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En Colombia, ciertos sectores como los moteles, las boutiques eróticas (también conocidas como sex shops) o el modelaje webcam cargan con varios estigmas por el hecho de estar vinculados con la sexualidad. En un país sumamente católico como este, se les asocia con el pecado, lo prohibido y lo vergonzoso, lo que los ha llevado a acostumbrarse a la discreción y a que se hable de ellos solamente desde el morbo. Sin embargo, estos negocios mueven miles de millones de pesos al año y de ellos depende el sostenimiento de muchas familias colombianas.
Al igual que cualquier otra empresa, aquellas que pertenecen a dichas industrias también se han visto afectadas por la pandemia del COVID-19. Para algunas, el panorama es desolador mientras que para otras, cuyo modelo de negocio ya se sostenía gracias a internet, la cuarentena ha representado una valiosa oportunidad.
Moteles, un sector congelado
“Cuando uno deja de facturar al 100 %, las cosas se complican”, afirma Jorge Yepes, gerente del Ibiza Motel Lounge, en Itagüí (Antioquia). “Hemos luchado por mantener los puestos de trabajo y ya empezamos a tener apoyo de los bancos. Pero si esto pasa del 25 (de mayo) y se agotan los recursos, no sabemos para dónde vamos”, añade.
Ibiza es un motel que se inauguró en 2012 y hoy genera 90 empleos directos. Al igual que otros establecimientos, cerró sus puertas el pasado 20 de marzo, días antes de que se decretara la cuarentena nacional por primera vez.
Lo mismo le ocurrió a Amarte Suite, que funciona en Bogotá desde hace 13 años y del que dependen 40 empleados. Según Guillermo Ochoa, socio y gerente administrativo del lugar, la empresa consiguió pagar salarios durante el primer mes con créditos concedidos a los socios. Por ahora, ante la falta de actividad, están brindando cursos virtuales de servicio al cliente a sus empleados.
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“Nosotros teníamos claro que podíamos resistir hasta mediados de abril, pero ya se nos fue un mes más y eso sí nos genera una crisis económica. Nuestro afán es que nos den luz verde para operar lo más pronto posible”, asegura.
Según cifras de Confecámaras, en Colombia hay alrededor de 3.155 establecimientos registrados bajo la actividad de alojamiento por horas, incluyendo moteles, residencias y amoblados. De acuerdo con la Asociación de Propietarios de la Industria Hotelera (Inhotelcol), se trata de un sector que genera cerca de 75.000 empleos directos en todo el país.
Para Alexander Alvarado, presidente del gremio, el mayor problema es que tienen obligaciones astronómicas pese a no estar generando ingresos. Asegura, por ejemplo, que cada motel debe pagar un impuesto predial de mínimo $15 millones al año, costear las nóminas de por lo menos 15 empleados y pagar unos servicios públicos altos, debido a la cantidad de habitaciones que manejan.
“En estos momentos nos están llegando las cuentas promediadas y no por el consumo real que se está teniendo. Si se pagaban $4 millones por el servicio de agua, las facturas ahora están llegando por $2 millones. Es una cantidad desproporcionada”, asegura Alvarado. Según sus cifras, casi un 30 % de los moteles de Bogotá están quebrando a raíz de la cuarentena.
Algunos miembros del sector han optado por ser recursivos. En Ibiza, por ejemplo, están ofreciendo paquetes con productos de boutiques eróticas o bonos con un 30 % de descuento para redimir cuando se puedan abrir los establecimientos. Otros, como Amarte Suite, están empezando a adquirir los productos de higiene necesarios en caso de que les aprueben sus protocolos de bioseguridad, un tema que ya empezó a ser ampliamente discutido al interior del gremio.
Las dos caras de las 'sex shops'
“Yo siempre decía que el único día que se cerraría Pantera Roja sería cuando yo falleciera, pero mire las ironías de la vida”, dice María Eugenia Zambrano, quien abrió la boutique erótica Pantera Roja hace 35 años.
Desde abril, las puertas de sus 11 tiendas (10 en Cali y una en Palmira) han permanecido cerradas y sólo comercializan sus productos por medio de domicilios. En este tiempo han vendido desde ropa y lubricantes hasta juguetes sexuales. No obstante, Zambrano admite que sus ventas han caído 80 %.
Lo que más ha ayudado a este negocio familiar es el tiempo que lleva en la industria. La empresaria dice que sus proveedores y los arrendadores de sus locales han sido comprensivos, tanto así que algunos no le cobraron la renta durante el primer mes de cuarentena. También accedió a un crédito para nómina con el que espera mantener los salarios de 15 empleados.
Si bien la tienda virtual y las aplicaciones de mensajería han facilitado algunas ventas, Zambrano cree que la mayoría de sus clientes estaban acostumbrados a las tiendas físicas y pocos se deciden a comprar por internet. “Al cliente, cuando va a hacer el amor, no le gusta que le manden el producto para el día siguiente o tres horas después. Eso de que la industria para adultos se ha disparado es un show mediático”, sostiene.
Un caso diferente es el de la boutique Guía Cereza, que a su vez es una comunidad de entretenimiento para adultos. De acuerdo con Katherine Jiménez, directora del departamento de comunicaciones de la empresa, el paso a la virtualidad no fue tan drástico durante la pandemia, pues ya tenían años de haber migrado todas sus tiendas a la plataforma virtual.
“Con cada punto de venta creamos una lista de fidelización y los clientes que quieren reciben mensajes con novedades, ofertas y concursos. Por ese medio les contamos que podían seguir comprando en la plataforma digital”, indica Jiménez.
Esta empresa completó 15 años en el mercado y tiene 28 boutiques en varias ciudades del país. Aunque 80 % de sus locales están cerrados, las ventas virtuales crecieron 300 %.
