Lo que los datos de la economía nos dicen sobre cómo acabará 2021
Con la batería de información del primer semestre ya completa es posible dilucidar cuál será el camino que transitará el país de cara al cierre del segundo año de la pandemia. La recuperación se antoja rápida en ciertos renglones, pero sigue preocupando el empleo y la dependencia al petróleo.
Santiago La Rotta
Las más recientes cifras de desempleo publicadas por el DANE la semana pasada, que se sumaron a datos de exportaciones y pobreza multidimensional, permiten obtener una vista panorámica, y con detalles, acerca de cómo va la economía en el año de la reactivación del país.
Esta perspectiva permite no sólo echar una ojeada sobre cómo vamos, sino tratar de dilucidar cómo nos irá de cara al segundo semestre del año y algunos datos ya han comenzado a ofrecer evidencia acerca de por dónde va el agua al molino.
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El estado de la economía, además, está enmarcado en la recuperación después del primer año de la pandemia. Aquí juegan variables como los avances en la vacunación, las medidas de contención ante posibles nuevos picos de contagio y la diseminación de nuevas variantes del coronavirus, como la delta, que han comenzado a hacer estragos en sistemas sanitarios (y económicos) en todo el mundo.
Antes que nada, vale la pena aclarar que varios de los indicadores actuales muestran crecimientos extraordinarios. Y, aunque son noticias para celebrar de cierta forma, también hay que tomarlas con cautela. ¿Por qué?: porque al compararse con uno de los años más atípicos y nefastos en materia económica, prácticamente cualquier indicador va a mostrar mejorías y, en muchos casos, cifras también atípicas.
Analistas y académicos han advertido contra esta ola de euforia instantánea, más aún en un año preelectoral, pues puede nublar la visión de largo plazo y la sensatez de ver que, debajo de indicadores que parecieran extraordinarios, lo que hay es una recuperación más moderada y leve de lo que a primera vista se podría observar. Entonces, si bien todo el mundo parece estar sediento de buenas noticias, la champaña habría que reservarla para dentro de un tiempo, al menos por precaución.
Aclarado esto, entonces, lo primero que habría que revisarse aquí es cómo va el crecimiento económico, expresado a través del PIB. Los datos más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) comprenden el análisis del segundo trimestre de este año. Y por aquí comienzan las cifras espectaculares: la economía colombiana alcanzó este trimestre el crecimiento más alto del siglo: 17,6 % entre abril y junio de 2021. La expansión del PIB se ubicó por encima de todas las proyecciones, que se movían en un rango del 9,3 y 15,8 %.
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La dinámica de producción y consumo de junio explican gran parte de este resultado, pues solo el sexto mes del año tuvo un aumento del 14,5 %. Al cierre del trimestre las ramas de comercio, que incluyen mantenimiento, transporte, almacenamiento, alojamiento y servicios de comida (crecimiento de 37,4 %), de industria manufacturera (23 %) y de actividades artísticas, entretenimiento y recreación (86,4 %) fueron las que más aportaron, con 10,8 puntos porcentuales.
En su momento, el director del DANE, Juan Daniel Oviedo, recordó que justo en estas actividades se vio la mayor contracción económica de la historia reciente del país hace un año, específicamente al cierre del segundo semestre de 2020, cuando tuvieron lugar las mayores restricciones a la movilidad. Esto ayuda a reforzar la aclaración que se hizo respecto del efecto base, el piso de comparación para mirar los números bajo una luz un poco más ajustada.
Por su parte, el Ministerio de Hacienda aseguró que las cifras del DANE permiten calcular una tasa de crecimiento semestral cercana al 9 %, “un punto porcentual por encima de lo que habíamos fijado en el Marco Fiscal de Mediano Plazo”, dijo a mediados de agosto José Manuel Restrepo, titular de la cartera. De hecho, destacó que la cifra del segundo trimestre de 2021 está 0,4 puntos porcentuales por encima del PIB de 2019, cuando no había pandemia, en términos reales, “otra demostración de que estamos en un proceso de reactivación en marcha que genera crecimiento y oportunidades de empleo”.
