¿Para dónde van las tasas de interés en Colombia?
Las proyecciones de analistas y del Ministerio de Hacienda señalan que el Banco de la República habría llegado al fin de su ciclo de alzas. Pero El Niño y su impacto en los alimentos y la electricidad, sumado al alza en la gasolina, podrían aguar la fiesta.
Han sido tiempos movidos en materia económica: la reforma pensional avanzó en el Congreso (con aprobación en primer debate), la laboral comenzó a moverse lentamente (se aprobó discutir la ponencia mayoritaria en comisión de Cámara) y el Gobierno presentó su perspectiva de cómo ve la economía y sus propias cuentas con el Marco Fiscal de Mediano Plazo. Y en la mitad ha habido congresos y encuentros como la convención bancaria.
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Han sido tiempos movidos en materia económica: la reforma pensional avanzó en el Congreso (con aprobación en primer debate), la laboral comenzó a moverse lentamente (se aprobó discutir la ponencia mayoritaria en comisión de Cámara) y el Gobierno presentó su perspectiva de cómo ve la economía y sus propias cuentas con el Marco Fiscal de Mediano Plazo. Y en la mitad ha habido congresos y encuentros como la convención bancaria.
Y en medio de este aluvión de noticias y datos económicos, Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda, ha reiterado en varios escenarios un mensaje clave: el ciclo de alza de tasas del Banco de la República llegó a su fin. Lo dijo en la presentación del Marco Fiscal y lo recalcó en la clausura de Asobancaria (a mediados y finales de la semana pasada, respectivamente).
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Para este punto, el Banco de la República ha subido sus tasas de interés en 14 ocasiones consecutivas desde septiembre de 2021, cuando comenzó a apretar las clavijas para intentar contener la disparada de la inflación que siguió al letargo económico inducido por el covid-19.
El incremento más reciente, a finales de abril, fue de 25 puntos básicos, lo que llevó el indicador a 13,25 %. Este aumento, aunque estaba en línea con las expectativas de algunos analistas, contrasta con otras decisiones del Banco, cuando ha elevado las tasas en 125 puntos básicos, por ejemplo (en junio y julio de 2022).
Lo que pareciera una moderación de parte de la junta directiva del Banco parece ser, de fondo, una reflexión sobre el estado de una inflación que pareciera haber tocado un techo definitivo, aunque aún sigue sin bajar tan rápido como se desea (o se necesita).
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El Índice de Precios al Consumidor (IPC) acumula dos meses bajando en su variación mes a mes y desde hace seis meses no supera la barrera de 13 % (su punto más alto fue marzo de este año, con 13,34 %).
En las decisiones del Banco, sin embargo, no sólo importa mirar el resultado, claro, sino también la forma como se llegó a él. En la reunión anterior de tasas (abril), “la Junta, por mayoría, incrementó en 25 puntos básicos la tasa de política monetaria, al 13,25 %. La votación fue dividida, una primera señal frente a la decisión del mes anterior en la que la votación fue unánime. A favor del incremento votaron cuatro codirectores y los votos disidentes se dividieron en dos bloques, por una parte, dos miembros que votaron a favor de mantener las tasas estables y un miembro a favor de un incremento de 50 puntos básicos”, dijo en su momento Alejandro Reyes, economista principal de BBVA Research.
Esto pareciera apuntar en la dirección que ha indicado Bonilla, acerca del fin del alza de tasas. Así mismo, los analistas consultados en la Encuesta de Opinión Financiera de Fedesarrollo señalan que la tasa del Banco se mantendría estática en su decisión de la próxima semana.
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El sentido y la insistencia de las declaraciones de Bonilla se entiende: mayores tasas implica mayores costos para básicamente todos los consumidores, lo que a su vez representa un freno en una economía que, de entrada, se está desacelerando.
Inflación y tasas
Sin embargo, más allá de la conveniencia de no seguir poniendo el pie en el acelerador de la tasas, la variable que pesa en esta conversación (con perdón del ministro) es la inflación. En las cuentas del Marco Fiscal, el IPC debería finalizar este año levemente por debajo de 10 % (9,2 %, para ser exactos). Esto es dos puntos porcentuales por arriba de las estimaciones del Plan Financiero que publicó el Ministerio de Hacienda a principios de este año.
