Davos, riqueza e impuestos: los vacíos de la reunión de los poderosos del mundo
El evento anual del Foro Económico Mundial contó con una nutrida agenda temática en la que, sin embargo, poco se discutió acerca de temas tributación (en especial de los más ricos) o justicia fiscal. ¿Cómo hablar de desigualdad y confianza sin debatir sobre impuestos?
Santiago La Rotta
Con más de 400 charlas, representantes de más de 370 países y organizaciones (públicas, privadas, sociedad civil), finalizó esta semana una sesión más de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza.
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Con más de 400 charlas, representantes de más de 370 países y organizaciones (públicas, privadas, sociedad civil), finalizó esta semana una sesión más de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza.
Este es uno de los principales eventos anuales del mundo económico, pues junta a titanes de la industria a nivel global con tomadores de decisiones y arquitectos de políticas públicas.
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Sin mayores sorpresas, la guerra en Ucrania, el cambio climático y los peligros y retos de la inteligencia artificial fueron tres de los temas más presentes en una edición cuyo tema principal era algo así como reconstruir la confianza.
Y, sin embargo, uno de los aspectos que sorprenden de una reunión de esta envergadura es la mínima presencia de conversaciones alrededor de temas como reformas fiscales, justicia tributaria o desigualdad a través del gasto público.
Para ser un encuentro de los principales polos del mundo económico, la conversación en Davos puede leerse más en clave de “todos toman” y no tanto de “todos ponen”.
¿Un vacío histórico?
Al buscar Davos en YouTube, uno de los videos más prominentes en la búsqueda es un clip de menos de dos minutos del historiador y autor holandés Rutger Bregman en el que habla de la necesidad de que Davos tenga una conversación seria sobre los impuestos de los más ricos, por decirlo de una forma.
“Esta es mi primera vez en Davos y hay que decir que la experiencia es desconcertante. Unos 1.500 aviones volaron hasta acá para escuchar a David Attenborough hablar de cómo estamos destrozando el planeta. Y escucho a la gente hablando el idioma de la participación, la justicia, la transparencia y la igualdad. Pero nadie habla del tema real de la evasión fiscal y de cómo los ricos no pagan su parte justa. Me siento como si estuviera en una conferencia de bomberos y nadie tiene permitido hablar de agua”.
El video es de 2019, pero el discurso, en una buena parte, continúa siendo un poco el mismo.
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Primero, unas aclaraciones base: Davos no es una instancia decisoria, resolutiva, con compromisos que terminen siendo vinculantes para los gobiernos y las entidades públicas en el planeta. No es una cumbre como la COP (la de los eventos climáticos).
“Es un espacio de discusión, en donde, evidentemente, van las personas más influyentes del mundo. Históricamente, la conferencia ha tenido esa falencia como de mirar de lado los problemas, especialmente en desarrollo y desigualdad. Y la filantropía no resuelve la desigualdad. En la edición actual sólo hay dos paneles que tratan sobre impuestos”, argumenta Alejandro Rodríguez Llach, jefe de incidencia de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT).
¿Por qué es clave hablar de impuestos? Porque las cosas no pintan muy bien.
A pesar de que buena parte de las economías globales se recuperaron de los impactos de la pandemia, el mundo en general sigue llevando a rastras las consecuencias de la peor crisis económica y social en tiempos recientes.
Un nuevo informe de Oxfam señala que casi 5.000 millones de personas son hoy, globalmente, más pobres de lo que eran en 2019. Y, sin embargo, la riqueza de los renglones con más ingresos en la población subieron con los procesos de recuperación económica y el boom de consumo de 2021 y 2022.
La brecha, que para este punto comienza a parecerse más a un abismo o un cañón, es tanto más dramática cuando se tiene en cuenta la riqueza de los multimillonarios: según Oxfam, estas personas son hoy un 34 % más adineradas que en 2020, a pesar de las muchas crisis que devastaron la economía mundial desde que comenzó esta década, incluida la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania.
En términos absolutos, esto implica que en apenas tres años, los multimillonarios pasaron de amasar una riqueza de US$405.000 millones a US$869.000 millones.
La división también se puede ver entre el llamado Norte y Sur globales, según Oxfam: por primera vez en 25 años, la brecha de desigualdad se ha ensanchado, a pesar de que hay varios Objetivos de Desarrollo Sostenible que van en contra de, justamente, este fenómeno.
