La red social de los agricultores
Ginna Jiménez y su familia idearon una plataforma web, que pronto saldrá en aplicación móvil, para que los productores y compradores puedan transar sin intermediarios. Hoy se prepara profesionalmente y está sacando adelante un centro de acopio que emplea a madres cabezas de hogar.
María Alejandra Medina c.
La familia de Ginna Jiménez, una joven de 19 años, siempre ha vivido en el campo, sembrando cebolla, papa y maíz. Han permanecido en su tierra, pero muchas veces con un sabor amargo. Labrar sin réditos mientras los cultivos producen, luego la sobreoferta, la baja de precios y las deudas han sido algunos de los principales dolores de cabeza para estos habitantes de Toca (Boyacá), así como para cientos de miles de trabajadores del agro colombiano.
Cansada de ver a su comunidad endeudada y trabajando a pérdida, junto con su madre -Rosalba Vergara- y hermano mellizo -Brayan Fernando-, Ginna, delgada, de piel blanca y pelo largo y negro, tuvo la idea de poner la tecnología al servicio de su labor. Fue una iniciativa disruptiva en un sector rural en el que, hablando sólo de maquinaria, apenas el 16 % de los productores tienen acceso a herramientas para hacer más eficiente su jornada, de acuerdo con las cifras del censo nacional agropecuario de 2014.
Ese mismo año, Jiménez y su familia encontraron que vender sin intermediarios a través de internet era una solución para el problema de que los que están en la mitad de la cadena, entre el agricultor y el comprador final, absorban la mayor parte de las utilidades. Idearon una plataforma llamada Comproagro, que desarrollaron con el apoyo del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Mintic) y la asesoría de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Se trata de una especie de red social para productores y compradores que está disponible a través de la web, y pronto en versión móvil, y en la que los primeros exponen su oferta para que los segundos puedan encontrar lo que están buscando. Con este mecanismo, Jiménez ha detectado que las utilidades de los campesinos se han podido incrementar entre 20 y 30 %. Alrededor de 6.500 agricultores del país están registrados, con información en línea, como fotos de su oferta, ubicación y capacidad de producción.
Su proyecto ha sido visibilizado y reconocido por entidades del Estado, privadas y medios de comunicación. Hoy es una historia en desarrollo. Mientras su madre trabaja el campo y se desempeña como docente, ella estudia cuarto semestre de ingeniería industrial en la Universidad de Boyacá, y su hermano, derecho. La idea es que sus nuevos conocimientos enriquezcan Comproagro, así como el centro de acopio que los Jiménez han puesto en marcha en su natal Toca.
“Teníamos una casa de mi bisabuela que estaba un poco deteriorada. Decidimos reconstruirla con el capital semilla que obtuvimos en un premio de la empresa Bayer. Logramos levantar el centro de acopio y ahorita estamos trabajando con 30 madres cabezas de hogar que no tenían un empleo estable”.
El objetivo de la infraestructura es darles valor agregado a la papa y la cebolla, que son los principales productos de la región, mientras se generan puestos de trabajo con horarios flexibles para estas mujeres.
Con el centro se benefician cerca de 180 productores, que surten unas 17 toneladas a la semana. Para costear su adecuación no sólo han servido los $10 millones que la farmacéutica les entregó el año pasado, sino otros $5 millones que recibieron de la Fundación Recon y $7 millones de la Fundación El Nogal y la Embajada de Suecia. Con esos recursos ha sido posible mejorar la infraestructura y adquirir artículos como las canastillas y bolsas para manejar los productos.
“Hemos tenido la dificultad de que en muchas partes del campo no hay acceso a internet. Es muy difícil a veces que los productores se registren. No tienen el conocimiento para manejar las herramientas, y son los hijos lo que ayudan a registrar los productos”. Para ella, uno de los objetivos de quienes trabajan en Comproagro es precisamente que los jóvenes de los que habla no abandonen el campo. “Queremos que estudien pero que no se vayan del campo, que vuelvan a aplicar lo que han aprendido”.
El próximo reto es replicar el modelo del centro de acopio en más partes de Colombia, con la ayuda de la base de datos que tiene Recon. “Que los jóvenes se empoderen de pequeños grupos de productores y vendan directamente a los consumidores”. Uno de esos grandes compradores hasta el momento ha sido el Grupo Éxito, que adquiere a la semana unas 16 toneladas de productos de los agricultores de Comproagro.
Pese a que Boyacá, específicamente la zona donde los Jiménez habitan, no ha sido golpeado tan fuertemente por el conflicto armado como otras regiones del país, Ginna Jiménez afirma que tiene expectativas para que, a raíz del Acuerdo con las Farc, el Gobierno y otras entidades realmente volteen de nuevo a mirar el sector rural. Quizá, que las soluciones tecnológicas, como Comproagro, no sean un caso extraordinario, sino lo habitual.
