¿Hay forma de controlar la inflación más allá de las tasas de interés?
El cuestionamiento acerca de si las tasas de los bancos centrales son el instrumento más adecuado para controlar el alza en los precios al consumidor vuelve a resurgir. Hay vías alternativas, que también conllevan riesgos.
Inflación y recesión son dos palabras que, al menos por estos días, parecieran ir casi de la mano. A estos dos términos habría que sumarle tasas de interés y, si acaso existiera una ronda infantil para este tema, la cosa ya estaría completa.
El frenético aumento en los precios a nivel global terminó por sellar el ritmo de recuperación de las economías luego del largo y doloroso freno que impuso la pandemia en 2020. La reactivación vino con un apetito del lado de la demanda, que no logró suplirse del todo gracias a problemas de producción derivados de los días más crudos del covid-19.
Lea también: Por qué la inflación en Estados Unidos sigue preocupando a todo el mundo
Entre cosas como la crisis de los contenedores, así como la guerra de Rusia en Ucrania, es que llegamos a un escenario en el que la inflación pareciera ser el mayor peligro para las economías de todo el planeta, incluyendo la colombiana.
En el país, por ejemplo, el indicador lleva tres meses con dos dígitos (11,44 % en agosto) y la perspectiva de los analistas es que cierre el año cercano al 12 %.
La conversación sobre la subida en inflación viene acompañada, casi indiscutiblemente, de hasta dónde subirán las tasas de interés de los bancos centrales, como el Banco de la República, para el caso colombiano.
Y aquí hay una pregunta que viene rondando hace unas semanas. En justicia no es un cuestionamiento nuevo bajo ningún parámetro, pero que cobra relevancia en un mundo que se debate entre su deseo de no irse a una recesión, pero que a la vez quiere meter en cintura a los precios: ¿hay otras formas de ajustar cuentas con la inflación más allá de las tasas de interés?
Antes de entrar en este aspecto bien vale revisar de qué hablamos cuando hablamos de tasas de interés.
Lea también: Lo que debe saber de los precios de la energía en la región Caribe
¿Cuál es el papel de las tasas de interés en la economía?
Para entender cuál es el papel de las tasas de interés en toda la economía, así como su incidencia en las decisiones y posibilidades de compra diarias de la gente es útil pensar este escenario como una serie de dominós. El primer dominó es la decisión de subir y bajar las tasas y desde ahí se desprende una cadena que acaba en la góndola del supermercado o en la oficina de créditos hipotecarios de un banco.
El banco central de un país es conocido, entre otros términos, como el banco de bancos porque la entidad le presta dinero a los demás actores institucionales del sistema financiero. Y, entre otros factores, es por este papel que sus tasas de interés terminan siendo claves para toda la economía: si el Emisor sube su tasa de interés, los demás bancos verán una presión financiera para prestarle a los ciudadanos y empresas a mayores tasas también.
Una subida de tasas de interés tiene la intención teórica de hacer un poco más escaso el dinero y de encarecer los créditos. Y estos dos elementos tienen, a su vez, la posibilidad de influir en las decisiones de consumo de las personas: si el crédito se encarece mejor no endeudarse para comprar esa moto, carro, casa.
Estas decisiones, colectivamente hablando, pueden ponerle un freno a la demanda, lo que a su vez puede terminar por bajar los precios de algunos bienes y, por ese camino, empujar hacia abajo la inflación.
El punto acá es que los incrementos en las tasas pueden terminar por desacelerar demasiado una economía: sí, se trata de quitarle oxígeno a la demanda, pero no tanto como para impactar duramente al consumo y, con ello, a toda el andamiaje
Es un fino balance que no deja de ser imperfecto, claro. Y esas imperfecciones generan consecuencias.
Esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial advirtieron sobre el creciente riesgo de una recesión global en medio del ciclo más inflación = más tasas de interés.
Lea también: Por qué al Fondo Monetario Internacional le asusta el estado de la economía global
Los costos de endeudamiento más altos están “realmente comenzando a sentirse”, dijo la cabeza del FMI, Kristalina Georgieva.
Sin embargo, Georgieva también advirtió que la inflación no se puede dejar olvidado, como “un tren fuera de control”.
Entonces, de nuevo: actuar, ¿pero hasta dónde?
Las consecuencias humanas
Ahora bien, más allá de la mirada macroeconómica, el crecimiento de la inflación y la consecuente reacción de las tasas de interés tienen impactos muy humanos y tangibles, que suelen sentir quienes están en una posición más vulnerable.
En su informe anual, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) advirtió recientemente que el impulso de los bancos centrales para subir los tipos de interés son una “apuesta imprudente”.
