamos al aire, mandamos un montón de correos a locutores para que se registraran, lo hizo uno de cada cinco, que fue muy bueno, porque no pensábamos que iba a ocurrir, y empezamos a cobrar publicidad en internet. Google acababa de empezar a ofrecer que uno podía pagar para que le mandaran tráfico, lo que llaman hoy paper click. Fuimos de los primeros y al día siguiente nos empezaron a llamar, llegaron clientes y proyectos, mandábamos correos y los locutores subían un pedacito del script, y así resultamos creando la plataforma más grande de locución digital. En tres meses la más grande para hacer casting en el mundo. Desde entonces no ha parado de crecer.

¿Cuándo llegaron a conseguir inversión?

En ese momento nos tocó solos, no era nada de lo que existe hoy con diferentes fondos. No pensamos: ¿cómo hacemos para conseguir fondos? Uno piensa en hacer plata para que crezca. Nos inventamos un modelo y le dijimos a la gente: si tú pagas un poquito, te ponemos un poquito más arriba en el “casting”, y pagas el año por adelantado. Un 2 o 3 % dijeron sí, pagamos, y así empezamos a generar flujo de caja, invertimos más en traer clientes. Así creció el negocio y fue la primera de varias plataformas digitales que hemos creado y van bien.

¿Y lo hicieron todo solos?

Cuando estaba echando código llamé a mi mejor amigo, que trabajaba en un “call center”, le dije que se fuera a trabajar con nosotros, no podía pagar mucho, pero que me ayudara a codificar. Entonces fuimos innovadores en trabajo remoto, porque él aceptó. Entonces todo lo que hemos hecho desde el comienzo es con enfoque global, pero todo creado en Colombia, toda la tecnología. Hoy ya tenemos gente de ingeniería en Brasil, en Argentina, en Montevideo, en Australia, pero la mayoría del talento es colombiano.

¿Para sacarla del estadio hay que estar en el negocio tecnológico?

Como dicen los abogados y los de recursos humanos, depende. Casi todas las empresas que tienen o tuvieron una muy buena reputación en su época, es porque hicieron un cambio tecnológico. Lo que pasa es que la tecnología cambia, hoy es todo digital. En los años de Rockefeller fueron los trenes, y lo que se inventó fue cómo mandar petróleo de un lado a otro a escala masiva sin usar barriles. Lo que tiene que hacer el emprendedor de hoy es conectar puntos que otros no han conectado, y eso es innovación. Y la conexión puede ser chiquita, o muy grande. Eso denota el tamaño del negocio, pero para mí innovar es que en este barrio no hay un restaurante de sushi, entonces conecto barrio con sushi y eso es innovar. Ahora, si se conectan muchos puntos nuevos en el conocimiento de la raza humana con puntos ya existentes, es cuando se puede tener potencialmente más impacto. Y hoy esos puntos nuevos son “apps”, conocimiento digital, datos y cosas así. Por eso hoy la tendencia es más de éxito si aprovecha esas innovaciones que tiene la raza humana. Por ejemplo esa empresa en EE. UU. que hace carne de hamburguesa a punta de lentejas y se la recomiendo, sobre todo si quieren salvar el planeta, y ahí no está vendiendo nada digital, son átomos, no son bits, lo bueno de estos bits es que puede escalar el negocio sin tener que fabricar más cosas, cuando en el de átomos debes fabricar. Pero también hay ejemplos buenos, mira Tesla y Space X, usan todos los átomos posibles y crecen de manera significativa.

Le pregunté a Frank Kanayet esto mismo: ¿por qué nos da miedo emprender?

Depende de las personas y la situación. Hay dos grupos grandes allí. Las personas que vienen de familias de dinero y las que no. Hay miedo a fallar, a no dejar el nombre de mi familia en alto, no logro crecer el negocio que me entregaron, etc. Pero cuando no se tienen recursos el miedo es de supervivencia: mañana no tengo para comer, no voy a poderles dar de comer a mis hijos. O por emprender estoy poniendo en riesgo mi carrera, puede que me quede sin trabajo el resto de mi vida y sea un don nadie. El riesgo es mucho más alto. Y hay pocas soluciones para todo eso. Lo bueno es que la necesidad es la madre de la innovación. Esa desesperación de supervivencia te lleva a crear cosas nuevas y una persona que lo tiene todo no necesariamente lo identifica ni lo necesita.