El Norte Global es hogar para apenas 21 % de la población global, pero concentra 69 % de la riqueza privada y 74 % de los bienes de los multimillonarios.
La conversación alrededor de los impuestos es clave, pues “el gasto público y el apoyo a los sectores pobres y la reducción de la desigualdad requiere de los impuestos”, asegura José Antonio Ocampo, exministro de Hacienda y uno de los comisionados de ICRICT.
En otras palabras, hablar de desigualdad y no hacerlo de impuestos es un poco como lo que dijo Bregman hace cuatro años: bomberos que no pueden mencionar el agua.
Mariana Mazzucato, una de las economistas más reconocidas en la actualidad (y quien participó en uno de los dos paneles sobre tributación), lo puso de esta forma: “Cada año se pierden US$8 billones debido a la evasión fiscal a nivel global. Mientras tanto, 4.000 millones de personas no tienen acceso a protecciones sociales básicas”.
Impuestos y confianza
Para Rodríguez, el énfasis en la confianza que puso el evento este año está más relacionado con la confianza inversionista y resalta una especie de paradoja: “Es curioso que no se entra en detalle de cómo el pacto social basado en impuestos se está quebrantando justamente por cómo están estructurados los sistemas tributarios”.
Esto tiene consecuencias que son fácilmente visibles hoy en día y que terminan haciéndose más evidentes en cada ciclo electoral: el resquebrajamiento de este pacto social, y de la confianza asociada a él, debilita a su vez la confianza en las instituciones y en las élites. “Esto termina catapultando movimientos populistas y nacionalistas”, asegura Rodríguez.
Los problemas con la tributación global, en especial en lo que concierne a los grandes capitales, no es un tema para nada nuevo.
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Por ejemplo, para finales del año pasado un informe del Observatorio Fiscal de Unión Europea encontró que la riqueza global de las personas más ricas en el mundo ha crecido, sostenidamente, a un promedio de 7 % desde 1995 (ajustado por inflación). Y, sin embargo, los impuestos efectivos que pagan, a nivel global, oscilan entre 0 % y 0,5 %.
La poca tributación efectiva de las personas más adineradas en el mundo se da gracias “al frecuente uso de empresas fantasma para eludir el impuesto sobre la renta. Hasta la fecha no ha habido ningún intento serio de abordar esta situación, corriendo el riesgo de socavar la aceptabilidad social de los sistemas fiscales existentes”, asegura el Observatorio en este documento.
En 2021 se logró un acuerdo global de imponer una tasa de 15 % a las multinacionales. Sin embargo, según el Observatorio, esta iniciativa se ha visto drásticamente debilitada por una serie de lagunas judiciales que las grandes corporaciones han explotado para retener más riqueza.
Pero lo que este paso demostró es que se puede avanzar en esta dirección, siempre y cuando haya voluntad política para hacerlo.
El camino hacia adelante
Para Ocampo hay dos problemas importantes en términos de tributación global: uno es la existencia de paraísos fiscales (los refugios en los que se esconde la riqueza para evadir las responsabilidades fiscales) y el otro es la competencia tributaria (los beneficios que se dan, por territorios, para las empresas y los rentistas de capital).
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En esto concuerda Rodríguez, quien asegura que hay que “resolver problemas de acción colectiva que hay en el mundo. La desigualdad es un problema global, al igual que lo es la injusticia fiscal. Pero lo que pasa es que el capital es móvil y hay un ambiente internacional que limita las decisiones y por ahí es que aparecen los paraísos fiscales”.
El otro gran problema, según Rodríguez, es que debe haber un cambio de paradigma económico en relación con los impuestos: “Actualmente, el paradigma es alejar los impuestos de donde está el capital porque si usted lo grava se cae la inversión y se daña todo. Pero lo que se ha demostrado hasta ahora es que no gravar el capital genera estos problemas sociales de los que hemos hablado. El impuesto global fue un primer paso en tributación corporativa y, aunque tiene muchas falencias, mostró que era posible. El siguiente paso es hacer lo mismo, pero para capital y riqueza de personas naturales: que ningún país pueda ofrecer tarifa cero de impuesto a la riqueza, por ejemplo”.
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