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El sistema eléctrico colombiano está en el centro de un agrio debate entre gremios, industria y Gobierno por la posibilidad de que el fenómeno de El Niño nos lleve a un posible racionamiento.
Aunque tanto el mercado, como la regulación, han avanzado de forma sostenida desde el apagón de los años 90, el recuerdo de aquel evento sigue siendo una especie de trauma nacional, que todo el mundo quisiera evitar a toda costa.
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Sin embargo, desde la industria son varias las voces que claman por mayor acción del Gobierno en avanzar con política y regulación para hacerle el quite a los peores efectos de El Niño, que incluyen, claro, racionamientos en el punto más extremo, pero que en el más cercano presentan incrementos en los precios que le pegarían con especial sevicia a los usuarios más vulnerables.
¿Cómo funciona el sistema eléctrico?
La discusión alrededor de la energía es un diálogo lleno de aspectos técnicos en el cual es fácil perderse o simplemente no entender nada.
Para aclarar un poco el panorama de cara al usuario vale la pena explicar los aspectos más básicos de este debate.
Lo primero que hay que decir es que el precio que paga el usuario final, un consumidor cualquiera, es una suma de factores y actores que intervienen desde la generación de la electricidad hasta la entrada en un hogar.
La cadena que lleva a una factura se puede ver como una unión de seis eslabones principales. El primero es el componente de generación, que tiene un peso de 35 % en la factura final del usuario. Le sigue la transmisión, que representa 5 %. En la cadena continúa la distribución, con el mayor porcentaje (38 %). El proceso continúa con la comercialización, que incluye aspectos como la lectura de los medidores, la entrega de las facturas y el recaudo de los pagos; este componente pesa 13 %.
Los últimos dos eslabones no son percibidos por el usuario, por decirlo de alguna forma, pero también tienen un peso en el esquema de precios. Se trata de las pérdidas eléctricas, que representan 7 % de la factura final, y comprenden tanto los robos de energía, como pérdidas técnicas en el sistema. Y el último eslabón son las restricciones, que incluyen los mantenimientos y demás labores que garantizan la calidad del servicio; estas labores representan 2 % de la factura.
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Ahora bien, el precio de la energía que se consume en Colombia se negocia bajo dos modalidades principales. La primera son contratos de largo plazo, que representan 80 % de la energía que se consume en Colombia, según cálculos de Acolgen.
Esto quiere decir que la mayoría de la energía que se está consumiendo actualmente en el país tiene un precio que fue negociado con anterioridad. De fondo, esto trae mayor estabilidad al sistema (al garantizar que hay un suministro ya establecido), pero también deja abierta la puerta para que si hay fluctuaciones en las condiciones del sistema (como bajas en los embalses o problemas técnicos) esos precios pueden terminar por debajo de lo que cuesta generar en el presente.
Para atender este pedazo de la ecuación con la que funciona el sistema se tiene la bolsa de energía, en donde se negocian precios a diario. De acuerdo con Acolgen, normalmente los precios de la bolsa tienen un peso de menos de 6 % en la tarifa final de la factura eléctrica.
La bolsa, en su mayoría, es el mecanismo al que se acude para suplir la demanda que no es cubierta por los contratos de largo plazo.
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En este quiebre del mercado es por donde comienzan a aflorar algunos de los problemas acerca de los cuales han ido alertando los gremios del sector: El Niño está poniendo sobre el sistema, de forma que la bolsa está ganando más prevalencia en todo el ecosistema. Al buscar mayor energía mediante este mecanismo, el kilovatio-hora ha ido subiendo en lo que va del año, con un incremento de más de $70 entre enero y octubre.
Hace 10 años, según Acolgen, la oferta nacional en los embalses alcanzaba para suplir la demanda nacional. Sin embargo, actualmente la demanda de industria y usuarios finales no puede ser cubierta enteramente por los embalses, lo que también afecta los esquemas de precios al tener que recurrir a fuentes más costosas de generación, como las plantas térmicas (que funcionan con carbón o a gas).
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