La triste paradoja del puerto de Buenaventura
Mientras que la Sociedad Portuaria movilizó un millón de contenedores durante 2017 y se consolida como uno de los diez puertos más importantes de Latinoamérica, el 81% de los bonaerenses vive en la pobreza y el 65% está desempleado.
Juan Miguel Hernández Bonilla
Hoy en día en Buenaventura pasa algo similar a lo que ocurría en Colombia en 1981 cuando el expresidente de la Andi, Fabio Echeverri Correa, dijo: “La economía va bien, pero el país va mal”.
Las cifras de inversiones y el crecimiento exponencial de la Sociedad Portuaria de Buenaventura durante los últimos cinco años contrastan con la pobreza y el abandono en el que viven los ciudadanos de la bahía más grande del Pacífico colombiano.
Por eso, decir que a la empresa privada que controla el 72 % de la mercancía que entra y sale por el puerto le va cada vez mejor, mientras que a los bonaverenses pobres les va cada vez peor es una realidad imposible de ocultar.
Durante 2017, la Sociedad Portuaria de Buenaventura movilizó un millón de contenedores, una cifra récord que no había podido alcanzar nunca un puerto del Pacífico colombiano. Con este logro, se posiciona como uno de los diez puertos más importantes de América Latina.
Los datos de crecimiento son sorprendentes. De abril a junio de 2017, la Sociedad Portuaria movilizó 4’054.160 toneladas, creciendo 46 % frente al mismo período de 2016, cuando se transportaron sólo 2’767.174 de toneladas.
De acuerdo con Hugo Niño, gerente de operaciones del puerto, este repunte fue posible gracias al auge del mercado de productos refrigerados, que pasó de 700 contenedores mensuales en 2016, a más de 6.000 por mes en 2017.
Servicios nuevos como Eurosal, una ruta histórica entre las costas de Suramérica y las de Asia, que desde marzo de este año incluyó a Buenaventura como un sitio estratégico para hacer transbordos de carga, también fue clave para aumentar el número de contenedores transportados en el año.
A todo esto se suma la ubicación geográfica afortunada que tiene Buenaventura, varias horas más cerca de las principales ciudades del país frente a los puertos del mar Caribe, como Barranquilla o Cartagena.
Sin embargo, los índices de pobreza de los habitantes de la segunda ciudad más importante del Valle del Cauca superan el umbral del 80 %. Los datos del DANE demuestran que la mayoría de bonaverenses no tienen satisfechas sus necesidades básicas.
En la ciudad no hay un hospital digno para atender los quebrantos de salud de la comunidad. El 71 % de la población sólo tiene agua durante ocho horas al día. El 40 % de los ciudadanos no tiene servicio de alcantarillado. El desempleo supera el 65 %, y el 41 % de las personas viven en la miseria.
Esta situación, que de por sí debería ser inaceptable para cualquier sociedad moderna, se hace más grave si se tiene en cuenta que por Buenaventura se mueve el 60 % del total de la mercancía que entra y sale de Colombia, y que el Estado, a través de la DIAN, recauda más de $5 billones en impuestos anuales.
Durante los últimos cinco años, la Sociedad Portuaria ha hecho inversiones que superan los US$315 millones. El desafío para 2018 es la implementación de un tipo de tecnología diseñado para inspeccionar y movilizar cargas refrigeradas, como frutas, carnes o pescado, en tiempos reducidos. Así se busca evitar que la cadena de frío que mantiene los productos en buen estado se altere. Para lograrlo, además, van a construir 12 cavas para inspecciones simultaneas y se proyecta un incremento de 6,8% en los mercados de China, Japón, Corea y Oriente Medio.
Con las inversiones de los últimos años, la Sociedad Portuaria de Buenaventura también compró ocho plantas eléctricas para evitar que cuando se vaya la luz en la ciudad el puerto tenga que detener sus operaciones.
Esta situación, es un ejemplo claro de la triste paradoja que encarna el Puerto de Buenaventura. Cuando las redes o las torres de energía fallan, el puerto es la única zona de la ciudad que no se oscurece.
Sin embargo, cuando se le pregunta a la compañía que está haciendo para mejorar las condiciones de vida de la gente de Buenaventura responde que, además de emplear a más 900 trabajadores nativos, hay varios proyectos sociales con jóvenes en curso. La otra razón de peso para justificar la evidente desigualdad es que el Gobierno nacional es quien debe asumir las problemáticas de la comunidad.
En ese sentido, no se trata de poner en cuestión el progreso y los avances de la Sociedad Portuaria de Buenaventura. Ni siquiera de debatir el modelo económico que ha permitido su crecimiento. El objetivo, al contrario, es hacer un llamado para que el éxito del puerto se vea reflejado en las condiciones de vida de los ciudadanos de Buenaventura. Una parte de los recursos que generan la entrada y salida de mercancía por el mar pacifico es suficiente para mitigar la inequidad y la concentración de la riqueza que hoy en día aún reina en Buenaventura.
