Pobreza, inflación y las deudas económicas de la pandemia
Si bien la economía se expandió en 2021 a un ritmo que resulta sorprendente, por decir lo menos, fenómenos como la inflación y la recuperación más lenta del desempleo pueden impactar seriamente el panorama de la pobreza en el país, que en 2020 tuvieron un duro retroceso.
Santiago La Rotta
Entre las muchas malas noticias que la pandemia ha dejado en el espectro económico de la vida humana, una de las más complejas tiene que ver con el impulso que la crisis le dio al avance de la pobreza y la pobreza extrema.
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Entre las muchas malas noticias que la pandemia ha dejado en el espectro económico de la vida humana, una de las más complejas tiene que ver con el impulso que la crisis le dio al avance de la pobreza y la pobreza extrema.
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De acuerdo con los datos más recientes del DANE, en 2020 más de 3,5 millones de colombianos entraron a la categoría de pobres (medida desde su perspectiva monetaria), llevando el total nacional a 21,2 millones de personas en una clasificación en la que los hogares tienen problemas para acceder a alimentación y servicios con su nivel de ingresos. Según estas cifras, el país cuenta además con 7,4 millones de personas en condición de pobreza extrema, un renglón en el que se pone en juego la alimentación básica.
Estos cálculos del DANE dan cuenta del impacto pleno de la pandemia, el momento más duro de la peor crisis económica en más de un siglo. Como en tantos otros aspectos, 2020 pasó a la historia como el peor retroceso en pobreza para el país en por lo menos una década.
Y el punto acá es que cada año que se cede en la lucha contra la pobreza representa varios más para poder recuperar el terreno perdido. Esto solo desde el punto de vista de la política pública. Ya en la vida tangible, lejos de la macroeconomía, cada centímetro que es cedido en el terreno de la pobreza y la pobreza extrema implica que alguien no puede experimentar la vida con las garantías mínimas de subsistencia, como una alimentación básica o servicios públicos en el hogar, por ejemplo.
Ahora bien, si 2020 fue el año de ajustar el golpe, 2021 fue vendido como el momento de la reactivación, la recuperación, la resiliencia y otra serie de adjetivos cargados de optimismo, con una dosis nada despreciable de mercadotecnia.
Una apuesta que ciertamente ha dado sus frutos, al menos si se juzga desde la perspectiva del PIB en Colombia, que para 2021 fue del 10,6 %, según reveló el DANE este martes. La cifra fue recibida con un entusiasmo desbordante por prácticamente todos los actores oficiales del ecosistema económico, desde el Gobierno hasta los gremios. Y se entiende: todos quieren, y necesitan, noticias buenas, más en medio de una campaña electoral que cada vez parece decidirse más a través de cadenas de Whatsapp.
Pero lo que el PIB deja ver es que, por desgracia, debajo del entusiasmo generalizado hay algunas grietas que preocupan en la fachada de uniforme de felicidad y triunfalismo (sin que esto signifique que un 10,6 % del PIB no es un buen resultado, en justicia).
Las preocupaciones vienen por el lado del desempleo y de la inflación. Los dos factores tienen todo el potencial de descarrilar el proceso de reactivación en general. Pero, al mismo tiempo, traen complicaciones inmediatas y muy sensibles para quienes más mal la están pasando mientras el resto del país celebra el PIB.
Recientemente, la Cepal publicó su informe anual sobre desigualdad y pobreza en el continente (Panorama Social de América Latina, 2021) y sus datos dan cuenta de una recuperación en medio de retrocesos serios en estos dos terrenos.
El organismo de las Naciones Unidas asegura que la desigualdad, medida bajo el famoso coeficiente Gini, se incrementó entre 2020 y 2022. En otras palabras, la reactivación no ha venido de la mano con mejoras sensibles en cerrar esa brecha. Para 2020, el Gini en Colombia era de 0,55, mientras que este año se estima llegue a 0,57 (en la medición, entre más cercano esté el valor a uno, más desigualdad existe). Para el total de Latinoamérica, estos valores pasaron de 0,46 a 0,54, respectivamente.
Las proyecciones de la Cepal aseguran que en 2021 la pobreza llegó en Latinoamérica al 32,1 % y la pobreza extrema se ubicó en 13,8 %. Esto quiere decir que, en comparación con 2020, hubo una leve reducción en pobreza (cuando se ubicó en 33 %), pero un crecimiento en pobreza extrema (hace dos años este indicador fue del 13,1 %).
En números más claros, lo anterior implica que hay tres millones menos de pobres en la región, pero cinco millones más de personas en condición de pobreza extrema, es decir, latinoamericanos que tienen problemas monetarios para poder suplir sus necesidades básicas de alimentación.
Esta aparente disparidad, entre el crecimiento de una categoría, pero la baja en otra, es un escenario que, con cierta certeza, se repetirá en Colombia. Y la causa de raíz, en buena parte, tiene que ver con la inflación.
Pobreza extrema y alimentación
En Colombia la línea de pobreza extrema se traza en paralelo con una canasta básica de alimentos (que a su vez proveen una cantidad mínima de calorías). Dicho de otra forma, esta clasificación depende de la posibilidad de las personas para acceder, de acuerdo con sus ingresos, a un estándar de alimentación.
