¿Colombia está reemplazando sus importaciones con producción local?
Un informe del Ministerio de Hacienda asegura que el favorable comportamiento de la industria manufacturera ha hecho que el país comience una senda de sustitución de importaciones por productos nacionales ¿La economía va por buen camino o es un efecto más atado a la inflación?
Diego Ojeda
La reindustrialización ha sido una de las principales apuestas macroeconómicas del presidente Gustavo Petro. Desde lo propuesto, se pretende que el país inicie una senda de sustitución de importaciones con producción local; yendo más allá de la conocida campaña de “colombiano compra colombiano”, pues se apunta a que el país produzca insumos que hoy no son su fuerte, o que de plano son inexistentes, razón por la cual se satisface esa demanda con el mercado internacional. Además se busca que las ventas internacionales no estén atadas en su gran mayoría a los productos minero energéticos, como sucede hoy en día.
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La reindustrialización ha sido una de las principales apuestas macroeconómicas del presidente Gustavo Petro. Desde lo propuesto, se pretende que el país inicie una senda de sustitución de importaciones con producción local; yendo más allá de la conocida campaña de “colombiano compra colombiano”, pues se apunta a que el país produzca insumos que hoy no son su fuerte, o que de plano son inexistentes, razón por la cual se satisface esa demanda con el mercado internacional. Además se busca que las ventas internacionales no estén atadas en su gran mayoría a los productos minero energéticos, como sucede hoy en día.
Si se habla de reindustrialización es porque ha ocurrido una desindustrialización, es decir, la desaparición o reducción de la capacidad industrial que tiene un país. Según un reporte publicado recientemente por el Ministerio de Hacienda, Colombia experimentó esto con el auge del precio de los productos básicos en 2007, lo que incentivó actividades como la minería, pero aceleró esa pérdida de producción en otros renglones industriales. Yendo más atrás en el tiempo, también es una consecuencia de las políticas de apertura económica de los años 90, bajo las cuales comenzaron a entrar más bienes importados al país, con mejores esquemas de precio de los que se podía encontrar en el mercado local.
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Según las cifras presentadas en el mencionado reporte, la participación de la industria manufacturera dentro del PIB pasó del 16,2 % en 2007 a 10,9 % en 2019. Después de esto, detalla, las manufacturas llegaron a crecer a un ritmo del 1,3 % en promedio al año, lo que es casi una tercera parte del repunte que empezaron a tener las actividades relacionadas a la minería.
Sin embargo la demanda por estos productos continuó en el país y como resultado, argumenta el Ministerio de Hacienda, se registró un repunte en las importaciones industriales de 102 % se si mide en toneladas y de 61,5 % cuando es en dólares.
Este fenómeno, añade la cartera, “deja en evidencia la necesidad de fortalecer la oferta interna en bienes de la industria manufacturera, que generan alto valor agregado y cuentan con amplios encadenamientos productivos”.
Lo noticioso detrás de este breve recorrido macroeconómico de producción e importaciones es que Hacienda informa que Colombia ya comenzó una etapa de reindustrialización, en la que se está sustituyendo parte de esas importaciones. Ejemplo de esto, resalta el Ministerio, es que en 2022 las manufacturas crecieron 9,8 %, un comportamiento que estuvo 2,5 puntos porcentuales por encima del crecimiento del PIB, así como 2,7 puntos porcentuales arriba de las importaciones del la industria manufacturera (en toneladas métricas).
“Este buen comportamiento parece indicar que la producción local habría ganado relevancia en suplir la demanda, tanto interna, como externa, de productos industriales, lo que podría corresponder a señales del inicio del proceso de reindustrialización, o por lo menos, el final de la desindustrialización de la economía colombiana”, se lee en el análisis del Ministerio.
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Se habla de sustitución de importaciones cuando se registra una caída en estas, a la par de un incremento en la producción local. El estudio indica que en el primer trimestre de 2023 se ha presentado este fenómeno en más de la tercera parte de las actividades que producen bienes de consumo final, como productos de molinería, cacao, chocolate, confitería, carnes, actividades de impresión, joyas, bisutería, instrumentos musicales y artículos deportivos.
Un escenario similar también se presenta en bienes de consumo intermedio, como productos de refinación de petróleo, maderas, metales y otros minerales no metálicos; así como en bienes de capital, como la fabricación de maquinaria y equipo, además de la fabricación de equipos de transporte.
En su análisis, la cartera también señala que este fenómeno se estaría presentando porque los sectores en donde se ha registrado una sustitución de importaciones han tenido un aumento en el uso de su capacidad instalada, ubicándose así por encima de sus promedios históricos. También porque se ha registrado un aumento en el gasto de los hogares en esos renglones de la economía, a lo que se suma el elevado precio que han registrado estos productos cuando son importados.
¿Un guiño más de la inflación?
