“Debemos medir a las compañías por su impacto, no solo por utilidades”: Cohen
El empresario considerado padre de la inversión de capital de riesgo habló con El Espectador de cómo cree que el capitalismo debe funcionar y por qué confía en las nuevas generaciones.
María Alejandra Medina
Sir Ronald Cohen, británico nacido en Egipto, es considerado el padre de la inversión de capital de riesgo en el Reino Unido, así como del movimiento de la inversión con impacto social. La lista de los cargos que ha desempeñado y de las firmas a las que les ha dado vida es larga, pero podría destacarse su papel fundador en la entidad financiera de capital de riesgo Apax Partners Worldwide y su rol actual como presidente del Global Steering Group (GSG), una organización que tiene como miembros a 33 países y cuyo objetivo es coordinar a líderes del mundo de los negocios y las finanzas y canalizar inversiones que ayuden a atajar problemas globales en materia social y ambiental.
La de Cohen es quizá la participación más esperada en la Cumbre 2030: oportunidades para el ecosistema de impacto, que se llevará a cabo del 13 al 15 de octubre. El evento es liderado por el Ministerio de Comercio y organizado por Innpulsa, el National Advisory Board (NAB Colombia), el PNUD y Sistema B, quienes explican que se reunirán inversionistas, empresas, fundaciones, aceleradoras, consultoras, entidades de gobierno, de cooperación internacional y universidades, entre otras, para “compartir y construir de manera conjunta una visión para impulsar el desarrollo de una economía de impacto, que encuentre un balance saludable entre el desarrollo económico, social y ambiental”.
Cohen habló con El Espectador sobre el papel que la inversión de capital puede desempeñar en tiempos de pospandemia, los principales desafíos que, según él, enfrenta el mundo y sus percepciones sobre las nuevas generaciones.
Usted ha dedicado su vida todos estos años a promover la idea de la inversión con impacto social como una clave para resolver los problemas que enfrenta el mundo. ¿Por qué hacerlo con esa perspectiva y no, por ejemplo, puramente desde la filantropía?
En el año 2000, cuando estaba en Apax, el Tesoro británico me pidió mirar cómo lidiar con los asuntos sociales porque, aunque el gobierno había destinado muchos recursos, no parecían estar generando mucho progreso. Me di cuenta de que la razón era que nos habíamos confiado en el gasto del gobierno y en la filantropía sin atraer inversión. El gasto del gobierno para educación o salud es obviamente masivo, pero no siempre logra los objetivos que fueron trazados. Me di cuenta de que no hemos sido capaces de innovar a la hora de atraer inversión para atajar asuntos sociales y climáticos. La bolsa de dinero de la filantropía es menos de US$5 billones en el mundo, mientras que la bolsa invertible de capital es de US$200 a US$300 billones. Pongo mi esfuerzo en atraer esa inversión hacia quienes quieren mejorar la vida en el mundo.
Para usted, ¿cuáles son los principales retos sociales y climáticos que enfrentamos, sobre todo teniendo en cuenta los efectos de la pandemia?
La desigualdad social y el clima son los dos retos de nuestro tiempo que tenemos que ser capaces de atender. No nos podemos dar el lujo de ver al planeta y a nuestra sociedad desintegrándose. Mirando el lado social de las cosas, que ha tenido menos atención que el lado del clima en los últimos años, vemos que el asunto de la educación está en la base de muchos problemas sociales. Cuando tienes 600 millones de niños y niñas fuera del colegio, 800 millones adultos que no saben leer, cómo mejorar la educación es una gran pregunta. La escala es enorme; tenemos que atraer capital de inversión para hacerlo. Para mí, este reto es fundamental para reducir la pobreza. Hay muchos otros problemas que vienen de la falta de educación: la imposibilidad de tener un sustento, la nutrición, la salud…. Si queremos un progreso real, tenemos que lidiar con el asunto de la educación.
Por otro lado, vimos el movimiento de Black Lives Matter llamando la atención al asunto de diversidad, que es un gran reto para la cohesión de nuestra sociedad. Si la gente está permanentemente siendo dejada atrás, si no pueden nunca escapar de las circunstancias de su nacimiento, estamos creando tensiones sociales que dividirán a los ricos y los pobres.
