La economía cerraría la década con el pie en el freno: Banco Mundial
En su más reciente reporte, el Banco Mundial describe lo que sería un retador panorama económico para lo que queda de la década, marcado por una baja productividad, inversiones y comercio exterior. Sin embargo, considera que hay posibilidades de revertir estas tendencias. ¿Cómo lograrlo?
Diego Ojeda
La economía mundial transita por una autopista en donde ya alcanzó su límite máximo de velocidad. Esta es una forma gráfica de entender el análisis que publicó recientemente el Banco Mundial en su informe “Caída de las perspectivas de crecimiento a largo plazo: tendencias, expectativas y políticas”.
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La economía mundial transita por una autopista en donde ya alcanzó su límite máximo de velocidad. Esta es una forma gráfica de entender el análisis que publicó recientemente el Banco Mundial en su informe “Caída de las perspectivas de crecimiento a largo plazo: tendencias, expectativas y políticas”.
Desde la crisis de 2008, la economía mundial venía con el pie puesto en acelerador, creciendo anualmente a niveles que en 2010 rondaron el 4 %. Con el coletazo de la pandemia, en 2020, este indicador volvió a alcanzar niveles tan bajos por el orden del -3 %, experimentando un efecto rebote que lo acercó al 6 % en 2021 para, posteriormente, caer paulatinamente hasta los niveles actuales (se estima que en 2024 el crecimiento del PIB mundial orbitará alrededor del 2 %).
Esta montaña rusa de variaciones macroeconómicas está marcando una tendencia que para el Banco Mundial es clara: se vienen años en los que cada vez más veremos menos incrementos.
Si bien no se habla de una recesión mundial (qué técnicamente es cuando el PIB se mantiene en terreno negativo durante dos trimestres consecutivos), sí es evidente que la palabra “desaceleración” acompañará cada vez más los reportes macroeconómicos de la mayoría de los países en el mundo.
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Como ya lo hemos informado desde El Espectador, hay analistas que creen que, en medio de esta especie de ciclos económicos, es necesario que el PIB se tome un respiro y deje que las cosas se enfríen, pues de lo contrario (y explicado en palabras sencillas) el motor de la economía podría sobrecalentarse y estropearse.
Básicamente eso es lo que se ha intentado hacer, desde los bancos centrales, mediante el alza de las tasas de interés. Lo que se busca es desestimular el consumo para así poner a raya el crecimiento de la inflación, es decir, impedir que el costo de vida siga siendo cada vez mayor. Aunque en terrenos macroeconómicos también habría que analizar el comportamiento de otros elementos como el desempleo, la producción y el comercio exterior.
En suma, aunque hay quienes creen que en economías como la colombiana es necesario que el crecimiento se desacelere (sin decir con esto que vayan a desaparecer los problemas macroeconómicos en el corto plazo), multilaterales como el Banco Mundial ven con preocupación este panorama y hacen un llamado a los gobiernos para que implementen políticas que mitiguen los impactos en su población.
¿Qué dice el informe?
Las previsiones para las economías de mercados emergentes y en desarrollo (EMDE, por sus siglas en inglés) muestran un promedio anual de 3,5 % para los años comprendidos entre el 2022 y 2024. Aunque habrá crecimiento, es evidente la desaceleración al encontrar que esta cifra casi representa la mitad del promedio que alcanzaron entre los años 2000 y 2021.
Los orígenes de este panorama son diversos. Por un lado está las consecuencias de la pandemia, en donde los gobiernos elevaron su gasto social para atender las emergencias que produjo la crisis sanitaria (como el desempleo y el riesgo de incremento en la tasa de pobreza y pobreza extrema); así como la caída en el número de la población en edad de trabajar, la incertidumbre que ha acompañado a la política global (lo cual está acompañado de fenómenos como los estímulos de la inversión); la cautela de muchas naciones hacia las integraciones comerciales (se han elevado los aranceles); y otros eventos importantes que han ganado terreno en la última década, como lo es el impacto del cambio climático y la guerra en Ucrania.