Oportunidades de empleo
Esta frase es clave para el análisis, pues el país parece ir caminando una fina línea entre crecer en términos del PIB, pero no hacerlo de la mano de la creación de más, y mejor empleo.
Lo cierto es que, antes de la pandemia, ya rondaba el fantasma del desempleo. “Antes del COVID-19 veníamos con una actividad económica positiva, pero el mercado laboral no estaba funcionando bien, con una caída en empleo que se veía en todo ese primer año de gobierno de Duque”, como lo caracterizó Marc Hofstetter, profesor de la U. de los Andes y columnista de este diario.
El desempleo es uno de los mayores problemas actuales de la economía colombiana, en conjunto con los asuntos fiscales. Y ambos son temas que no solo preocupan ahora, sino que serán parte de los retos que asumirá el próximo gobierno.
En el papel, las cifras de desempleo están cediendo frente a las mediciones de 2020. Por ejemplo, para julio de este año, la tasa de desempleo registró una cuarta baja consecutiva: para ese mes, el indicador descendió 5,9 %, ubicándose en 14,3 %, frente a la cifra registrada en el mismo periodo de 2020, cuando llegó a ser de 20,2 %.
Las cifras reveladas por el DANE permiten ver una recuperación del mercado laboral que, si bien lleva varios meses de ser sostenida, aún no logra cerrar la brecha con los niveles de empleo prepandemia y, claro, ofrecer mejorías frente a esos.
“En siete meses de 2021 la primera relación que observamos es que después de haber visto una contracción de 4,2 millones de personas que salieron de la ocupación en julio de 2020, el país va observando un crecimiento de 2,9 millones de puestos de trabajo. Eso quiere decir que en el saldo a julio estamos corrigiendo el 70 % de esa contracción. Y esto es un elemento importante porque en junio estábamos corrigiendo 53 % de la contracción registrada frente a junio de 2020”, según Oviedo.
Sin embargo, a pesar de los buenos resultados de julio, aún hacen falta por recuperar 1,2 millones de empleos frente a las cifras de julio de 2019, tomando este mes como referente prepandemia. Según los cálculos del DANE, aún hay 827.000 personas de más en el desempleo, en comparación con julio de hace dos años.
Y aquí hay que recordar prontamente que la pandemia ha exacerbado el sesgo de género en contra de la mujer que ya arrastraba el sistema laboral colombiano antes del COVID-19. Entonces, los números de julio comienzan a palidecer cuando se comparan contra las cifras de 2019: de los 1,2 millones de puestos de trabajo que aún hay por recuperar (frente a julio de 2019), más de un millón están asociados con mujeres y apenas 210.000 lo están con hombres. “En el legado de la pandemia tenemos que, por cada hombre que perdió su puesto de trabajo, cinco mujeres lo hicieron”, dijo Oviedo durante la más reciente presentación de estos resultados.
Para Diego Guevara, profesor de la Escuela de Economía de la U. Nacional de Colombia, “el desempleo este año se va a mantener alrededor del 14 %. Si uno lo compara con el año pasado, pues, claro, todo mejora. Pero sigue siendo una cifra dramática. Sobre todo cuando hace un mes el Gobiernos se sentía muy orgulloso del crecimiento económico de 17 %”.
Lea también: Cómo impulsar la reactivación económica y la creación de empleo
A pesar de las mejorías que se siguen registrando, que en buena parte están atadas a la reanudación de labores y actividades de la economía en general, el empleo sigue siendo un factor de preocupación para prácticamente todo el mundo.
Fedesarrollo, por ejemplo, ha emitido varias advertencias al respecto. La primera vino en junio de este año, cuando el centro de análisis ajustó al alza sus proyecciones de crecimiento. Y a través de su director, Luis Fernando Mejía, el mensaje fue repetido a principios de agosto: “Se está materializando uno de los grandes riesgos que habíamos identificado este año: crecimiento sin recuperación del empleo”.
