Informalidad y baja productividad: los dos males del trabajo en Latinoamérica
Claudia Coenjarts, directora regional de la Organización Internacional del Trabajo, habla sobre los retos que tienen los mercados laborales en el continente, así como de las vastas oportunidades que ofrecen sectores como el de los cuidados.
Santiago La Rotta
Este lunes arranca en Cartagena la Cumbre Finanzas en Común, uno de los mayores encuentros de bancos de desarrollo en el mundo. Es la primera vez que el evento se realizará en Suramérica.
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Este lunes arranca en Cartagena la Cumbre Finanzas en Común, uno de los mayores encuentros de bancos de desarrollo en el mundo. Es la primera vez que el evento se realizará en Suramérica.
Claudia Coenjarts, directora regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), estará en la cumbre para discutir, entre otros temas, cómo la inversión social puede ser un motor para la creación de más y mejor empleo, especialmente después de la crisis y la recuperación económica derivada de la pandemia.
En esta entrevista Coenjarts asegura que el sector de cuidados representa una oportunidad de crear más de 25 millones de puestos de trabajo para toda la región. Asimismo, la funcionaria habla de la importancia del diálogo social en el marco de las reformas que se tramitan en el Congreso, que incluyen la laboral, la pensional y de salud.
¿Cómo va la recuperación del empleo en la región tras el impacto económico que generó la pandemia?
Es una pregunta muy importante y diré cuatro puntos fundamentales, de acuerdo con el informe de la OIT sobre el panorama laboral. El primero es que hay recuperación en términos de desempleo. La tasa de desempleo en la región regresó a niveles prepandemia, de 2019. Hubo una mejora, porque en 2019 el porcentaje fue del 8 % y en 2022 fue del 7,2 %. Esta es una buena noticia, pero tenemos que mirar por dentro de estos números.
El segundo punto es que hay más riesgo de un aumento de la informalidad y de tener más trabajadores pobres. Para la región, más del 40 % de los nuevos empleos fueron en la informalidad. Aunque hay una mejora, es importante verlo en el contexto. Cuando hablamos de informalidad hablamos de trabajos de bajos ingresos y de vulneración de los derechos.
El fenómeno del trabajador pobre es un factor importante porque con la inflación que hemos visto y la guerra en Ucrania el poder adquisitivo es mucho menor. En la informalidad siempre hay salarios bajos, pero en el sector formal también hay más riesgo de tener salarios bajos que no les dan la posibilidad de tener una vida decente.
¿Cuáles serían el tercer y cuarto puntos?
El tercero, que caracteriza a la región, es la baja productividad. Esto en el contexto de muchas transformaciones en el mundo laboral genera más complejidad: alta informalidad y dificultades para aprovechar las oportunidades que nos dan las transiciones (empleo verde, digital y transición demográfica). El cuarto es sobre los grupos vulnerables. Nos encontramos en una región con varios grupos vulnerables, como los indígenas, los jóvenes y las mujeres.
¿Cuál es el panorama del empleo juvenil?
En términos de jóvenes la tasa de desempleo es del 16 %. Hay una buena noticia, y es que el empleo se ha mejorado más rápido que otros grupos, pero mantenemos desafíos estructurales. Lo más preocupante es el número de “ninis”: un reto de la región que tenemos que ver cómo podemos activarlo.
En Colombia las cifras del DANE reflejan las brechas de género, ¿qué evidencian en la región?
En las mujeres las brechas laborales persisten y las afectan. La tasa de desempleo de ellas fue del 2,7 % por encima de los hombres. Las brechas siguen existiendo y tenemos que ver qué podemos hacer en la transformación hacia la igualdad en términos de cuidados.
Los Estados miembros de la OIT son conscientes de la necesidad de abordar esto. Se deben crear políticas para impulsar una recuperación económica que ponga a las personas en el centro. No es solo tener mas empleo, sino generar trabajo decente para reducir la desigualdad y la pobreza. Esa es una de las razones de nuestra visita a Cartagena, revisar cómo los temas sociales se pueden unir mejor con los financieros.
¿Y qué nos hace falta para cerrar las brechas de género?
Hay muchos elementos en el tema de género y las desigualdades que existen en el mercado laboral. Uno de los principales, al menos en el que se enfocan muchos de los países de la región, es el tema de los cuidados. Esto es clave, porque muchas mujeres tienen obstáculos para poder entrar al mercado laboral. Les es más fácil meterse en empleos informales porque les da más posibilidad de combinar las responsabilidades que tienen con el cuidado de la familia y el empleo.
También hay barreras de discriminación y estereotipos. Pero en cuidados hay un compromiso fuerte en Latinoamérica para invertir más en políticas de cuidado para que las mujeres puedan liberarse de todo lo que tienen que hacer, pero también es importante desarrollar el cuidado como un sector de trabajo decente y bien remunerado en la economía. La inversión en cuidados va a permitirnos avanzar en una transformación de la igualdad. Es una gran oportunidad. Existe el potencial de crear 25,8 millones de empleos en la región en el sector de cuidados, pero se necesita inversión para generarlos.
