¿Pasamos lo peor del pico de inflación de los alimentos?
El trigo lleva bajando de precio consistentemente desde mediados de mayo. Esto podría ser una señal, aunque precoz, de que los precios globales de los alimentos se están estabilizando después de ser alterados por la invasión a Ucrania y problemas en las cadenas logísticas.
¿Habremos llegado al pico de la inflación global en los alimentos? La respuesta, si juzgamos el escenario por los precios del trigo, puede ser que sí. Este miércoles, el precio internacional de este producto se cotizaba a US$9,31 el bushel y en el cierre de las negociaciones del martes llegó a US$9,39.
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¿Habremos llegado al pico de la inflación global en los alimentos? La respuesta, si juzgamos el escenario por los precios del trigo, puede ser que sí. Este miércoles, el precio internacional de este producto se cotizaba a US$9,31 el bushel y en el cierre de las negociaciones del martes llegó a US$9,39.
De acuerdo con datos recopilados por Bloomberg, esta es la cotización más baja para este alimento desde que empezó la guerra en Ucrania, en febrero de este año. El conflicto envió por las nubes la cotización del trigo, que llegó a un pico de US$12,94 por bushel el 7 de marzo, pocos días después de que Rusia empezara su invasión a territorio ucraniano.
Esto debido a que Ucrania y Rusia son dos de los pesos pesados en el mercado mundial del trigo, representando (en conjunto) cerca de 30 % del comercio mundial de este alimento, fundamental para productos básicos en prácticamente cualquier cultura, como el pan.
Con algunos picos, la cotización internacional del trigo ha registrado un descenso continuo desde mediados de mayo, cuando comenzó a destrabarse ligeramente el bloqueo que Rusia impuso contra algunos puertos ucranianos, como Mariúpol.
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En el momento más crítico por los problemas en los puertos ucranianos se llegó a estimar que había unos 20 millones de toneladas de grano que no habían podido llegar a los mercados globales y, con ello, comenzaban a ejercer más presión en las cadenas de alimentación de lugares en los que el hambre es un problema siempre latente.
Además de trigo, Ucrania también es una parte importante en la producción de maíz y aceite de girasol (los aceites vegetales han subido de precio globalmente en el último año, por ejemplo).
La reciente baja, según analistas, es una respuesta positiva del mercado a las declaraciones de Rusia y Turquía de organizar un corredor seguro para la estable salida de alimentos desde Ucrania.
Aunque, vale la pena aclarar, que el entusiasmo del mercado puede no ser muy duradero, pues los daños de la guerra sobre la infraestructura toman tiempo en ser arreglados, tiempo en el que los granos siguen varados en algún punto de la cadena; o tiempo en el que los campesinos no logran recolectar sus cosechas por, digamos, estar siendo bombardeados por las fuerzas rusas.
Además del trigo, la soya y el maíz también han tenido evoluciones positivas en el mercado, debido en buena parte a las estimaciones de cosechas récord en lugares como Estados Unidos. El Departamento de Agricultura de ese país entregará cifras sobre los stocks de estos alimentos este jueves 30 de junio
La lupa sobre los alimentos
Hasta hace poco, buena parte de la preocupación por los efectos colaterales de la guerra en Ucrania se ha centrado en las afectaciones al mercado energético global (con especial énfasis en Europa). Las subidas en combustibles no sólo presentan nuevas presiones económicas en países que aún se encuentran saliendo de las espirales de destrucción de la pandemia, sino que alimentan la inflación en todo el mundo.
Pero en la medida en la que el cambio de estaciones ha aligerado la dependencia del gas ruso, el foco giró hacia los impactos en el suministro global de alimentos, que no es poca cosa. Si la situación en los puertos ucranianos no continúa fluyendo “estaremos ante un problema complejo porque los depósitos pueden estar llenos, pero si no hay barcos que los transporten podremos ver situaciones de hambre alrededor del mundo”, dijo David Beasley, jefe del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
El funcionario aseguró que, además del impacto en la vida de millones de personas, una crisis alimentaria termina por desestabilizar el escenario geopolítico mundial a través de guerras y migraciones masivas.
Además de tener un impacto en asuntos como nutrición y desigualdad (por sólo mencionar dos aspectos obvios), los precios de los alimentos pueden tener un componente extra de análisis por su rol en crisis y revoluciones sociales.
Hay una amplia gama de miradas que señalan hacia el elevado costo del trigo y el pan como parte del combustible detrás de las primaveras árabes, los movimientos de revueltas que se dieron principalmente en 2011, que terminaron tumbando presidentes y cambiando poderes regionales en países como Egipto, Túnez o Libia.
Aunque el veredicto histórico alrededor de estos movimientos suele ser más gris que blanco y negro, lo que sí resulta claro para académicos como Rami Zurayk, catedrático de la American University de Beirut (Líbano), es que los altos precios de la comida sí fue un factor de movilización para la gente.
Esto cobra más relevancia si se tiene en cuenta que, según estadísticas del Banco Mundial, en las últimas dos décadas, más de 50 % de la comida que se consume en el Medio Oriente y el Norte de África es importada.
Entonces, de acuerdo con datos del PMA, aunque los países occidentales se centran, con razón, en ayudar a Ucrania a defenderse, también tendrán que aumentar la ayuda al mundo en desarrollo.
Los países pobres, que ya están al límite de su capacidad fiscal para hacer frente a la pandemia, necesitan ayuda para subvencionar los fertilizantes, fortalecer las redes de seguridad y reforzar sus situaciones macroeconómicas.
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