Hambre, inflación y diplomacia: los efectos en África de la guerra de Ucrania
La subida de los precios de los alimentos y el petróleo también ha repercutido en el continente africano.
El eco de las bombas en Ucrania también se escucha en África: la subida del precio de los alimentos o el petróleo, así como el empeño de Rusia por hallar nuevos socios leales en suelo africano, son efectos de esta guerra que pueden alterar el día a día del continente.
La académica Irina Filatova, experta en las relaciones de África con Rusia, opta por la prudencia: aún es demasiado temprano para predecir todas las consecuencias del conflicto bélico de Ucrania, aunque, según advierte, el hambre podría ser uno de sus golpes.
“No sabemos cómo será la economía de Rusia después de las sanciones y esta guerra -dice a Efe la investigadora rusa, profesora en una de las universidades más prestigiosas de su país, la Escuela Superior de Economía-, pero podemos asegurar con certeza que los precios de las materias primas están escalando y seguirán escalando”.
Los países de África -sobre todo Egipto, Sudán, Nigeria, Tanzania, Argelia, Kenia y Sudáfrica- gastaron en 2020 unos 4.000 millones de dólares para importar productos agrícolas desde Rusia, según el Centro de Comercio Internacional (ITC).
Le puede interesar: ¿La guerra en Ucrania va a poner más cara la gasolina?
Sin embargo, los números del ITC también señalan a Ucrania como como un socio importante para el continente africano, pues exportó en 2020 a sus naciones alimentos por valor de 2.900 millones de dólares, especialmente trigo.
Por todo el continente, la interrupción de las cadenas de suministro, así como el encarecimiento sin precedentes del trigo, que esta semana ha superado su precio más alto desde la crisis de 2008, podría traducirse en más estómagos vacíos.
La dependencia de África de los alimentos producidos en otras esquinas del mundo hace que muchos de sus habitantes se enfrenten sin red a esta nueva crisis.
Ni siquiera el inmenso potencial agrícola de África, poseedor de más de la mitad de todos los terrenos cultivables aún sin usar del planeta, ha impedido que este continente importe cada año alrededor de 64.500 millones de dólares en productos alimenticios, señaló el Banco Africano de Desarrollo (ADB).
Lea también: El petróleo cierra la semana con nueva alza.
MÁS MIRADAS HACIA ÁFRICA
Las acciones de Moscú están obligando a la Unión Europea -el 40 % del gas natural que consumen los europeos procede de Rusia, así como el 30 % de su petróleo- a mirar en otras direcciones en busca de suministradores energéticos alternativos.
Por eso, según la Cámara Africana de Energía (AEC), este escenario es una oportunidad para que África emerja como “el nuevo proveedor favorito de los mercados internacionales”, aunque la escasez de infraestructuras hace que el continente signifique una solución lenta para un problema apremiante.
A pesar de las enormes reservas de gas natural que África esconde en sus entrañas, solo unos pocos países, como Nigeria o Argelia, tienen en estos momentos capacidad para exportarlo a Europa.
Por otra parte, el encarecimiento del petróleo también puede traducirse en un empujón para el producto interno bruto (PIB) de los países productores de este hidrocarburo en África subsahariana, como Nigeria o Angola.
Pero el progreso macroeconómico en esas naciones, que se encuentran entre las más desiguales del continente, no debe interpretarse como un impulso rápido para el poder adquisitivo de sus ciudadanos, ya que organizaciones humanitarias como Oxfam alertan de un reparto extremadamente dispar de los ingresos del petróleo.
También lea: Cuáles fueron los alimentos que más subieron en Colombia para febrero de 2022.
¿UN NUEVO IMPULSO PARA EL AVANCE DE RUSIA EN ÁFRICA?
Antes de que Rusia desplegase sus tropas en Ucrania, muchos gobiernos africanos identificaron su amistad con Moscú como una alternativa a sus acuerdos de cooperación con los países occidentales, a menudo acompañados de una vigilancia constante del comportamiento democrático de los dirigentes del continente.
Sin embargo, los movimientos de Rusia en el tablero de ajedrez africano no han atraído tantas miradas como los de China, EE. UU. o Europa.
Según Filatova, la ambición del Kremlin en África no era una amenaza importante para los planes políticos o económicos de otras potencias, sino que respondía a su interés de buscar nuevos “aliados políticos” y “mercados alrededor del mundo” en un momento en el que Rusia “estaba bastante aislada”.
“Cuando termine la guerra -opina la académica-, Rusia estará aún más interesada en esa búsqueda, porque entonces necesitará más apoyos políticos, más socios comerciales y más beneficios económicos”.
Muchos líderes africanos aún no han cerrado sus puertas al presidente ruso, Vladímir Putin, señala el especialista nigeriano Ebenez Obadare, del laboratorio de ideas Council on Foreign Relations.
Le puede interesar: “La guerra en Ucrania empeorará la inflación en Latinoamérica”: FMI.
Mientras que diecisiete países de África se abstuvieron el pasado 2 de marzo de condenar la invasión de Ucrania en la Asamblea General de la ONU, siete naciones no participaron en la votación.
Además, Eritrea se sumó a Rusia, Bielorrusia, Siria y Corea del Norte para oponerse a la resolución de condena del ataque militar ruso.
