Luces y sombras de la reforma tributaria
Lo único que pareciera absolutamente cierto en el panorama económico del país es que el próximo gobierno deberá recorrer el desgastado camino de aprobar, de nuevo, una reforma tributaria. El ministro de Hacienda y una doctora en economía ofrecen sus visiones sobre el que quizá sea el último gran impulso legislativo de la era Duque.
José Manuel Restrepo - María Fernanda Valdéz
Una ley construida con la gente y para la gente - José Manuel Restrepo *
El año pasado vivimos el mayor choque económico y social de la historia reciente del país. Con la llegada del COVID-19, el Gobierno Nacional implementó una rápida respuesta de política que, sumada a la resiliencia de la economía, contribuyó a mitigar los impactos de la pandemia. Sin embargo, los ingresos de la nación se vieron fuertemente afectados con respecto a 2019, llevándonos a un déficit fiscal del Gobierno Nacional de -7,8 % en 2020, que además aumentó los niveles de deuda pública.
Para nadie es un secreto que las finanzas públicas cerraron 2020 fuertemente golpeadas. Pero esto no podía ser una excusa para frenar programas sociales tan exitosos como Ingreso Solidario, que llegó a 3,6 millones de hogares vulnerables con una transferencia mensual de $160.000, o el Programa de Apoyo al Empleo Formal (PAEF), que logró beneficiar a más de cuatro millones de empleados. Los hogares colombianos tenían una evidente necesidad de continuar con los beneficios que recibieron durante la pandemia y las finanzas públicas pedían a gritos una disponibilidad de recursos que nos permitiera recorrer la pista hasta llegar a la meta. Era necesaria una reforma que hiciera énfasis en lo social y dispusiese de nuevas fuentes.
Desde el principio tuvimos claro que la reforma que trabajáramos debía ser construida con la gente y para la gente. Teníamos que escuchar al ciudadano de a pie, reconocer sus necesidades y el impacto que había generado la pandemia sobre sus actividades laborales. Pero esto no lo podíamos hacer desde el edificio del Ministerio; para construir una reforma de la gente, teníamos que ir a hablar con ella.
Para más información sobre el tema: ¿Qué trae la tercera reforma tributaria que se aprueba en tres años?
Durante casi tres meses escuchamos a los colombianos. Desde el Congreso de la República, los presidentes de las Comisiones Económicas coordinaron cuatro foros con el Gobierno Nacional, expertos, académicos, sindicatos y estudiantes, entre otros. Estos encuentros tuvieron como objetivo iniciar la socialización del proyecto con la opinión pública, en el ejercicio de la democracia. También visitamos las regiones Caribe, Tolima y Huila, Amazonas, Orinoquia, Antioquia, Eje Cafetero, Santanderes, Boyacá, suroccidente y Pacífico, para construir consensos en torno a la inversión social, y habilitamos una página web a través de la cual recibimos más de 2.000 propuestas de los ciudadanos.
Tengo la certeza de que jamás en la historia del país se había trabajado en una reforma de la mano de los colombianos como lo hicimos con esta. Y como el corazón de la reforma son los vulnerables, decidimos llamarla Ley de Inversión Social. Gracias a que fue la ley más divulgada, consensuada y debatida públicamente, tuvo una gran acogida en el Congreso de la República. Prueba de lo anterior son las votaciones en primer y segundo debate, donde en este último se aprobó el proyecto de ley con 124 votos en Cámara y 76 en el Senado.
La Ley de Inversión Social tiene cuatro columnas vertebrales: social, de reactivación económica, de sostenibilidad de las finanzas públicas y de fuentes de financiación permanentes.
La columna social es tal vez la propuesta más ambiciosa en materia de gasto social que se ha presentado en los últimos años, pues beneficia a cerca de 4,1 millones de hogares, a quienes se les extenderá el apoyo que brinda el Programa Ingreso Solidario e incluye educación gratuita y de calidad para cerca de 700.000 jóvenes de las familias más vulnerables de los estratos 1, 2 y 3. También beneficia a más de 500.000 jóvenes entre 18 y 28 años, a más de 200.000 mujeres que podrán acceder a un contrato laboral con prestaciones sociales y a cerca de 250.000 ciudadanos con ingresos de hasta tres salarios mínimos que podrán recuperar los empleos perdidos, gracias al apoyo que recibirán los empleadores que los contraten.
