Si hay apagón en Colombia, estas serían sus consecuencias económicas
Aunque sigue siendo un escenario que no ha tocado asumir, si llegáramos a un racionamiento de energía, este podría tener duras consecuencias económicas. ¿Cómo se realizaría un apagón en Colombia?
Santiago La Rotta
Al momento de cierre de esta nota, el nivel de reservas hídricas del Sistema Interconectado Nacional había bajado del umbral de 30 % hacía varios días. Y cada nuevo punto se ubicaba como un nuevo mínimo histórico en el nivel agregado de los embalses.
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Al momento de cierre de esta nota, el nivel de reservas hídricas del Sistema Interconectado Nacional había bajado del umbral de 30 % hacía varios días. Y cada nuevo punto se ubicaba como un nuevo mínimo histórico en el nivel agregado de los embalses.
La declaratoria el viernes de un día cívico por parte del Gobierno fue introducida, en parte, bajo la bandera del ahorro de agua, tanto la potable como la necesaria para mantener al país encendido.
Durante las últimas semanas (con especial fuerza en las últimas tres, quizá), autoridades, analistas y gremios vienen gritando a todo el que quiera escuchar que es necesario ahorrar y reducir el consumo en hogares y oficinas (de agua y energía).
Algunas lluvias, especialmente en el centro del país, han traído una sensación de esperanza de última hora. Pero lo cierto es que el hueco que colectivamente se ha ido cavando no se solucionará con un par de aguaceros. Esta vez los nubarrones no son la figura que encarna problemas, sino la que carga el poder de las soluciones.
“Podemos decir que estamos con un nivel de estrés del sistema altísimo porque estamos en la etapa final de este Niño. El parque generador entero está cumpliendo con lo que se comprometió y el diseño de mercado cumplió”, dice Natalia Gutiérrez, presidenta de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen). Y añade: “Creo que todos los gremios del sector levantaron las alarmas hace más de un año. Lo que hoy tenemos es un atraso en proyectos que nos pone al límite, tema que advertimos en innumerables comunicaciones desde hace varios meses. El retraso de la entrada de proyectos en el mediano plazo tendrá como resultado una presión sobre los precios, pues la demanda sigue aumentando y la oferta no crece al mismo ritmo”.
Las palabras de Gutiérrez llegan en medio de una serie de medidas que anunció el Ministerio de Minas y Energías el jueves, apenas unas horas antes de que se decretara el día cívico. Entre la batería de jugadas hay previsiones para permitir la entrada anticipada de proyectos de energías renovables, así como la adición de energía extra desde plantas térmicas.
“Si bien no tenemos un riesgo inminente de racionamiento, el aumento de estas condiciones nos obliga a tomar unas medidas de refuerzo estructural para que no lleguemos a ninguna condición crítica y logremos superar sin dificultades este periodo de fenómeno de El Niño”, dijo el titular de la cartera, Andrés Camacho, durante una rueda de prensa este jueves.
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“Uno diría que estas son decisiones tomadas con el agua al cuello, pero la figura no aplica justo para este momento, así el sentido siga siendo el mismo”, comentó un consultor en temas de energía, que prefirió no ser citado por tener clientes con relaciones con el Estado.
En medio de este panorama, la palabra “racionamiento” sigue siendo temida. Y, sin embargo, resulta ser un asunto casi omnipresente: no se ha materializado, pero está en la cabeza (y en los temores de todos), como los dioses de antaño.
¿Racionamiento o no?
En este punto, nadie firma en piedra que habría un racionamiento eléctrico en Colombia. Tampoco es una posibilidad totalmente descartada.
Aunque puede ser un asunto ambiguo, lo cierto es que todo en este escenario está un poco en la cuerda floja: los pronósticos indican que las lluvias comenzarían a regresar en mayo, en junio habría una especie de neutralidad, con más lluvias, pero sin un fenómeno de La Niña que, en las proyecciones actuales, haría su entrada en julio.
Pero las proyecciones no son certezas sobre el futuro, por muy informadas que sean. Y el problema es que cualquier retraso en la llegada en forma de las lluvias comienza a jugar a favor de un apagón.
Sin embargo, una vez regresen las lluvias, la recuperación de los embalses tomará un momento, pues no se trata de un proceso inmediato, como aclara Gutiérrez, de Acolgen. Y, mientras tanto, las térmicas deben seguir prendidas y en la primera línea de respuesta a la demanda. Esto, a su vez, seguirá presionando al alza las tarifas, al menos por un tiempo.
“Antes de pensar en racionamiento tenemos que entender que hay un primer anillo de seguridad en las plantas térmicas. Para un apagón tendría que fallar ese primer anillo. Y no olvidemos que en El Niño de 2014-2015 las plantas lograron mantener el país sin apagón durante el fenómeno, que duró un año”, aclara José Plata Puyana, director de la línea de Investigación en Transformación Energética de la U. Javeriana.
Ahora bien, la posibilidad de racionar la electricidad dependerá también del freno que se le pueda poner a la demanda. En este frente, además de penalizaciones al exceso de consumo, también hay propuestas para recompensar el ahorro.
“Es clave pensar en programas de respuesta a la demanda para incentivar a los usuarios a ahorrar”, asegura José Reinaldo Vuelvas, director de la Maestría en Energía y Sostenibilidad, U. Javeriana.