Finalmente, si vemos el clima, llevamos cuatro décadas tratando de que los gobiernos lleguen a acuerdos sobre la reducción de daños en el ambiente, pero los gobiernos no son los que hacen el daño, lo hacen las compañías. El movimiento de impacto trata de traer nuevas herramientas que nos ayuden a cambiar el comportamiento de los inversionistas y las compañías para que traigan soluciones a los desafíos sociales y climáticos que enfrentamos.
¿Qué opina de la posición según la cual la pobreza y la desigualdad no pueden ser atajadas desde una lógica capitalista?
Los mercados y el capital proveen incentivos fantásticos para el crecimiento; el problema es que los esfuerzos se han dirigido por nuestro sistema a hacer plata sin preocuparse por nada más, y hoy las consecuencias son demasiado grandes. Las economías de mercado están teniendo que cambiar su dirección hacia la generación de soluciones, y de eso se trata mi libro: las economías de mercado están cambiando de balancear riesgo y retorno a balancear riesgo, retorno e impacto. Por ejemplo, en China, que vino de una ideología comunista, el gobierno usa una economía de mercado, y no es coincidencia: es la mejor manera de sacar a millones de personas de la pobreza.
Muchas personas vieron la pandemia como una oportunidad para, como sociedad, ser mejores seres humanos y tener una mejor relación con el ambiente, pero, desde el uso indiscriminado de plástico, el afán por recuperar las utilidades al costo que sea y hasta en la xenofobia, vemos que no ha sido así. Para usted, ¿cuáles son las principales lecciones que ha dejado la pandemia en este sentido y qué rol puede desempeñar la inversión en esto?
Lo que veo a mi alrededor es que la pandemia sacudió hábitos y creencias. Empezamos a pensar diferente sobre cómo nos comunicamos, por ejemplo; mire cómo nos estamos comunicando (videollamada): antes usted hubiera viajado a verme o viceversa para tener esta entrevista. Hemos aprendido a usar la tecnología de diferentes maneras: la usamos para telemedicina, teleeducación, y ha creado un sentido de que todos estamos en el mismo bote. No puedes lidiar con la pandemia preocupándote solo por tu país; y por la escala de la pandemia, se ha creado un ambiente receptivo. Los gobiernos no pueden asumir más medidas producto de esta pandemia; la escala del desempleo y la presión en el presupuesto serán tan grandes que, para atender los desafíos, los gobiernos tienen que traer inversionistas y compañías para trabajar de la mano y crear soluciones, en vez de agravar los problemas. Es una oportunidad histórica para traer transparencia e integridad al impacto que las compañías crean, para comparar a las compañías no solo en términos de utilidades, sino de su impacto.
Colombia recientemente estableció su National Advisory Board (NAB, como parte de GSG). ¿Qué resultado se puede esperar de esto?
Cada país tiene retos distintos. Colombia tiene un gran problema de migración. En todos los países hay un equipo reunido con la convicción de que tenemos nuevas formas de atajar estos problemas, usando nuevas herramientas para invertir con impacto y medir. Avanzar con estas nuevas aproximaciones de impacto definiendo nuevas soluciones y esperando que los gobiernos y los formuladores de políticas las entiendan e implementen. Espero que eso pase en Colombia: que ayudemos a definir nuevas políticas, que presentemos nuevas formas de hacer negocios y traer esta noción de que debemos optimizar riesgo, retorno e impacto; no solo los dos primeros. Hacia allá es que el mundo está yendo, impulsado por un cambio masivo de valores, incluyendo Colombia, donde los jóvenes probablemente no quieren comprar los productos de las compañías que hacen daño. Y también tenemos el poder de las tecnologías, con inteligencia artificial, aprendizaje automático, realidad aumentada, blockchain, que habilitan un impacto global en formas que antes eran imposibles, y nos habilitan para medir el impacto de las compañías y expresarlo en términos monetarios, todo para tomar decisiones inteligentes sobre dónde invertir, llevando hacia adelante a los que son capaces de generar utilidad e impacto. Tenemos una visión ambiciosa en Colombia, creo que la inversión de impacto puede jugar un gran rol para mejorar vidas, y el NAB será la plataforma para eso.