La columna de reactivación económica incluye a las micro y pequeñas empresas, pues cerca de 1,4 millones de empleados se beneficiarán con el PAEF y más de 500.000 empresas lo harán de la reducción y simplificación de su carga tributaria a través del régimen simple.
Puede leer: El Congreso le dio el aval a la tercera reforma tributaria del Gobierno Duque
Asimismo, los empresarios afectados por el paro recibirán un subsidio y podrán incrementar sus ventas con los días sin IVA. En esta columna también se benefician los municipios, ciudades capitales y departamentos, a quienes se les están habilitando mecanismos para impulsar proyectos estratégicos para la reactivación y el mantenimiento de la operación de los sistemas de transporte, entre otras.
Con la tercera columna se enviará un mensaje claro de compromiso con la sostenibilidad de las finanzas públicas, generando confianza a los inversionistas nacionales e internacionales. Por su parte, la columna de fuentes de financiación de carácter permanente ofrece ingresos diferentes a los tributarios en materia de la eficiencia y austeridad en el gasto público y lucha contra la evasión fiscal.
Con la Ley de Inversión Social la gran ganadora es Colombia entera, pues tendrá la red de atención social más grande de la historia, beneficiando a más de 29 millones de colombianos. Esta es una ley construida con la gente y para la gente, pero también es una ley que nos permitirá impulsar la reactivación económica y aumentar la confianza inversionista. Y es una ley que nos permite darles un respiro a las finanzas públicas para entregar un país más estable y con una visión más próspera para el mediano plazo.
*Ministro de Hacienda y Crédito Público.
Los fantasmas de la reforma del futuro - María Fernanda Valdéz *
Tras meses de conmoción, de la caída de un ministro y del estallido en todo el país, el Gobierno logró pasar en el Congreso la última reforma tributaria de la era Duque y, con ella, pudo por fin cerrar el capítulo del que ha sido quizás el proceso de reforma tributaria más agitado de nuestra historia.
El resultado más inmediato de este complejo proceso fue una reforma tributaria que, si bien logrará financiar importantes gastos sociales, acentuará los ya conocidos problemas estructurales de nuestro sistema tributario y nos dejará muy mal parados para el futuro. Paradójicamente, esta tributaria hace más importante y necesaria una próxima reforma que logre, por un lado, financiar el problema social y fiscal que se extenderá con seguridad más allá del año 2022 y, por otro, remendar los desbalances tributarios estructurales ahora agravados.
Al próximo gobierno, gane quien gane, le tocará estrenarse con una tributaria que deberá apuntar a ser estructural, como lo han recomendado repetidamente los expertos, tanto nacionales como internacionales, en las últimas décadas. Así podremos superar el vicio de estar haciendo reformas cada año y medio, algo que genera una gran inestabilidad en nuestra economía y, como quedó claro en los últimos meses, un importante desgaste político.
También le puede interesar: ¿Cómo quedó el programa de Ingreso Solidario en la reforma tributaria?
La próxima reforma tributaria estructural requiere un carácter recaudatorio. Debe fortalecer los impuestos a las personas más privilegiadas (aquellas que son parte del 1 % más rico del país) por medio de impuestos directos a la renta y la riqueza. Además, debe eliminar beneficios tributarios injustificados y avanzar en reducir las tasas a las empresas a niveles competitivos. Asimismo, debe promover tributos de última generación, como los impuestos verdes, los impuestos saludables y los impuestos digitales. Todo esto deberá estar apoyado de un plan creíble de reducción de evasión y elusión y, por consiguiente, deberá poner fin a las normalizaciones tributarias.