La agencia dijo que se requería una “corrección de curso” urgente para evitar que el aumento de las tasas lleve a una serie de crisis de deuda, sanitarias y climáticas para los países más pobres, que aún siguen lidiando con las consecuencias económicas de la pandemia y la guerra de Rusia en Ucrania.
En su reporte, la Conferencia aseguró que los países ricos están usando tácticas de los años 70 y 80 para expulsar la inflación de sus sistemas que no considera adecuadas para la coyuntura global actual.
El efecto global de la inflación
Si bien la inflación es un problema generalizado, el crecimiento del indicador en Estados Unidos representa un problema local con la capacidad de tener efectos globales: un estornudo que puede terminar volviéndose gripa.
Y los más recientes datos sobre los precios en ese mercado mandan de todo menos buenas señales.
La persistencia de la inflación en EE.UU. es una mala noticia para el resto del mundo, que cada vez siente más el impacto de las desiciones de la Reserva Federal (Fed) para controlar los precios.
El rápido aumento de las tasas de EE.UU. —la Fed ya ha elevado su tasa de referencia al 3,25 %, desde un nivel cercano a cero en marzo—, ha llevado al dólar a un máximo de dos décadas.
De acuerdo con cálculos de la UNCTAD, las subidas en las tasas de interés de la Fed le restan unos US$3,6 billones en ingresos futuros a los países en desarrollos (con la notable excepción de China.
Entonces, ¿tasas o no tasas?
En Colombia, el presidente Gustavo Petro ha criticado más de una vez el papel de las tasas de interés (y su trayectoria en crecimiento) en los menos de seis meses que lleva de mandato.
Si bien algunos analistas no ven como positivo ese tipo de ruido (el Banco de la República es un órgano independiente del Gobierno), tampoco es la primera vez que un presidente hace comentarios al respecto, ni aquí ni en otros países: Trump se fue varias veces contra la Fed por este tema (así como contra prácticamente toda la institucionalidad federal y global, de paso).
Como ya se dijo, la pregunta por la efectividad de las tasas como antídoto contra la inflación es del todo menos nueva. Y, sin embargo, el asunto sigue sin tener una respuesta clara y definitiva.
Esto en parte porque las tasas funcionan. El problema es que bajo ciertas condiciones (como las actuales), el delicado acto de equilibrio de los bancos centrales deja de ser como caminar por un andén al lado de un charco y pasa a ser más como transitar por una seda dental anclada a 300 metros sobre el suelo.
Más allá de las tasas de interés “no se puede hacer mucho. Hay muchas malas ideas. Mucha tentación que suena razonable, pero que es la puerta al desastre”, dice Marc Hofstetter, economista y profesor de la U. de los Andes.
Algunas de las respuestas menos ortodoxas a la pregunta hablan de, por ejemplo, subsidiar algunas materias primas con la intención de abaratar los costos de producción de ciertos bienes.
Vale recordar acá que los alimentos es la categoría que más ha impulsado la inflación en Colombia durante meses y que, al menos para varios productos del agro, los incrementos están vinculados a los altos precios de fertilizantes y otros insumos que se han disparado en los mercados internacionales (y que no se producen en el país).
Esta idea podría sonar lógica para algunos.
Para otros, sin embargo, puede tener efectos marginales en los precios y sí abrir “una vena importante que después es muy difícil de cerrar”, dice Hofstetter.
Aquí hay que reconocer que el país tiene una amplia tradición de volver permanentes medidas que nacieron como transitorias (te hablan, 4X1.000).
Y, de fondo, abre preocupaciones sobre una posible intervención del Gobierno en mercados de bienes que no están regulados.
“En los sectores regulados hay la tentación no de arreglar la regulación (si está mal), sino de caer en la retórica en la que anda la ministra de Minas de justicia tarifaria, como si la inflación fuera consecuencia de unos productores que cobran precios injustos”, añade Hofstetter.
Además de las tasas de interés, el otro elemento que pega en la inflación en Colombia es el dólar, por la sombra grande que la divisa tiene en una porción nada despreciable de los bienes y servicios que son consumidos en el país.
Si bien la fortaleza del dólar está atada principalmente a factores externos, varios analistas coinciden en que no ayuda en lo absoluto el mecanismo de pronunciamiento ministerial (o presidencial, vía Twitter) seguido de aclaraciones del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo.
Al final, el dilema con las tasas de interés pareciera no tener una respuesta ni fácil, ni única, pues los caminos alternativos también pueden presentar abismos para más intervención. Y esto no para decir que el mercado es perfecto. Lejos de eso. Pero los controles o subsidios pueden terminar introduciendo mayores complejidades en el corto y mediano plazo, según algunos.
Además de las consecuencias macroeconómicas, resuena fuerte en este debate el llamado de la UNCTAD: hay que ver la inflación, y las tasas, desde una perspectiva global que lesione a las personas y los países más vulnerables. No hacerlo puede abrir el camino para más, y peores, crisis.
