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El índice de precios de los alimentos de la FAO, que sigue la variación mensual de los precios internacionales de una canasta de productos alimenticios, retrocedió un 1,6 % en mayo, comparado con el mes de abril.
El índice de precios de los cereales disminuyó por su parte un 4,8 %, debido a la caída del costo del maíz de aproximadamente 10 % por “las favorables perspectivas de producción y la atonía de la demanda de importaciones”.
Los precios del trigo, cuyas reservas son abundantes, bajaron un 3,5 % impulsados entre otros por la renovación del acuerdo que permite establecer corredores marítimos seguros en el Mar Negro para transportar el grano ucraniano.
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Los precios de los aceites vegetales se redujeron aún más, con una caída de 8,7 % en un mes, lo que los colocó bajo el nivel de hace un año, en mayo de 2022 (-48 %).
La cosecha “excepcional” de soja en Brasil, la oferta abundante de colza y de girasol, y el aumento de la producción de aceite de palma, que se exporta difícilmente, impactaron significativamente en los precios.
El índice de precios del azúcar de la FAO, en cambio, aumentó un 5,5 % en mayo y registró su cuarto incremento mensual consecutivo.
La disponibilidad mundial del azúcar se está “tensando”, advierte la organización, al tiempo que existe preocupación por el impacto del fenómeno meteorológico de El Niño en las cosechas de la próxima temporada.
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Colaboración regional para enfrentar amenazas naturales
Por otro lado, el subdirector general y representante regional de FAO para América Latina y el Caribe, Mario Lubetkin, hizo un llamado para articular una agenda regional conjunta para enfrentar los riesgos y desastres, durante su participación en la Primera Conferencia Regional sobre Cooperación Sur-Sur, celebrada en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
La entidad ejecuta en coordinación con los gobiernos en materia de prevención y respuesta frente a diferentes amenazas climáticas en los sistemas agroalimentarios. Además, con la coperación buscan fortalecer acciones en favor del desarrollo agrícola, la seguridad alimentaria, el desarrollo rural, la reducción de la pobreza y la mejora de la nutrición.
Datos globales señalan que uno de cada cuatro desastres en el mundo ocurre en América Latina y el Caribe, evidenciando un alta exposición y fragilidad de la región antes estos fenómenos.
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Estudios realizados por la FAO muestran que la agricultura y sus subsectores absorben una gran parte del impacto de los desastres relacionados con el clima: el 26 % de todos los daños y pérdidas causados por desastres de mediana a gran escala en países en desarrollo o de ingresos medios - bajos. Estos estudios también demuestran que cuando se trata de desastres por sequía esta cifra sube al 82 %.
Todo lo anterior incide de manera directa en la disponibilidad y precios de los alimentos, en el empleo y en otros factores clave para la recuperación de las comunidades afectadas por otras crisis, generando así una confluencia de choques o amenazas naturales, y socioeconómicas a las que, además, se suman otras de índole biológica como la fiebre aviar y enfermedades fitosanitarias.
Según el Reporte Global de Crisis Alimentarias, en 2022 el número de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda en América Latina y el Caribe alcanzó los 17,8 millones (4,72 millones en Haití).
Esta situación, principalmente vinculada a problemas socioeconómicos y desastres asociados al clima, ha llevado a la población regional afectada a tener que tomar medidas extremas, como vender animales, consumir semillas, liquidar la casa o incluso mendigar para comer.
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