Ahora, el proceso de reforma de Duque, tan extendido y violento, trajo, además de una reforma, cambios sustanciales en la sociedad que deben tenerse en cuenta al pensar en la próxima reforma tributaria estructural. El cambio más importante es, posiblemente, que el próximo gobierno se enfrentará, como nunca antes, a una sociedad más entendida en temas tributarios.
Por eso el tema fiscal será central desde la misma contienda electoral. A los y las candidatas se les pedirá mostrar sus cartas y apuestas tributarias a un nivel de detalle profundo. Han terminado las épocas en que los candidatos escribían en mármol que no subirían los impuestos. Ahora se les exigirá declarar con más detalle a quién se les aumentarán los impuestos y a quién no.
Por otro lado, el próximo gobierno se enfrentará a una sociedad con una baja cultura tributaria, en la cual la mayoría de la ciudadanía no estará dispuesta a pagar impuestos adicionales, como quedó evidente en la encuesta de Cifras y Conceptos, y del Observatorio Fiscal de la Javeriana. Para recuperar la confianza es importante demostrar que las reformas no son solo necesarias, sino justas, lo que implica hacer un especial esfuerzo por gravar primero y más contundentemente a los más privilegiados. Ignorar el orden de prioridad de las medidas tributarias y la importancia de generar confianza fue quizás uno de los principales errores de la fallida reforma del exministro Carrasquilla, algo que el próximo gobierno deberá evitar.
Por último, las formas importan. La gente, hoy, ya lo sabe. Y esto incluye la forma de hacer políticas tributarias. El estallido dejó claro que las reformas no se pueden elaborar de espaldas a la gente. El ministro José Manuel Restrepo supo leer la situación: acompañó muy satisfactoriamente el proceso de elaboración de la reforma con foros y discusiones para intentar hacer de ese proceso uno participativo, algo completamente inédito en Colombia. Para la próxima reforma, la gente seguirá exigiendo esos espacios.
Se exigirán también formas decentes en las deliberaciones en el Congreso, para que las discusiones profundas reemplacen el pupitrazo y los rechazos en bloque de proposiciones de la oposición, medidas que vimos, lastimosamente, en las sesiones para aprobar esta reforma. La urgencia de financiación no debe usarse, como pasó en esta reforma, como una excusa para debilitar la discusión democrática en el Congreso.
* Ph.D en economía y coordinadora para la Friedrich Ebert Stiftung en Colombia.
Una ley construida con la gente y para la gente - José Manuel Restrepo *
El año pasado vivimos el mayor choque económico y social de la historia reciente del país. Con la llegada del COVID-19, el Gobierno Nacional implementó una rápida respuesta de política que, sumada a la resiliencia de la economía, contribuyó a mitigar los impactos de la pandemia. Sin embargo, los ingresos de la nación se vieron fuertemente afectados con respecto a 2019, llevándonos a un déficit fiscal del Gobierno Nacional de -7,8 % en 2020, que además aumentó los niveles de deuda pública.
Para nadie es un secreto que las finanzas públicas cerraron 2020 fuertemente golpeadas. Pero esto no podía ser una excusa para frenar programas sociales tan exitosos como Ingreso Solidario, que llegó a 3,6 millones de hogares vulnerables con una transferencia mensual de $160.000, o el Programa de Apoyo al Empleo Formal (PAEF), que logró beneficiar a más de cuatro millones de empleados. Los hogares colombianos tenían una evidente necesidad de continuar con los beneficios que recibieron durante la pandemia y las finanzas públicas pedían a gritos una disponibilidad de recursos que nos permitiera recorrer la pista hasta llegar a la meta. Era necesaria una reforma que hiciera énfasis en lo social y dispusiese de nuevas fuentes.
Desde el principio tuvimos claro que la reforma que trabajáramos debía ser construida con la gente y para la gente. Teníamos que escuchar al ciudadano de a pie, reconocer sus necesidades y el impacto que había generado la pandemia sobre sus actividades laborales. Pero esto no lo podíamos hacer desde el edificio del Ministerio; para construir una reforma de la gente, teníamos que ir a hablar con ella.
Para más información sobre el tema: ¿Qué trae la tercera reforma tributaria que se aprueba en tres años?