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Esto, evidentemente, plantea una serie de desafíos. En primer lugar está la ralentización de la reducción de la pobreza extrema. Se tenía proyectado que esta disminuyera hasta el 3 % para el año 2030; pero por la situación actual esa meta, según lo dicho por el Banco Mundial, “ahora está fuera de alcance”.
Otro dolor de cabeza es que un crecimiento más lento de la economía tiende a reducir los recursos disponibles para invertir en la solución de problemas propios de la economía mundial. En otras palabras, sin un crecimiento sostenido en la inversión será prácticamente imposible abordar desafíos como el cambio climático.
A esto se suma el desestímulo que acompañará a la creación de empleo, así como el crecimiento de los salarios. Esto, según el organismo multilateral, podría derivar en un terreno fértil para las tensiones sociales y transiciones más lentas de la informalidad a la formalidad.
Por último, un crecimiento más débil a largo plazo reduce los recursos disponibles para pagar el aumento de la carga de la deuda, lo que podría socavar la sostenibilidad de la deuda y conducir a estrés financiero.
No todo es negativo
Escenarios como el actual usualmente están acompañados de políticas públicas que se encaminan por reducir problemas sociales como la pobreza extrema, la desigualdad o combatir el cambio climático.
Para el Banco Mundial esto es positivo, pues los gobiernos podrían abordar estas prioridades con una inversión sostenida, robusta y que fomente el crecimiento de la productividad. “Estos esfuerzos deberán ir acompañados de medidas para promover la inversión en recursos humanos de capital, fomentar la igualdad de género y fortalecer los sistema de protección social”, se lee en el informe.
Es más, en medio de tanto pesimismo el mismo documento enciende una luz en donde se especifica que estas tendencias no necesariamente tienen que ser el destino, es decir, que se pueden adelantar acciones que las reviertan.
Para esto, había que implementar políticas estructurales asociadas a una mayor inversión en capital físico, la mejora del capital humano y un crecimiento más agresivo de la oferta laboral. Esto podría aumentar el potencial del crecimiento de la economía en 0,7 puntos porcentuales al año (entre 2022 y 2030), tanto a nivel mundial como en las economías EMDE.
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En otras palabras, se podría compensar la reducción de 0,4 puntos porcentuales en el crecimiento de lo que resta de la década. “El crecimiento potencial mundial ascendería a 2,9 % por año, por encima de su promedio de 2011-21 de 2,6 %, pero aún muy por debajo de su 2000-10 promedio de 3,5 %; el crecimiento potencial de EMDE, al 4,7 % anual, permaneciendo por debajo de su promedio de 2011-21 de 5,0 % pero por un margen muy reducido. Estas políticas deben ir acompañadas de marcos sólidos que involucren medidas fiscales, monetarias, y políticas del sector financiero. También necesitan ser apoyados por intervenciones de la comunidad global”. precisa el documento.
Recomendaciones del Banco Mundial
Parte de las recomendaciones que hace este organismo multilateral, para mitigar al máximo las afectaciones que involucran una desaceleración de la economía, es que los gobiernos puedan dar tranquilidad a los inversionistas, estableciendo políticas y normas que brinden seguridad financiera y jurídica.
También se aconseja reducir los gastos improductivos, además de los subsidios, para así fortalecer la eficiencia del gasto y la recaudación de los ingresos.
“Para impulsar la inversión privada, las reformas institucionales podrían abordar una
gama de impedimentos e ineficiencias, tales como los altos costos de inicio de negocios, los débiles derechos de propiedad, las políticas laborales y de mercado de productos ineficientes, empresas débiles, gobernabilidad, regulación comercial costosa y los pequeños sectores financieros”, añade.
A esto se suma la fijación de reglas que sean predecibles en el marco de las inversiones, incluso para las asociaciones público privadas. También el aumento de la mano de obra calificada, mejoras en el desarrollo financiero y una mayor apertura comercial.
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