Pero Obadare observa con pesimismo este acercamiento de Moscú. “Si los líderes de África no cambian las maneras de usar sus relaciones con Rusia, el pueblo no obtendrá beneficios directos”.
Para el experto nigeriano, la colaboración militar de los mercenarios rusos en Mali o en la República Centroafricana, así como la venta de armamento ruso a numerosos ejércitos africanos, no está beneficiando a los habitantes de esos países, sino a sus dirigentes.
El eco de las bombas en Ucrania también se escucha en África: la subida del precio de los alimentos o el petróleo, así como el empeño de Rusia por hallar nuevos socios leales en suelo africano, son efectos de esta guerra que pueden alterar el día a día del continente.
La académica Irina Filatova, experta en las relaciones de África con Rusia, opta por la prudencia: aún es demasiado temprano para predecir todas las consecuencias del conflicto bélico de Ucrania, aunque, según advierte, el hambre podría ser uno de sus golpes.
“No sabemos cómo será la economía de Rusia después de las sanciones y esta guerra -dice a Efe la investigadora rusa, profesora en una de las universidades más prestigiosas de su país, la Escuela Superior de Economía-, pero podemos asegurar con certeza que los precios de las materias primas están escalando y seguirán escalando”.
Los países de África -sobre todo Egipto, Sudán, Nigeria, Tanzania, Argelia, Kenia y Sudáfrica- gastaron en 2020 unos 4.000 millones de dólares para importar productos agrícolas desde Rusia, según el Centro de Comercio Internacional (ITC).
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Sin embargo, los números del ITC también señalan a Ucrania como como un socio importante para el continente africano, pues exportó en 2020 a sus naciones alimentos por valor de 2.900 millones de dólares, especialmente trigo.
Por todo el continente, la interrupción de las cadenas de suministro, así como el encarecimiento sin precedentes del trigo, que esta semana ha superado su precio más alto desde la crisis de 2008, podría traducirse en más estómagos vacíos.
La dependencia de África de los alimentos producidos en otras esquinas del mundo hace que muchos de sus habitantes se enfrenten sin red a esta nueva crisis.
Ni siquiera el inmenso potencial agrícola de África, poseedor de más de la mitad de todos los terrenos cultivables aún sin usar del planeta, ha impedido que este continente importe cada año alrededor de 64.500 millones de dólares en productos alimenticios, señaló el Banco Africano de Desarrollo (ADB).
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Las acciones de Moscú están obligando a la Unión Europea -el 40 % del gas natural que consumen los europeos procede de Rusia, así como el 30 % de su petróleo- a mirar en otras direcciones en busca de suministradores energéticos alternativos.
Por eso, según la Cámara Africana de Energía (AEC), este escenario es una oportunidad para que África emerja como “el nuevo proveedor favorito de los mercados internacionales”, aunque la escasez de infraestructuras hace que el continente signifique una solución lenta para un problema apremiante.
A pesar de las enormes reservas de gas natural que África esconde en sus entrañas, solo unos pocos países, como Nigeria o Argelia, tienen en estos momentos capacidad para exportarlo a Europa.
Por otra parte, el encarecimiento del petróleo también puede traducirse en un empujón para el producto interno bruto (PIB) de los países productores de este hidrocarburo en África subsahariana, como Nigeria o Angola.
Pero el progreso macroeconómico en esas naciones, que se encuentran entre las más desiguales del continente, no debe interpretarse como un impulso rápido para el poder adquisitivo de sus ciudadanos, ya que organizaciones humanitarias como Oxfam alertan de un reparto extremadamente dispar de los ingresos del petróleo.
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¿UN NUEVO IMPULSO PARA EL AVANCE DE RUSIA EN ÁFRICA?
Antes de que Rusia desplegase sus tropas en Ucrania, muchos gobiernos africanos identificaron su amistad con Moscú como una alternativa a sus acuerdos de cooperación con los países occidentales, a menudo acompañados de una vigilancia constante del comportamiento democrático de los dirigentes del continente.
Sin embargo, los movimientos de Rusia en el tablero de ajedrez africano no han atraído tantas miradas como los de China, EE. UU. o Europa.
Según Filatova, la ambición del Kremlin en África no era una amenaza importante para los planes políticos o económicos de otras potencias, sino que respondía a su interés de buscar nuevos “aliados políticos” y “mercados alrededor del mundo” en un momento en el que Rusia “estaba bastante aislada”.
“Cuando termine la guerra -opina la académica-, Rusia estará aún más interesada en esa búsqueda, porque entonces necesitará más apoyos políticos, más socios comerciales y más beneficios económicos”.
Muchos líderes africanos aún no han cerrado sus puertas al presidente ruso, Vladímir Putin, señala el especialista nigeriano Ebenez Obadare, del laboratorio de ideas Council on Foreign Relations.
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Además, Eritrea se sumó a Rusia, Bielorrusia, Siria y Corea del Norte para oponerse a la resolución de condena del ataque militar ruso.
Pero Obadare observa con pesimismo este acercamiento de Moscú. “Si los líderes de África no cambian las maneras de usar sus relaciones con Rusia, el pueblo no obtendrá beneficios directos”.
Para el experto nigeriano, la colaboración militar de los mercenarios rusos en Mali o en la República Centroafricana, así como la venta de armamento ruso a numerosos ejércitos africanos, no está beneficiando a los habitantes de esos países, sino a sus dirigentes.