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Usted comenzó su carrera en el Banco de la República. ¿Cómo recuerda esos inicios?
De susto. Era mi primer trabajo, estaba, no sé, en séptimo semestre. Había mucha emoción porque iba a comenzar a trabajar, el nerviosismo típico y el sueño, eso de empezar a trabajar en oficina… cuando uno viene de la universidad uno está acostumbrado a dormir a deshoras y trabajar a deshoras, en cambio aquí había que estar todo el día. Ocupado. Pero con mucha emoción, la verdad, esa fue una época linda de mi vida.
¿Qué es lo que más le aprendió a Miguel Urrutia?
Qué no le aprendí a Miguel Urrutia. Quizás esa manera de él de inteligencia con la que aproximaba las discusiones, esa forma sutil de ir poniendo de acuerdo a la gente, la importancia de que las discusiones no tuvieran un ganador sino un consenso. Él tenía una manera sutil de ir ganando adeptos y de que las discusiones fueran teniendo peso, porque al final del día, y eso lo corrobora uno después en su vida, en las decisiones en las que no hubo un apoyo, en algún momento se van a derrumbar.
¿Qué papel ha cumplido la poesía (y la salsa) en su vida?
La poesía… pues el papel que cumple la poesía en la vida de la gente, a mí me gusta mucho leer, me gusta mucho la poesía, el teatro, y es injusto con el resto de los géneros, pero siempre ha sido un lugar a donde me gusta ir para ver cosas estéticas, bonitas y románticas. Y la salsa… no tengo idea, a mí me encanta bailar salsa y lo que sea. Cada que puedo lo hago, intento que mi hija lo haga bien, es muy importante. En realidad, cuando era chiquita, lo que quería era ser bailarina, pero salió mal, como se da cuenta.
¿En qué momento tomó la decisión de irse por economía?
No sé si fue la falta de talento. Me acuerdo que fue en noveno, dejé lo de la bailada, creo que no me apoyaron.
Leí que cuando sea grande quiere estudiar literatura…
Ya no, eso era cuando quería ser grande en ese momento. A mí me gusta mucho la literatura, pero creo que por estos días prefiero sólo leerla.
Entre tanto número hay espacio para las letras…
Siempre hay espacio para las letras.
Ha sido líder de varios equipos: en la Superfinanciera, en el Minhacienda, en un fondo de pensiones. ¿Cuál es su estilo de liderazgo?
Es muy difícil de definir, creo que parte de mi estilo de liderazgo ha sido definido por quien soy. Cuando uno mide 1,60 metros parece más joven de lo que es, le confunden la voz con la de la hija de 9 años y la idea de que es un estilo muy autoritario fracasa. En realidad mi estilo es el de trabajar por mi gente, quererlos, cuidarlos y tratar de ver cómo logro que mi visión empape la de ellos. Si las personas no van creciendo con esa misma visión, no hay manera de formar un equipo, y no hay manera de que eso sea sostenible en el tiempo.
Es la segunda mujer en la historia de la junta. ¿Eso qué ha significado para usted, para el país?
Cuando llegué aquí me hicieron la misma pregunta. Quedé un poco sorprendida, porque la verdad nunca había pensado en el problema de género desde mi perspectiva personal; en consecuencia, cuando me nombraron, para mí más que ser la segunda mujer en llegar, era la primera vez que yo llegaba, y entonces eso me tenía muy emocionada. Sin embargo, precisamente a raíz de las preguntas que muy pertinentemente me hicieron, pues me parece que es fundamental, los problemas de inequidad de género que existen en Colombia son profundos, y no los vemos, al igual que otros problemas de discriminación como los sociales y los raciales, están ahí en el inconsciente y de alguna manera sí es necesario que haya personas que todo el tiempo estemos martillando en cómo están presentes y cómo tenemos que erradicarlos de una sociedad sostenible.
Y no estoy hablando de la participación de la mujer en la vida laboral, estoy hablando del rol que mujeres y hombres tenemos en la sociedad. Y creo que en ambos casos se nos han impuesto cargas, sesgos, de cómo funcionaban en la historia y que no necesariamente se compaginan con lo que nos hace en realidad felices. En ese sentido debemos migrar hasta un punto donde todos podamos hacer lo que en realidad nos hace felices, al margen de lo que nos hayan enseñado.
¿Ana Fernanda es feliz?
Sí.
Economista de los Andes y MBA en finanzas en Columbia. ¿Cómo se debería educar una líder?
Como quieran. Como sientan que eso las empodera. Lo que fundamentalmente creo y va al mismo punto que estaba tocando hace un segundo con el tema del género, es que no hay recetas preestablecidas, no hay una única manera de liderar, no hay una única forma de lograr nada. Hay millones. Lo que sí es importante es que sea la propia. A uno no le queda la ropa prestada. Y menos los estilos de liderazgo. Entre otras cosas no todo el mundo tiene que ser un líder. Es posible que uno quiere, y le nazca, y eso le hace tremendamente feliz, pero eso no lo hace ni mejor ni peor que nadie. Es una característica, como tener los ojos azules, en cuyo caso no hay ninguna receta. En mi caso ha sido muy importante mi carrera para conceptualizar el mundo y todas las experiencias que recibo. Pero estoy segura de que hay “N” formas de tener procesos de aprendizaje.