Durante casi tres meses escuchamos a los colombianos. Desde el Congreso de la República, los presidentes de las Comisiones Económicas coordinaron cuatro foros con el Gobierno Nacional, expertos, académicos, sindicatos y estudiantes, entre otros. Estos encuentros tuvieron como objetivo iniciar la socialización del proyecto con la opinión pública, en el ejercicio de la democracia. También visitamos las regiones Caribe, Tolima y Huila, Amazonas, Orinoquia, Antioquia, Eje Cafetero, Santanderes, Boyacá, suroccidente y Pacífico, para construir consensos en torno a la inversión social, y habilitamos una página web a través de la cual recibimos más de 2.000 propuestas de los ciudadanos.
Tengo la certeza de que jamás en la historia del país se había trabajado en una reforma de la mano de los colombianos como lo hicimos con esta. Y como el corazón de la reforma son los vulnerables, decidimos llamarla Ley de Inversión Social. Gracias a que fue la ley más divulgada, consensuada y debatida públicamente, tuvo una gran acogida en el Congreso de la República. Prueba de lo anterior son las votaciones en primer y segundo debate, donde en este último se aprobó el proyecto de ley con 124 votos en Cámara y 76 en el Senado.
La Ley de Inversión Social tiene cuatro columnas vertebrales: social, de reactivación económica, de sostenibilidad de las finanzas públicas y de fuentes de financiación permanentes.
La columna social es tal vez la propuesta más ambiciosa en materia de gasto social que se ha presentado en los últimos años, pues beneficia a cerca de 4,1 millones de hogares, a quienes se les extenderá el apoyo que brinda el Programa Ingreso Solidario e incluye educación gratuita y de calidad para cerca de 700.000 jóvenes de las familias más vulnerables de los estratos 1, 2 y 3. También beneficia a más de 500.000 jóvenes entre 18 y 28 años, a más de 200.000 mujeres que podrán acceder a un contrato laboral con prestaciones sociales y a cerca de 250.000 ciudadanos con ingresos de hasta tres salarios mínimos que podrán recuperar los empleos perdidos, gracias al apoyo que recibirán los empleadores que los contraten.
La columna de reactivación económica incluye a las micro y pequeñas empresas, pues cerca de 1,4 millones de empleados se beneficiarán con el PAEF y más de 500.000 empresas lo harán de la reducción y simplificación de su carga tributaria a través del régimen simple.
Puede leer: El Congreso le dio el aval a la tercera reforma tributaria del Gobierno Duque
Asimismo, los empresarios afectados por el paro recibirán un subsidio y podrán incrementar sus ventas con los días sin IVA. En esta columna también se benefician los municipios, ciudades capitales y departamentos, a quienes se les están habilitando mecanismos para impulsar proyectos estratégicos para la reactivación y el mantenimiento de la operación de los sistemas de transporte, entre otras.
Con la tercera columna se enviará un mensaje claro de compromiso con la sostenibilidad de las finanzas públicas, generando confianza a los inversionistas nacionales e internacionales. Por su parte, la columna de fuentes de financiación de carácter permanente ofrece ingresos diferentes a los tributarios en materia de la eficiencia y austeridad en el gasto público y lucha contra la evasión fiscal.
Con la Ley de Inversión Social la gran ganadora es Colombia entera, pues tendrá la red de atención social más grande de la historia, beneficiando a más de 29 millones de colombianos. Esta es una ley construida con la gente y para la gente, pero también es una ley que nos permitirá impulsar la reactivación económica y aumentar la confianza inversionista. Y es una ley que nos permite darles un respiro a las finanzas públicas para entregar un país más estable y con una visión más próspera para el mediano plazo.
*Ministro de Hacienda y Crédito Público.
Los fantasmas de la reforma del futuro - María Fernanda Valdéz *
Tras meses de conmoción, de la caída de un ministro y del estallido en todo el país, el Gobierno logró pasar en el Congreso la última reforma tributaria de la era Duque y, con ella, pudo por fin cerrar el capítulo del que ha sido quizás el proceso de reforma tributaria más agitado de nuestra historia.