Sobre este posible fenómeno, que se conoce popularmente en inglés como jobless growth, Oviedo explicó la semana pasada que lo que puede estar pasando es que, en general, se está viendo un aumento en el número de horas trabajadas. “El aparato productivo está utilizando la mano de obra una mayor cantidad de horas y no necesariamente está haciendo vinculaciones similares a las que se tenían antes de la pandemia”. Entonces, sería algo por el lado de menos contrataciones, más horas trabajadas.
“Hay que insistir en que no hay una consistencia entre el crecimiento del país y la reducción del desempleo. Esto lo que muestra es que la recuperación no es tan sólida”.
Recuperación en clave de lo de siempre
La frase ya es famosa, aunque parece ser anónima de lo mucho que ha sido repetida para este punto: la mejor política económica es la vacunación.
Paralelo al avance de la vacunación, las políticas de reactivación y recuperación en Colombia van de la mano de recetas clásicas, como inversiones masivas en infraestructura (como fórmula de creación de empleo, además).
Y si bien estas son recetas que ya han sido probadas en otros momentos de crisis (y que en una medida pueden inscribirse en la doctrina de John Maynard Keynes) también enmascaran posibles peligros de cara a la eficacia de la recuperación en el largo plazo.
La hoja de ruta de la reactivación, entre otros elementos, la estableció un Conpes en esta materia que fue aprobado en febrero de este año. El documento se centra en cuatro campos macro: la creación y reactivación del empleo, el crecimiento limpio y sostenible, atender a la población más vulnerable e impulsar el campo (en material social y económica).
En términos generales, toda la estrategia contempla inversiones por más de $135 billones. Su horizonte de aplicación va desde el año pasado (con acciones que ya han sido implementadas, como el programa Ingreso Solidario, por ejemplo) hasta 2026.
El eje de empleo es uno de los más ambiciosos en la estrategia y contempla que la inversión se hará casi que por mitades entre el sector privado y el gobierno central. En este renglón se da una prioridad altísima a los proyectos de infraestructura, como la construcción de vías (desde nacionales a terciarias) y modernización de aeropuertos, por ejemplo. Por sectores, el que más participación tiene en este punto de la estrategia es, sin sorpresas, el de transporte (43 %), seguido de vivienda (22,1 %), minas y energía (19,9 %) y cultura (7,6 %).
Aparte de las inversiones en infraestructura, el país ha abierto nuevas estrategias para crecer en exportaciones de servicios, alimentos procesados y productos agrícolas, más allá del café y las flores.
Lea también: ¿Cómo va la recuperación global de las economías?
La estrategia fue lanzada por el Gobierno el año pasado y como parte de sus metas se incluyen, por ejemplo, que 788 empresas logren exportar más de US$1.670 millones en servicios basados en conocimiento, de acuerdo con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. La idea es que en 2022 será de US$950 millones en exportaciones reportadas y 354 empresas acompañadas por ProColombia.
Sin embargo, al margen de esto, o en paralelo, el sector que sigue impulsando las exportaciones colombianas es el de combustibles e hidrocarburos. En julio de 2021, las exportaciones colombianas crecieron 27,4 % frente al mismo mes de 2020, dichas ventas alcanzaron los US$3.252,4 millones. Según el DANE, el incremento en el séptimo mes del año se debió principalmente al crecimiento de 32,6 % en las ventas externas de combustibles. Estas participaron con 40,3 % del total de las exportaciones, seguidas por manufacturas (25,6 %), agropecuarios, alimentos y bebidas (25,0 %) y otros sectores (9,1 %).
En julio de 2021 las exportaciones de combustibles y productos de las industrias extractivas fueron de US$1.309,6 millones y tuvieron un crecimiento de 32,6 % frente a julio de 2020.
Uno de los pesos de la economía colombiana es, como lo dice Hofstetter, la “dependencia en un sector exportador pequeño, concentrado en hidrocarburos”.
Esto expone a la economía nacional, como ya se vio en 2014, a los vaivenes de los precios internacionales del crudo, que son gobernados por una multitud de factores que poco tienen que ver con Colombia, pero que sí tienen consecuencias duras y crudas en el país.