En definitiva, el mayor sueño es que el campo pueda ser rentable otra vez, que madres como la de Ginna y jóvenes como ella puedan tener una vida no sólo digna sino próspera.
La familia de Ginna Jiménez, una joven de 19 años, siempre ha vivido en el campo, sembrando cebolla, papa y maíz. Han permanecido en su tierra, pero muchas veces con un sabor amargo. Labrar sin réditos mientras los cultivos producen, luego la sobreoferta, la baja de precios y las deudas han sido algunos de los principales dolores de cabeza para estos habitantes de Toca (Boyacá), así como para cientos de miles de trabajadores del agro colombiano.
Cansada de ver a su comunidad endeudada y trabajando a pérdida, junto con su madre -Rosalba Vergara- y hermano mellizo -Brayan Fernando-, Ginna, delgada, de piel blanca y pelo largo y negro, tuvo la idea de poner la tecnología al servicio de su labor. Fue una iniciativa disruptiva en un sector rural en el que, hablando sólo de maquinaria, apenas el 16 % de los productores tienen acceso a herramientas para hacer más eficiente su jornada, de acuerdo con las cifras del censo nacional agropecuario de 2014.
Ese mismo año, Jiménez y su familia encontraron que vender sin intermediarios a través de internet era una solución para el problema de que los que están en la mitad de la cadena, entre el agricultor y el comprador final, absorban la mayor parte de las utilidades. Idearon una plataforma llamada Comproagro, que desarrollaron con el apoyo del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Mintic) y la asesoría de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Se trata de una especie de red social para productores y compradores que está disponible a través de la web, y pronto en versión móvil, y en la que los primeros exponen su oferta para que los segundos puedan encontrar lo que están buscando. Con este mecanismo, Jiménez ha detectado que las utilidades de los campesinos se han podido incrementar entre 20 y 30 %. Alrededor de 6.500 agricultores del país están registrados, con información en línea, como fotos de su oferta, ubicación y capacidad de producción.
Su proyecto ha sido visibilizado y reconocido por entidades del Estado, privadas y medios de comunicación. Hoy es una historia en desarrollo. Mientras su madre trabaja el campo y se desempeña como docente, ella estudia cuarto semestre de ingeniería industrial en la Universidad de Boyacá, y su hermano, derecho. La idea es que sus nuevos conocimientos enriquezcan Comproagro, así como el centro de acopio que los Jiménez han puesto en marcha en su natal Toca.
“Teníamos una casa de mi bisabuela que estaba un poco deteriorada. Decidimos reconstruirla con el capital semilla que obtuvimos en un premio de la empresa Bayer. Logramos levantar el centro de acopio y ahorita estamos trabajando con 30 madres cabezas de hogar que no tenían un empleo estable”.
El objetivo de la infraestructura es darles valor agregado a la papa y la cebolla, que son los principales productos de la región, mientras se generan puestos de trabajo con horarios flexibles para estas mujeres.
Con el centro se benefician cerca de 180 productores, que surten unas 17 toneladas a la semana. Para costear su adecuación no sólo han servido los $10 millones que la farmacéutica les entregó el año pasado, sino otros $5 millones que recibieron de la Fundación Recon y $7 millones de la Fundación El Nogal y la Embajada de Suecia. Con esos recursos ha sido posible mejorar la infraestructura y adquirir artículos como las canastillas y bolsas para manejar los productos.
“Hemos tenido la dificultad de que en muchas partes del campo no hay acceso a internet. Es muy difícil a veces que los productores se registren. No tienen el conocimiento para manejar las herramientas, y son los hijos lo que ayudan a registrar los productos”. Para ella, uno de los objetivos de quienes trabajan en Comproagro es precisamente que los jóvenes de los que habla no abandonen el campo. “Queremos que estudien pero que no se vayan del campo, que vuelvan a aplicar lo que han aprendido”.
El próximo reto es replicar el modelo del centro de acopio en más partes de Colombia, con la ayuda de la base de datos que tiene Recon. “Que los jóvenes se empoderen de pequeños grupos de productores y vendan directamente a los consumidores”. Uno de esos grandes compradores hasta el momento ha sido el Grupo Éxito, que adquiere a la semana unas 16 toneladas de productos de los agricultores de Comproagro.
Pese a que Boyacá, específicamente la zona donde los Jiménez habitan, no ha sido golpeado tan fuertemente por el conflicto armado como otras regiones del país, Ginna Jiménez afirma que tiene expectativas para que, a raíz del Acuerdo con las Farc, el Gobierno y otras entidades realmente volteen de nuevo a mirar el sector rural. Quizá, que las soluciones tecnológicas, como Comproagro, no sean un caso extraordinario, sino lo habitual.
En definitiva, el mayor sueño es que el campo pueda ser rentable otra vez, que madres como la de Ginna y jóvenes como ella puedan tener una vida no sólo digna sino próspera.