A este escenario se suma Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, quien recuerda que en 2016 se puso en marcha la campaña Apagar paga “que tuvo un impacto positivo en la demanda. No solo debemos hablar de un aumento en el precio para regular la demanda, sino también de incentivos de ahorro. Este tipo de iniciativas pueden mitigar el riesgo de un racionamiento”.
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El impacto de un racionamiento
La palabra “apagón” asusta no solo por las afectaciones en la vida diaria y la resaca histórica de 1992 (el antecedente histórico más reciente de una medida de este tipo a escala nacional), sino también por las implicaciones económicas.
Apagar el país, o parte de él, es hacer lo propio con sectores de la economía, incluyendo el consumo de los hogares. “La demanda de energía está claramente correlacionada con la actividad económica”, dice César Pabón, director ejecutivo de Investigaciones Económicas en Corficolombiana.
Entonces, ¿qué le pasa a la economía si se desconecta el cable de la pared? “La afectación principal vendría en aquellas actividades económicas que tienen una alta dependencia de la energía por dos factores: no se pueden realizar si no hay suministro eléctrico (las transacciones en el comercio, por ejemplo) y, por otro lado, las que utilizan la energía como un insumo para producción. En este último grupo hablamos de actividades como la industria manufacturera, la construcción y el renglón minero-energético”, explica Mejía.
El mercado colombiano de consumo de energía se puede ver desde dos grupos: el regulado y el no regulado. En el segundo encontramos la industria y los grandes comercios, que representan el 30 % del consumo en el país. “En el lado no regulado 40 % de la demanda la compone la industria, 30 % es minería y 5 % es el comercio. En otras palabras, 75 % del consumo no regulado está asociado a estos tres sectores. Cuando vemos sus contribuciones en el PIB tenemos que casi 25 % del producto interno bruto del país está asociado a estos sectores. Visto de otra forma, estamos hablando de un cuarto del PIB nacional al considerar un apagón”, argumenta Pabón.
En 1992, cuando se registró un gran apagón nacional también por cuenta de factores climáticos (entre otros), la industria registró una contracción de 6 % en los resultados del PIB.
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Ahora bien, el renglón regulado (residencial y pequeños comercios) es el que responde por la mayoría del consumo de electricidad en el país. En febrero de este año, por ejemplo, la demanda de este sector representó casi 69 % del total del apetito de electricidad en el país, según cifras de XM, administrador del sistema eléctrico nacional.
En los cálculos de Corficolombiana, el consumo de servicios públicos (incluyendo, claro, la electricidad) puede pesar casi 11 % del PIB. La cifra no se circunscribe específicamente a la energía, pero ayuda a entender el tamaño del golpe por el lado del consumo residencial y de pequeños comercios.
“Si hay un racionamiento, en el lado de la demanda tenemos que el consumidor, probablemente, disminuye su gasto en comercio y servicios de entretenimiento, por ejemplo”, explica Mejía, de Fedesarrollo. Y estas no son buenas noticias en un país cuyo PIB depende en unas tres cuartas partes del gasto de los hogares.
¿Cómo sería un eventual racionamiento?
Aunque nadie quiere esta opción y ni siquiera es seguro que tengamos que llegar a ese escenario, hay algunas opciones sobre la mesa acerca de cómo sería un racionamiento (en el peor de los casos, que el país tenga que apagarse).
Los impactos económicos y los sectores en los que se sentirían más guían las recomendaciones de los analistas.
“Por horarios y por turnos para minimizar el impacto en los sectores económicos. Un poco siguiendo el esquema que se ha implementado para el racionamiento de agua en Bogotá”, sugiere el profesor Vuelvas, de la U. Javeriana.
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A su vez, Pabón, de Corficolombiana, evoca el apagón de 1992 para obtener pistas de cómo podría llegar a ser un racionamiento si El Niño no afloja tan rápido y tanto como se espera: “El punto de referencia es el apagón de ese entonces, que implicó cortes de 5:00 a 9:00 p.m. Y hacerlo en la noche no afecta tanto a los renglones industriales y económicos, a la vez que sí impacta la demanda residencial (que es la más alta, como ya se dijo”.
Impactar el consumo residencial es clave en esta ecuación. En esto concuerda Mejía, de Fedesarrollo, quien también sugiere que la estructura económica debe protegerse si al final sí hay racionamiento de energía. “Se puede pensar en restricciones sectorizadas. Si se sabe que hay plantas industriales o una concentración de manufactura, por ejemplo, en un sector específico pues ahí se pueden disminuir los cortes”.
Más allá de las sugerencias sobre un escenario que nadie quiere que se haga realidad, todos los analistas consultados insisten en la necesidad, vital, del ahorro por parte de los usuarios. De fondo, el ahorro en la demanda quizás es la única variable que se puede controlar en un escenario que ofrece solo incógnitas e incertidumbres.
“Hay un tema de responsabilidad del consumidor muy importante. Pero también hay problemas estructurales en el sistema y una falta de inversión en el sector energético que se necesita para mitigar estos problemas”, asegura Pabón.
Por su parte, Gutiérrez, de Acolgen, finaliza diciendo que “este es el momento en el que debemos hablar de un consumo de energía más eficiente y hacer todo lo que se pueda para aumentar la oferta de energía eléctrica. De eso deben encargarse el Gobierno nacional y la CREG, además de enfatizar en que la demanda baje su consumo con campañas de incentivos y todas las herramientas que se usaron y dieron resultado”.
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