Inflación de un solo dígito en Colombia: ¿cómo llegamos hasta acá?
Volver a terrenos por debajo de 10 % en el IPC era algo que no sucedía desde mediados de 2022. Los alimentos explican casi toda la mejoría, pero hay retos en renglones sensibles, como los arriendos y los precios de la electricidad.
Después de un año y medio de viajar por las alturas, la inflación en Colombia regresó a terrenos de un solo dígito y en su resultado para 2023 estuvo por debajo del promedio de expectativas de los analistas de mercado.
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Después de un año y medio de viajar por las alturas, la inflación en Colombia regresó a terrenos de un solo dígito y en su resultado para 2023 estuvo por debajo del promedio de expectativas de los analistas de mercado.
Según los datos revelados por el DANE este martes, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) cerró 2023 a la baja, ubicándose en 9,28 % para la variación anual de diciembre.
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Esto supone una baja de 3,8 % frente a la cifra con la que cerró 2022, según la información del DANE.
En su medición mensual (comparación con noviembre de 2023), el IPC registró un crecimiento de 0,45 %. La cifra se explicó principalmente por la variación mensual de las divisiones de alojamiento, agua, electricidad, gas y otros combustibles y restaurantes y hoteles.
Los resultados de diciembre estuvieron por debajo de las expectativas de analistas. Por ejemplo, en la encuesta mensual del Banco de la República, la mayoría de consultados ubicaban la variación mensual entre 0,5 % y 0,7 %, mientras que en la encuesta de Fedesarrollo la variación anual se proyectaba en 9,5 %.
Estos datos, aunque distan un largo trecho de la meta de 3 % que se ha trazado el Banco de la República, son ampliamente bienvenidos, pues confirman una tendencia a la baja de la inflación (que ya lleva nueve mediciones consecutivas en descenso), pero le añaden algo más de velocidad al descenso.
Puntualmente, los datos de cierre de 2023 son los más bajos desde junio de 2022, cuando se registró 9,67 % y nos acercan a los resultados de mayo de ese año, cuando el IPC se situó en 9,07 %. Desde julio de 2022, los precios se treparon al dble dígito, que culminó en un techo de 13,34 % en marzo de 2023.
De acuerdo con Andrea Ramírez, directora técnica del DANE, la variación mensual del IPC que se vio en diciembre comienza a parecerse más a los resultados que se veían en 2019, previo a la entrada de la pandemia y la crisis económica y social que llegó con el covid-19, cuyas consecuencias se siguen sintiendo hasta hoy, justamente a través de indicadores como la inflación.
La ruta de un solo dígito conduciría este año a llegar a una inflación de 5 %, según las expectativas del Gobierno, comunicadas por Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda.
Para Bonilla, los resultados del IPC para 2023 revelan que “el poder compra real y efectivo que se obtuvo en Colombia en 2023 fue de casi 7 puntos. En el caso de los hogares pobres, que terminaron con inflación de 8,19, el poder de compra superó los 9 puntos. La senda de recuperar poder de compra es la que le interesa al Gobierno”, según dijo en declaraciones a medios”.
Y añadió: “El dato de inflación está por debajo de las expectativas. Eso significa que el ajuste del salario mínimo fue de IPC más 2,9, el real. Un buen ajuste, moderado y permite pensar que seguiremos con el descenso de la inflación en 2024″.
La senda de bajada en la inflación, así como un mal resultado del PIB para el tercer trimestre, impulsaron al Banco de la República a bajar sus tasas de interés en diciembre de 2023. Esta fue una decisión clave, pues fue la primera vez que el indicador descendió desde septiembre de 2021, cuando el banco central comenzó uno de los ajustes más agresivos en su política monetaria en la historia reciente del país.
Hasta esta reunión, el Banco mantuvo una postura de prudencia, con el congelamiento de las tasas durante cuatro reuniones consecutivas. Esto llevó a una serie de declaraciones del Gobierno en las que pidió, en una variedad de tonos, una baja en las tasas.
Estos roces ilustran las presiones políticas, además de las económicas, que la inflación impuso en el país desde la pospandemia. Al final de cuentas, hablar de asuntos como economía popular y tener precios por las nubes no es la mejor combinación de todas.
¿Cómo llegamos hasta acá?
La inflación siempre suele ser una variable relevante para el país en general y para los hogares en particular.
Pero el punto es que, al menos en tiempos recientes, el IPC no era una variable que trasnochara demasiado a los economistas y los creadores de política pública en Colombia.
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Como tantas otras cosas, esta especie de cotidianidad económica se vio trastocada por la entrada del COVID-19 al escenario, que trajo consigo una profunda crisis económica, seguida por una reactivación, casi tan repentina como salvaje, que terminó instalando para una de las olas inflacionarias más duras en la historia del país.
De fondo, la inflación se alimentó por un exceso de demanda en el periodo de reactivación económica, cuando la pandemia permitió volver a recuperar un grado de normalidad y, entre los ahorros y el consumo represado, el gasto de los hogares se reactivó ampliamente, impulsando los precios en una espiral que arrancó en 2021, pero tocó su punto más alto en marzo de 2023.
