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Para este punto de la historia hablar de alzas en el dólar pareciera como describir los árboles en un bosque: parte inevitable del paisaje.
En medio de una especie de frenesí por los vientos de recesión que soplan desde algunas de las principales economías del planeta, el dólar se acercó más este miércoles a la barrera de los $5.000, llegando a $4.840 para el cierre de las negociaciones.
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Vamos varios días de volatilidad en los mercados, con la divisa superando un récord tras otro: días históricos que, francamente, nadie quisiera vivir o siquiera recordar.
En medio de este escenario, es válido preguntarse: ¿por qué sube el dólar?
De fondo, el valor del dólar está atado, de una forma u otra, a una serie de factores macroeconómicos nacionales e internacionales, que van desde el efecto de la inflación en Colombia en los bonos de deuda, pasando por las tasas de interés del Banco de la República y la Reserva Federal, hasta los precios del petróleo y el desempeño de la economía global.
El alza de este miércoles se da en medio de un escenario económico mundial que no pinta nada bien. Vamos por partes.
El terror de la inflación
Lo primero es hablar de la posibilidad de recesión en economías como la de Estados Unidos. Y al hablar de recesión tenemos que hacerlo, casi que obligatoriamente, de inflación.
El crecimiento en los precios al consumidor se ha convertido en la principal presión económica en prácticamente todas las grandes economías (con la notable excepción de China).
Ante el alza en la inflación, los bancos centrales se han embarcado en una senda de subir sus tasas de interés, lo que a su vez comienza a ponerle más presión a las economías, pues la medida termina por encarecer el crédito (con la idea de desestimular el consumo y, así, restarle impulso a la inflación).
Para septiembre de este año, la inflación en EE.UU. llegó a 8,2 %, con una velocidad de crecimiento que no se había experimentado en décadas.
El crecimiento de este indicador lo que único que augura, casi con absoluta certeza, es que la Reserva Federal (el banco central estadounidense) subirá sus tasas de interés. Y estas son malas noticias para todo el mundo, prácticamente.
El rápido aumento de las tasas de EE. UU. —la Fed ya ha elevado su tasa de referencia al 3,25 %, desde un nivel cercano a cero en marzo—, ha llevado al dólar a un máximo de dos décadas y obligado a otros bancos centrales a seguir el ritmo o arriesgarse a una mayor devaluación. “Todo el mundo tiene que seguir”, exhortó Josep Borrell, el máximo diplomático de la Unión Europea.
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Este ajuste sincronizado de la política en todos los países amenaza con llevar a la economía mundial a una caída en 2023, advierte el Banco Mundial.
Y con los miedos de recesión (impulsados por el crecimiento de la inflación y las tasas de interés) llega también un apetito del mercado por los llamados activos refugio: cosas como el oro y, cómo no, el dólar.
Una jugada en varios movimientos
En asuntos del dólar, y en varios temas de macroeconomía, resulta útil ver el panorama como una partida de billar, si se quiere: pegarle a una bola lleva a que esta mueva otra más y así.
En este caso, la tendencia al alza de la inflación en Colombia ha llevado a que el Banco de la República ajuste sus tasas de interés en nueve ocasiones desde septiembre de 2021; actualmente se encuentran en 10 %.
Lo que se espera es que la junta directiva del banco central colombiano continúe por esta senda de alzas en lo que resta de este año: la próxima reunión es el 28 de octubre.
En la jugada de billar, entonces, la bola de la inflación mueve la de las tasas. Y esta última impacta la de los bonos de deuda, más conocidos como TES.
Con mayores tasas de interés, el crédito se vuelve más caro, de cierta forma, lo que no es buena noticia para quienes tienen bonos de deuda colombianos, los llamados TES.
Se estima que un 25 % de los bonos están en manos de inversionistas extranjeros. Esto quiere decir que el dólar es especialmente sensible al mercado de deuda.
Y cuando hay momentos de incertidumbre, los inversionistas suelen sacar sus dólares del país, y eso eleva la tasa de cambio.
A estos factores nacionales e internacionales habría que sumarle algunas declaraciones y polémicas en las que se ha ido metiendo el gobierno de Gustavo Petro, bien sea a través de algunos trinos del mandatario, o de intervenciones de algunos de sus ministros.
Por eso resulta relevante que el propio ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, dijera públicamente este martes que “vamos a tener una política macroeconómica responsable, vamos a cumplir la Regla Fiscal, no va a haber control de cambios, vamos a diversificar exportaciones”.
Al final, lo que Ocampo intenta hacer es mandar un mensaje de tranquilidad y responsabilidad de cara a los mercados que, valga la pena decirlo, al final de todo son personas que observan y leen la temperatura política y económica de un país a través de, entre otras cosas, lo que hacen y dicen los más altos funcionarios.
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