Guía para entender la tormenta de Credit Suisse y el Silicon Valley Bank
Las aguas parecen calmarse después de la turbulencia por los problemas en el banzo suizo, que llegaron luego del colapso del Silicon Valley Bank, en Estados Unidos. Si bien parece que el escenario actual no repetirá la tonada de 2008, ciertamente hay algunos elementos en común.
De cierta retorcida forma, lo que está pasando con Credit Suisse y lo que ya pasó con el Silicon Valley Bank y el First Republic no tiene nada de nuevo. Es un cuento conocido, si se quiere.
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De cierta retorcida forma, lo que está pasando con Credit Suisse y lo que ya pasó con el Silicon Valley Bank y el First Republic no tiene nada de nuevo. Es un cuento conocido, si se quiere.
Y aunque no parece que la historia que se repita acá sea la de la crisis de 2008 y 2009, un descalabro de tamaño global con severas implicaciones para millones de personas que poco o nada tenían que ver con el sistema financiero de Estados Unidos, las causas sí tienen un poco que ver.
De fondo, lo que está sucediendo por estos días es una corrección (violenta y muy rápida, si se quiere) de un mercado que, como el resto de la economía global, está ajustándose a un entorno de menor crecimiento, altas tasas de interés y una inflación que comienza a ceder en algunos lados, pero que sigue preocupando en muchos otros (Colombia incluida).
Para este jueves, las aguas parecían calmarse (al menos momentáneamente) gracias al crédito que aseguró Credit Suisse para reestructurar su deuda. Esta operación viene cortesía de los reguladores suizos, que accedieron a prestarle US$54.000 millones para sacar al banco del agujero que fue cavando en años recientes.
Sobre el anuncio del préstamo, el banco aseguró a través de un comunicado que “esta liquidez adicional respaldará los negocios principales de Credit Suisse y sus clientes, mientras Credit Suisse toma las medidas necesarias para crear un banco más simple y enfocado en las necesidades de sus clientes”.
Al mismo tiempo, el banco anunció una serie de operaciones de recompra de deuda por alrededor de US$3.200 millones.
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“Estas medidas son un movimiento decisivo para fortalecer Credit Suisse a medida que continuamos nuestra transformación estratégica para brindar valor a nuestros clientes y otras partes interesadas”, dijo el director ejecutivo del banco, Ulrich Koerner, citado en el comunicado.
Esto apunta a una estrategia que va más allá de simplemente prevenir cualquier amenaza de quiebra, una posibilidad que era considerada muy improbable entre los analistas ya que Credit Suisse cumple ampliamente con las estrictas regulaciones bancarias vigentes en Suiza y el resto de Europa en materia de liquidez y de capital, dirigidas a garantizar la estabilidad del sistema.
Todo lo que sube tiene que bajar
Aquí hay que decir que las crisis de Credit Suisse y el Silicon Valley Bank (SVB) tienen razones y consecuencias distintas, debido a las enormes diferencias en tamaño y alcance de ambas instituciones. Pero, a la vez, hay una raíz de fondo que sí comparten: el peso de la deuda que fueron acumulando en tiempos de fiesta financiera.
Y para este punto lo que está muy claro es que la fiesta se acabó. De hecho, las luces están prendidas y hay gente barriendo el piso desde hace meses. Pero, al parecer, la factura llegó con retraso a estas entidades.
El problema actual del Credit Suisse tiene que ver con una crisis de confianza en su manejo, así como una serie de polémicas que lo han perseguido desde 2021. A esto se le suma su portafolio de deuda (bajo la forma de bonos) que fue adquiriendo mientras las tasas de interés seguían bajas.
De la misma forma, SVB captó miles de millones en depósitos entre 2020 y 2022 gracias a la buena marcha de las tecnológicas durante la pandemia y utilizó la mayoría de ese dinero en la compra de Bonos del Tesoro a largo plazo. Con la crisis postpandemia y la subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal, que encareció el dinero, sus clientes aumentaron los gastos y ralentizaron el ritmo de sus depósitos.
Para hacer frente a la necesidad de liquidez de las empresas a las que servía, el SVB vendió Bonos del Tesoro sin madurar por US$21.000 millones, lo que llevó a una pérdida de US$1.800 millones, que intentó compensar con una ampliación de capital.
Para Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, el sistema financiero claramente tiene unas grietas, que se han ido formando durante décadas de dinero fácil, gracias a tasas de interés bajas.
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Las palabras de Fink tienen un peso especial cuando se considera que la firma que lidera es el peso pesado en inversiones a nivel global, manejando un portafolio de activos que se acerca a los US$9 billones.
Es importante recordar aquí que para el punto más crudo de la pandemia, la Reserva Federal llevó sus tasas de interés a un mínimo histórico que, desde entonces, ha ido ajustando en ocho ocasiones.
La próxima semana la entidad tiene una nueva reunión para decidir hacia dónde seguirá su política monetaria y las apuestas del mercado están en un alza extra, aunque de menor calibre debido a los miedos que han propagado el caso de SVB y, ahora, el de Credit Suisse.
Pero el punto acá es, como ya se dijo, que las condiciones financieras han cambiado drásticamente desde los días de la pandemia y hoy no sólo hay un ajuste de tasas, sino presiones inflacionarias que también han golpeado a los consumidores y las empresas. En otras palabras: las economías globales bajan su ritmo de funcionamiento y expansión tras los crecimientos extraordinarios que vinieron después de los días más duros de la pandemia.
Este ajuste ciertamente se ha sentido en el sector tecnológico y es la razón de fondo de las olas de despidos que han anunciado desde el año pasado empresas del corte de Meta (Facebook): el panorama ha cambiado y lo que antes fue expansión, ahora es un regreso a las trincheras porque la cosa no anda tan bien.
Un analista lo puso de esta forma: el mercado está ajustando las cuentas del apetito desbordado de consumidores e instituciones financieras.
Al igual que muchos bancos, tanto Credit Suisse como el SVB invirtieron parte de sus fondos en bonos de largo plazo, que con tasas de interés bajas eran buen negocio, con una perspectiva más segura. Pero en la medida en la que la Fed fue acelerando sus intervenciones, esas inversiones comenzaron a ser más lastre que otra cosa.
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Pero, si la ola de inflación (su crudeza y expansión) sorprendió a buena parte del mundo, la reacción para controlarla era, de cierta forma, esperada. Y es por aquí por donde algunos le cobran al sistema sus decisiones: la tormenta se veía venir.
La caída de un banco regional como el SVB disparó miedos en los mercados, no sólo por el recuerdo traumático del descalabro de 2008, sino porque habitamos un mundo crecientemente financiarizado: con nexos globales entre cientos de instituciones que hacen pensar frecuentemente en la imagen de fichas de dominó cayendo.
Todo este escenario se enmarca en el desmonte de regulaciones en la era del expresidente Donald Trump, quien echó para atrás algunas de las salvaguardas instauradas después de la debacle financiera de 2008.
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