El origen de las brechas de género en el trabajo, según la nobel de economía 2023
Goldin ha pasado más de 50 años investigando las brechas de género en el mercado laboral. Su trabajo abarca 200 años de datos sobre la participación, los ingresos y las tasas de empleo de las mujeres y, este lunes, fue calificado como “novedoso y, en ocasiones, sorprendente” por la Real Academia de las Ciencias de Suecia.
El Premio Nobel de Economía fue introducido hasta 1968, casi 70 años más tarde que los otros cinco galardones tradicionales (Medicina, Física, Química, Literatura y Paz). Desde aquel momento, hombres y mujeres ilustres en el campo de la economía -con aportes destacados a una teoría o actividad- empezaron a ser laureados por la Real Academia de las Ciencias de Suecia.
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El Premio Nobel de Economía fue introducido hasta 1968, casi 70 años más tarde que los otros cinco galardones tradicionales (Medicina, Física, Química, Literatura y Paz). Desde aquel momento, hombres y mujeres ilustres en el campo de la economía -con aportes destacados a una teoría o actividad- empezaron a ser laureados por la Real Academia de las Ciencias de Suecia.
Al igual que el Premio Nobel de Economía, que fue creado con posterioridad a las otras categorías, hay asuntos en la sociedad actual que vienen de mucho tiempo atrás y que solo hasta ahora están tomando el lugar que merecen, como las brechas de género en el mercado laboral.
Este lunes, la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Economía a la estadounidense Claudia Goldin, quien se convirtió en la tercera mujer en recibir esta distinción tras Elinor Ostrom (en 2009) y Esther Duflo (en 2019).
De acuerdo con la Academia, el trabajo de Goldin contribuyó a mejorar “la comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”, a través de una mirada histórica y actual de temas como la participación, los ingresos y las tasas de empleo.
¿Quién es Claudia Goldin?
Claudia Goldin es catedrática de la Universidad de Harvard y fue directora del programa de Desarrollo de la Economía Estadounidense de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos (NBER, por sus siglas en inglés) de 1989 a 2017. Actualmente, es codirectora del grupo de Género en la Economía del NBER.
Ha dedicado más de 50 años de su vida a investigar el rol de la mujer en la economía estadounidense, abarcando temas como la búsqueda de una carrera profesional y familiar por parte de las mujeres, su acceso a la educación superior y el impacto de la píldora anticonceptiva en sus decisiones profesionales.
Antes de que Goldin publicara sus trabajos, en la década de los 90, se creía que el crecimiento económico de Estados Unidos tenía relación directa con el número de mujeres empleadas.
Sin embargo, la catedrática probó que la proporción de mujeres ocupadas obedece a otros factores, como el matrimonio, el mayor acceso a educación, la llegada de la píldora anticonceptiva y un cambio cultural de las expectativas de las mujeres.
Una mirada histórica
Goldin analizó datos de la economía de Estados Unidos en los últimos 200 años y estableció que la participación de las mujeres en el mercado laboral siguió una tendencia en forma de “U”.
Hacia el siglo XVIII, con una sociedad principalmente agrícola, la fuerza laboral femenina estaba al alza, pero fue cayendo estrepitosamente conforme el país se fue industrializando en el siglo XIX. Desde 1940, la fuerza laboral femenina empezó a incrementar con el auge de la industria de los servicios administrativos y hoy evidencia una tendencia positiva.
Pero, ¿es la industrialización, por sí misma, la “culpable” de que la fuerza laboral de las mujeres disminuyera? La curva de Goldin es un recordatorio para los países de que el crecimiento económico no asegura la igualdad de oportunidades.
Para Goldin, la industrialización dificultó que muchas mujeres casadas pudieran trabajar desde casa y compaginar así el trabajo y la familia, dos dimensiones que históricamente han ido de la mano en la vida de las mujeres.
“Esta “U” no es exclusiva de Estados Unidos y es válida en muchos otros países. En otras palabras, no debemos contar con que el crecimiento económico reduzca automáticamente las diferencias de género en el mercado laboral”, resaltó la Academia sueca.
Ahora, ¿por qué la curva de la participación femenina volvió a subir en el último siglo?
Goldin explica que esto tiene que ver con un cambio cultural. Más precisamente, una transformación de las expectativas profesionales de las mujeres y una mayor capacidad de decidir sobre sus vidas, como resultado de un mayor acceso a educación y los métodos anticonceptivos.
La catedrática halló que a principios del siglo XX la mayoría de las mujeres trabajaban unos pocos años antes de casarse y luego abandonaban el mercado laboral, lo que influía en sus opciones educativas.
En la segunda mitad del siglo XX, las mujeres casadas decidían reincorporarse al mercado laboral cuando sus hijos crecían.
“Las oportunidades laborales que las mujeres tenían entonces se basaban en decisiones educativas tomadas quizás 25 años antes, en una época en que, según las normas sociales, no se esperaba que tuvieran una carrera profesional”, resaltó la Academia sueca sobre la investigación de Goldin.
En las últimas décadas, las mujeres son cada vez más propensas a estudiar y, en los países de altos ingresos, Goldin halló que las mujeres suelen tener un nivel de educación superior al de los hombres, lo que incrementa sus opciones en el mercado laboral.
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Las brechas persisten
En el último siglo, la proporción de mujeres con un trabajo remunerado se ha triplicado en muchos países de renta alta, como indicó la Real Academia de las Ciencias de Suecia en su reconocimiento al trabajo de Goldin.
Lo anterior enmarca una de las mayores revoluciones sociales y económicas del mercado laboral, pero todavía hay un largo trecho hacia la equidad entre géneros.
Goldin, por ejemplo, concluyó que cerca de la mitad (50 %) de las mujeres en todo el mundo tiene un empleo remunerado, mientras que la cifra en los hombres es de un 80 %, y si una mujer tiene un empleo, suele ganar menos que un hombre.
Para Goldin es importante hablar de estas diferencias porque impiden un uso más eficiente de los recursos en una economía.
“Si las mujeres no tienen las mismas oportunidades en el mercado laboral, o trabajan en condiciones desiguales, el trabajo y la experiencia se desperdician. Es económicamente ineficaz que los puestos de trabajo no vayan a la persona más cualificada”, postuló la catedrática.
Finalmente, la obra de Goldin es un mensaje para gobiernos y para quienes crean las políticas públicas de empleo para mujeres: si quieren acortar las brechas, deben entender por qué existen y cuáles son esas dinámicas económicas, sociales y culturales que han incidido la participación de las mujeres en el mercado laboral de ayer y de hoy.
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