Mucho estudio, poca remuneración
Los colombianos con más educación pasaron de 14,9 % en 2009 a 20,1 % en 2016. El problema es que el mercado laboral no ha hecho lo mismo. Mujeres y jóvenes, los más sobreeducados.
Juan Miguel Hernández Bonilla
¿Usted conoce a uno de esos miles de jóvenes que estudiaron primaria y bachillerato, pagaron más de tres millones de pesos por semestre durante cuatro años, hicieron su práctica profesional sin ninguna remuneración, se graduaron de técnicos o tecnólogos y cuando por fin consiguieron trabajo les ofrecieron sólo el salario mínimo? ¿O algún amigo o familiar suyo ha terminado la carrera profesional, se ha endeudado con el Icetex para pagar una maestría o un doctorado y al graduarse le han dicho que está sobrecalificado y que no tiene la experiencia necesaria para el cargo?
Si su respuesta es sí, el estudio Mercado laboral y educación: desajuste educativo en Colombia, realizado por la Universidad Externado, demuestra que usted no está solo. En él se evidencia que cada día crece el número de trabajadores cuyo nivel de educación excede las exigencias para el desempeño del cargo que ocupa: “En ocho años la sobreeducación aumentó 5,2 %; en 2009 estaba en 14,9 % y en 2016 llegó a 20,1 %”. El escenario va acorde con aquellos que están menos preparados. “La subeducación, es decir, el escaso nivel de educación formal para los trabajos realizados, bajó de 35,3 % en 2009 a 30,3 % en 2016”.
Estos dos datos indican que el desajuste educativo, por exceso o por defecto, alcanza al 50 % de los ocupados en Colombia, cifra muy elevada en comparación con los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que señala que el desajuste educativo a nivel internacional oscila entre el 30 %y el 50 % del total de trabajadores.
Para Iván Daniel Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, el origen de este fenómeno radica en la poca coordinación entre los contenidos dictados en la academia y las necesidades de las empresas. “Casi siempre las maestrías y los doctorados en Colombia se enfocan en el método de investigación, mientras que las compañías requieren otro tipo de conocimientos, basados en la experiencia. No siempre lo que se aprende en la universidad es útil o se puede aplicar en el ejercicio profesional”.
Esta desconexión entre políticas educativas y exigencias laborales podría explicar el hecho, aún más grave, de que 66,3 % de los técnicos y tecnólogos del país están sobreeducados para el cargo que ocupan. Álvaro Hincapié, presidente de Enka, una de las compañías más conocidas de la industria textil en Colombia, reconoce que esta debería ser una oportunidad para entablar un diálogo tripartito entre el Estado, las entidades educativas y el sector empresarial con el propósito de establecer unas líneas claras de desarrollo a largo plazo, que permitan que los estudiantes se formen en temas y aptitudes que el país necesita. Ese, según Hincapié, sería un antídoto eficaz para combatir y mitigar el desajuste educativo, en particular el fenómeno de la sobreeducación.
Frente a esta preocupación, representantes del SENA afirmaron que durante 2016 cerca de 1,3 millones de cupos fueron para programas de formación titulada, que incluyen los niveles Auxiliar, Operario, Técnico, Profundización Técnica y Especializaciones Tecnológicas. Según la entidad, la meta del actual gobierno es que 3 de cada 4 personas (75%) que han terminado con éxito su formación titulada en el SENA tengan un trabajo formal relacionado con el área en la que estudiaron. Aseguran que “actualmente la cifra se ubica en 68%. mientras que hace 6 años la tasa de ocupación de egresados era del 25%”.
No obstante, una de las consecuencias más difíciles que revela el informe del Externado es que “el ingreso promedio de la población sobreeducada resulta ser inferior si se compara con el de toda la población trabajadora que ha alcanzado ese mismo nivel educativo”. De ello se deduce que los recursos y esfuerzos invertidos en buscar una mejor educación no siempre son compensados por un ingreso laboral acorde a los saberes y competencias adquiridas por el trabajador durante sus estudios. A esto se suma el hecho de que la insatisfacción laboral es mayor entre los empleados sobreeducados. De acuerdo con el estudio, 18,3 % de ellos no están conformes y cómodos con su trabajo actual.
Para Diego Guevara, profesor de macroeconomía de la Universidad de la Sabana, este desequilibrio educativo no sólo afecta la vida cotidiana de los trabajadores, sino que reduce el potencial, la fuerza de trabajo y el crecimiento de la productividad nacional. “En los últimos años, la cobertura en educación superior aumentó significativamente, pero las ofertas del mercado laboral se mantuvieron estables”. Esta sobreoferta de trabajadores cualificados, agrega Guevara, eleva las tasas de sobreeducación. Si hay muchos aspirantes para un mismo cargo, los que no son seleccionados se ven obligados a desempeñarse en un trabajo distinto, casi siempre inferior al que esperaban ocupar.
El informe indica además que, aunque el desajuste educativo es similar entre géneros, las mujeres colombianas tienen mayores niveles de sobreeducación que los hombres, y señala que la población joven es más sobreeducada y que en edades más avanzadas la subeducación se incrementa, especialmente en los mayores de 55 años.
Las conclusiones del estudio son preocupantes. Parece que en vez de mejorar, el fenómeno del desajuste educativo tenderá a agudizarse en los próximos años. Según los investigadores, “una vez se difundan los efectos de la recién aprobada reforma tributaria, es de esperar impactos considerables sobre los ingresos y el consumo final de los hogares. Por un lado, disminuirá el aporte de los hogares a la demanda agregada y por el otro empujará a sus miembros a ofrecerse en el mercado laboral para compensar la caída de los ingresos familiares”.
