El fantasma energético asoma la cabeza, de nuevo
Por segunda vez en el mismo año, el ecosistema eléctrico del país entra en una fase de alta tensión: pocas lluvias, crecimiento en demanda y problemas en nuevos proyectos. ¿Cómo navegar por este escenario sin caer al abismo de un racionamiento?
Hasta cierto punto, es normal que haya temas recurrentes en la agenda económica y noticiosa del país. Según la OCDE, cada año y medio, en promedio, nos metemos en la conversación de una nueva reforma tributaria. Cada año debemos pasar por el Presupuesto General de la Nación. Cada cuatro nos vamos de Plan Nacional de Desarrollo. Y así.
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Hasta cierto punto, es normal que haya temas recurrentes en la agenda económica y noticiosa del país. Según la OCDE, cada año y medio, en promedio, nos metemos en la conversación de una nueva reforma tributaria. Cada año debemos pasar por el Presupuesto General de la Nación. Cada cuatro nos vamos de Plan Nacional de Desarrollo. Y así.
Lo inusual de este momento es que el desabastecimiento, la energía y el racionamiento no solo están en la agenda, en primer lugar, sino que regresan con apenas unos meses de diferencia.
Hagamos memoria. En abril de este año, el país entraba en la recta final del fenómeno de El Niño y el embalse útil del Sistema Interconectado Nacional (SIN) se acercaba al umbral crítico de 27 % (un punto designado por la CREG). En ese momento, las reservas de agua para generación de energía estaban 3 % por debajo del mínimo histórico que se había registrado en 20 años, según datos de XM, administrador del SIN. Marzo y abril marcaron los puntos más bajos para los embalses que nutren las centrales hidroeléctricas. Y desde ahí comenzó una recuperación, lenta aunque sostenida, en el nivel de estas reservas de agua.
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En su momento, la CREG (Comisión de Regulación de Energía y Gas) preparó una resolución para promover el ahorro de energía por parte de todos los usuarios del sistema, con el fin de racionalizar el consumo y así promover la recuperación de los embalses. Sin embargo, la iniciativa fue desactivada a los pocos días, pues los embalses comenzaron a recuperarse en sus aportes hídricos y las proyecciones de lluvias confirmaban que lo peor de la sequía que trajo El Niño había finalizado y ahora quedaba en el panorama las lluvias que traería La Niña, que comenzarían en forma entre agosto y septiembre. Con ese panorama en mente, los embalses deberían regresar al 70 % a finales de año y así entrar con tranquilidad en la temporada seca que suele acompañar los primeros meses de cada año.
El Niño, en efecto, se fue. Pero La Niña no llegó y sigue sin aparecer. Y, entonces, volvemos a lo mismo: los embalses preocupan y una vez más hablamos de desabastecimiento de energía y la palabra “racionamiento” comienza a ser susurrada (aunque no hay una alerta en firme sobre este tema por el momento, vale aclarar).
La cosa es de este calibre: de acuerdo con XM, los niveles de los embalses para agosto y septiembre son los más bajos en 40 años, “a pesar de que los pronósticos de las agencias internacionales indicaban una rápida transición al fenómeno de La Niña en el segundo semestre del año”, indicó la empresa esta semana.
Para hacerse una idea, a finales de agosto del año pasado, los embalses estaban apenas por encima del 80 %. El mismo mes de este año, estas reservas hídricas finalizaron cerca al 55 %. Y toda esta semana el sistema ha registrado cifras por debajo del 50 %.
El operador del SIN puntualizó: “Desde el 19 de septiembre de 2024, el embalse agregado del Sistema se ubica por debajo de la senda de referencia establecida por la CREG para la estación de invierno (1.° de mayo a 30 de noviembre de 2024). Si bien esta condición no implica un riesgo inminente en el corto plazo para la atención de la demanda, evidencia que la tasa de recuperación del embalse está respondiendo por debajo del nivel esperado y, por tanto, se requiere adelantar acciones que permitan su recuperación a niveles cercanos a la senda de referencia”.
Las acciones
Justo esta semana, nueve gremios del sector eléctrico y de hidrocarburos publicaron un documento con una serie de medidas que, argumentan, son necesarias para evitar el peor de los escenarios en medio de una temporada de alta tensión para todo el ecosistema energético en Colombia.
Las medidas que reclaman van desde realizar subastas de expansión, pasando por optimizar la operación de plantas térmicas, hasta flexibilizar temporalmente las reglas de comercialización del gas natural para asegurar que todo el gas disponible se asigne de manera eficiente y oportuna, priorizando la demanda esencial e industrial.
Y en medio de este panorama, hablan también de acelerar el desarrollo de nuevos proyectos: se propone que el Gobierno agilice la entrada en operación de plantas energéticas, tanto en el sector eléctrico como en el de gas natural, mediante un acompañamiento más cercano a los desarrolladores de proyectos en territorio.