¿Qué se requiere para fortalecer el sector del cuidado?
Tenemos políticas, pero tienen que ser coherentes e integrales. Necesitamos más certificaciones en términos del sector del cuidado e identificar cuáles son los empleos del cuidado que se pueden generar e incluirlos en la legislación laboral. Estamos en un buen momento en nuestra región.
¿Cuáles son los avances en derechos en la región?
Los temas de libertad sindical y negociación colectiva son esenciales, sin los cuales no es posible avanzar sosteniblemente. Latinoamérica es una de las regiones en donde hay más ratificaciones de la OIT. Los desafíos están en la implementación. Se necesita fortalecer las instituciones tripartitas y abordar una cultura de diálogo social que nos lleve a más libertad sindical, porque libertad sindical es una herramienta para la inclusividad, la participación del trabajador.
¿Qué retos y oportunidades tiene para la región la transformación demográfica?
Hay varios elementos, pero destacaría uno que es muy activo en la región: las reformas pensionales. Un tema delicado y complejo, pero con los cambios demográficos hemos aprendido que no solamente es importante, sino que es vital ver cómo reformar las políticas de pensiones para que los sistemas puedan tener la viabilidad y sostenibilidad que se necesita. Lo más importante es el diálogo social: por naturaleza, un representante sindical va a ver diferente la situación que un representante de una empresa, pero a través del diálogo es la forma de acercar las realidades.
Otro elemento clave es el de migración. Hay nuevas oportunidades en empleo verde, en los cuidados y en la transición digital. El elemento absolutamente esencial que nos va a dar éxito o no es la formación: tener sistemas de formación adecuados para aprovechar las oportunidades que se creen. El mundo del trabajo está cambiando rápidamente. Hay que tener instituciones laborales fuertes, que puedan acompañar estos procesos: servicios de empleo, de formación, estadísticos y también, algo que no existe en muchos países en la región, el seguro de desempleo. Hasta hoy la inversión en estas instituciones no ha sido lo que realmente necesitamos y hay que darles más prioridad.
En Colombia el desempleo llegó a 9,6 % en julio, un nivel similar al de 2019. Algunos expertos creen que ahora el reto es reducir la cifra más allá de los niveles prepandemia...
El país refleja un poco el panorama regional. Se recuperan empleos, pero a costa de la informalidad. Seis de cada 10 colombianos trabajan en la informalidad a nivel nacional. Lo que hemos aprendido después de muchos años es una respuesta integrada: no solo puedes tocar el tema de la legislación laboral, sino que al mismo tiempo hay que abordar la seguridad y protección social, y tener instituciones laborales fuertes. Un elemento que olvidamos es que no podemos abordar la informalidad sin la productividad. Lo que se necesita es el diálogo social: trabajar con los actores reales del mundo del trabajo, que aunque tienen intereses diferentes, al final lo que quieren es lo mismo, el desarrollo económico y menos desigualdad.
¿Qué oportunidades identifican en Colombia para el empleo verde?
Desde la OIT los empleos verdes son los que se vienen creando con la transición climática y energética. Pero, además de esto, tienen que garantizar condiciones de trabajo decente, generando ingresos justos, con derechos laborales adecuados. Sin esto no vamos a poder avanzar en la sostenibilidad que queremos: social, económica y ambiental.
Hay muchas oportunidades en Colombia: en bioeconomía se podrían crear 5,9 millones de empleos verdes, donde tres millones estarían en el sector agro, que es donde está la mayor tasa de informalidad del país. Con el empleo verde podemos abordar la informalidad y formalizar más. Pero para aprovechar esta transición es necesario financiar y desarrollar actividades verdes, transformar sectores con altas emisiones y personal con competencias adecuadas.
En general, la región está más enfocada en avanzar en este tema a través de planes nacionales de cambios y transformaciones.
¿Cómo ven las reformas que están en curso en Colombia desde la OIT?
Generalmente, Latinoamérica cuenta con una legislación laboral antigua. Hay desafíos de ampliar la cobertura, ver cómo incluimos mejor a todos los trabajadores y otras cosas que vienen con las transiciones en el mundo del trabajo. El diálogo social nunca es fácil. Tramitar reformas es complejo y difícil. Hay unos elementos que son absolutamente necesarios, en general, para que el diálogo social funcione. El primero es la confianza: tenemos que poder confiar en los procesos y en las instituciones, es un requisito. El segundo, la voluntad de sentarse en la mesa y de buscar una agenda común.
El Gobierno de Colombia anunció su deseo de trabajar bajo un acuerdo nacional, y celebramos esto, que va en línea con lo que el secretario general ha dicho de tener un nuevo contrato social, tener una agenda en común.
En el caso de Colombia, la reforma laboral la vemos como un importante esfuerzo de diálogo social que ha hecho el Gobierno. En la primera versión de la reforma la OIT expresó sus comentarios y sabemos que la propuesta fue archivada. La segunda incluye varios cambios como resultado de los diálogos. Aunque la OIT no ha estado involucrada en la segunda versión, tenemos confianza de que todos los actores sabrán construir acuerdos para que la normativa responda a las necesidades del país.