Ante estas preocupaciones, el Ministerio del Trabajo, en cabeza de Clara López, no respondió a las preguntas hechas por El Espectador.
¿Usted conoce a uno de esos miles de jóvenes que estudiaron primaria y bachillerato, pagaron más de tres millones de pesos por semestre durante cuatro años, hicieron su práctica profesional sin ninguna remuneración, se graduaron de técnicos o tecnólogos y cuando por fin consiguieron trabajo les ofrecieron sólo el salario mínimo? ¿O algún amigo o familiar suyo ha terminado la carrera profesional, se ha endeudado con el Icetex para pagar una maestría o un doctorado y al graduarse le han dicho que está sobrecalificado y que no tiene la experiencia necesaria para el cargo?
Si su respuesta es sí, el estudio Mercado laboral y educación: desajuste educativo en Colombia, realizado por la Universidad Externado, demuestra que usted no está solo. En él se evidencia que cada día crece el número de trabajadores cuyo nivel de educación excede las exigencias para el desempeño del cargo que ocupa: “En ocho años la sobreeducación aumentó 5,2 %; en 2009 estaba en 14,9 % y en 2016 llegó a 20,1 %”. El escenario va acorde con aquellos que están menos preparados. “La subeducación, es decir, el escaso nivel de educación formal para los trabajos realizados, bajó de 35,3 % en 2009 a 30,3 % en 2016”.
Estos dos datos indican que el desajuste educativo, por exceso o por defecto, alcanza al 50 % de los ocupados en Colombia, cifra muy elevada en comparación con los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que señala que el desajuste educativo a nivel internacional oscila entre el 30 %y el 50 % del total de trabajadores.
Para Iván Daniel Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, el origen de este fenómeno radica en la poca coordinación entre los contenidos dictados en la academia y las necesidades de las empresas. “Casi siempre las maestrías y los doctorados en Colombia se enfocan en el método de investigación, mientras que las compañías requieren otro tipo de conocimientos, basados en la experiencia. No siempre lo que se aprende en la universidad es útil o se puede aplicar en el ejercicio profesional”.
Esta desconexión entre políticas educativas y exigencias laborales podría explicar el hecho, aún más grave, de que 66,3 % de los técnicos y tecnólogos del país están sobreeducados para el cargo que ocupan. Álvaro Hincapié, presidente de Enka, una de las compañías más conocidas de la industria textil en Colombia, reconoce que esta debería ser una oportunidad para entablar un diálogo tripartito entre el Estado, las entidades educativas y el sector empresarial con el propósito de establecer unas líneas claras de desarrollo a largo plazo, que permitan que los estudiantes se formen en temas y aptitudes que el país necesita. Ese, según Hincapié, sería un antídoto eficaz para combatir y mitigar el desajuste educativo, en particular el fenómeno de la sobreeducación.
Frente a esta preocupación, representantes del SENA afirmaron que durante 2016 cerca de 1,3 millones de cupos fueron para programas de formación titulada, que incluyen los niveles Auxiliar, Operario, Técnico, Profundización Técnica y Especializaciones Tecnológicas. Según la entidad, la meta del actual gobierno es que 3 de cada 4 personas (75%) que han terminado con éxito su formación titulada en el SENA tengan un trabajo formal relacionado con el área en la que estudiaron. Aseguran que “actualmente la cifra se ubica en 68%. mientras que hace 6 años la tasa de ocupación de egresados era del 25%”.
No obstante, una de las consecuencias más difíciles que revela el informe del Externado es que “el ingreso promedio de la población sobreeducada resulta ser inferior si se compara con el de toda la población trabajadora que ha alcanzado ese mismo nivel educativo”. De ello se deduce que los recursos y esfuerzos invertidos en buscar una mejor educación no siempre son compensados por un ingreso laboral acorde a los saberes y competencias adquiridas por el trabajador durante sus estudios. A esto se suma el hecho de que la insatisfacción laboral es mayor entre los empleados sobreeducados. De acuerdo con el estudio, 18,3 % de ellos no están conformes y cómodos con su trabajo actual.
Para Diego Guevara, profesor de macroeconomía de la Universidad de la Sabana, este desequilibrio educativo no sólo afecta la vida cotidiana de los trabajadores, sino que reduce el potencial, la fuerza de trabajo y el crecimiento de la productividad nacional. “En los últimos años, la cobertura en educación superior aumentó significativamente, pero las ofertas del mercado laboral se mantuvieron estables”. Esta sobreoferta de trabajadores cualificados, agrega Guevara, eleva las tasas de sobreeducación. Si hay muchos aspirantes para un mismo cargo, los que no son seleccionados se ven obligados a desempeñarse en un trabajo distinto, casi siempre inferior al que esperaban ocupar.
El informe indica además que, aunque el desajuste educativo es similar entre géneros, las mujeres colombianas tienen mayores niveles de sobreeducación que los hombres, y señala que la población joven es más sobreeducada y que en edades más avanzadas la subeducación se incrementa, especialmente en los mayores de 55 años.
Las conclusiones del estudio son preocupantes. Parece que en vez de mejorar, el fenómeno del desajuste educativo tenderá a agudizarse en los próximos años. Según los investigadores, “una vez se difundan los efectos de la recién aprobada reforma tributaria, es de esperar impactos considerables sobre los ingresos y el consumo final de los hogares. Por un lado, disminuirá el aporte de los hogares a la demanda agregada y por el otro empujará a sus miembros a ofrecerse en el mercado laboral para compensar la caída de los ingresos familiares”.
Ante estas preocupaciones, el Ministerio del Trabajo, en cabeza de Clara López, no respondió a las preguntas hechas por El Espectador.