El Plan Nacional de Desarrollo visto desde adentro
El director del Departamento Nacional de Planeación habla acerca del proceso de discusión de aprobación y discusión de la iniciativa en el Congreso, que culminó este viernes después de una semana de intensos y extensos debates en las plenarias de Cámara y Senado.
Santiago La Rotta
“Después de tres meses de trabajo intenso, trabajar con el Congreso ha sido una experiencia maravillosa. Creo que el país tiene unos congresistas excelentes, con altura técnica, que dan debates apasionantes. Mi percepción del Congreso es muy positiva y pienso que tiene la capacidad para entender el país. Quedé muy optimista”.
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“Después de tres meses de trabajo intenso, trabajar con el Congreso ha sido una experiencia maravillosa. Creo que el país tiene unos congresistas excelentes, con altura técnica, que dan debates apasionantes. Mi percepción del Congreso es muy positiva y pienso que tiene la capacidad para entender el país. Quedé muy optimista”.
Quien habla es Jorge Iván González, director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), y sus declaraciones tienen tanto de interesante, como de intrigante, como de impopular. Sin importar el período de referencia, el Congreso de la República suele estar entre las entidades de las que más desconfían y despotrican prácticamente todos los colombianos. Para decirlo en lengua franca: odiar al Legislativo es casi un deporte nacional, como pasar reformas tributarias.
Lo que dice González llama la atención por varios motivos. El primero, la razón por la cual lo dice, esto es la discusión y aprobación del Plan Nacional de Desarrollo (PND), que quedó listo el viernes en la madrugada después de una semana de maratónicos (y por momentos tragicómicos) debates en las plenarias de Cámara y Senado.
Para hacerse una idea del calado de las discusiones, González cuenta que en los últimos 10 días el DNP recibió 5.270 proposiciones, de las cuales fueron avaladas apenas un par de decenas. Tan solo el jueves al equipo de González llegaron 140 proposiciones de artículos para el Plan. “Terminamos presentando cuatro o cinco nuevos, pero a esto llegamos después de rechazar cientos”, cuenta el director.
El principal producto colateral de este nivel de rechazo y edición del texto es, casi que inevitablemente, el descontento. “Reunir todo esto es casi un arte mágico, más aún en un año electoral. En este intento de articulación queda mucha gente que no se siente representada en el Plan”, admite González.
La otra razón por la que las declaraciones del director llaman la atención es el momento político del país: el PND salió de sus debates en plenarias, y directo a sanción presidencial, con dos días de antelación del plazo máximo que otorgaba la ley, pero apenas una semana después del mayor revolcón ministerial de la administración del presidente Gustavo Petro.
Vale recordar que la semana pasada Petro corrió de un plumazo a siete altos funcionarios, entre ellos a figuras de importancia técnica, política y casi que ontológica para el Gobierno, como José Antonio Ocampo y Cecilia López, quienes lideraban las carteras de Hacienda y Agricultura. Ocampo logró pasar una reforma tributaria con importantes avances en progresividad y equidad, mientras que López encabezaba uno de los mayores impulsos al campo en décadas de política agraria en el país.
“Sentí que el Congreso quería salvar el trabajo que se había hecho, incluso en estos momentos de fragilidad de la discusión política. No sentí que los congresistas quisieran poner eso tan sobre la mesa. Independientemente de cómo se reconstituya la coalición de Gobierno, la impresión que tengo es que querían pasar el mejor Plan posible y salvar tres meses de trabajo”, dice González.
Y añade otro punto que llama la atención en este tema: “A mí nunca me pusieron en tela de juicio ninguna de las transformaciones del Plan Nacional de Desarrollo. Claro, el Gobierno pone las reglas de juego en el sentido de sembrar la discusión en la cancha: si el Gobierno llega con tres estupideces, el Congreso discute tres estupideces, pero si uno llega con temas relevantes, los congresistas aceptan el reto de discutirlas”.
El vaso medio vacío
Como con todo, la discusión del PND no estuvo pasada por un tapete de pétalos de flores. En la mitad quedaron iniciativas y discusiones espinosas, como la de la llamada expropiación exprés, que levantaron una polvareda en medio de los largos debates de la última semana.
Uno de los principales miedos de González al empezar la discusión del PND en el Congreso era que la visión estratégica, la planeación central del documento, se terminara fraccionando en mil y un proyectos pequeños, regionales o locales, para rédito político de los funcionarios que este año deberán ir a las urnas para renovar su contrato laboral.
El director del DNP es claro al decir que los legisladores continúan pidiendo proyectos específicos, con impactos regionales, en el mejor de los casos. Pero cree que se dio un paso en la dirección de pensar los proyectos en términos de país.
Aun así, el PND hoy contempla unos 800 proyectos. Estas son 800 iniciativas que, nadie se hace ilusiones, no serán finalizadas en cuatro años de gobierno. Entre otras, porque ahora entra una frase de priorización para maximizar las bondades e impactos de las iniciativas. “Pero sí creo que avanzamos en no departamentalizar el Plan. En las discusiones puse un ejemplo que, creo, caló en muchos: la PTAR de Canoas no puede ser considerada como un asunto solo de Bogotá y Cundinamarca por sus impactos en muchos otros territorios. Y creo que ese tipo de mensajes cogieron fuerza”, afirma el director. “Pensar en proyectos regionales, obviamente, sirve para que el gobernador o el alcalde saquen pecho, pero no podemos aceptar que, por ejemplo, la vía entre Pasto y Popayán es un problema del Cauca o de Nariño, sino de todo el país. Sigo pensando que hay que cambiar buena parte de la institucionalidad del país para mejorar mucho en la planeación”.
El director del DNP celebra el avance que marca el Plan en temas como el catastro multipropósito: “Cuando lleguemos a un cubrimiento del 100 % con el catastro este país será otro, esa es una revolución”. González también destaca la inclusión de nuevos mecanismos para medir la desigualdad en Colombia desde ámbitos como concentración del patrimonio, la tierra, mercado inmobiliario y accionaria.
Luego de las celebraciones y agradecimientos del viernes en la madrugada, los sinsabores del Plan, para González, llegaron de la mano de la caída del artículo que impulsaba la implementación de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, por ejemplo.
En esa lista también se encuentran el hundimiento de la creación de una agencia dedicada a temas de deforestación, así como la que se encargaría de la seguridad digital del país. Ambos temas son vitales, en sus propias escalas y ámbitos. A pesar de las impresiones del director del DNP, el hundimiento de estas propuestas fue visto como un golpe directo al Gobierno, pues ambas eran parte del paquete de poderes que pretendía invocar el presidente Petro.
González está convencido de que las transformaciones que impulsa el Plan son lo suficientemente fuertes para ser retomadas por el Gobierno que siga a la administración Petro. “Las cinco grandes propuestas que van en el Plan es imposible que un gobierno serio las rechace. Puede que el próximo le ponga otros nombres, pero este Plan toca temas cruciales para el país y hay que avanzar en los problemas estructurales”.
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