Por este camino llegamos a uno de los ingredientes que explica por qué esta crisis tocó por primera vez la puerta a principios de este año y repite su aparición en el escenario nacional.
“Hay un mal que viene siendo la crónica de una muerte anunciada y es la entrada de nuevos proyectos de energía”, dice Julio César Vera, presidente de la Fundación Xua Energy.
Una de las claves para solventar la presente crisis por falta de lluvia, y las que se vendrán, toda vez que el cambio climático continúa ejerciendo presiones y efectos más extremos, es seguir diversificando la matriz energética.
En Colombia, si bien la generación es ampliamente limpia por el uso de hidroeléctricas, la dependencia en el agua se ha tornado, sin duda, un talón de Aquiles. De hecho, fue esta debilidad la que le dio pie al apagón de los años 90, que a su vez llevó a crear buena parte de la infraestructura energética que hoy tiene el país (tanto en asuntos como las plantas térmicas y en regulación).
En opinión de Natalia Gutiérrez, presidenta de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen), más allá de las lluvias lo que explica el escenario y la urgencia actual es, justamente, “la demora en la entrada de proyectos, que no es culpa de este Gobierno, pero sí le tocó reaccionar, sumado al incremento de la demanda. Estamos en un momento donde hemos tenido meses en los que la demanda del país crece más del doble del promedio histórico, en especial en el norte del país, mientras que la oferta crece a la quinta parte del ritmo esperado”.
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Gutiérrez le suma al coctel de elementos el atraso en líneas de conexión, que “se volvió un asunto crítico y un cuello de botella para que entre mas energía al sistema”.
En el camino de diversificar la matriz y generar más energía, Vera llama la atención sobre la entrada en funcionamiento de los proyectos eólicos, principalmente. Se trata de 10 iniciativas que debían comenzar a operar entre 2022 y 2023 en su mayoría, pero que “han ido postergando sus obligaciones de energía en firme”. Y agrega: “La gran dificultad no son los solares, pues esta fuente tiene problemas de energía en firme. Necesitamos agilizar los eólicos”.
Según Gutiérrez, es necesario que “todos los proyectos que se están desarrollando sean considerados prioritarios por el Gobierno nacional y se les dé todo el acompañamiento en su desarrollo. Lo ideal sería definir estos proyectos de generación y transmisión como PINES (proyectos de interés nacional y estratégico)”.
Además de esto es importante examinar, dicen varios analistas, cómo se puede acelerar la entrada en funcionamiento de las cuatro turbinas que aún no están listas en Hidroituango. Esto no es una tabla de salvación, pero sí aliviaría el panorama general.
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Confianza, parte fundamental de la ecuación
Como sucede en varios otros segmentos de la economía, gremios y analistas del sector eléctrico reclaman mayores certezas y un grado más elevado de confianza en la relación del Gobierno con los privados. Todas las fuentes consultadas para este artículo recalcaron que, además de medidas de política pública, la confianza es fundamental para atraer inversiones, así como para tener reglas de juego más claras y menos cambiantes.
“De manera inmediata, pero con un impacto de mediano plazo, necesitamos que desde el Gobierno se den señales de estabilidad que mantengan promuevan las inversiones”, asegura Gutiérrez y añade: “Para la próxima década, se requieren inversiones anuales de casi $10 billones para garantizar la oferta que atienda a la demanda esperada. Por eso no podemos estar esperando que se incremente la oferta cuando la CREG está publicando resoluciones que ahuyentan a los inversionistas de proyectos renovables al intervenir el mercado de confiabilidad”.
Vera coincide con este punto al decir que “de nada sirve decir que queremos energías renovables y, al tiempo, decirle a las empresas del sector que son un monopolio, que abusan, que casi que están generando un detrimento patrimonial. Así haya muchas buenas intenciones, esos pronunciamientos espantan las inversiones”.
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¿Qué otras medidas se pueden tomar?
Para complementar las acciones que ayuden a sortear este tiempo volátil, también se llama la atención a implementar medidas para moderar la demanda. “Se requieren programas de ahorro de energía para los usuarios comerciales y residenciales. En el sector industrial puede haber compensaciones para quienes no usen electricidad, sino otras fuentes. Pero hay que hacerlo desde ya. Cuando empezamos, en el fenómeno de El Niño, ya era demasiado tarde”, asegura Vera.
Por su parte, Gutiérrez cuenta que le “hemos dicho al Gobierno que se deben adoptar medidas transitorias que sumen oferta y reduzcan la demanda de manera eficiente. Para esto sería fundamental contar con respuesta de la demanda y una oferta de energía en el mercado, proveniente de la capacidad excedente de las plantas menores”. Y habla también de las subastas de largo plazo, que son “fundamentales para la expansión del parque de generación y no solo enfocado en energía eólica y solar. Tenemos que volver a mirar las energías que nos dan confiabilidad y complementan las intermitentes, como la térmica y la hidráulica”.
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