¿Bajar las tarifas de la energía? Manual sobre cómo funciona el mercado eléctrico
El ecosistema de la generación y consumo de la energía en Colombia, como en muchos otros países, tienen una serie de actores y particularidades que dificultan bajar los precios a sombrerazos, pero también aseguran la continuidad y confiabilidad del suministro. Una guía para entender qué viene en el recibo que reciben los usuarios.
Jorge Sáenz
Pretender bajar las tarifas eléctricas a sombrerazos no es tan fácil como lo piensan algunos. Las decisiones que se tomen hoy traerán futuras repercusiones para el sector y los consumidores, que suelen no ser benévolas. La factura que nos pasen seguramente vendrá acompañada de un faltante de energía que se traduciría en cortes de electricidad. Y por ahí es que el fantasma del apagón de 1992 puede comenzar a asustar.
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Pretender bajar las tarifas eléctricas a sombrerazos no es tan fácil como lo piensan algunos. Las decisiones que se tomen hoy traerán futuras repercusiones para el sector y los consumidores, que suelen no ser benévolas. La factura que nos pasen seguramente vendrá acompañada de un faltante de energía que se traduciría en cortes de electricidad. Y por ahí es que el fantasma del apagón de 1992 puede comenzar a asustar.
Por eso es importante entender cómo funciona el mercado de la electricidad en el país y qué factores han hecho que el sistema sea uno de los más confiables del mundo. Tres décadas sin bajones respaldan esta afirmación.
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La electricidad que ilumina las casas y mueve la industria y el comercio tiene su nivel de negociación, como cualquier producto en el mercado.
Ahí intervienen varios agentes: generación, transmisión, distribución y comercialización. Todo este proceso tiene costos: la producción, transportarla, enviarla a los domicilios, además de los relacionados con el personal que recoge la lectura del medidor y procesa los datos para entregar la factura, así como para atender las reclamaciones. También “existen otros cobros asociados con mantener la continuidad del servicio, y con la energía que se pierde en el camino”, explica la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG), entidad que supervisa todo este proceso.
Intervenir la CREG es una de las metas del gobierno de Gustavo Petro para tratar de bajar el precio de las tarifas eléctricas, aunque por el momento el Consejo de Estado ha frenado esta acción (la administración nacional insistirá en esta decisión, según se conoció esta semana).
Los gremios energéticos le han dicho al Gobierno que se requiere mantener “la estabilidad y normativa para la inversión y prestación, actual y futura, de los servicios”.
Tan pronto se anunció la subasta de cargo por confiabilidad el presidente Petro hizo lo propio con el decreto para asumir las funciones desde el punto de vista regulatorio.
Pero el punto acá es que, si no se calman las aguas, va a ser complicado que las empresas del sector inviertan en esa expansión. “Es un momento crítico”, admitió Alejandro Castañeda, director de Andeg, en un evento organizado por la Contraloría General de la República. En el mismo foro, el viceministro de Energía, Cristian Díaz Durán, sostuvo que “es necesario conservar esa seguridad al inversionista”.
¿Embalses llenos=energía más barata?
La generación de energía eléctrica en el país es 68,3 % hidráulica, agua que se encuentra en los embalses repartidos por casi todo el país. Las térmicas generan el 30,7 % y con energía solar, cogeneración y eólica se completa la matriz colombiana.
Si los embalses se mantienen llenos no quiere decir que las tarifas tengan que descender con fuerza. Esa electricidad que se consume hoy corresponde a contratos negociados dos o tres años atrás que son un poco más del 80 % de la energía requerida por los consumidores. El porcentaje faltante se negocia al día: esta es la energía de bolsa y su precio depende de la hidrología del momento, las contingencias (como una planta que entre en mantenimiento) y los precios de combustibles como el gas, el Acpm y el carbón, que a su vez tienen injerencia en hechos internacionales.
“Los embalses tienen que atender y cumplir con los compromisos de entrega de energía establecidos en los contratos de largo plazo y en la bolsa según las necesidades de cada día”, señala la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica, Acolgen. El gremio recalca: un generador debe garantizar la entrega de energía a los usuarios llueva o no llueva, tengan embalses o no tengan.
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Ahora bien, aquí hay que tener en cuenta otros factores. Por ejemplo, actualmente hay déficit de generación. “Con la información que tenemos hoy de demanda (energía que consumimos en el país) y la energía disponible de los generadores necesitamos invertir, de aquí a 2029, entre $16 y $21 billones para atender el crecimiento proyectado de la demanda”, señala Natalia Gutiérrez, presidenta de Acolgen.
En este punto entra otro pronunciamiento del presidente Petro, que hace un par de semanas habló de “democratizar” la generación de energía en el país. Según el mandatario, la generación no puede estar en manos de seis empresas.
