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Los miedos ante una posible recesión en Estados Unidos comenzaron a tomar más forma este miércoles con los datos de inflación de este país para junio.
De acuerdo con el Departamento del Trabajo estadounidense, los precios al consumidor subieron anualmente (comparando junio de 2021 y 2022) 9,1 %, un ritmo de crecimiento que no se veía desde 1981.
Buena parte de este incremento tiene que ver con los incrementos en los combustibles, una de las herencias económicas más nocivas de la invasión de Rusia a Ucrania.
Los precios de la energía subieron 41,6 % en el lapso interanual, lo que supone su mayor alza desde abril de 1980.
Según la Agencia de Energía de Estados Unidos (EIA), el precio promedio de la gasolina en Estados Unidos superó el mes pasado los US$5 por galón (unos 3,8 litros), un valor inédito.
¿Sorpresa?
Las expectativas del mercado para los datos de inflación se ubicaban en un crecimiento de 8,8 % en la medición anual y de 1,1 % frente a la mensual (cuando en realidad fue de 1,3 %).
El desfase con las proyecciones nos lleva justo al corazón de esta historia: la economía de EE.UU. pareciera dirigirse hacia una recesión. ¿Es inevitable? “Sí, cuando los datos económicos comiencen a evidenciar una recuperación; esto aún no ha sucedido”, dice Juan David Ballén, director de análisis y estrategia de Casa de Bolsa.
Ahora bien, el dato de inflación es importante per se, pero lo es aún más por su relación con las tasas de interés de la Reserva Federal: a mayor inflación, más acciones tomará el banco central de EE.UU. y esto puede terminar por enviar a la mayor economía del mundo a una recesión.
Para entender cuál es el papel de las tasas de interés en toda la economía, así como su incidencia en las decisiones y posibilidades de compra diarias de la gente es útil pensar este escenario como una serie de dominós. El primer dominó es la decisión de subir y bajar las tasas y desde ahí se desprende una cadena que acaba en la góndola del supermercado o en la oficina de créditos hipotecarios de un banco.
El banco central de un país es conocido, entre otros términos, como el banco de bancos porque la entidad le presta dinero a los demás actores institucionales del sistema financiero. Y, entre otros factores, es por este papel que sus tasas de interés terminan siendo claves para toda la economía: si el Emisor sube su tasa de interés, los demás bancos verán una presión financiera para prestarle a los ciudadanos y empresas a mayores tasas también.
Una subida de tasas de interés tiene la intención teórica de hacer un poco más escaso el dinero y de encarecer los créditos. Y estos dos elementos tienen, a su vez, la posibilidad de influir en las decisiones de consumo de las personas: si el crédito se encarece mejor no endeudarse para comprar esa moto, carro o casa.
De fondo, una subida de tasas puede llevar a un menor consumo y esto, a su vez, tiene un efecto sobre el resto de la economía que, en el caso estadounidense, podría enviarla justamente sobre el camino de una recesión.
Una recesión, en pocas palabras, implica que una economía deja de crecer y, por el contrario, comienza a encogerse. Hay diferentes formas de medirla, pero bajo algunas perspectivas también se incluyen cosas como la producción industrial y las ventas al menudeo, dos factores que podrían verse afectados por una reducción en el consumo de los hogares estadounidenses.
Entonces, hay una especie de ciclo inflación-tasas de la Fed-recesión. Este escenario, a su vez, alimenta la demanda del dólar en los mercados, incluyendo a Colombia, según explica Ballén.
Así las cosas, las noticias de inflación en EE.UU. no sólo son malas para esa economía, sino que tienen el potencial de seguir empujando el valor del dólar frente al peso.
El efecto dominó
Aunque el alza esperada de la Fed es de 75 puntos básicos, la velocidad de la inflación ha comenzado por inclinar las proyecciones hacia un alza aún más agresiva. Los mercados de swaps muestran que los operadores ahora están descontando una posibilidad significativa de que la Reserva Federal implemente un aumento de 100 puntos básicos en julio a raíz de los datos de inflación mayores a lo previsto, según un reporte de la agencia Bloomberg.
La tasa del contrato a julio subió hasta un 2,416 % después de los datos de precios al consumidor, unos 83,6 puntos básicos por encima de la tasa de fondos federales efectiva actual. Eso implica que un aumento de al menos 75 puntos básicos se considera definitivo y una posibilidad entre tres de que sea de un punto porcentual completo.
Así mismo, el cobre caía por cuarto día consecutivo después de los datos de inflación de EE.UU.: los precios de este metal, considerado un barómetro económico, cayeron 1 %.
El cobre se ha desplomado cerca de un tercio desde su récord de marzo, mientras que la confianza en el crecimiento económico mundial se desvanece en medio de la crisis energética europea y el endurecimiento monetario estadounidense. Goldman Sachs Group, uno de los más destacados defensores del metal, recortó recientemente sus previsiones de precios a corto plazo.
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