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Y este puede ser un problema de cierta gravedad en el país, pues los datos actuales indican que lo que más está subiendo de precio en Colombia son los alimentos. Para enero, el DANE reportó que la inflación en general (y en comparación con el mismo mes de 2020) llegó al 6,94 %. Y a renglón seguido mostró cómo el alza en los precios de la comida llegó a casi 20 % (19,94 %, para ser exactos).
Si bien el DANE no realiza proyecciones acerca de los datos de pobreza monetaria (cuyos cálculos oficiales serán revelados en abril), Juan Daniel Oviedo, director de la entidad, asegura que la inflación tendrá un impacto definitivo en la pobreza, especialmente en la extrema por la estrecha relación con los alimentos. “Es un efecto retardador de la movilidad social”, en palabras de Oviedo.
Las líneas de pobreza tienen variaciones entre ciudades, pues los costos de la vida en general también fluctúan de un lugar a otro. Ahora, en 2020, productos como la carne de res, la papa, los aceites vegetales, el pollo y las frutas frescas acumularon algunos de los mayores incrementos en precios. A su vez, estos alimentos son casi transversales en la dieta de buena parte del país. ¿Qué quiere decir esto? Que su impacto en la pobreza probablemente no será acolchonado por las diferencias entre los territorios, sino que será un poco más uniforme y crudo.
“Cuando haces el repaso entre las 23 principales ciudades del país puedes ver cómo los ingresos en cada lugar crecieron, pero no a tasas superiores al promedio de la inflación de alimentos para 2021, que se ubicó en 17,22 %. El gran efecto que va a tener esa inflación de alimentos tan importante que vimos en 2021 es el de ponerle un freno de mano a la evolución de la población en pobreza extrema”, asegura Oviedo.
Lo que el efecto de la inflación puede generar, especialmente el componente de alimentos, es que un hogar que se encontraba cerca de la pobreza extrema, pero fuera de ella, posiblemente ingresó a esta categoría, incluso si continuó percibiendo ingresos en 2021.
Y, de nuevo, si bien no hay una proyección nacional sobre cómo se comportará la pobreza extrema, las tensiones derivadas del alza en los alimentos versus aumentos en los ingresos que no compensan estos incrementos, seguramente generará un crecimiento en esta categoría por segundo año consecutivo.
“Uno de los puntos positivos del dato del PIB de 2021 es que los sectores que más crecieron fueron los de manufacturas y comercio, lo que de alguna manera puede tener un efecto virtuoso en el ingreso de algunos hogares pobres y vulnerables”, comentó esta semana Roberto Angulo, experto en pobreza y socio fundador de la firma Inclusión, al ser consultado por los resultados de crecimiento económico del año pasado.
Y a renglón seguido aclaró: “Sin embargo, cuando uno mira los datos del IPC, vemos que hay una inflación de alimentos de casi el 20 %. Y los alimentos de la canasta alimentaria son los que más inflación han tenido. Por eso, en el próximo reporte de pobreza, es posible que veamos un choque de trenes: entre la reactivación del crecimiento y la inflación que impacta el poder adquisitivo”.
¿Cómo saldrán las cifras de 2021?
Para Fedesarrollo, la pobreza monetaria en el país sí mostrará una mejoría en 2021, pero todavía no alcanzará para volver a los niveles que el indicador tenía en 2019 (35,7 %), es decir, antes de que la pandemia llegara con sus estragos económicos y sociales.
En los cálculos de la entidad, la pobreza en Colombia llegó a 43,4 % en 2020 (por encima de las cifras del DANE). Esto se explica por una aproximación diferente en la forma de calcular la pobreza rural (estas diferencias originaron una controversia entre ambas entidades el año pasado).
Las proyecciones de Fedesarrollo indican que, para 2021, la pobreza llegará al 40 % en Colombia. Más allá del número exacto (que no es un asunto despreciable), la cifra sirve para ilustrar cómo se comportó el indicador en medio de un panorama económico en el que resalta un crecimiento económico del 10,6 %, pero que va acompañado de un mercado laboral que no progresa de la mano con el PIB y de una inflación que crece rápidamente.
“¿Por qué la pobreza no va a caer a los niveles prepandemia? Principalmente porque el mercado laboral no se recuperó en los niveles que teníamos en 2019. El DANE dijo que, en promedio, la tasa de desempleo de 2021 fue del 13,7 %, cuando en 2019 la cifra era del 10,5 %. Hoy tenemos medio millón de desempleados de más y 1,2 millones menos de personas en la ocupación”, explica Luis Fernando Mejía, director del centro de Fedesarrollo.
Aunque el centro de pensamiento no realiza proyecciones para la pobreza extrema, Mejía también está de acuerdo en que este renglón recibirá el golpe más fuerte por cuenta de la inflación, “porque la línea de pobreza extrema está medida con los alimentos”.
De entrada, habría que decir que hasta cierto punto es normal que haya movimientos entre clasificaciones como clase media y pobreza, entradas y salidas en ambas vías: “Eso siempre pasa en los ciclos económicos”, explica Mejía.
Ahora bien, la pregunta que más le interesa a Mejía es cómo va a evolucionar el deterioro en la pobreza que genera la inflación durante 2022. “El factor que juega en contra es que la canasta de alimentos vale más. Pero hay otro que juega a favor, y es que el mercado laboral debería recuperarse y la tasa de desempleo debería llegar al 11 %. Si para 2023 llegamos a tener tasas por debajo del 10,5 % deberías tener indicadores de pobreza similares a los de 2019”.