Según la vocera, los productos más comercializados durante la cuarentena son juguetes sexuales interactivos que se manejan por medio de una aplicación móvil. “En redes sociales ya veníamos contándole a la gente cómo funcionan. La idea era mostrarles que esto aporta al distanciamiento social y que podemos disfrutar juntos sin necesidad de estar cerca del otro”, afirma.
El mundo “webcam” y los nuevos afectos en línea
“El modelaje webcam ha tenido auge entre todas las chicas que trabajan desde la casa. No sólo en Colombia, sino en todo el planeta”, asegura Juan Bustos, uno de los pioneros de este negocio en el país y quien hizo de su nombre una marca.
Esta actividad consiste en la transmisión de shows eróticos en vivo por medio de internet. Quienes modelan, en su mayoría mujeres, interactúan con clientes de varios países que pagan por cada minuto que están conectados o por medio de propinas, dependiendo de si son eventos públicos (con varios usuarios conectados a la vez) o privados. Algunos de los sitios más conocidos son Chaturbate, LiveJasmin y Camsoda.
No hay cifras exactas de cómo se mueve este universo, pero según miembros del sector, Colombia lleva años siendo la segunda potencia mundial después de Rumania, con unas 40.000 modelos en todo el país.
De acuerdo con Bustos, la cuarentena ha significado una subienda en el número de consumidores de este tipo de contenidos, pero sobre todo en el número de modelos que quieren ingresar a la industria. Por ejemplo, el sitio web OnlyFans, en el que los usuarios pagan una tarifa para ver fotos y videos sexuales de creadores de contenido (incluyendo modelos webcam) reportó 3,5 millones de usuarios nuevos en marzo, de los cuales 60.000 son creadores.
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“El mito que hay es que pueden hacer dinero fácil, pero no existe esa facilidad. Tienen que prepararse, hablar inglés, aprender a modelar. Son meses de trabajo. Hace tres o cuatro años una chica que recién comenzaba se podía ganar $5 u $8 millones mensuales. Ahora, con mucho esfuerzo, llegan a $1 o $2 porque hay más competencia”, asegura Bustos, quien también afirma que el tráfico de internet en las redes nacionales ha dificultado el trabajo de muchas modelos y las pone en desventaja frente a quienes trabajan desde otros países.
En ese sentido, otra figura clave de la industria son los estudios, que ofrecen asesorías, espacios y equipo a cambio de quedarse con el 50 % de las ganancias de las modelos. Según estimaciones de Bustos, en Colombia hay entre 4.000 y 5.000 estudios, de los cuales la mitad podría estar al borde de la quiebra por causa de la pandemia. Aquellas que dependen de los estudios, porque no pueden trabajar en sus casas o no cuentan con las herramientas necesarias, probablemente no están percibiendo ingresos.
Trend Studios es una franquicia del Grupo Bedoya que apoya a 60 estudios y a unas 700 modelos en la ciudad de Armenia. De acuerdo con Luisa Fernanda Ceballos, una de las dueñas, muchos de estos espacios se están apoyando en modelos que trabajan como satélites, es decir, que cuentan con sus equipos, una buena conexión a internet y trabajan desde casa, pero son asesoradas por los estudios, que perciben entre el 10 y 20% de las ganancias.
“Dentro de las plataformas privadas se ha incrementado la idea de crear una amistad virtual porque hay personas muy solas que quieren venir a encontrar quién los escuche, contarles anécdotas, y ahí están las chicas que les prestan el servicio. En las plataformas libres no van más allá de la performance, pero últimamente están llegando más personas que quieren hablar”, cuenta Ceballos.
De hecho, el modelaje webcam tiene gran acogida por la interacción y compañía que genera. Así lo cree Helena Jensen, una modelo independiente que comenzó a trabajar en este sector de manera esporádica desde 2017. “Siento que lo webcam es un síntoma de otras maneras de sentir y de una necesidad de afecto muy grande. A veces ni siquiera te piden cosas sexuales, sino que necesitan un lugar para ser ellos mismos”, asegura.
Jensen cree que las dinámicas no han cambiado tanto durante la cuarentena, sin embargo, afirma que no puede hablar por todas las modelos porque, a diferencia de muchas, sus ingresos no dependen de esta actividad y no suele ser tan constante. “Los clientes son gente que suele encerrarse y tiene otras condiciones de vida. Ahí hay un privilegio, y algunos no se ven tan afectados por la cuarentena como nosotros en Latinoamérica”, indica.
Jensen impulsa una iniciativa feminista llamada Hábitat 225, con la que busca empoderar a otras modelos webcam desde el deseo y la reflexión, además de aconsejarlas en ciertos temas para evitar su explotación laboral.
“Hay que diferenciar entre ser amigable y complaciente. Una cosa es que te apropies de tu sexualidad y que decidas hacer un intercambio monetario con tu cuerpo, y otra cosa es que te enseñen a regalarte por una paga que ni siquiera fijas tú, sino el estudio”, cuestiona.
En esa línea, Jensen opina que buena parte del éxito global de las colombianas tiene que ver con que son más complacientes que otras modelos. La cuarentena podría ser un escenario para transformar dichas actitudes.
“Descubrí eso cuando me puse a comparar con las modelos europeas: ellas no siempre están a la merced del hombre porque a la mayoría no las ata la necesidad. Si les ofreces menos dinero, te echan de la sala. Pero las colombianas terminan accediendo”, añade.
La modelo concluye que el mundo webcam, más allá de la transacción económica, podría contribuir a enseñar la sexualidad de otra manera, a acabar con estereotipos que existen sobre las mujeres de la industria y ser un escenario para explorar las nuevas afectividades de una sociedad que, en el marco de una pandemia, ha empezado a conocerse más íntimamente desde lo virtual.