El mercado del petróleo es un asunto volátil y, en medio de un contexto de pandemia y recuperación económica global, esa volatilidad se expresa de esta forma. Para finales de agosto, los precios internacionales caían por cuenta del aumento de casos (derivados, principalmente, de la expansión de la variante delta). Para ese momento, los indicadores llevaban una semana de caídas continuas y en solo un día ambas referencias (Brent y WTI) se acercaban a pérdidas del 10 %.
Sin embargo, los precios volvieron a subir 5 % el lunes 23 de agosto ante el no registro de nuevos casos en China, lo que amplió las expectativas de que la segunda economía más grande del mundo, y que ocupa el mismo lugar en consumo de petróleo, continuara con un apetito firme que siguiera impulsando hacia arriba la demanda.
Depender tan fuertemente de un mercado voluble expone las finanzas del Estado y el gasto social, entre otros asuntos, justo en momentos en los que la recuperación global comienza a presentar signos de interrogación por cuenta de la expansión de la variante delta y de las presiones sobre inflación que está generando el regreso del consumo de los hogares.
A esto hay que sumarle los peligros de seguir apostando todo a las llamadas locomotoras minero-energéticas cuando sabemos que el planeta está cambiando más allá del punto de retorno. De acuerdo con Nicole Schwab, codirectora de Soluciones Basadas en la Naturaleza del Foro Económico Mundial (FEM), “Es vital que comencemos a pensar en el capital natural de la misma forma que lo hacemos con el dinero o la infraestructura. Podemos encontrar caminos que no impacten la economía, sino que encuentren nuevos empleos. Necesitamos una economía que no deprede la naturaleza, sino una que la restaure y en el proceso cree valor agregado”.
Lea también: Pensar el cambio climático desde la economía
De acuerdo con Marcela Eslava, decana de Economía de la U. de los Andes, uno de los retos urgentes en el país, “pero siempre postergado”, es “un compromiso efectivo con el crecimiento verde, donde por efectividad no entendamos simplemente crear las estrategias ni simplemente implementar algunas acciones, sino implementarlas y mostrar sus resultados efectivos en disminución de emisiones, recuperación de la capa boscosa y vegetal, etc”.
Si bien el país camina hacia una transición energética, con la ampliación de producción de electricidad proveniente de fuentes renovables, los primeros signos de la recuperación parecen indicar que, buscando la salida económica de la pandemia, caminaremos los caminos que ya transitábamos antes de una crisis que cambió todo, o casi todo.
Las más recientes cifras de desempleo publicadas por el DANE la semana pasada, que se sumaron a datos de exportaciones y pobreza multidimensional, permiten obtener una vista panorámica, y con detalles, acerca de cómo va la economía en el año de la reactivación del país.
Esta perspectiva permite no sólo echar una ojeada sobre cómo vamos, sino tratar de dilucidar cómo nos irá de cara al segundo semestre del año y algunos datos ya han comenzado a ofrecer evidencia acerca de por dónde va el agua al molino.
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El estado de la economía, además, está enmarcado en la recuperación después del primer año de la pandemia. Aquí juegan variables como los avances en la vacunación, las medidas de contención ante posibles nuevos picos de contagio y la diseminación de nuevas variantes del coronavirus, como la delta, que han comenzado a hacer estragos en sistemas sanitarios (y económicos) en todo el mundo.
Antes que nada, vale la pena aclarar que varios de los indicadores actuales muestran crecimientos extraordinarios. Y, aunque son noticias para celebrar de cierta forma, también hay que tomarlas con cautela. ¿Por qué?: porque al compararse con uno de los años más atípicos y nefastos en materia económica, prácticamente cualquier indicador va a mostrar mejorías y, en muchos casos, cifras también atípicas.
Analistas y académicos han advertido contra esta ola de euforia instantánea, más aún en un año preelectoral, pues puede nublar la visión de largo plazo y la sensatez de ver que, debajo de indicadores que parecieran extraordinarios, lo que hay es una recuperación más moderada y leve de lo que a primera vista se podría observar. Entonces, si bien todo el mundo parece estar sediento de buenas noticias, la champaña habría que reservarla para dentro de un tiempo, al menos por precaución.