¿Cómo lidia con el greenwashing (aparentar respeto por el ambiente)?
La razón del greenwashing es que el impacto se ha vuelto muy popular. Las compañías se han dado cuenta de que, si se ven amigables con el ambiente, los consumidores e inversionistas vendrán. Es bueno que el impacto se esté viendo de esa forma, pero el greenwashing es malo porque quiere decir que se está engañando al cliente, al talento y a los inversionistas sobre lo que se está generando. La única solución es la transparencia y la integridad; tenemos que ser capaces de mirar a las compañías en términos de impacto y de utilidades.
Usted habló en una entrevista sobre su positiva percepción de los millennials. Quiero saber un poco más de eso, de su percepción sobre las nuevas generaciones, porque a veces pareciera que no todos tienen un estilo de vida más consciente.
Una generación no va toda en el mismo sentido. Mi generación, de los 60, fue idealista en una forma parecida a los millennials, estábamos preocupados de que el mundo fuera destruido por una guerra nuclear; hoy nos preocupa ser destruidos por el clima. Lo que veo es que las personas jóvenes son diferentes de sus predecesores, empatizan con personas en tierras muy lejanas; antes se identificarían con el grupo cercano a su casa, no creen que hacer plata sea el objetivo de la vida, creen que debes hacer algo para mejorar la de los demás y el planeta. Los millennials y la generación z son el 60 % de la fuerza laboral de Estados Unidos, son la mayoría; por eso ves estos grandes cambios. Lo que he visto, como alguien que empezó en la inversión de capital de riesgo a los 26, es que los jóvenes tienen la sensación de que pueden cambiar el mundo, tienen el coraje y no tienen miedo de fracasar, que se asocia con gente mayor que no se atreve a tomar riesgos porque sus familias serían afectadas. Los jóvenes que no tenían nada que perder nos llevaron a la revolución de la tecnología, y lo mismo está pasando ahora con la revolución de impacto. Estamos viendo emprendedores en todo el mundo imaginando nuevos modelos de negocio para traer soluciones al tiempo que generan ingresos.
Sir Ronald Cohen, británico nacido en Egipto, es considerado el padre de la inversión de capital de riesgo en el Reino Unido, así como del movimiento de la inversión con impacto social. La lista de los cargos que ha desempeñado y de las firmas a las que les ha dado vida es larga, pero podría destacarse su papel fundador en la entidad financiera de capital de riesgo Apax Partners Worldwide y su rol actual como presidente del Global Steering Group (GSG), una organización que tiene como miembros a 33 países y cuyo objetivo es coordinar a líderes del mundo de los negocios y las finanzas y canalizar inversiones que ayuden a atajar problemas globales en materia social y ambiental.
La de Cohen es quizá la participación más esperada en la Cumbre 2030: oportunidades para el ecosistema de impacto, que se llevará a cabo del 13 al 15 de octubre. El evento es liderado por el Ministerio de Comercio y organizado por Innpulsa, el National Advisory Board (NAB Colombia), el PNUD y Sistema B, quienes explican que se reunirán inversionistas, empresas, fundaciones, aceleradoras, consultoras, entidades de gobierno, de cooperación internacional y universidades, entre otras, para “compartir y construir de manera conjunta una visión para impulsar el desarrollo de una economía de impacto, que encuentre un balance saludable entre el desarrollo económico, social y ambiental”.
Cohen habló con El Espectador sobre el papel que la inversión de capital puede desempeñar en tiempos de pospandemia, los principales desafíos que, según él, enfrenta el mundo y sus percepciones sobre las nuevas generaciones.
Usted ha dedicado su vida todos estos años a promover la idea de la inversión con impacto social como una clave para resolver los problemas que enfrenta el mundo. ¿Por qué hacerlo con esa perspectiva y no, por ejemplo, puramente desde la filantropía?