💰📈💱 ¿Ya te enteraste de las últimas noticias económicas? Te invitamos a verlas en El Espectador.
Inflación y recesión son dos palabras que, al menos por estos días, parecieran ir casi de la mano. A estos dos términos habría que sumarle tasas de interés y, si acaso existiera una ronda infantil para este tema, la cosa ya estaría completa.
El frenético aumento en los precios a nivel global terminó por sellar el ritmo de recuperación de las economías luego del largo y doloroso freno que impuso la pandemia en 2020. La reactivación vino con un apetito del lado de la demanda, que no logró suplirse del todo gracias a problemas de producción derivados de los días más crudos del covid-19.
Lea también: Por qué la inflación en Estados Unidos sigue preocupando a todo el mundo
Entre cosas como la crisis de los contenedores, así como la guerra de Rusia en Ucrania, es que llegamos a un escenario en el que la inflación pareciera ser el mayor peligro para las economías de todo el planeta, incluyendo la colombiana.
En el país, por ejemplo, el indicador lleva tres meses con dos dígitos (11,44 % en agosto) y la perspectiva de los analistas es que cierre el año cercano al 12 %.
La conversación sobre la subida en inflación viene acompañada, casi indiscutiblemente, de hasta dónde subirán las tasas de interés de los bancos centrales, como el Banco de la República, para el caso colombiano.
Y aquí hay una pregunta que viene rondando hace unas semanas. En justicia no es un cuestionamiento nuevo bajo ningún parámetro, pero que cobra relevancia en un mundo que se debate entre su deseo de no irse a una recesión, pero que a la vez quiere meter en cintura a los precios: ¿hay otras formas de ajustar cuentas con la inflación más allá de las tasas de interés?
Antes de entrar en este aspecto bien vale revisar de qué hablamos cuando hablamos de tasas de interés.
Lea también: Lo que debe saber de los precios de la energía en la región Caribe
¿Cuál es el papel de las tasas de interés en la economía?
Para entender cuál es el papel de las tasas de interés en toda la economía, así como su incidencia en las decisiones y posibilidades de compra diarias de la gente es útil pensar este escenario como una serie de dominós. El primer dominó es la decisión de subir y bajar las tasas y desde ahí se desprende una cadena que acaba en la góndola del supermercado o en la oficina de créditos hipotecarios de un banco.
El banco central de un país es conocido, entre otros términos, como el banco de bancos porque la entidad le presta dinero a los demás actores institucionales del sistema financiero. Y, entre otros factores, es por este papel que sus tasas de interés terminan siendo claves para toda la economía: si el Emisor sube su tasa de interés, los demás bancos verán una presión financiera para prestarle a los ciudadanos y empresas a mayores tasas también.
Una subida de tasas de interés tiene la intención teórica de hacer un poco más escaso el dinero y de encarecer los créditos. Y estos dos elementos tienen, a su vez, la posibilidad de influir en las decisiones de consumo de las personas: si el crédito se encarece mejor no endeudarse para comprar esa moto, carro, casa.
Estas decisiones, colectivamente hablando, pueden ponerle un freno a la demanda, lo que a su vez puede terminar por bajar los precios de algunos bienes y, por ese camino, empujar hacia abajo la inflación.
El punto acá es que los incrementos en las tasas pueden terminar por desacelerar demasiado una economía: sí, se trata de quitarle oxígeno a la demanda, pero no tanto como para impactar duramente al consumo y, con ello, a toda el andamiaje
Es un fino balance que no deja de ser imperfecto, claro. Y esas imperfecciones generan consecuencias.
Esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial advirtieron sobre el creciente riesgo de una recesión global en medio del ciclo más inflación = más tasas de interés.
Lea también: Por qué al Fondo Monetario Internacional le asusta el estado de la economía global
Los costos de endeudamiento más altos están “realmente comenzando a sentirse”, dijo la cabeza del FMI, Kristalina Georgieva.
Sin embargo, Georgieva también advirtió que la inflación no se puede dejar olvidado, como “un tren fuera de control”.
Entonces, de nuevo: actuar, ¿pero hasta dónde?
Las consecuencias humanas
Ahora bien, más allá de la mirada macroeconómica, el crecimiento de la inflación y la consecuente reacción de las tasas de interés tienen impactos muy humanos y tangibles, que suelen sentir quienes están en una posición más vulnerable.
En su informe anual, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) advirtió recientemente que el impulso de los bancos centrales para subir los tipos de interés son una “apuesta imprudente”.
La agencia dijo que se requería una “corrección de curso” urgente para evitar que el aumento de las tasas lleve a una serie de crisis de deuda, sanitarias y climáticas para los países más pobres, que aún siguen lidiando con las consecuencias económicas de la pandemia y la guerra de Rusia en Ucrania.