Aclarado esto, entonces, lo primero que habría que revisarse aquí es cómo va el crecimiento económico, expresado a través del PIB. Los datos más recientes del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) comprenden el análisis del segundo trimestre de este año. Y por aquí comienzan las cifras espectaculares: la economía colombiana alcanzó este trimestre el crecimiento más alto del siglo: 17,6 % entre abril y junio de 2021. La expansión del PIB se ubicó por encima de todas las proyecciones, que se movían en un rango del 9,3 y 15,8 %.
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La dinámica de producción y consumo de junio explican gran parte de este resultado, pues solo el sexto mes del año tuvo un aumento del 14,5 %. Al cierre del trimestre las ramas de comercio, que incluyen mantenimiento, transporte, almacenamiento, alojamiento y servicios de comida (crecimiento de 37,4 %), de industria manufacturera (23 %) y de actividades artísticas, entretenimiento y recreación (86,4 %) fueron las que más aportaron, con 10,8 puntos porcentuales.
En su momento, el director del DANE, Juan Daniel Oviedo, recordó que justo en estas actividades se vio la mayor contracción económica de la historia reciente del país hace un año, específicamente al cierre del segundo semestre de 2020, cuando tuvieron lugar las mayores restricciones a la movilidad. Esto ayuda a reforzar la aclaración que se hizo respecto del efecto base, el piso de comparación para mirar los números bajo una luz un poco más ajustada.
Por su parte, el Ministerio de Hacienda aseguró que las cifras del DANE permiten calcular una tasa de crecimiento semestral cercana al 9 %, “un punto porcentual por encima de lo que habíamos fijado en el Marco Fiscal de Mediano Plazo”, dijo a mediados de agosto José Manuel Restrepo, titular de la cartera. De hecho, destacó que la cifra del segundo trimestre de 2021 está 0,4 puntos porcentuales por encima del PIB de 2019, cuando no había pandemia, en términos reales, “otra demostración de que estamos en un proceso de reactivación en marcha que genera crecimiento y oportunidades de empleo”.
Oportunidades de empleo
Esta frase es clave para el análisis, pues el país parece ir caminando una fina línea entre crecer en términos del PIB, pero no hacerlo de la mano de la creación de más, y mejor empleo.
Lo cierto es que, antes de la pandemia, ya rondaba el fantasma del desempleo. “Antes del COVID-19 veníamos con una actividad económica positiva, pero el mercado laboral no estaba funcionando bien, con una caída en empleo que se veía en todo ese primer año de gobierno de Duque”, como lo caracterizó Marc Hofstetter, profesor de la U. de los Andes y columnista de este diario.
El desempleo es uno de los mayores problemas actuales de la economía colombiana, en conjunto con los asuntos fiscales. Y ambos son temas que no solo preocupan ahora, sino que serán parte de los retos que asumirá el próximo gobierno.
En el papel, las cifras de desempleo están cediendo frente a las mediciones de 2020. Por ejemplo, para julio de este año, la tasa de desempleo registró una cuarta baja consecutiva: para ese mes, el indicador descendió 5,9 %, ubicándose en 14,3 %, frente a la cifra registrada en el mismo periodo de 2020, cuando llegó a ser de 20,2 %.
Las cifras reveladas por el DANE permiten ver una recuperación del mercado laboral que, si bien lleva varios meses de ser sostenida, aún no logra cerrar la brecha con los niveles de empleo prepandemia y, claro, ofrecer mejorías frente a esos.
“En siete meses de 2021 la primera relación que observamos es que después de haber visto una contracción de 4,2 millones de personas que salieron de la ocupación en julio de 2020, el país va observando un crecimiento de 2,9 millones de puestos de trabajo. Eso quiere decir que en el saldo a julio estamos corrigiendo el 70 % de esa contracción. Y esto es un elemento importante porque en junio estábamos corrigiendo 53 % de la contracción registrada frente a junio de 2020”, según Oviedo.
Sin embargo, a pesar de los buenos resultados de julio, aún hacen falta por recuperar 1,2 millones de empleos frente a las cifras de julio de 2019, tomando este mes como referente prepandemia. Según los cálculos del DANE, aún hay 827.000 personas de más en el desempleo, en comparación con julio de hace dos años.