Hoy en día en Buenaventura pasa algo similar a lo que ocurría en Colombia en 1981 cuando el expresidente de la Andi, Fabio Echeverri Correa, dijo: “La economía va bien, pero el país va mal”.
Las cifras de inversiones y el crecimiento exponencial de la Sociedad Portuaria de Buenaventura durante los últimos cinco años contrastan con la pobreza y el abandono en el que viven los ciudadanos de la bahía más grande del Pacífico colombiano.
Por eso, decir que a la empresa privada que controla el 72 % de la mercancía que entra y sale por el puerto le va cada vez mejor, mientras que a los bonaverenses pobres les va cada vez peor es una realidad imposible de ocultar.
Durante 2017, la Sociedad Portuaria de Buenaventura movilizó un millón de contenedores, una cifra récord que no había podido alcanzar nunca un puerto del Pacífico colombiano. Con este logro, se posiciona como uno de los diez puertos más importantes de América Latina.
Los datos de crecimiento son sorprendentes. De abril a junio de 2017, la Sociedad Portuaria movilizó 4’054.160 toneladas, creciendo 46 % frente al mismo período de 2016, cuando se transportaron sólo 2’767.174 de toneladas.
De acuerdo con Hugo Niño, gerente de operaciones del puerto, este repunte fue posible gracias al auge del mercado de productos refrigerados, que pasó de 700 contenedores mensuales en 2016, a más de 6.000 por mes en 2017.
Servicios nuevos como Eurosal, una ruta histórica entre las costas de Suramérica y las de Asia, que desde marzo de este año incluyó a Buenaventura como un sitio estratégico para hacer transbordos de carga, también fue clave para aumentar el número de contenedores transportados en el año.
A todo esto se suma la ubicación geográfica afortunada que tiene Buenaventura, varias horas más cerca de las principales ciudades del país frente a los puertos del mar Caribe, como Barranquilla o Cartagena.
Sin embargo, los índices de pobreza de los habitantes de la segunda ciudad más importante del Valle del Cauca superan el umbral del 80 %. Los datos del DANE demuestran que la mayoría de bonaverenses no tienen satisfechas sus necesidades básicas.
En la ciudad no hay un hospital digno para atender los quebrantos de salud de la comunidad. El 71 % de la población sólo tiene agua durante ocho horas al día. El 40 % de los ciudadanos no tiene servicio de alcantarillado. El desempleo supera el 65 %, y el 41 % de las personas viven en la miseria.
Esta situación, que de por sí debería ser inaceptable para cualquier sociedad moderna, se hace más grave si se tiene en cuenta que por Buenaventura se mueve el 60 % del total de la mercancía que entra y sale de Colombia, y que el Estado, a través de la DIAN, recauda más de $5 billones en impuestos anuales.
Durante los últimos cinco años, la Sociedad Portuaria ha hecho inversiones que superan los US$315 millones. El desafío para 2018 es la implementación de un tipo de tecnología diseñado para inspeccionar y movilizar cargas refrigeradas, como frutas, carnes o pescado, en tiempos reducidos. Así se busca evitar que la cadena de frío que mantiene los productos en buen estado se altere. Para lograrlo, además, van a construir 12 cavas para inspecciones simultaneas y se proyecta un incremento de 6,8% en los mercados de China, Japón, Corea y Oriente Medio.
Con las inversiones de los últimos años, la Sociedad Portuaria de Buenaventura también compró ocho plantas eléctricas para evitar que cuando se vaya la luz en la ciudad el puerto tenga que detener sus operaciones.
Esta situación, es un ejemplo claro de la triste paradoja que encarna el Puerto de Buenaventura. Cuando las redes o las torres de energía fallan, el puerto es la única zona de la ciudad que no se oscurece.
Sin embargo, cuando se le pregunta a la compañía que está haciendo para mejorar las condiciones de vida de la gente de Buenaventura responde que, además de emplear a más 900 trabajadores nativos, hay varios proyectos sociales con jóvenes en curso. La otra razón de peso para justificar la evidente desigualdad es que el Gobierno nacional es quien debe asumir las problemáticas de la comunidad.
En ese sentido, no se trata de poner en cuestión el progreso y los avances de la Sociedad Portuaria de Buenaventura. Ni siquiera de debatir el modelo económico que ha permitido su crecimiento. El objetivo, al contrario, es hacer un llamado para que el éxito del puerto se vea reflejado en las condiciones de vida de los ciudadanos de Buenaventura. Una parte de los recursos que generan la entrada y salida de mercancía por el mar pacifico es suficiente para mitigar la inequidad y la concentración de la riqueza que hoy en día aún reina en Buenaventura.