En Latinoamérica nos da miedo equivocarnos, no nos gusta equivocarnos, nos enseñan desde chiquitos a que equivocarnos está mal, por qué perdiste la materia, y la realidad es que la equivocación es una oportunidad de aprendizaje. En los laboratorios ensayan y se equivocan mucho hasta que lo logran, uno itera sobre eso, pero hay que ensayar miles de veces. Es error sistemático secuencial, eso no lo enseñan en el colegio ni en la universidad. Entonces creo que es el sistema educativo al que estamos expuestos que nos enseña que está bien lo que sale perfecto, pero en el emprendimiento es lo opuesto: está bien equivocarte y cuando caigas en ese proceso no te quedes tirado en el piso, levántate y si te caes, que sea por una razón nueva.

El emprendimiento debería ser materia de colegio y énfasis en la universidad…

Sí, esa fue una de las razones por las cuales escogimos la escuela de mi hija, está en kínder y ya están haciendo galletas para vender, recoger dinero y donarlo a otras personas. Y no es que queramos que todos emprendan, porque el emprendimiento no es lo mejor para conseguir plata, ni de las mejores maneras de lograr estabilidad. Si buscas eso, entra a una petrolera de nueve a cinco sin importar qué pasa con el medio ambiente, pero eso te da estabilidad. Aprender de emprendimiento te da las herramientas para pensar diferente, ir en contra del statu quo y estar cuestionando lo que no tiene razón de ser. Ser emprendedores nos enseña a ser mejores ciudadanos y que no nos metan los dedos a la boca, como lo hacen los políticos todo el tiempo acá.

¿Qué pasó con usted tras su llegada a “Shark Tank”?

Muchas cosas. El impacto inicial es recargarse de energías. Uno se vuelve desagradecido, porque todas las cosas buenas que ha tenido se olvidan, y escuchar presentaciones de personas con esta variedad de negocios y ver cómo le meten la ficha es una experiencia que te hace humilde, te hace recordar. Debo estar agradecido y no decaer. Yo estuve en los pantalones de esas personas y tengo que volver a seguir trabajando tan fuerte como ellos. Entonces recarga baterías.

Y a mediano plazo es el impacto que puedes tener en otras personas, enseñarles e inspirar; y eso es importante para mí. Mi “role model” no fue un colombiano, fue Bill Gates, un “geek” de gafas culo de botella con impacto fenomenal, y estoy lejos de ser “role model”, pero que la gente pueda ver que uno ha logrado cambiar cosas desde Colombia y que inspire a una o dos personas, que piensen global y pueden tener impacto significativo, eso me hace feliz y lo he podido ver con “Shark Tank”. Gente que se arriesga y que aprenda de lo que uno puede decir allá.

Y finalmente me di cuenta de que hay muchísimos emprendedores que no entienden para qué sirve la inversión. En un negocio puede llegar a ser bastante buena, pero por alguna razón tenemos la impresión de que las compañías exitosas son las que levantan plata, cuando hay montones de compañías que la logran sin levantar dinero, muchas de ellas compañías que adoramos, como Lukas Films. Ese man sacó esa compañía adelante sin levantar un centavo de capital de riesgo de nadie, por eso cuando se la vendió a Disney resultó siendo el accionista mayoritario de Disney. He visto que los emprendedores quieren mentores, asesores, y piensan que la forma es conseguir a alguien que les ponga dinero en la compañía y eso no es así.

Creó una aceleradora. ¿Por qué?

Está enfocada en ayudar a emprendedores que han crecido sus negocios a punta de su propio flujo de caja para ayudarles con mentorías, con asesorías y que instalen su negocio. Se llama Torrenegra Acelerator.

¿Cómo se toca la puerta?

Torrenegra.com; no lo hemos lanzado, esto es primicia para ustedes. Ya está funcionando, pero no hemos hecho anuncios.

¿Y cuál es el modelo? ¿Explicarles cuándo es asesoría, cuándo mentoría y cuándo inversión?

De acuerdo, y yo soy inversionista y he invertido en muchas empresas, muchas en Colombia y otras a escala global y les ha ido muy bien, pero hay muchos momentos en los que recibir inversión es importante, pero muchos otros en los que no. Entonces te ayudamos a conectarte con mentores, es un “market place” como los otros que he hecho. Identificamos el mejor mentor para el emprendedor, para que le ayude a escalar su negocio al siguiente nivel; pero no nos quedamos con un porcentaje de tu negocio para que puedas seguir manejándolo como se te dé la gana. Lo que hacemos es que nos quedamos con un pedacito chiquito de tus ventas por encima de cuando entraste a la aceleradora y eso no es exclusivamente para la aceleradora, sino para los propios mentores que te están ayudando.