En el año 2000, cuando estaba en Apax, el Tesoro británico me pidió mirar cómo lidiar con los asuntos sociales porque, aunque el gobierno había destinado muchos recursos, no parecían estar generando mucho progreso. Me di cuenta de que la razón era que nos habíamos confiado en el gasto del gobierno y en la filantropía sin atraer inversión. El gasto del gobierno para educación o salud es obviamente masivo, pero no siempre logra los objetivos que fueron trazados. Me di cuenta de que no hemos sido capaces de innovar a la hora de atraer inversión para atajar asuntos sociales y climáticos. La bolsa de dinero de la filantropía es menos de US$5 billones en el mundo, mientras que la bolsa invertible de capital es de US$200 a US$300 billones. Pongo mi esfuerzo en atraer esa inversión hacia quienes quieren mejorar la vida en el mundo.
Para usted, ¿cuáles son los principales retos sociales y climáticos que enfrentamos, sobre todo teniendo en cuenta los efectos de la pandemia?
La desigualdad social y el clima son los dos retos de nuestro tiempo que tenemos que ser capaces de atender. No nos podemos dar el lujo de ver al planeta y a nuestra sociedad desintegrándose. Mirando el lado social de las cosas, que ha tenido menos atención que el lado del clima en los últimos años, vemos que el asunto de la educación está en la base de muchos problemas sociales. Cuando tienes 600 millones de niños y niñas fuera del colegio, 800 millones adultos que no saben leer, cómo mejorar la educación es una gran pregunta. La escala es enorme; tenemos que atraer capital de inversión para hacerlo. Para mí, este reto es fundamental para reducir la pobreza. Hay muchos otros problemas que vienen de la falta de educación: la imposibilidad de tener un sustento, la nutrición, la salud…. Si queremos un progreso real, tenemos que lidiar con el asunto de la educación.
Por otro lado, vimos el movimiento de Black Lives Matter llamando la atención al asunto de diversidad, que es un gran reto para la cohesión de nuestra sociedad. Si la gente está permanentemente siendo dejada atrás, si no pueden nunca escapar de las circunstancias de su nacimiento, estamos creando tensiones sociales que dividirán a los ricos y los pobres.
Finalmente, si vemos el clima, llevamos cuatro décadas tratando de que los gobiernos lleguen a acuerdos sobre la reducción de daños en el ambiente, pero los gobiernos no son los que hacen el daño, lo hacen las compañías. El movimiento de impacto trata de traer nuevas herramientas que nos ayuden a cambiar el comportamiento de los inversionistas y las compañías para que traigan soluciones a los desafíos sociales y climáticos que enfrentamos.
¿Qué opina de la posición según la cual la pobreza y la desigualdad no pueden ser atajadas desde una lógica capitalista?
Los mercados y el capital proveen incentivos fantásticos para el crecimiento; el problema es que los esfuerzos se han dirigido por nuestro sistema a hacer plata sin preocuparse por nada más, y hoy las consecuencias son demasiado grandes. Las economías de mercado están teniendo que cambiar su dirección hacia la generación de soluciones, y de eso se trata mi libro: las economías de mercado están cambiando de balancear riesgo y retorno a balancear riesgo, retorno e impacto. Por ejemplo, en China, que vino de una ideología comunista, el gobierno usa una economía de mercado, y no es coincidencia: es la mejor manera de sacar a millones de personas de la pobreza.
Muchas personas vieron la pandemia como una oportunidad para, como sociedad, ser mejores seres humanos y tener una mejor relación con el ambiente, pero, desde el uso indiscriminado de plástico, el afán por recuperar las utilidades al costo que sea y hasta en la xenofobia, vemos que no ha sido así. Para usted, ¿cuáles son las principales lecciones que ha dejado la pandemia en este sentido y qué rol puede desempeñar la inversión en esto?