En la mitad de la avalancha de consumo, el mundo se metió en problemas logísticos como la crisis de los contenedores (que hicieron escasear mercancías y materias primas a nivel global). La cereza en el pastel de este escenario macro llegó con la guerra de Rusia en Ucrania, que terminó por añadirle incertidumbre y volatilidad a mercados como el del petróleo, pero también impactó las cadenas de abastecimiento en alimentos debido a la posición de estos dos países en la producción de cereales y fertilizantes.
Este panorama no sólo generó un crecimiento en la inflación, sino también se manifestó en un crecimiento en los precios para los productores (variable que, a la larga, también impulsó el golpe para los consumidores).
Para diciembre de 2022, los precios a los productores, medidos en el IPP, aumentaban casi 22 % en su variación anual.
Así mismo, de acuerdo con la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA), en 2021 y 2022, los precios de los insumos agrícolas crecieron a doble dígito. Y, aunque experimentaron una redución a la mitad entre un año y otro, para 2022 siguieron registrando un crecimiento de casi 30 % en el acumulado anual de 2022.
Al menos hasta finales de 2022, uno de los principales motores de la inflación eran los alimentos, un asunto que era peligroso pues impactaba a todo tipo de consumidores, pero lo hacía con especial fuerza a las personas más pobres y vulnerables en el país.
Sin embargo, esta categoría comenzó a experimentar correcciones importantes y, hoy por hoy, es la responsable de las noticias alentadoras en la inflación general.
Lo bueno y lo malo
Los alimentos explican, en esencia, el descenso de la inflación frente a los resultados de 2022.
De acuerdo con la información del DANE, para diciembre de 2022, este rubro tuvo una participación de casi 5 % en el resultado general del IPC en ese momento (de 13,12 %, recordemos). Para este año, la participación estuvo por debajo de 1 %.
En otras palabras, los cerca de cuatro puntos de diferencia entre los resultados de IPC entre 2022 y 2023 se le pueden atribuir a la categoría de alimentos.
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Las mayores variaciones, para el total de 2023, se registraron en productos como los plátanos, las cebollas, los aceites comestibles y las papas, de acuerdo con Ramírez, del DANE. Todos estos productos tuvieron contracciones en diciembre, la más importante de ellas fue para la cebolla, que llegó a -18,76 %.
Entre otros factores, los descensos en los precios de los alimentos tienen que ver, a su vez, con la baja en los costos de los insumos. Según el Ministerio de Agricultura, la inflación de alimentos en Colombia responde, en 50 %, a los precios de los insumos agrícolas (especialmente los que son importados).
De acuerdo con los números de la UPRA, entre enero y noviembre de 2023, los fertilizantes, los plaguicidas y otros insumos registraron una contracción de casi 30 %.
Una menor presión en alimentos también significa que la inflación para las personas de menores ingresos de la población es menor.
Para 2023, la inflación en el renglón de vulnerables y pobres estuvo por debajo de la medición general (8,19 % y 8,69 %, respectivamente). Y, aunque sigue siendo muy alta, es un punto, en promedio, por debajo de la del resto del país.
Ahora bien, las malas noticias llegan por el lado de dos puntos que, al parecer, no tienen soluciones prontas ni baratas.
Desde la óptica de la variación mensual, los rubros que más explican su crecimiento son los arriendos y la electricidad, según Rodríguez. Y, con la perspectiva de un Niño más fuerte en el primer trimestre de este año, los precios de la energía sólo tenderán a subir.
El tema de la electricidad es reconocido por el propio ministro Bonilla: “¿Qué factores están en riesgo? La electricidad. Queda todavía pendiente la posibilidad de El Niño y el manejo de la opción tarifaria. Eso es lo que nos está pegando duro en la inflación”.
“Es de resaltar que la inflación sigue cediendo, sin embargo, hay que desarrollar acciones público-privadas para que el proceso de disminución continúe ya que el 2024 comienza con un contexto de desaceleración económica, con un aumento del salario mínimo por encima de la inflación en casi tres dígitos y con productividad negativa; peajes y SOAT aumentando varios puntos por encima del IPC. A lo anterior hay que sumarle el fenómeno del Niño que impactará el costo de servicios públicos y la congelación del precio del diésel”, indicó María Claudia Lacouture, la presidenta de la Cámara Colombo Americana, AmCham.
Así mismo, la tendencia en los arriendos es hacia el alza, si se miran los resultados de diciembre de los últimos años, en comparación con los de 2023: en 2021 (su punto más bajo), la contribución del arriendo al IPC mensual fue de 0,01 %, mientras que hoy es de 0,11 %.
Vale recordar que, justamente, los cánones de arrendamiento se podrán incrementar (cuando se trate de vivienda urbana) en el valor de la inflación para 2023, de acuerdo con lo establecido por la Ley 820 de 2003, según informó la Federación Colombiana de Lonjas de Propiedad Raíz (Fedelonjas).
En Colombia, cuatro de cada 10 hogares viven en arriendo (40,2 %), según la más reciente Encuesta de Calidad de Vida del DANE (2022). La cifra, incluso, sube a 47 % en las ciudades principales. Si se tiene en cuenta que el 39 % restante habita en una vivienda propia y el 13,9 % en una vivienda sin pagar, pero con permiso del propietario, no es una exageración decir que Colombia es un país de arrendatarios. Y pese a esto, el renglón no suele tener la atención que merece.
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