Y aquí hay que recordar prontamente que la pandemia ha exacerbado el sesgo de género en contra de la mujer que ya arrastraba el sistema laboral colombiano antes del COVID-19. Entonces, los números de julio comienzan a palidecer cuando se comparan contra las cifras de 2019: de los 1,2 millones de puestos de trabajo que aún hay por recuperar (frente a julio de 2019), más de un millón están asociados con mujeres y apenas 210.000 lo están con hombres. “En el legado de la pandemia tenemos que, por cada hombre que perdió su puesto de trabajo, cinco mujeres lo hicieron”, dijo Oviedo durante la más reciente presentación de estos resultados.
Para Diego Guevara, profesor de la Escuela de Economía de la U. Nacional de Colombia, “el desempleo este año se va a mantener alrededor del 14 %. Si uno lo compara con el año pasado, pues, claro, todo mejora. Pero sigue siendo una cifra dramática. Sobre todo cuando hace un mes el Gobiernos se sentía muy orgulloso del crecimiento económico de 17 %”.
Lea también: Cómo impulsar la reactivación económica y la creación de empleo
A pesar de las mejorías que se siguen registrando, que en buena parte están atadas a la reanudación de labores y actividades de la economía en general, el empleo sigue siendo un factor de preocupación para prácticamente todo el mundo.
Fedesarrollo, por ejemplo, ha emitido varias advertencias al respecto. La primera vino en junio de este año, cuando el centro de análisis ajustó al alza sus proyecciones de crecimiento. Y a través de su director, Luis Fernando Mejía, el mensaje fue repetido a principios de agosto: “Se está materializando uno de los grandes riesgos que habíamos identificado este año: crecimiento sin recuperación del empleo”.
Sobre este posible fenómeno, que se conoce popularmente en inglés como jobless growth, Oviedo explicó la semana pasada que lo que puede estar pasando es que, en general, se está viendo un aumento en el número de horas trabajadas. “El aparato productivo está utilizando la mano de obra una mayor cantidad de horas y no necesariamente está haciendo vinculaciones similares a las que se tenían antes de la pandemia”. Entonces, sería algo por el lado de menos contrataciones, más horas trabajadas.
“Hay que insistir en que no hay una consistencia entre el crecimiento del país y la reducción del desempleo. Esto lo que muestra es que la recuperación no es tan sólida”.
Recuperación en clave de lo de siempre
La frase ya es famosa, aunque parece ser anónima de lo mucho que ha sido repetida para este punto: la mejor política económica es la vacunación.
Paralelo al avance de la vacunación, las políticas de reactivación y recuperación en Colombia van de la mano de recetas clásicas, como inversiones masivas en infraestructura (como fórmula de creación de empleo, además).
Y si bien estas son recetas que ya han sido probadas en otros momentos de crisis (y que en una medida pueden inscribirse en la doctrina de John Maynard Keynes) también enmascaran posibles peligros de cara a la eficacia de la recuperación en el largo plazo.
La hoja de ruta de la reactivación, entre otros elementos, la estableció un Conpes en esta materia que fue aprobado en febrero de este año. El documento se centra en cuatro campos macro: la creación y reactivación del empleo, el crecimiento limpio y sostenible, atender a la población más vulnerable e impulsar el campo (en material social y económica).
En términos generales, toda la estrategia contempla inversiones por más de $135 billones. Su horizonte de aplicación va desde el año pasado (con acciones que ya han sido implementadas, como el programa Ingreso Solidario, por ejemplo) hasta 2026.
El eje de empleo es uno de los más ambiciosos en la estrategia y contempla que la inversión se hará casi que por mitades entre el sector privado y el gobierno central. En este renglón se da una prioridad altísima a los proyectos de infraestructura, como la construcción de vías (desde nacionales a terciarias) y modernización de aeropuertos, por ejemplo. Por sectores, el que más participación tiene en este punto de la estrategia es, sin sorpresas, el de transporte (43 %), seguido de vivienda (22,1 %), minas y energía (19,9 %) y cultura (7,6 %).