Lo que veo a mi alrededor es que la pandemia sacudió hábitos y creencias. Empezamos a pensar diferente sobre cómo nos comunicamos, por ejemplo; mire cómo nos estamos comunicando (videollamada): antes usted hubiera viajado a verme o viceversa para tener esta entrevista. Hemos aprendido a usar la tecnología de diferentes maneras: la usamos para telemedicina, teleeducación, y ha creado un sentido de que todos estamos en el mismo bote. No puedes lidiar con la pandemia preocupándote solo por tu país; y por la escala de la pandemia, se ha creado un ambiente receptivo. Los gobiernos no pueden asumir más medidas producto de esta pandemia; la escala del desempleo y la presión en el presupuesto serán tan grandes que, para atender los desafíos, los gobiernos tienen que traer inversionistas y compañías para trabajar de la mano y crear soluciones, en vez de agravar los problemas. Es una oportunidad histórica para traer transparencia e integridad al impacto que las compañías crean, para comparar a las compañías no solo en términos de utilidades, sino de su impacto.
Colombia recientemente estableció su National Advisory Board (NAB, como parte de GSG). ¿Qué resultado se puede esperar de esto?
Cada país tiene retos distintos. Colombia tiene un gran problema de migración. En todos los países hay un equipo reunido con la convicción de que tenemos nuevas formas de atajar estos problemas, usando nuevas herramientas para invertir con impacto y medir. Avanzar con estas nuevas aproximaciones de impacto definiendo nuevas soluciones y esperando que los gobiernos y los formuladores de políticas las entiendan e implementen. Espero que eso pase en Colombia: que ayudemos a definir nuevas políticas, que presentemos nuevas formas de hacer negocios y traer esta noción de que debemos optimizar riesgo, retorno e impacto; no solo los dos primeros. Hacia allá es que el mundo está yendo, impulsado por un cambio masivo de valores, incluyendo Colombia, donde los jóvenes probablemente no quieren comprar los productos de las compañías que hacen daño. Y también tenemos el poder de las tecnologías, con inteligencia artificial, aprendizaje automático, realidad aumentada, blockchain, que habilitan un impacto global en formas que antes eran imposibles, y nos habilitan para medir el impacto de las compañías y expresarlo en términos monetarios, todo para tomar decisiones inteligentes sobre dónde invertir, llevando hacia adelante a los que son capaces de generar utilidad e impacto. Tenemos una visión ambiciosa en Colombia, creo que la inversión de impacto puede jugar un gran rol para mejorar vidas, y el NAB será la plataforma para eso.
¿Cómo lidia con el greenwashing (aparentar respeto por el ambiente)?
La razón del greenwashing es que el impacto se ha vuelto muy popular. Las compañías se han dado cuenta de que, si se ven amigables con el ambiente, los consumidores e inversionistas vendrán. Es bueno que el impacto se esté viendo de esa forma, pero el greenwashing es malo porque quiere decir que se está engañando al cliente, al talento y a los inversionistas sobre lo que se está generando. La única solución es la transparencia y la integridad; tenemos que ser capaces de mirar a las compañías en términos de impacto y de utilidades.
Usted habló en una entrevista sobre su positiva percepción de los millennials. Quiero saber un poco más de eso, de su percepción sobre las nuevas generaciones, porque a veces pareciera que no todos tienen un estilo de vida más consciente.
Una generación no va toda en el mismo sentido. Mi generación, de los 60, fue idealista en una forma parecida a los millennials, estábamos preocupados de que el mundo fuera destruido por una guerra nuclear; hoy nos preocupa ser destruidos por el clima. Lo que veo es que las personas jóvenes son diferentes de sus predecesores, empatizan con personas en tierras muy lejanas; antes se identificarían con el grupo cercano a su casa, no creen que hacer plata sea el objetivo de la vida, creen que debes hacer algo para mejorar la de los demás y el planeta. Los millennials y la generación z son el 60 % de la fuerza laboral de Estados Unidos, son la mayoría; por eso ves estos grandes cambios. Lo que he visto, como alguien que empezó en la inversión de capital de riesgo a los 26, es que los jóvenes tienen la sensación de que pueden cambiar el mundo, tienen el coraje y no tienen miedo de fracasar, que se asocia con gente mayor que no se atreve a tomar riesgos porque sus familias serían afectadas. Los jóvenes que no tenían nada que perder nos llevaron a la revolución de la tecnología, y lo mismo está pasando ahora con la revolución de impacto. Estamos viendo emprendedores en todo el mundo imaginando nuevos modelos de negocio para traer soluciones al tiempo que generan ingresos.