¿Qué pasaría si llegamos a una inflación de dos dígitos?
Este indicador se encuentra en 9,67 %, aunque es probable que suba al 10 % próximamente, impulsado, entre otras cosas, por la normalización de los precios de los combustibles en Colombia. ¿Qué consecuencias habría con este aumento, que pareciera más nominal que otra cosa?
Santiago La Rotta
La próxima semana el DANE publicará nuevos datos sobre cómo va la inflación en Colombia, específicamente los cambios en los precios que se registraron para julio. Para este punto es posible que la medición anual venga con dos dígitos, el temido 10 %.
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La próxima semana el DANE publicará nuevos datos sobre cómo va la inflación en Colombia, específicamente los cambios en los precios que se registraron para julio. Para este punto es posible que la medición anual venga con dos dígitos, el temido 10 %.
Independiente de si la marca se alcanza en este reporte, varios analistas dan casi por descontado que el índice de precios del consumidor (IPC) llegará a este nivel más temprano que tarde en este año, más aún con la normalización en los precios de los combustibles, que arrancó hace poco el Ministerio de Minas como una salida a la presión fiscal que estaba ejerciendo el subsidio al precio de estos productos vía el Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles.
Entonces, si es casi un hecho: ¿qué significa llegar a una inflación de doble dígito?
Ahora bien, antes de entrar en esta discusión es importante aclarar algunos elementos de contexto.
Lo primero es que el IPC sobrepasó la barrera del 9 % en abril de este año y desde entonces no ha bajado de ese nivel, llegando así al 9,67 % que registró en junio para su variación anual (esta es la comparación entre los precios registrados en el mismo mes de 2021).
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Entonces, lo primero que hay para decir aquí es que la diferencia que nos separa de los temidos dos dígitos es marginal, pero no por eso menos importante. Como el diablo está en los detalles, hará falta revisar, primero, cómo llegaríamos a ese 10 % en la variación anual del IPC: ¿cuáles serán los grandes motores, o en singular, de la inflación?, ¿serán los servicios públicos, los costos de los combustibles, los alimentos?
Esta diferencia es sustancial para comenzar a resolver la pregunta central planteada arriba. Si la inflación sigue siendo comandada por los alimentos, esto implica que las malas noticias se transfieren más inmediatamente hacia las personas más vulnerables de la sociedad, pues es en estos renglones en donde más dinero se destina de los ingresos para comprar comida.
Algunos alimentos han comenzado a moderar su comportamiento alcista, como en el caso de la papa, por ejemplo, que tuvo incrementos que robaron titulares hace unos meses Y, sin embargo, esta categoría fue la que más creció en el reporte de junio, con una variación anual de 23,65 %.
Y lo que puede preocupar aquí es que la subida en los combustibles suele impactar a los productos agrícolas, por lo que esta alza podría impulsar hacia arriba aún más toda la categoría.
Por lo tanto, el paso de 9,67 a 10 % (o un poco más) termina siendo un asunto casi simbólico, si se tiene en cuenta que en algunas ciudades los dos dígitos ya están presentes, como lo dice Camilo Herrera, presidente de Raddar, firma experta en consumo.
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Herrera destaca que esta transición implicaría más “un suceso con impacto psicológico: esto puede que cause efecto a nivel de percepción, pero no hay mayor diferencia”.
El experto en consumo dice dos cosas ciertas acá: la diferencia macroeconómica inmediata puede no ser significativa, pero a la vez sí se genera una cierta impresión psicológica. Y este factor resulta interesante.
En el lado del consumo, una mayor inflación implica “menos capacidad de compra del salario y, por ende, se debe reajustar la canasta de gasto, cuidando más sus necesidades y preferencias”, como señala Herrera.
En consecuencia, si la inflación de dos dígitos se mantiene (y sobrepasa la marca del 10 %), esto “puede volverse una espiral: con inflaciones de dos dígitos será natural para muchos que los salarios suban dos dígitos y el mínimo terminará en discusiones cercanas al 20 %”, comenta Marc Hofstetter, economista y profesor de la Universidad de los Andes, y columnista de este diario.
El propio Hofstetter, en una columna publicada en enero de este año, argumentaba que “no es descabellado estimar que durante el año se acabe el invicto de la inflación de un dígito que hemos mantenido todo el siglo”. En parte, decía el académico, este invicto era posible de romperse por cuestiones como el aumento en los precios del petróleo (que se trasladaría eventualmente al mercado colombiano de combustibles, como ya comenzó a suceder) y los problemas logísticos en el comercio mundial; esta estimación fue anterior a la guerra en Ucrania, que terminó por agravar todo el panorama global en varios aspectos.
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Vale recordar que el nivel de inflación es uno de los insumos claves en las negociaciones del salario mínimo que se definen al final de cada año. Del lado de los empresarios las primeras propuestas suelen ser que el mínimo suba el valor de la inflación, mientras que los sindicatos tienden a impulsar una fórmula que parte del IPC y suma un porcentaje extra.
En las negociaciones del año pasado, que concluyeron con acuerdo luego de años de decretos por parte del Ejecutivo, el aumento logrado fue de 10,07 %. Una inflación de dos dígitos prácticamente borraría ese incremento.
Por el lado psicológico de esta historia, José Alberto Guerra, profesor asociado de la Facultad de Economía de la U. de los Andes, aclara que no hay evidencia que muestre que el cambio entre uno o dos dígitos de inflación tenga incidencia en los consumidores.
Pero aclara que lo que sí existe en la literatura son estudios sobre ciertos sesgos que explota el comercio, como el de anclaje: un consumidor que ve un precio de $9.999 lo tiende a asociar más con $9.000 que con $10.000. Uno podría extrapolar esto a tasas de crecimiento o inflación. “Es decir, una inflación de 9,6 % podría estar más asociada con 9 que con 10 %, y al pasar a dos dígitos puedo sentir que los precios están subiendo mucho más rápido, lo que podría tener efectos sobre las expectativas de los consumidores”, explica Guerra.
El hecho de percibir la inflación como más alta puede generar un consumo más rápido en este momento, pues los precios están subiendo rápidamente y el próximo mes todo puede estar más caro; o puede moderar el consumo, en espera de que las medidas del Banco de la República, por ejemplo, surtan su efecto, afirma el experto.
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