El resultado más inmediato de este complejo proceso fue una reforma tributaria que, si bien logrará financiar importantes gastos sociales, acentuará los ya conocidos problemas estructurales de nuestro sistema tributario y nos dejará muy mal parados para el futuro. Paradójicamente, esta tributaria hace más importante y necesaria una próxima reforma que logre, por un lado, financiar el problema social y fiscal que se extenderá con seguridad más allá del año 2022 y, por otro, remendar los desbalances tributarios estructurales ahora agravados.
Al próximo gobierno, gane quien gane, le tocará estrenarse con una tributaria que deberá apuntar a ser estructural, como lo han recomendado repetidamente los expertos, tanto nacionales como internacionales, en las últimas décadas. Así podremos superar el vicio de estar haciendo reformas cada año y medio, algo que genera una gran inestabilidad en nuestra economía y, como quedó claro en los últimos meses, un importante desgaste político.
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La próxima reforma tributaria estructural requiere un carácter recaudatorio. Debe fortalecer los impuestos a las personas más privilegiadas (aquellas que son parte del 1 % más rico del país) por medio de impuestos directos a la renta y la riqueza. Además, debe eliminar beneficios tributarios injustificados y avanzar en reducir las tasas a las empresas a niveles competitivos. Asimismo, debe promover tributos de última generación, como los impuestos verdes, los impuestos saludables y los impuestos digitales. Todo esto deberá estar apoyado de un plan creíble de reducción de evasión y elusión y, por consiguiente, deberá poner fin a las normalizaciones tributarias.
Ahora, el proceso de reforma de Duque, tan extendido y violento, trajo, además de una reforma, cambios sustanciales en la sociedad que deben tenerse en cuenta al pensar en la próxima reforma tributaria estructural. El cambio más importante es, posiblemente, que el próximo gobierno se enfrentará, como nunca antes, a una sociedad más entendida en temas tributarios.
Por eso el tema fiscal será central desde la misma contienda electoral. A los y las candidatas se les pedirá mostrar sus cartas y apuestas tributarias a un nivel de detalle profundo. Han terminado las épocas en que los candidatos escribían en mármol que no subirían los impuestos. Ahora se les exigirá declarar con más detalle a quién se les aumentarán los impuestos y a quién no.
Por otro lado, el próximo gobierno se enfrentará a una sociedad con una baja cultura tributaria, en la cual la mayoría de la ciudadanía no estará dispuesta a pagar impuestos adicionales, como quedó evidente en la encuesta de Cifras y Conceptos, y del Observatorio Fiscal de la Javeriana. Para recuperar la confianza es importante demostrar que las reformas no son solo necesarias, sino justas, lo que implica hacer un especial esfuerzo por gravar primero y más contundentemente a los más privilegiados. Ignorar el orden de prioridad de las medidas tributarias y la importancia de generar confianza fue quizás uno de los principales errores de la fallida reforma del exministro Carrasquilla, algo que el próximo gobierno deberá evitar.
Por último, las formas importan. La gente, hoy, ya lo sabe. Y esto incluye la forma de hacer políticas tributarias. El estallido dejó claro que las reformas no se pueden elaborar de espaldas a la gente. El ministro José Manuel Restrepo supo leer la situación: acompañó muy satisfactoriamente el proceso de elaboración de la reforma con foros y discusiones para intentar hacer de ese proceso uno participativo, algo completamente inédito en Colombia. Para la próxima reforma, la gente seguirá exigiendo esos espacios.
Se exigirán también formas decentes en las deliberaciones en el Congreso, para que las discusiones profundas reemplacen el pupitrazo y los rechazos en bloque de proposiciones de la oposición, medidas que vimos, lastimosamente, en las sesiones para aprobar esta reforma. La urgencia de financiación no debe usarse, como pasó en esta reforma, como una excusa para debilitar la discusión democrática en el Congreso.
* Ph.D en economía y coordinadora para la Friedrich Ebert Stiftung en Colombia.