Uno de los rubros que más está pesando en la moderación actual de la inflación son los alimentos que, a su vez, han sido el gran motor detrás de la escalada histórica del IPC.
Para el dato de mayo, “como se esperaba, la inflación de alimentos continuó a la baja, ubicándose en 15,6 frente al dato de 18,4 % del mes anterior. Este resultado estuvo protagonizado por la disminución de la inflación de todos los rubros de la canasta, pero principalmente por disminuciones en la subcanasta de perecederos, asociado a factores de mayor oferta”, afirma BBVA Research.
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Y aquí entra uno de los factores que podría aguar la fiesta en la bajada del IPC y de las tasas: el fenómeno de El Niño, que se caracteriza por traer periodos de sequía más intensos y prolongados que los veranos estacionales en diversas regiones del país.
“Si el verano es muy fuerte seguramente la oferta de productos agrícolas disminuirá un poco, haciendo que la inflación de alimentos, que viene bajando sustancialmente, pueda dejar de bajar en algún momento del segundo semestre”, opinan los analistas de Scotiabank Colpatria.
Esto explica en parte la revisión al alza entre las proyecciones del Plan Financiero y del Marco Fiscal.
La otra porción de la ecuación que presiona la inflación está relacionada con productos energéticos como la gasolina y la electricidad.
El primero seguirá subiendo en el corto y mediano plazo, pues el Gobierno viene impulsando alzas progresivas de entre $400 y $600 para el galón de gasolina corriente con la meta de cerrar el hueco fiscal del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC). Esta política ha sido aplaudida por analistas de todos los espectros, pues libera caja para que el Estado invierta esos recursos en otros rubros, así como sanea un déficit que resulta insostenible.
De acuerdo con el Ministerio de Hacienda, se espera que la gasolina corriente pueda llegar hasta los $16.000 por galón para mediados del próximo año y, así mismo, este año se podría comenzar a hacer lo propio con el diésel, cuyo precio no se ha tocado aún (pero el precio subsidiado responde casi por la mitad del déficit de FEPC).
Y por el lado de la electricidad el balón también está en la cancha de El Niño: para abril, los embalses se encontraban en 62,11 % de su capacidad útil, según informó XM, operador del mercado eléctrico del país. Esta cifra representó una ligera alza frente a los datos de marzo (59,88 %).
Típicamente, el sistema eléctrico del país es satisfecho con 70 % de generación hidroeléctrica y 30 % de otras fuentes (térmicas a gas o carbón). En la medida en la que la generación con agua baje por cuenta del Niño, esta relación comienza a cambiar y la electricidad empieza a tener un componente extra de costo de generación, pues el carbón y el gas representan un cargo extra.
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“Esta no es una situación nueva; Colombia ha vivido al menos dos sequías extremas (2009 y 2014) que pusieron a prueba al sistema y demostraron que lo que se ha construido por más de 30 años funciona y debemos mantener, hoy más que nunca, las señales de inversión para que los agentes puedan continuar invirtiendo en nuestro país”, dijo en una entrevista pasada la presidenta de Acolgen, Natalia Gutiérrez.
Si bien nadie espera en este momento que el país no pueda suplir su demanda de energía, lo que sí parece inevitable es que el costo de la electricidad sí subiría. Y esto no es buena noticia en términos de inflación pues, como reseña BBVA Research, para mayo, la inflación básica continuó mostrando incrementos anuales y en este rubro la canasta de regulados continuó tomando velocidad, presionada especialmente por rubros como gasolina y energía eléctrica, además de acueducto.
Si bien varios análisis pueden confluir con el deseo del Gobierno de dejar las tasas quietas (un sentimiento que incluso puede resonar en la junta del Banco), la incertidumbre climática que introduce El Niño, así como los ajustes en la gasolina pueden descarrilar las buenas intenciones y la baja de la inflación.
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