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“¿Qué hace que esta cumbre sea diferente?”.
La pregunta la hizo Javier Díaz, presidente de Bancoldex, durante la inauguración de Finance in Common (FICS, por sus siglas en inglés), la mayor reunión de bancos de desarrollo en el mundo, que arrancó este lunes en Cartagena.
Con esta información quizá podría decirse que la respuesta es no mucho: un evento más en Cartagena, una ciudad que en par días recibirá un congreso de tecnología y que hace unas semanas acogió la principal reunión del empresariado nacional.
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Pero, a la vez, hay un cierto sentido de urgencia en la cumbre, una especie de inminencia en el ambiente. Siendo 2023, apenas nos separan siete años para la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y, lo cierto, es que la tarea está un poco a medias. En palabras de Remy Rioux, la cabeza de la Agencia Francesa de Desarrollo, estamos “masivamente fuera de curso” en lo que tiene que ver con cumplimiento de los ODS.
¿Cómo corregir el rumbo? A su manera, es una de las preguntas que, explícitamente o no, trata de resolver la cumbre.
Típicamente, la ecuación entre desarrollo y emisiones de gases de efecto invernadero es causal: más crecimiento es, a la vez, más emisiones.
Sin embargo, cumplir ODS y buscar desarrollo económico no deberían ser metas excluyentes o contrarias. Al menos bajo la visión de Ilan Goldfajn, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una de las instituciones detrás de la cumbre.
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Bajo la visión de Goldfajn el cambio climático es una medida de desigualdad: los efectos de las sequías extremas, los impactos de las tormentas terminan por afectar las condiciones de vida de millones de personas, especialmente de aquellos con mayor nivel de vulnerabilidad. La crisis climática también es un motor de inseguridad alimentaria, un fenómeno que también le pega con más fuerza a las personas con menores ingresos.
El punto en esta discusión es que en un mundo con retos crecientes lo que no crece, necesariamente, es el financiamiento. Parte del espíritu detrás de la Cumbre es que el dinero disponible en los sistemas públicos no cubrirá las necesidades de un mundo que debe descarbonizarse, en la misma medida en la que debe caminar hacia garantizar alimentos para todos sus habitantes, por sólo mencionar dos de las rutas de los ODS.
De acuerdo con cálculos de algunos organismos multilaterales, Latinoamérica debe invertir más de 10 % de su PIB tan sólo en rubros como infraestructura y pobreza de cara a cumplir los ODS en términos de desigualdad y seguridad alimentaria, por ejemplo.
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Una de las avenidas de solución para esta aparente paradoja es, justamente, la unión del sector público con los bancos de desarrollo. En medio de la urgencia que supone la crisis climática, Goldfajn repite una idea: “Debemos dejar de hablar de miles de millones para hablar de billones”.
La idea no sólo hace referencia a una escala, sino también a unas formas, unos modos, si se quiere. A fin de cuentas, la crisis climática propone el desafío constante de la reinvención en pro de la supervivencia.
En general, el vínculo entre economía y cambio climático puede no resultar evidente, incluso para públicos de interés, como las empresas. Por ejemplo, según datos del Consejo Privado de Competitividad, menos del 5 % de las compañías en Colombia se encuentran aseguradas contra eventos como inundaciones, a pesar de que el 85 % de los desastres nacionales entre 1998 y 2018 fueron causados por fenómenos hidrometeorológicos.
En una encuesta de 2017, empresarios colombianos identificaron la alteración en su esquema de costos de producción (incluyendo insumos y materias primas) como una de las principales consecuencias de fenómenos como La Niña y El Niño. También enumeraron problemas como cambios en los volúmenes de ventas, así como en el acceso y uso de la energía.
Los cambios bruscos en las condiciones climáticas son una amenaza directa a los sistemas productivos, si estos no se adaptan. Un estudio del Departamento Nacional de Planeación (DNP) daba cuenta de que, entre 2011 y 2100, “en promedio habría pérdidas anuales del PIB del 0,49 %”. Por sectores, dice el documento, el mayor perjudicado es el agrícola, con una baja del 7,4 % en “los rendimientos agrícolas para maíz tecnificado, arroz irrigado y papa”.
Nuevos productos financieros
Otra de las preguntas que ronda la cumbre es ¿cómo encontrar nuevas soluciones: cómo no quedarse en lo mismo?
Goldfajn da ejemplos de innovaciones financieras para permitir que más recursos lleguen a los renglones en donde puede haber impacto de cara a los ODS. Por ejemplo, otorgar crédito mezclado: o sea, empaquetar juntos recursos de préstamo y de donaciones. Esto, a la larga, permite mayor inversión con un menor costo de deuda.
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Así mismo, ya están operando otro tipo de vehículos financieros con miras a cumplir ODS. En Ecuador, por ejemplo, se hizo un canje de deuda (entre créditos antiguos y nuevos) en la que hubo una nueva evaluación de riesgo y la diferencia a favor del país se invirtió en iniciativas climáticas.
Goldfajn también habla de emisión de títulos con metas específicas: si se cumple determinada meta (alineada con ODS), el costo de la deuda baja.
“Este momento es muy importante porque sabemos que los recursos para cambio climático y cuestiones sociales son mucho menores de lo que hay en el sector público. Se necesita del liderazgo de las instituciones multilaterales para encontrar nuevas soluciones financieras. Hay que cambiar la forma como hacemos las cosas. Las inversiones deben medirse en escala y en impacto”, finalizó el presidente del BID.
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