¿Cuál es el objetivo de impacto?

Acelerar a un millón de emprendedores a escala global en una década. Y los hay, millones a escala mundial, pero las aceleradoras lo hacen con 200 en un período, ¿qué pasa con los otros? De hecho menos del 1 % de las compañías son atractivas para inversión de capital. El otro 99 % no lo son. ¿Quién las ayuda? Eso es lo que queremos hacer.

¿En quién ha invertido?

En muchas. De hecho invierto es la plata de mi esposa. Bendito Arroz, por ejemplo, que tienen arroz con leche de todo tipo. Cuando fueron a Shark Tank tenían dos locales, hoy van como por catorce. Liftit, la compañía que gestiona el tema de transporte de carga: cuando se presentaron hicimos inversión a valoración de US$3 millones; hoy están valorados en un par de cientos de millones de dólares, levantaron US$12 millones en su primer ronda, les hemos podido ayudar y van creciendo a pasos agigantados. Pintan como unicornio. Vaki, ya es la plataforma de Latinoamérica de crowdfunding, el nombre en inglés de lo que llamamos “vaca”, y haces una vaca de lo que sea, gente que busca dinero para poder competir en competencias deportivas mundiales porque no tiene dinero y el gobierno no lo apoya; o vakimatri, que son vacas para matrimonios, muchas vacas de impacto social para operaciones que salvan vidas, o los de exguerrilleros con negocios y la gente les ayuda a sacar adelante su proyecto con una donación.

¿Cómo levantar billete frente a inversionistas como ustedes?

La mejor forma de levantar billete para tu negocio es con los clientes, pero los tips que puede servir para emprendedores son: 1. Tener muy claro el pitch de tu negocio, practicarlo tanto que cuando lo digas no se note que lo estás recitando. Uno debe rezar su “pitch” todas las noches. Que no sea que explique cómo hace las cosas sino por qué hace las cosas. Haciendo referencia a Martin Luther King y su discurso “I have a dream”, imagínese si él hubiera dicho “tengo un plan” en vez de “tengo un sueño”. Nadie le para bolas. Uno debe empezar con el porqué y no con el cómo. 2. No pedir plata, pide consejos y espera que los inversionistas te digan que quieren invertir. Cuando uno pide plata le dan consejos, cuando uno pide consejos le dan plata. Les estás dando permiso de invertir en tu negocio.

¿Cuál es el potencial del emprendimiento colombiano?

Es, y no lo digo por sonar bonito o filosófico, es infinito, podemos hacer lo que se nos dé la gana. Uno puede hacerse la idea de que va a cambiar el mundo o no, lo que creas vas a estar en lo correcto; como colombianos creemos que nuestro límite es cambiar Colombia. Recientemente nos hemos dado cuenta de que podemos cambiar Latinoamérica, pero no hay razón para no cambiar el mundo. Cuando uno piensa en grande el potencial es infinito, persistir, persistir, persistir…

¿Cómo quedó organizado su grupo empresarial?

Se llama Emma, y dentro de Emma hay seis compañías. El común denominador de todas es el futuro del trabajo. Está Voice123, Bunny Studio, el servicio creativo de voces más grande del mundo; una plataforma para pago de nómina automatizada a escala global, una que trabaja en reinventar la forma en la que la gente utiliza video para trabajar en forma remota y la otra es Torre, que yo lidero.

¿Esa última es la de inteligencia artificial y el futuro de la búsqueda de empleo?

La inteligencia artificial es la que va a determinar cuál es la mejor oportunidad para cada individuo en cada momento. Ayudar a buscar el mejor trabajo. La gente va a dejar de mirar cientos de propuestas, será un algoritmo el que dirá cuál es la mejor hoja de vida. Lo que queremos es reinventar la forma en la que la gente busca trabajo: no manejamos hojas de vida, perfilamos con miles de datos de la persona, y está diseñado para que las computadoras entiendan esa información. Incluso comparar cómo sería la experiencia con los compañeros de trabajo y el jefe de acuerdo con su personalidad y sus valores. Abrimos esta plataforma en español a Torre.co, te registras, completas el perfil, gente que te conoce valida la información y todo está basado en un algoritmo, el más complejo que he diseñado en mi vida. Tenemos varios modelos planeados, pero ahora será gratis para las personas, y poder conseguir empleo, para las empresas que mejor recluten, también. Todo se basará en la mejor reputación. La idea es crecerlo en Colombia para llevarlo al resto de países del mudo.

Por Edwin Bohórquez Aya /@EdwinBohorquezA

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