¿Qué hay detrás de las razones económicas que impulsan un nuevo llamado a marchas?

La Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT) y el Comité Nacional del Paro convocaron a una movilización pacífica el próximo 3 de marzo. Según las declaraciones de Francisco Maltés, presidente de la CUT, algunas de las razones para movilizarse tienen que ver con las amenazas sistemáticas, estigmatización y asesinato de líderes sociales y sindicales; pero también con cuestiones económicas: aumento del precio de los alimentos y servicios, las alzas en los servicios públicos domiciliarios, el precio de la gasolina, las tasas de interés, las tarifas del SOAT y “la incapacidad del Gobierno de mantener el precio del dólar estable que incide en la importación de alimentos”.

La Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT) y el Comité Nacional del Paro convocaron a una movilización pacífica el próximo 3 de marzo. Según las declaraciones de Francisco Maltés, presidente de la CUT, algunas de las razones para movilizarse tienen que ver con las amenazas sistemáticas, estigmatización y asesinato de líderes sociales y sindicales; pero también con cuestiones económicas: aumento del precio de los alimentos y servicios, las alzas en los servicios públicos domiciliarios, el precio de la gasolina, las tasas de interés, las tarifas del SOAT y “la incapacidad del Gobierno de mantener el precio del dólar estable que incide en la importación de alimentos”.

Respecto al anuncio, algunos han manifestado que las marchas son inconvenientes por los impactos económicos. Si bien es cierto que la economía colombiana sufrió los estragos de los bloqueos de 2021, no puede afirmarse desde ya que la convocatoria desencadenará un panorama similar al que se vivió desde abril del año pasado, en especial teniendo en cuenta que muchos de los efectos fueron provocados por los bloqueos y no por las machas y esta distinción es clave en este debate.

Lo primero que hay que señalar es que la movilización pacífica es legítima y, además, es un derecho. De todas formas, vale la pena ver, a grandes rasgos, algunas de las razones que motivan la movilización, sus causas y posibles soluciones.

La inflación, en perspectiva

El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) reveló el sábado pasado que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se ubicó en el 1,67 % en enero de 2022, en relación con diciembre pasado, o sea, en su variación mensual. Bajo esta perspectiva, los alimentos y las bebidas no alcohólicas registraron la segunda variación más alta en esta medición, con un 3,79 %; el segmento de prendas de vestir y calzado lideró las alzas en ese periodo.

Vale la pena recordar que el dato de IPC de cada año marca el aumento del precio de peajes, servicios públicos, arriendos, matrículas de colegio, avalúos catastrales, entre otras cosas; para este caso estamos hablando del 5,62 % con el que cerró 2021. Por otro lado, el aumento del salario mínimo, que fue histórico (10,07 %), también tiene consecuencias en algunas tarifas.

A la hora de hablar de la inflación, hay que señalar que este preocupante escenario no sólo afecta a Colombia y es uno de los mayores temores en las economías mundiales, pues está atado a dificultades de producción y de transporte y logística a escala mundial. Estados Unidos, por ejemplo, ha pasado de utilizar palabras como transitoria y manejable a amenaza y riesgo para referirse al tema.

Durante la presentación del informe de la OCDE, el presidente Iván Duque aseguró que la inflación es un fenómeno global, “esencialmente ocasionado por factores exógenos”, como el aumento en los costos de los fletes, incrementos en los costos logísticos y problemas en el mercado mundial de contenedores. Y señaló que el Gobierno está enfrentando este fenómeno “con una serie de políticas públicas que fueron anunciadas el pasado fin de semana”. En particular, el mandatario se refería a la reglamentación de la ley de insumos, que viene con bajas en aranceles para productos necesarios en la cadena de producicón agrícola y de alimentos.

Aquí vale la pena analizar el caso particular de la papa, es el alimento que más ha subido, con un 25,34 % de alza en su medición entre diciembre pasado y enero de este año, y un preocupante 140,16 % en la comparación con enero de 2021.

Al respecto, la Federación Colombiana de Papa (Fedepapa) explicó que este aumento tiene que ver con varios factores. En primer lugar, se relaciona con la situación de los agricultores en el segundo semestre de 2020, cuando el precio de la papa cayó a $10.000 el bulto y los cultivadores campesinos se apostaron en carreteras y peajes de ingreso y salida a Bogotá para tratar de vender y amortiguar las pérdidas de la cosecha. Desde entonces muchos productores salieran del mercado porque no podían recuperar ni los costos de producción.

En 2021 los precios se volvieron un poco más competitivos para el productor, pero, según Fedepapa, los bloqueos en el sur del país no permitieron que las cosechas de Cauca, Nariño y Tolima, las que salen en el primer semestre, se vendieran. Y ahí otro grupo de pequeños productores quebraron y dejaron de producir.

Hoy, con la reactivación, los hoteles y restaurantes abiertos, el panorama es otro. En efecto hay demanda, pero la oferta de papa bajó porque muchos de los productores, especialmente de los que sacan la cosecha del primer semestre, se vieron obligados a cambiar de actividad.

“Para acabar de completar este panorama tan sombrío, los precios de los fertilizantes e insumos se encuentran muy elevados, por los costos de flete, escasez de contenedores, el petróleo, la Tasa Representativa del Mercado. Todo lo anterior genera que la papa tenga precios altos”, dijo a este diario Germán Palacio, gerente general de Fedepapa.

Lea: ¿Por qué ha subido tanto el precio de la papa?