Sin embargo, otras cifras podrían no respaldar del todo esta hipótesis. Muestra de ello es que el más reciente boletín de la Encuesta Mensual Manufacturera con Enfoque Territorial, desarrollada por el DANE, indica que desde mayo de 2022 la producción real de las manufacturas en el país, así como sus ventas, vienen en una caída que, en septiembre, las situaron en -6,9 % y -5,8 %, respectivamente.
Es así como de las 39 actividades inmersas en el sector de las manufacturas, 31 registraron variaciones negativas en su producción real. Entre los que consolidaron mayores caídas se encuentra la fabricación de vehículos automotores y sus motores (-69,9 %), la fabricación de partes, piezas y accesorios para vehículos (-48,1 %), así como la fabricación de productos de caucho (-33,7 %). En contraste, los que evidenciaron incrementos fueron la fabricación de artículos de viaje, bolsos de mano y artículos similares en cuero (27,9 %), la elaboración de bebidas (10 %) y la fabricación de maquinaria y equipo (3,8 %).
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Si se amplía la ventana de tiempo al año corrido (enero - septiembre de 2023), las cifras del DANE muestran que, tanto la producción como las ventas de las actividades manufactureras en el país, han caído en terreno negativo, teniendo una variación de -4,4 % y -4,2 %, respectivamente, frente al mismo periodo de 2022. El personal ocupado también registró una caída, la cual fue de -0,2 %.
No obstante, si la comparativa se hace con el referente prepandémico (2019) se evidencia que en septiembre de este año la producción manufacturera creció 11,5 %, mientras que las ventas reales aumentaron un 12,6 %.
Si se analizan las importaciones también se evidencia un comportamiento que podría favorecer la tesis del Ministerio de Hacienda, pues de enero a septiembre éstas han caído 21,7 %. Sin embargo, este dato no sería tan esclarecedor si se tiene en cuenta que las importaciones han caído en todos sus rubros. Es más, desde hace nueve meses Colombia no registra un repunte en esta materia.
Si a esto se suma que las exportaciones del país reportan un escenario similar (con 10 meses de constantes caídas), cobra más protagonismo la idea de que este escenario pareciera responder más a otro guiño de la inflación en la economía, en donde los altos precios de los productos, así como las altas tasas de interés con las que se busca moderarlos, castigan el consumo y hacen que las inversiones en el comercio internacional se vean estancadas.
Aún así, juega a favor de la premisa del gobierno que la balanza comercial (diferencia entre importaciones y exportaciones) ha registrado una considerable caída desde 2021, pues pasó de -US$15.259 millones a -US$7.638 millones. Es decir, seguimos importando más de lo que exportamos, pero a una menor medida. Sin embargo, estas no son las balanzas comerciales más bajas que hemos tenido en los últimos años, pues en 2018 esta fue de -US$7.040 millones, en 2017 fue de -us$5.950. Siendo la de 2006 la más baja del siglo, con -US$22 millones. De nuevo, vale la pena preguntarse si es que estamos sustituyendo importaciones por un impulso en la actividad industrial, o lo que estamos viendo no es más que un coletazo de la inflación.
Cifras suministradas a este medio por la firma Raddar (que se especializa en análisis de consumo) podrían dar más luces sobre esto, ya que de enero a septiembre el gasto de los hogares colombianos fue de $741,63 billones, lo que representa un aumento del 9,22 % frente al mismo periodo del año anterior.
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Si se mira solo el gasto en bienes manufacturados importados, en 2023 este ha sido de $57,38 billones, lo que se traduce en en una disminución de $1,06 billones frente al mismo periodo del año anterior. En contraste, el gasto en manufacturados nacionales pasó de $169,10 billones (de enero a septiembre de 2022) a $196,72 billones, lo que significa un incremento de 16,33 %.
En otras palabras, si se tiene en cuenta solo esta fotografía, la hipótesis de Hacienda cobra más relevancia, pues el gasto en las manufacturas importadas está retrocediendo a la vez de que el de las manufacturas nacionales está aumentando.
Pero aún así también se evidencia que menores gastos en importados se han registrado, años atrás, y tampoco es el primer año en donde se registra una disminución en esta materia. Lo mismo podría decirse del gasto en manufacturas nacionales que, por ejemplo, de 2019 a 2020 consolidó una variación (en la mencionada ventana de tiempo) de casi el 12 %.
Es decir, si bien este año ha demostrado un comportamiento positivo en industria manufacturera local, habría que analizar un panorama más amplio en tiempo para comprobar, efectivamente, si el país se está reindustrializando.
Nadie discute con la idea de que tal fenómeno resultaría positivo para el país, pues redundaría en mayores oportunidades de desarrollo y la consolidación de una oferta diversificada de productos para la exportación, justo cuando el rey de las exportaciones colombiana, el petróleo, se apresta a perder protagonismo en un mundo que trata de desprenderse de los combustibles fósiles.
Falta ver si la política de reindustrialización, que actualmente ya tiene un borrador de documento Conpes, logra despegar un movimiento que no sólo es complejo logísticamente hablando, sino que requiere inversiones sostenidas, así como de acciones de política pública que exceden el horizonte de este Gobierno.
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