Las buenas y malas noticias que deja la inflación de 2024 en Colombia
El año cerró con un IPC de 5,2 %, una mejora notable frente a los resultados de 2023, pero a la vez una cierta ralentización frente al ritmo de bajada que mostró el indicador en los últimos cinco meses. Los arriendos siguen siendo un punto de tensión en este panorama.
Santiago La Rotta
El Índice de Precios al Consumidor (IPC) cerró 2024 estable (aunque se esperaba una baja) ubicándose en 5,2 % para su variación anual, o sea, en comparación con el mismo mes de 2023.
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El Índice de Precios al Consumidor (IPC) cerró 2024 estable (aunque se esperaba una baja) ubicándose en 5,2 % para su variación anual, o sea, en comparación con el mismo mes de 2023.
Esto supone un descenso de 4,08 % frente a la cifra con la que culminó 2023, según la información que reveló el DANE este jueves. La cifra nos devuelve a terrenos del IPC que no se veían desde noviembre de 2021.
Desde la mirada anual, el IPC total se explica, principalmente, por la variación de la división de alojamiento y servicios públicos, que aportó más de dos puntos porcentuales del total de 5,2 %.
La variación mensual (es decir, diciembre frente a noviembre de 2024) se ubicó en 0,46 %.
Bajo la perspectiva mensual, los renglones que registraron mayor crecimiento fueron los de restaurantes y hoteles (0,99 %), seguido de alojamiento, agua y electricidad (0,58 %) y alimentos y bebidas no alcohólicas (0,53 %).
“Lo que está pasando en diciembre es el aumento en los precios de las comidas que consumimos fuera del hogar. Esa categoría de restaurantes y hoteles está jalonada por los almuerzos por fuera, las comidas ya preparadas”, indicó Piedad Urdinola, directora del DANE.
Urdinola destacó que el IPC de alimentos a lo largo del 2024 (es decir, el cambio en los precios de los alimentos) cerró por debajo de la inflación general.
Los aumentos que dependen de la inflación
La inflación siempre ha sido un dato fundamental para los hogares, pero ha generado mayores expectativas, mes a mes, desde finales de 2021 cuando inició su escalada, que culminó en un pico alcanzado en marzo de 2023, cuando llegó a 13,34 %.
En la constelación de incrementos que cada año se da en el país intervienen tres factores: el salario mínimo, la UVT y la inflación.
Primero, vale recordar que el Estado emprendió, desde hace varios años, un camino para desligar aumentos del salario mínimo. ¿Por qué? Porque a diferencia del IPC (que es el reflejo de un momento de la economía) o la UVT (que se fija con criterios técnicos), el mínimo está ampliamente influenciado por decisiones política, bien sea que lo empujen hacia arriba o abajo.
Hasta el momento, hay más de 100 servicios y rubros que ya no dependen del mínimo y han sido atados a la UVT (Unidad de Valor Tributario, definida cada año por la DIAN). Pero aún quedan pendientes cerca de 90.
El aumento del IPC se siente, especialmente, en asuntos como peajes, servicios públicos y en vivienda (arriendos e incrementos en administraciones de propiedad horizontal).
Vale aclarar que los incrementos en las administraciones de edificios no están regulados y pueden, si los propietarios lo deciden, no incrementarse siquiera (o hacerlo con el mínimo, en vez del IPC).
Con la inflación del año también se modifican tarifas en algunas matrículas y en rubros de restaurantes y hoteles.
Los ganadores y perdedores de la inflación
En general, es notable la mejoría que registró el IPC en 2024: de 9, 28 % en 2023 al 5,2 % reportado por el DANE este jueves.
Aún así, el país sigue a una distancia considerable de la meta trazada por el Banco de la República, de 3 %. De acuerdo con la mayoría de analistas consultados en la Encuesta de Opinión Financiera de Fedesarrollo (resultados de diciembre), cerraremos 2025 con un IPC de 3,9 %, ya en plena ruta de convergencia hacia la meta.
Los datos de diciembre de 2024 estuvieron levemente por encima de las expectativas de los analistas, que estimaban una inflación de 5,15 % para 2024 en la encuesta Fedesarrollo. Pero más que esto, el resultado de diciembre representa una meseta frente a las cifras de noviembre y frena (al menos de momento) el descenso en el indicador que se veía viendo de forma continua hacía cinco meses.
Para entender cómo llegamos a este punto es clave hablar de varios asuntos.
En el espectro positivo de la ecuación están los alimentos, que para diciembre tuvieron un crecimiento anual de 3,31 % en el IPC, pero contribuyeron apenas 0,63 % en la variación total (5,2 %).