En su reporte, la Conferencia aseguró que los países ricos están usando tácticas de los años 70 y 80 para expulsar la inflación de sus sistemas que no considera adecuadas para la coyuntura global actual.
El efecto global de la inflación
Si bien la inflación es un problema generalizado, el crecimiento del indicador en Estados Unidos representa un problema local con la capacidad de tener efectos globales: un estornudo que puede terminar volviéndose gripa.
Y los más recientes datos sobre los precios en ese mercado mandan de todo menos buenas señales.
La persistencia de la inflación en EE.UU. es una mala noticia para el resto del mundo, que cada vez siente más el impacto de las desiciones de la Reserva Federal (Fed) para controlar los precios.
El rápido aumento de las tasas de EE.UU. —la Fed ya ha elevado su tasa de referencia al 3,25 %, desde un nivel cercano a cero en marzo—, ha llevado al dólar a un máximo de dos décadas.
De acuerdo con cálculos de la UNCTAD, las subidas en las tasas de interés de la Fed le restan unos US$3,6 billones en ingresos futuros a los países en desarrollos (con la notable excepción de China.
Entonces, ¿tasas o no tasas?
En Colombia, el presidente Gustavo Petro ha criticado más de una vez el papel de las tasas de interés (y su trayectoria en crecimiento) en los menos de seis meses que lleva de mandato.
Si bien algunos analistas no ven como positivo ese tipo de ruido (el Banco de la República es un órgano independiente del Gobierno), tampoco es la primera vez que un presidente hace comentarios al respecto, ni aquí ni en otros países: Trump se fue varias veces contra la Fed por este tema (así como contra prácticamente toda la institucionalidad federal y global, de paso).
Como ya se dijo, la pregunta por la efectividad de las tasas como antídoto contra la inflación es del todo menos nueva. Y, sin embargo, el asunto sigue sin tener una respuesta clara y definitiva.
Esto en parte porque las tasas funcionan. El problema es que bajo ciertas condiciones (como las actuales), el delicado acto de equilibrio de los bancos centrales deja de ser como caminar por un andén al lado de un charco y pasa a ser más como transitar por una seda dental anclada a 300 metros sobre el suelo.
Más allá de las tasas de interés “no se puede hacer mucho. Hay muchas malas ideas. Mucha tentación que suena razonable, pero que es la puerta al desastre”, dice Marc Hofstetter, economista y profesor de la U. de los Andes.
Algunas de las respuestas menos ortodoxas a la pregunta hablan de, por ejemplo, subsidiar algunas materias primas con la intención de abaratar los costos de producción de ciertos bienes.
Vale recordar acá que los alimentos es la categoría que más ha impulsado la inflación en Colombia durante meses y que, al menos para varios productos del agro, los incrementos están vinculados a los altos precios de fertilizantes y otros insumos que se han disparado en los mercados internacionales (y que no se producen en el país).
Esta idea podría sonar lógica para algunos.
Para otros, sin embargo, puede tener efectos marginales en los precios y sí abrir “una vena importante que después es muy difícil de cerrar”, dice Hofstetter.
Aquí hay que reconocer que el país tiene una amplia tradición de volver permanentes medidas que nacieron como transitorias (te hablan, 4X1.000).
Y, de fondo, abre preocupaciones sobre una posible intervención del Gobierno en mercados de bienes que no están regulados.
“En los sectores regulados hay la tentación no de arreglar la regulación (si está mal), sino de caer en la retórica en la que anda la ministra de Minas de justicia tarifaria, como si la inflación fuera consecuencia de unos productores que cobran precios injustos”, añade Hofstetter.
Además de las tasas de interés, el otro elemento que pega en la inflación en Colombia es el dólar, por la sombra grande que la divisa tiene en una porción nada despreciable de los bienes y servicios que son consumidos en el país.
Si bien la fortaleza del dólar está atada principalmente a factores externos, varios analistas coinciden en que no ayuda en lo absoluto el mecanismo de pronunciamiento ministerial (o presidencial, vía Twitter) seguido de aclaraciones del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo.
Al final, el dilema con las tasas de interés pareciera no tener una respuesta ni fácil, ni única, pues los caminos alternativos también pueden presentar abismos para más intervención. Y esto no para decir que el mercado es perfecto. Lejos de eso. Pero los controles o subsidios pueden terminar introduciendo mayores complejidades en el corto y mediano plazo, según algunos.
Además de las consecuencias macroeconómicas, resuena fuerte en este debate el llamado de la UNCTAD: hay que ver la inflación, y las tasas, desde una perspectiva global que lesione a las personas y los países más vulnerables. No hacerlo puede abrir el camino para más, y peores, crisis.
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