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Mantener los precios de la gasolina a los niveles que se tenían a principio de año es algo financieramente insostenible. Esa es la gran conclusión a la que ha llegado el Gobierno y el motivo por el cual se ha decidido emprender esa constante escalada en el aumento del precio del combustible, que espera alcanzar en los próximos meses los precios internacionales, es decir, unos $16.000 por galón.
Sin embargo, la pregunta que muchos se hacen es ¿por qué Colombia tiene que igualar los precios internacionales si es un país productor de petróleo?
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Parte de la respuesta a esa pregunta la dio ante la Comisión Quinta del Senado el ministro de Hacienda Ricardo Bonilla, quien recordó que esta constante escalada comenzó por la insostenibilidad que manifiesta el Fondo Para la Estabilización del Precio de los Combustibles (FEPC).
Recordar que este fondo se creó hace más de diez años con el objetivo de proteger el bolsillo de los colombianos ante la variación internacional del precio del petróleo. Es decir, si el precio subía el fondo asumía esos incrementos para mantener la gasolina y el ACPM estables.
No obstante, con el pasar de los años se encontró que la función de este fondo era financieramente insostenible, llegando a generar un déficit en toda su historia que supera los $100 billones. Solo al cierre de 2022 el déficit fue de $36,7 billones, mientras que en lo que va del año este suma unos 11,8 billones.
Se estima que el 77 % del histórico de este déficit se ocasionó entre el 2021 y el 2023. De allí lo sorpresiva que pueda parecer esta nueva política, y la inconformidad de las personas que por más de una década se han visto beneficiadas del mismo.
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A su explicación el ministro mostró que, en promedio, Colombia produce cerca de 780.000 barriles de petróleo cada día, de los cuales se exportan unos 500.000 y el restante, 280.000, se quedan para que las refinerías nacionales elaboren gasolina y diésel.
El problema es que esa refinación no satisface la demanda de combustible en el país, que se estima en unos 12 millones de galones diarios (de los cuales 6,2 millones son de gasolina). Esto es el doble de lo que se demandaba hace una década, con el agravante de que gran parte del parque automotor es viejo, lo que implica problemas de eficiencia en el consumo del combustible.
Esa falta de oferta por parte de lo que se produce en el país hace que se importe el 40 % de la gasolina corriente que se consume, así como el 20 % del diesel.
Es por esa dependencia de la importación que el Gobierno habla de igualar o aspirar a llegar a los costos internacionales, pues no es financieramente sostenible comprar más caro para vender más barato.
Una respuesta aparentemente obvia ante este problema es que se mitiguen las exportaciones para que el país tenga más petróleo para refinar y, por ende, más combustible que satisfaga la demanda de consumo nacional. Aunque suena bien, no era posible, pues las refinerías nacionales están casi que a tope, operando al 97 % de su capacidad máxima.
Construir más refinerías tampoco es opcional, ya que la tendencia muestra que los vehículos eléctricos ganarán más terreno en los próximos años, reduciendo así paulatinamente la demanda de combustible, es decir, sería una inversión condenada al fracaso en las próximas décadas.
Bajo este nuevo modelo el precio de la gasolina dependería del comportamiento internacional del petróleo, es decir, que cuando este suba el combustible aumentará de valor, mientras que cuando baje ocurrirá lo contrario. Los ingresos para el país también se verían afectados por esta dinámica, porque implicará en que se pague más caro o barato los barriles de petróleo que se exporten.
Las dinámicas del fondo también implican un hueco para los ingresos por tributación que tienen la nación, pues se estima que al año se están dejando de recaudar unos $4,5 billones por este concepto.
Además, argumenta el ministro, el subsidio a los combustibles es altamente regresivo, pues beneficia más a los hogares de mayores ingresos. Se estima que un 27,3 de los que aprovechan más este subsidio es decil número diez en ingresos, es decir, los más adinerados de Colombia. Desde allí la gráfica disminuye paulatinamente hasta alcanzar el decil más bajo, que es el 2,8 % de los beneficiarios.
Aún con estas alzas, continúa el ministro, Colombia sigue estando entre los países de la región con el precio de la gasolina más económica, solo por debajo de Bolivia, Ecuador y Argentina, en donde este va de los $8.400 a los $13.363. Los galones más costosos se encuentran en Uruguay ($29.338), Chile ($23.124), México ($22.504) y Costa Rica ($21.504). Para el caso del ACPM el panorama es similar estando Colombia en la tercera posición de los combustibles más económicos.
Desde el Senado, y diversas agremiaciones, han surgido propuestas para mantener los precios de los combustibles. Parte de estas apuntan a redistribuir la fórmula con la que se calcula el precio, para que otros eslabones sean los que asuman una mayor carga, haciendo así que el precio final para los consumidores sea inferior.
Recordar que el precio de los combustibles es importante para la economía nacional, pues es un elemento que se relaciona con la inflación, debido a que la logística del país, amén de muchas industrias, los emplean como insumos para los procesos de sus estructuras de negocio.
En suma, si le suben a la gasolina ese aumento se verá reflejado en muchos productos y servicios pero, como lo argumenta el ministro, mantener los precios no es un asunto tan sencillo, e incluso puede rayar con lo inconveniente.
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