El ejemplo, aunque no aplica para todo, sí demuestra que la subida de los precios tiene su origen en muchas causas. Ahora bien, para algunos la respuesta del Gobierno en el proceso ha tenido fallas.

Parece haber una especie de consenso en que, en este escenario, el Banco de la República tiene que intervenir vía aumentos de sus tasas de interés. La entidad viene ajustando su política monetaria desde el año pasado y recientemente sorprendió con la subida más drástica en más de una década. Sin embargo, las críticas de algunos sectores no han sido tanto por la decisión general de ajustar las tasas, sino por la velocidad con la que la junta del banco lo está haciendo.

Sumado a que hay analistas que aseguran que con líos en las cadenas productivas y de transporte globales, la inflación tiene más variables sobre la mesa que no se están atacando. “Esa formula clásica (la del aumento de tasas) está haciendo agua en Colombia y en otras partes. Los problemas actuales no son solo de disponibilidad de dinero en la economía (que es lo que controla las tasas de interés): el problema de la inflación actual es un problema de producción”, dice Tatiana Andia, profesora de sociología de la Universidad de los Andes.

Lea: La inflación, más allá de las tasas de interés

Para Andia, entre otras cosas, hay que pensar qué lugar tiene Colombia en las cadenas globales de valor. Y otro punto fundamental que no puede dejarse de lado es que la inflación “tiene un efecto altamente regresivo” y afecta mucho más a los pobres, para quienes la pérdida de poder adquisitivo es todavía más grave.

La inflación no es el único problema, pero sí aumenta otros ya existentes. En el artículo Efectos de la política económica sobre la alimentación en Colombia, de Diego Guevara y Carlos Suescún, los autores argumentan cómo los datos y las alertas de varias organizaciones muestran que la inseguridad alimentaria es una realidad en el país. Por ejemplo, explican que el informe hecho por la FIAN Colombia sobre la situación del derecho humano a la alimentación y nutrición adecuadas en el país revela cómo la inseguridad alimentaria alcanza el 54,2 % para el total nacional y 64,1 % en las áreas rurales.

Además, hablan sobre los factores económicos que explican dichos problemas. “La política económica explica, en gran medida, la situación del hambre en Colombia en las últimas tres décadas. Bajo la bandera de la apertura económica y el libre comercio, las importaciones de productos agropecuarios se multiplicaron por diez, pasando de 1,2 millones de toneladas en 1991 a 13,8 millones de toneladas en 2019, según Faostat”.

Esto se suma a que el aumento de los precios, especialmente en alimentos, llega en medio de un mercado laboral que todavía no regresa a las cifras de antes de la pandemia, que incluso entonces no eran alentadoras.

Según las cifras más recientes del DANE, el número anual de personas desempleadas en el país es el segundo registro más alto en 21 años en esta materia, superado sólo por los datos de 2020, que marcó el punto más álgido de los desastres sanitarios y económicos que introdujo el covid-19.

La tasa de desempleo de 2021 se ubicó en 13,7 %, lo que significa una mejoría de 2,2 % frente a los resultados de 2020, pero aún con un rezago de 3,2 % de cara a los números de 2019, o sea antes de la pandemia. (Lea: ¿Qué dice sobre la recuperación económica una tasa de desempleo anual de 13,7 %?)

“El panorama laboral es incierto, la persistencia de los contagios por la pandemia y la perspectiva de un crecimiento económico mediocre este año podrían prolongar la crisis del empleo hasta 2023 o incluso hasta 2024. Una crisis del empleo demasiado larga es preocupante porque genera desaliento y frustración, lo que a su vez repercute sobre la estabilidad social y la gobernabilidad″, dijo Vinícius Pinheiro, director de la OIT para América Latina y el Caribe durante la presentación de los datos de desempleo en América Latina.

¿Qué se ha hecho?

Si bien el llamado de las centrales obreras es a protestar por la inflación y la tasa de cambio, algunos de estos factores se salen de la órbita de control de la administración nacional, en justicia. Incluso hay una perspectiva bajo la cual el aumento del salario mínimo, impulsado por los propios sindicatos (y concertado con empresarios, como no sucedía hace 10 años), también alimenta la subida de precios vía subida en la demanda gracias a la disposición de más dinero en los hogares para gastar.

Los problemas de logística y transporte globales, que se pueden agrupar bajo la llamada crisis de los contenedores, tampoco son un asunto de resorte nacional, aunque nos impactan. Y, así mismo, la reactivación desmesurada de la demanda, en conjunto con problemas de producción en otras partes del mundo, son dos asuntos que se escapan de la jurisdicción de los ministerios colombianos.

También hay que tener en cuenta que la tasa de cambio depende de una serie de factores nacionales e internacionales; en este último grupo se cuentan los precios del petróleo, por ejemplo, además de los movimientos de la Reserva Federal de Estados Unidos y hasta el propio desarrollo de la pandemia.

Ahora bien, esto no es para restarle peso y responsabilidades a las medidas nacionales alrededor de algunos de estos fenómenos. Si bien la inflación está atada a factores internacionales, el mercado local de producción agrícola es frágil y por eso queda un poco al vaivén de choques externos como los que se están viviendo actualmente.

No invertir lo suficiente en el agro, ni impulsar nuevas formas de agricultura con miras a fortalecer la producción nacional, tiene consecuencias que se están pagando actualmente, de cierta forma.

En medio de un panorama económico que se antoja retador, el descontento social es normal, pero también hay que poner sobre la mesa que la situación es producto de muchas causas, que a su vez requieren de medidas que se pueden prolongar en el tiempo.

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