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Continúan las sanciones económicas contra Rusia, y con ellas los cambios drásticos que se puedan generar en la economía global. Este miércoles la titular de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, comunicó la estrategia con la que la unión renunciaría por completo al petróleo ruso en los próximos seis meses, y antes de que finalice el año a los productos que se derivan del crudo.
Este anuncio está cargado de complejidades, no sólo porque se configuraría como la sanción económica más drástica en contra de Rusia (se estima que el 60 % de las exportaciones de petróleo ruso son para países de la OCDE en Europa), sino porque varios países de la Unión Europea manifiestan una alta dependencia de este crudo para mantener en funcionamiento sus industrias.
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Hay que aclarar que este nuevo paquete de medidas debe ser aprobado por unanimidad de los Estados miembros para que sea ejecutado, pues preguntas como de dónde vendrá el crudo una vez cese por completo el suministro ruso y qué impacto tendrá esto en los precios, deben ser tenidas en cuenta.
¿Cómo se ve un mundo sin petróleo ruso?
De acuerdo con cifras de la Agencia Internacional de Energía (AIE), en enero de este año, la producción rusa de petróleo llegó a 11,3 millones de barriles por día (mb/d), detrás apenas de Arabia Saudí y EE.UU., los mayores productores en el planeta. Sin embargo, la industria rusa ha logrado consolidarse como la mayor exportadora de petróleo refinado a los mercados globales y la segunda (después de Arabia Saudí) en ventas internacionales de crudo.
Ahora bien, según la información de la AIE, 60 % de las exportaciones de petróleo ruso se va para países de la OCDE en Europa (20 % sale con destino a China), esto incluye países como Alemania o Francia, por ejemplo.
Las cifras de la AIE muestran que del total de compras alemanas en petróleo, 30 % viene de la industria rusa, lo que no es poco (esta participación llega a 80 % en países como Finlandia, por ejemplo).
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Rusia produce cerca del 40 % del gas que se consume en Europa y representa el 16 % del suministro de este combustible a escala global. Además, es el tercer productor de petróleo en el mundo: antes de que estallara la guerra en Ucrania, se calcula que las exportaciones rusas de crudo y productos refinados cubrían alrededor de 7,5 % de la demanda mundial de petróleo.
Para EE.UU. el petróleo ruso representó alrededor del 3% de todos los envíos de crudo que llegaron a ese país el año pasado, según datos de la Administración de Información de Energía de EE.UU. Hasta antes de la guerra en Ucrania, las importaciones estadounidenses de crudo ruso en 2022 estaban cayendo al ritmo anual más lento desde 2017, según la firma de inteligencia Kpler.
¿Oportunidad de negocio?
En un escenario de precios artificialmente altos, Colombia ve cómo pasa una buena oportunidad de conquistar más mercado, pues no tiene, en este momento, cómo satisfacer el pedido del presidente de Estados Unidos de elevar la producción para tratar de estabilizar el costo del barril petrolero. Tampoco tendría cómo entrar a llenar vacíos en las existencias europeas una vez entre en efecto el veto al petróleo ruso en los países de la UE.
Vale recordar que, según cifras del Ministerio de Minas, 64 % de la producción nacional de hidrocarburos líquidos es consumida en las refinerías del país.
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Directamente, Colombia no va a experimentar un beneficio tangible del embargo de Estados Unidos a Rusia, en la medida en que la producción de hidrocarburos del país, que es sujeta de exportación, ya tiene compradores definidos, explicó Clemencia Gómez, presidenta de la Asociación Colombiana de Geólogos y Geofísicos del Petróleo (ACGGP). “Si Estados Unidos decide comprarle a Colombia parte de esa producción, el precio debe ser mayor, o el descuento por calidad atractivo, lo que se convertiría quizás en una oportunidad de corto plazo, teniendo en cuenta que las ventas de petróleo y gas son a futuro, por lo que debemos cumplir con lo que está comprometido inicialmente”, dice.
Según el presidente de Campetrol, Nelson Castañeda, EE.UU. importó de Rusia un promedio de 672.000 barriles de crudo, mientras que de Colombia fueron 203.000 barriles en 2021. Con el bloqueo a los productos energéticos rusos ordenado por la administración Biden, “nuestro país se podría ver beneficiado con un incremento en las exportaciones hacia EE. UU., debido a que somos una fuente más cercana de crudo. Sin embargo, para poder soportar esta nueva demanda, lo fundamental será incrementar la producción y así poder ocupar parte de este mercado”.
Y este aumento de producción, sin embargo, no es inmediato ni fácil. Ecopetrol indicó que el año pasado la producción registró 679.000 barriles promedio anual y con una meta para 2022 de superar los 700.000 barriles.
Este año se esperan inversiones para la búsqueda de hidrocarburos por US$4.000 millones, según Francisco José Lloreda, presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo y Gas (ACP).
¿Cómo reemplazar la producción rusa?
El punto de fondo acá es que reemplazar los barriles rusos es una operación tan delicada como lenta, hasta un punto: pocos países pueden entrar a suplir parte de lo que Rusia dejará de aportar en la ecuación energética, tanto a escala global, como para mercados determinados.
Los primeros cálculos de entidades como la Agencia Internacional de Energía, la OPEP y firmas de consultoría dan cuenta que sólo Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait pueden responder prontamente al llamado mundial de tener más petróleo, un requerimiento que, además, se da en momentos en los que la oferta y la demanda ya se encuentran tensionadas.
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Las otras opciones son Irán y Venezuela, que podrían aportar en conjunto más de 1,5 millones de barriles diarios en los escenarios más optimistas (e inmediatos). Pero estas opciones vienen con complicaciones que van desde lo geopolítico, hasta lo logístico.
En el primer caso, aún hace falta volver a poner en marcha el acuerdo nuclear con Teherán, que a su vez permitiría levantar las restricciones al comercio del crudo iraní. Y en el segundo hacen falta miles de millones de dólares, además de meses (quizá), para poner a punto nuevamente el complejo petrolero venezolano, que lleva durmiendo el sueño del óxido y el abandono desde hace varios años.
Así las cosas, reemplazar los barriles rusos podría, entonces, tomar un tiempo y en ese periodo los precios podrían seguir elevándose. Esto haría que se filtraran, vía combustibles, hasta las personas en países que nada tienen que ver con la guerra en Ucrania: tanquear el carro, comprar un tique de avión o conseguir insumos para una variedad de industrias (desde la petroquímica hasta la agrícola) podrían ser actividades que terminan encareciéndose por cuenta de la sacada de Rusia del panorama energético global.
En Colombia, hasta el momento, los combustibles no han subido gracias al colchón que ejerce el hecho de que somos un país que exporta crudo, además de la protección que ha brindado el Fondo para la Estabilización de Precios de Combustibles (Fepc): A través de este Fondo se subsidia el precio de la gasolina y el diésel para los consumidores colombianos, justamente para blindar a los usuarios de la volatilidad en los mercados internacionales.
Sin embargo, este fondo cuenta con un déficit que se acerca a los $7,8 billones.
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