Aparte de las inversiones en infraestructura, el país ha abierto nuevas estrategias para crecer en exportaciones de servicios, alimentos procesados y productos agrícolas, más allá del café y las flores.
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La estrategia fue lanzada por el Gobierno el año pasado y como parte de sus metas se incluyen, por ejemplo, que 788 empresas logren exportar más de US$1.670 millones en servicios basados en conocimiento, de acuerdo con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. La idea es que en 2022 será de US$950 millones en exportaciones reportadas y 354 empresas acompañadas por ProColombia.
Sin embargo, al margen de esto, o en paralelo, el sector que sigue impulsando las exportaciones colombianas es el de combustibles e hidrocarburos. En julio de 2021, las exportaciones colombianas crecieron 27,4 % frente al mismo mes de 2020, dichas ventas alcanzaron los US$3.252,4 millones. Según el DANE, el incremento en el séptimo mes del año se debió principalmente al crecimiento de 32,6 % en las ventas externas de combustibles. Estas participaron con 40,3 % del total de las exportaciones, seguidas por manufacturas (25,6 %), agropecuarios, alimentos y bebidas (25,0 %) y otros sectores (9,1 %).
En julio de 2021 las exportaciones de combustibles y productos de las industrias extractivas fueron de US$1.309,6 millones y tuvieron un crecimiento de 32,6 % frente a julio de 2020.
Uno de los pesos de la economía colombiana es, como lo dice Hofstetter, la “dependencia en un sector exportador pequeño, concentrado en hidrocarburos”.
Esto expone a la economía nacional, como ya se vio en 2014, a los vaivenes de los precios internacionales del crudo, que son gobernados por una multitud de factores que poco tienen que ver con Colombia, pero que sí tienen consecuencias duras y crudas en el país.
El mercado del petróleo es un asunto volátil y, en medio de un contexto de pandemia y recuperación económica global, esa volatilidad se expresa de esta forma. Para finales de agosto, los precios internacionales caían por cuenta del aumento de casos (derivados, principalmente, de la expansión de la variante delta). Para ese momento, los indicadores llevaban una semana de caídas continuas y en solo un día ambas referencias (Brent y WTI) se acercaban a pérdidas del 10 %.
Sin embargo, los precios volvieron a subir 5 % el lunes 23 de agosto ante el no registro de nuevos casos en China, lo que amplió las expectativas de que la segunda economía más grande del mundo, y que ocupa el mismo lugar en consumo de petróleo, continuara con un apetito firme que siguiera impulsando hacia arriba la demanda.
Depender tan fuertemente de un mercado voluble expone las finanzas del Estado y el gasto social, entre otros asuntos, justo en momentos en los que la recuperación global comienza a presentar signos de interrogación por cuenta de la expansión de la variante delta y de las presiones sobre inflación que está generando el regreso del consumo de los hogares.
A esto hay que sumarle los peligros de seguir apostando todo a las llamadas locomotoras minero-energéticas cuando sabemos que el planeta está cambiando más allá del punto de retorno. De acuerdo con Nicole Schwab, codirectora de Soluciones Basadas en la Naturaleza del Foro Económico Mundial (FEM), “Es vital que comencemos a pensar en el capital natural de la misma forma que lo hacemos con el dinero o la infraestructura. Podemos encontrar caminos que no impacten la economía, sino que encuentren nuevos empleos. Necesitamos una economía que no deprede la naturaleza, sino una que la restaure y en el proceso cree valor agregado”.
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De acuerdo con Marcela Eslava, decana de Economía de la U. de los Andes, uno de los retos urgentes en el país, “pero siempre postergado”, es “un compromiso efectivo con el crecimiento verde, donde por efectividad no entendamos simplemente crear las estrategias ni simplemente implementar algunas acciones, sino implementarlas y mostrar sus resultados efectivos en disminución de emisiones, recuperación de la capa boscosa y vegetal, etc”.
Si bien el país camina hacia una transición energética, con la ampliación de producción de electricidad proveniente de fuentes renovables, los primeros signos de la recuperación parecen indicar que, buscando la salida económica de la pandemia, caminaremos los caminos que ya transitábamos antes de una crisis que cambió todo, o casi todo.