Hay ciertas cosas que le diría a la gente que trate de hacer: trate de vivir en otro lado porque es importante ir y ver que el mundo es más grande. Que hay distintas maneras de ver las cosas.
Abrir la cabeza…
Pero hay mucha gente que abre la cabeza sin irse a ningún lado, leyendo, por ejemplo.
¿Cómo le va con la vecindad, ahora que vi a su vecino Adolfo Meisel?
Tengo una nutrida vecindad. Al Dr. Meisel, al Dr. Ocampo, al Dr. Hernández y al Dr. Zárate, con quienes comparto más tiempo que con cualquier otro.
Algunos fueron sus jefes y ahora están de tú a tú. ¿Cómo le va con esa relación?
En primer lugar, creo que lo que hay que agradecer en particular es la generosidad de ellos, primero porque sin esa generosidad es posible que yo no hubiera aprendido las cosas que me permitieron estar hoy aquí sentada. Segundo porque existen una gran generosidad en la forma en la que hoy son mis compañeros, una gran cantidad de afecto entre lo que me han enseñado y lo que me siguen enseñando. Entonces me va muy bien, pero sí creo que es importante reconocer esa labor que ellos y muchos otros mentores han tenido en mi vida.
¿Qué es lo que más le gusta enseñarle a sus alumnos ahora que hablamos de docencia?
Que tienen que pensar que en la vida todo se materializa a través de las relaciones humanas. Les decía a mis equipos antes: tener la razón no sirve de nada. Uno tiene que aprender a trabajar con la gente, a convencer a la gente. Nadie se levanta por la mañana diciendo: voy a meter la pata hoy, voy a llevarle la contraria a este tipo hoy. Uno se levante por la mañana con la convicción de querer hacer las cosas bien. En consecuencia, entre esa convicción y la mía no hay diferencia. Si queremos llegar a un acuerdo con alguien que tiene un punto contrario debemos llegar a un punto intermedio. Ese es un trabajo que se hace poco en las universidades porque nos están enseñando a tener la razón. Ese es un trabajo que, en lo que puedo, trato de llevarle a mis alumnos.
Por ahí dicen que usted es tímida. ¿Qué tan cierto es eso?
Soy muy tímida, y esto es solamente un ejemplo de superación. Soy muy tímida. Sustancialmente menos extrovertida de lo que parezco, pero parte de las cosas que he querido hacer en la vida han implicado que quiera que otras personas escuchen lo que tengo que decir, entonces he tenido que trabajar en eso.
Entonces cómo le va en las juntas, donde debe hablar mucho.
Se me quita mucho la timidez. Las personas tímidas lo son en algunos ambientes, no en los de confianza, y mis ambientes de trabajo siempre han sido así. En las juntas me va bien, tenemos una forma muy organizada de intervenir donde cada uno participa y escucha a los demás.
¿Cuál ha sido su mayor desacierto?
No ser bailarina, obviamente.
¿Cómo distribuye su tiempo para lograr una buena compensación entre la familia y el trabajo?
Cuando le hagan esa pregunta al señor codirector que esté aquí sentado, será el día en el que veremos igualdad de género. Trato de tener mis prioridades, obviamente mi hija, que es fundamental para mí; también lo es mi trabajo, en donde hago lo que se tiene que hacer. Afortunadamente aquí hay un esquema en el que coordinamos nuestras agendas y si tengo algo realmente importante que atender en mi casa lo hago, o caso contrario estoy aquí, atendiendo mis responsabilidades, que son muy importantes.
Hace poco vi una foto suya con Janet Yellen, la cabeza de la Reserva Federal de Estados Unidos. ¿Qué le aprendió a esa señora?
Lo encantador que es encontrar a una persona que tiene tal cantidad de poder y que es absolutamente tranquila respecto de su comportamiento con el resto de personas, es una mujer absolutamente amable, dulce, sin ninguna pretensión distinta a expresar las cosas que piensa con la inteligencia que la caracteriza.
Si tuviese en frente a estudiantes emprendedores o personas que buscan consejos para liderar, ¿qué les diría?
De cómo emprender, les daría el consejo de que no trataran de aprender de mí, porque un banquero central no es un emprendedor, de cómo liderar: creo que lo que primero que se necesita es un conocimiento profundo de uno mismo, no me parece muy factible que uno quiera liderar a otras personas sin mirarse sistemáticamente a uno, con juicio, sin recato, para tratar de entender en qué cosas uno es fuerte, en qué cosas uno es débil y, en consecuencia, cuál es la mejor manera de trabajar con un grupo para que esas personas den lo mejor de ellas. Pero eso requiere un proceso de conocimiento propio muy disciplinado.
¿Qué tan difícil es llevar las riendas económicamente hablando en materia de política monetaria de un país como Colombia?
Yo creo que de un país como cualquier país. Es una enorme responsabilidad, la idea de que en las decisiones en las que estamos trabajando colectivamente y con nuestro mayor esfuerzo, que impactan la vida de todos los colombianos, es una noción de disciplina con la que uno se tiene que levantar todos los días. Es mi tarea y la de todos los funcionarios públicos que trabajamos en el Estado colombiano.