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La inflación básica, que excluye los alimentos y la energía, se disparó a su nivel más alto en cuarenta años: del 6,6 % en septiembre con respecto al año anterior, superando las previsiones y provocando una caída en los mercados de bonos estadounidenses, ya que los inversionistas apuestan a que la Fed se verá obligada a realizar otros dos aumentos de 75 puntos básicos este año.
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Esto representa un problema para la economía estadounidense, que ya se ha desacelerado, pues el alza de precios se está comiendo los sueldos, mientras que el aumento de los costos de endeudamiento aplasta el mercado inmobiliario.
El informe de inflación del jueves mostró la amplitud de las presiones de precios, con grandes incrementos en los costos de alimentos, vivienda y servicios médicos.
Récord tras récord
Fue sobre todo el alza de precios mes a mes que mostró la tenacidad de la inflación: el incremento volvió a ser superior a la medición del período anterior, con +0,4% entre agosto y setiembre frente a un modesto +0,1% entre julio y agosto. Los analistas pronosticaron un alza de 0,3%.
El incremento de precios de alquileres, alimentos y cuidados médicos “fueron los principales factores que contribuyeron al aumento mensual”, sostuvo el Departamento de Trabajo en un comunicado.
Los precios de la gasolina en estaciones de servicio cayeron en tanto 4,9%, continuando con su tendencia bajista luego de dispararse tras el inicio de la guerra en Ucrania.
La inflación subyacente, que excluye los precios más volátiles de alimentación y energía, permaneció estable entre agosto y setiembre, en 0,6%, pero en la medición a 12 meses creció a 6,6%.
Se trata de un “nuevo máximo en más de 40 años” para la inflación subyacente, sostuvo Rubeela Farooqi, economista jefe de HFE. Los precios “sorprendieron” en setiembre, admitió.
El problema con la vivienda
El mes pasado, el costo de la vivienda se disparó y amenaza con convertirse en una fuente duradera de inflación en Estados Unidos.
El alquiler de vivienda y el alquiler equivalente de los propietarios subieron cada uno un 0,8 % en septiembre con respecto al mes anterior, la mayor alza desde 1990, según datos del Departamento del Trabajo publicados el jueves. Ambas medidas registraron incrementos récord del 6,7 % en términos anuales.
Esto contribuyó al mayor aumento interanual de los costos generales de alojamiento, desde 1982, que también incluyen las estadías en hoteles y los seguros de inquilinos y del hogar.
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“No hay forma de que la Reserva Federal pueda contemplar un pivote este año”, dijo en un informe Stephen Innes, socio gerente de SPI Asset Management. “Los efectos secundarios de la inflación se están sintiendo claramente en toda la economía”.
La inflación general de los precios al consumidor fue del 8,2 % en septiembre, manteniéndose por encima del 8 % por séptimo mes consecutivo, según la Oficina de Estadísticas Laborales. El costo de los alimentos aumentó más del 11 % con respecto al año anterior, compensando la caída de los precios de la gasolina, mientras que los alquileres siguieron subiendo.
Biden siente la presión
Lo último que el presidente Joe Biden quiere ver en este momento es otro mes de aumentos de precios.
Mientras hace campaña para mantener la escasa mayoría que aún ostenta en el Congreso en las elecciones de mitad de período, que se celebran en menos de cuatro semanas, Biden ha albergado la esperanza de que el aumento de precios durante la pandemia se desvanezca pronto, incluso mientras advierte a los estadounidenses de que podrían enfrentar una “ligera recesión”.
Las cifras de precios al consumidor de septiembre y la probable reacción de la Fed no harán más que intensificar ese riesgo.
El jueves, Biden y su equipo económico dijeron que hay señales de progreso en los datos y denunciaron que los costos subirían aún más si los republicanos ganan el Congreso.
Así mismo, el presidente Biden destacó “algunos avances en la lucha” contra este flagelo que afecta el poder de compra de los estadounidenses, pero admitió que “los precios aún son demasiado altos”, en un comunicado tras el decepcionante informe de precios al consumidor.
En la tarde del jueves, el mandatario anunció que “la semana próxima” tomaría decisiones sobre los precios de la gasolina, “demasiado altos”.
“La reducción de la inflación es la prioridad económica número uno del presidente”, enfatizó la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en Washington.
Malas noticias para el mundo
La persistencia de la inflación estadounidense también es una mala noticia para el resto del mundo, que cada vez siente más el impacto de la batalla de la Fed para controlar los precios.
El rápido aumento de las tasas de EE. UU. —la Fed ya ha elevado su tasa de referencia al 3,25 %, desde un nivel cercano a cero en marzo—, ha llevado al dólar a un máximo de dos décadas y obligado a otros bancos centrales a seguir el ritmo o arriesgarse a una mayor devaluación. “Todo el mundo tiene que seguir”, exhortó Josep Borrell, el máximo diplomático de la Unión Europea.
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Este ajuste sincronizado de la política en todos los países amenaza con llevar a la economía mundial a una caída en 2023, advierte el Banco Mundial. Los países en desarrollo que se endeudaron en dólares son especialmente vulnerables y muchos ya se encuentran en una crisis de deuda.
Kristalina Georgieva, directora y gerente del Fondo Monetario Internacional, que está recibiendo a los principales responsables de las políticas económicas del mundo en la reunión anual de la entidad crediticia que se celebra esta semana en Washington, dijo, el jueves, que la Reserva Federal no tiene más remedio que seguir combatiendo la inflación de forma agresiva. Advirtió que, como consecuencia, el mundo se enfrentará a un dólar más fuerte.
Los economistas de Barclays PLC elevaron su previsión de alzas de la Fed para diciembre y febrero a 75 y 50 puntos básicos, respectivamente, y agregaron que el banco central tendrá que revertir el rumbo recortando las tasas a fines del próximo año.
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