Este dato es más que bienvenido porque representa una baja frente a los datos de hace un año, cuando los alimentos pusieron 1 % de la variación total; en 2022, el peso de la comida en la inflación fue de 5 % de un total de 13,12 % en ese entonces.
Lo que esto muestra es una baja constante de la participación de este rubro en el IPC, algo que es vital pues es uno de los renglones que no sólo le pega a toda la población, sino que lo hace con especial fuerza en los hogares pobres y vulnerables.
La metida en cintura de los alimentos ha permitido que la inflación que experimentan estas clases de hogares esté por debajo de la variación total para el país (5,2 %) y se ubique en 4,94 % para los pobres y en 4,89 % para los vulnerables.
Para Jackeline Piraján, economista principal de Scotiabank Colpatria, “cerca del 40 % de ese descenso de la inflación se atribuye al hecho de que durante 2024 se tuvieron menores alzas en el precio de los combustibles y también se tuvo una estabilidad fuerte e incluso reducciones en el precio de los servicios públicos. Es decir, gran parte de ese proceso de desinflación se debe especialmente a la reducción de los precios que se llaman regulados”.
En el espectro de las noticias malas, se ve que los arriendos fueron el principal motor de la inflación para el año, poniendo 2,13 % del total de 5,2 % que se registró en diciembre.
De cierta forma, este panorama es como mirar en el espejo retrovisor, pues en diciembre de 2023 esta historia fue un poco la misma: el renglón de alojamiento y servicios públicos lideró la contribución anual al IPC del año, con 2,84 %.
El peso de los arriendos se da porque este rubro está ligado al crecimiento del IPC y como venimos de uno de los principales picos inflacionarios en la historia reciente del país, pues es un renglón que también ha pasado al asiento delantero de la inflación en el país.
El peso de la inflación en los arriendos no es menor, si se tiene en cuenta que unos siete millones de familias en Colombia (40,3 % de los hogares) viven bajo esta modalidad, de acuerdo con cifras de Fedelonjas.
Esta modalidad de vivienda ha ido creciendo en popularidad en Colombia, de acuerdo con este gremio: en 2018, la participación del arriendo era de 33,5 %, mientras que para 2023 llegó a 40,3 %. Según Mario Ramírez, presidente de Fedelonjas, “89 % de los hogares que arriendan viven en estratos 1, 2 y 3”,
Si se tiene en cuenta que algunas copropiedades incrementan sus costos de administración en línea con el mínimo, se configura una ecuación particularmente dura para alguien que viva en arriendo en un edificio: sus costos de vivienda subirán poco más de 14 % para este año.
Por otra parte, la presión de los costos de la electricidad sobre el IPC ha cedido un trecho nada despreciable. Y esto es clave en un año en el que los embalses han hecho que el humor nacional alrededor del sistema eléctrico oscile entre calma, tensa calma y bordeando la histeria.
Para diciembre de este año, la variación anual de la electricidad se ubicó en 2,24 %, una mejora notable si se tiene en cuenta que en 2023 este mismo registró fue de 20,74 %. Así mismo, la contribución de este rubro a la inflación general disminuyó: pasando de 0,71 % en 2023 a 0,08 % en 2024.
La inflación y las tasas de interés
El IPC ha impulsado una serie de movimientos por parte del Banco de la República, que arrancó en septiembre de 2021 una dura subida en sus tasas de interés para combatir el pico inflacionario de la pospandemia.
Después de la cumbre de 2023 en este tema, la junta empezó hacia finales del año pasado el consecuente descenso en sus tasas.
Hoy por hoy, el banco central colombiano ha efectuado nueve recortes en las tasas, pero la velocidad de las últimas reducciones ha sido más lenta de las expectativas del mercado. Esto en parte por el comportamiento del IPC, que completó cinco meses continuos de bajas (aunque algunos más arrastrando los pies que a paso firme, si se quiere). Esta senda de bajada se vio interrumpida, justamente, por los resultados de diciembre.
Las decisiones del Banco, plenas en cautela, también han estado motivadas por factores más estructurales, como presiones internacionales sobre la economía colombiana (específicamente sobre el tipo de cambio), pero también por el complejo panorama fiscal que afronta el Gobierno: caída en recaudo, reveses legislativos y un presupuesto para 2025 que hace varios billones pasó de ajustado a insuficiente.
Los datos de diciembre, según César Pabón, director de Investigaciones Económicas de Corficolombiana, podrían llevar a que la junta del Banco reduzca sus tasas en 25 puntos básicos, manteniendo el ritmo del último recorte.
Sin embargo, para Piraján, “proyectamos que las tasas de interés en Colombia en enero tienen riesgo de quedarse estables en el Banco de la República, y que durante todo el resto del año se tendrán recortes mucho más graduales ante este riesgo de que la inflación no toque definitivamente el rango meta durante 2025″.
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