En el mundo hay una cierta tendencia hacia el autoabastecimiento eléctrico (mediante fuentes renovables, especialmente solar y eólica), lo que permite que el usuario, a la vez de consumidor, se pueda convertir en un pequeño generador. Pero escalar esto a tamaño país es otro asunto, uno que no se resuelve ni fácil, ni barato.
Ante este anuncio, la presidenta de Acolgen recordó que “Colombia tiene un mercado abierto para la generación”, lo que pasa es que para este sector se requieren grandes inversiones. Sin embargo, la dirigente gremial señaló que en este segmento hay participantes grandes, pequeños, oficiales, mixtos y de diferentes tecnologías. “La actividad de generación requiere grandes montos de inversión y largos plazos de recuperación, lo que hace que sean pocos los interesados en ella, tanto en Colombia como en el mundo”, dijo Gutiérrez.
En este punto vale la pena agregar dos datos que ayudan a complementar esta discusión: desde 1994, las generadoras han invertido alrededor de $140 billones en Colombia, según Acolgen. Y el componente de generación, dentro de la cadena de energía eléctrica, corresponde apenas al 35 % de la tarifa final que pagamos en la factura que recibimos.
Ahora bien, el panorama de la generación puede no estar en las mejores condiciones. Juan Ricardo Ortega, presidente del Grupo Energía Bogotá, advirtió en el foro de la Contraloría General que “hay escasez de generación. Hay riesgo de un (fenómeno de El) Niño y tenemos tres gigas de potencia que no pudieron entrar al sistema, el país tiene menos capacidad instalada”, sostuvo.
El punto fue complementado por Alejandro Castañeda, director de la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (Andeg), quien advirtió que el sector eléctrico esperaba la entrada de 2.500 megavatios renovables, pero en 2021 lo hicieron unos 180 megavatios y en 2022 algo más de 255 megavatios. “Del lado térmico la expectativa era que entraran 1.200 megavatios y van a entrar 750 megas”, dijo.
¿Cómo funciona el marco tarifario?
Después de la generación (35 %), los otros componentes de los costos tarifarios son: transmisión, que pesa 5 % en la factura, distribución (38 %), comercialización (13 %), pérdidas de energía (7 %) y restricciones (2 %).
Vale acá hacer una pequeña disección de qué implica cada una de estas etapas.
Entonces, transmisión es el costo del transporte de energía desde las plantas generadoras hasta los centros poblados. Por su parte, la distribución es lo que vale llevar la energía dentro de los centros poblados hasta los hogares y demás usuarios. En cuanto a la comercialización se refiere al proceso de lectura de los medidores para determinar el consumo, la entrega de la factura y el recaudo.
Las pérdidas eléctricas, que también se incluyen en las facturas eléctricas, tienen dos componentes: las técnicas, que son la energía que se pierde durante el transporte por las líneas físicas, y las no técnicas, que tienen que ver con el robo de energía. Finalmente, están las restricciones, que contemplan los mantenimientos diarios para evitar, entre otras cosas, cortes en el suministro.
“A la suma de esos costos se le llama Costo Unitario de Prestación del Servicio”, explica la CREG. En la factura se identifica como CU. Junto con el costo de llevar el servicio está la cantidad electricidad que consume durante un período determinado; esa cantidad de energía se mide en unidades de kilovatio hora (kWh).
De acuerdo con la Comisión, el valor total a pagar por parte del consumidor será lo que le cuesta a la empresa llevar el servicio (CU), multiplicado por la cantidad de energía eléctrica consumida (kWh), menos el subsidio que beneficia a los estratos 1, 2 y 3 o sumado a la contribución, si es de estratos 5 y 6, dependiendo del usuario.
Para los usuarios de estratos 1, 2 y 3 llega más barata la factura frente al costo que significa obtener el servicio eléctrico. Explica la CREG que parte del consumo de energía de estos clientes son “subsidiados” porque se paga a una tarifa más barata que el costo del servicio y la diferencia se cubre con recursos de la Nación y con la contribución de los estratos 5 y 6, el comercio y algunos industriales. Para los consumidores del estrato 1, el subsidio cubre el 60 % de consumo, el estrato 2 tiene un beneficio de 50 % y el 3 de 15 %. Los consumidores del estrato 4 no contribuyen ni reciben subsidios, pagan la tarifa plena y ya está.
Para equilibrar las cargas, Fedesarrollo propone que el esquema de subsidios y contribuciones “sea totalmente reemplazado por solidaridad a través del Presupuesto General de la Nación”. El centro de investigaciones explica que esa reforma debe empezar por el sector industrial, dejando de contribuir 20 %, seguido por el sector comercio. “Esto debe estar acompañado por una mejora en la focalización. Así, se propone que el estrato 3 deje de recibir subsidios y el estrato 4 comience a contribuir”.
Finalmente, la presidenta de Acolgen advierte que “si democratizar es como en Venezuela, asumir el Estado sus riendas, ofrecer un servicio gratuito o a muy menor costo, pero deficiente con cortes de energía continuos y hasta prolongados, tampoco es la solución”.
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