Muerte y resurrección de la basura tecnológica
De una tonelada de teléfonos celulares en desuso se pueden recuperar 280 gramos de oro, 1.700 gramos de plata, 180.000 gramos de cobre y otros elementos como hierro, aluminio, zinc y estaño. El problema es que no siempre se hace.
Juan Miguel Hernández Bonilla
¿Alguna vez se ha preguntado dónde está el viejo celular que hace tiempo tiró a la basura?, ¿qué pasó con la nevera de la casa familiar que desechó porque ya no enfriaba?, ¿en qué parte de la ciudad están los bombillos fluorescentes que botó cuando se fundieron? o ¿cuál fue el final del computador de escritorio obsoleto que decidió cambiar por una tableta o un portátil?
Lo más probable es que el celular, la nevera, los bombillos, el computador y el resto de desechos eléctricos y electrónicos de su casa u oficina llegaran a los rellenos sanitarios de la periferia de la ciudad, se descompusieran a la intemperie, liberaran sustancias tóxicas peligrosas y contaminaran el suelo y las fuentes hídricas aledañas. (Conozca cómo es el proceso de reciclaje de basura tecnológica)
Aunque también hay una pequeña posibilidad de que al cumplir su ciclo de vida útil estos aparatos hayan sido recogidos por los programas de posconsumo de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) que hay en el país, hayan llegado a alguna empresa de reciclaje de basura tecnológica y ahora sus partes estén de nuevo rodando en el mercado.
Estos dos posibles destinos dependen en gran medida de la política pública y la reglamentación que establezca el gobierno, de los mecanismos y programas de recolección y gestión integral que diseñen los fabricantes, productores e importadores y, sobre todo, de la conciencia, disposición y voluntad que usted, el usuario final, tenga para entregar los RAEE en los sitios adecuados.
Si alguno de estos tres actores no cumple con su tarea, las consecuencias para la salud humana y para el medio ambiente podrían ser nefastas. Pero si el ecosistema de recolección, reciclaje y reúso de estos desechos funciona bien, el país encontraría una fuente casi infinita de negocios y de riqueza, un nuevo mercado que, literalmente, nace de la basura.
Las cifras del Ministerio de Medio Ambiente revelan que en Colombia se generan 130.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos al año y que el volumen de estos desechos aumentó casi tres veces más que cualquier otro tipo de basura, creciendo 19 % entre 2012 y 2015. El problema, es que menos del 10 % del total de los RAEE recibe el manejo que requiere. (Lea "¿Qué hacer con los desechos eléctricos y electrónicos en Colombia?")
Por eso, quisimos acercarnos a las distintas instituciones que participan en este proceso para ver de cerca cuáles son los riesgos que implica un mal manejo de los residuos eléctricos y electrónicos, cómo funciona su recolección, qué dificultades y limitaciones tiene el país en esta materia, qué logros se han alcanzado y cuáles son los principales desafíos hoy y en el futuro.
Riesgos para la salud y el medio ambiente
“Un computador puede tener la mitad de los elementos de la tabla periódica química: metales, metales preciosos, metales pesados, plomo, cromo, mercurio y algunas tierras raras. Si estos residuos no se manejan de la forma adecuada, pueden generar enfermedades complejas, afectar la biodiversidad y emitir grandes cantidades de gases de efecto invernadero”, aseguró Édgar Fernando Erazo, director ejecutivo de la corporación Ecocómputo, entidad sin ánimo de lucro que desde 2012 se dedica a recoger tabletas, teclados, impresoras, memorias USB, escáneres, computadores de escritorio, portátiles y cualquier otra máquina similar que haya cumplido su ciclo de vida.
Algo parecido ocurre con los celulares o los bombillos. De acuerdo con un reciente estudio de la Universidad Central, en 2016 los celulares de los colombianos emitieron 843 toneladas de dióxido de carbono, 239 correspondientes al consumo de energía eléctrica y 603 a su inadecuada disposición final. “Podemos comparar estas emisiones con el uso de 95.739 galones de gasolina en vehículos automotores en casi cinco millones de kilómetros recorridos”, dijo en su momento Marcela Bautista, encargada de esta investigación.
El fenómeno de los celulares se hace más complejo si se tiene en cuenta que hoy en día no hay una ley que obligue a los usuarios a entregar estos dispositivos en los lugares autorizados y que, de los 20 millones de teléfonos móviles que se desecharon en el 2016, el 22 % de sus usuarios admitió botarlos a la basura y apenas un 4 % los entregó a los programas de posconsumo. (Lea "Productos para mitigar el impacto ambiental de la tecnología")
Programas de recolección
El principio universal de responsabilidad extendida del productor, que tuvo su primera reglamentación en 2013 y tiene como objetivo que los fabricantes de tecnología diseñen los mecanismos para darles un buen final a sus productos, es una alternativa real para mitigar los riesgos medioambientales y, de paso, aprovechar los recursos escondidos en estos desechos.
Red Verde, el sistema de recolección selectiva y gestión ambiental de neveras, lavadoras, aires acondicionados y microondas, es un ejemplo de ello. Andrés Santana Quintero, director ejecutivo de esta corporación, sostuvo que a pesar de que la ley aún no regula la recolección de estos electrodomésticos, las ocho empresas líderes en el mercado (LG, Panasonic, Whirlpool, Samsung, Mabe, Haceb, Challenger y Abba) se unieron para crear un mecanismo de posconsumo que ha evitado que los gases refrigerantes de más de 3.000 neveras lleguen a la capa de ozono y, al tiempo, ha ayudado a reutilizar componentes como plásticos y metales no pesados.
La corporación Lúmina, dedicada a garantizar el cumplimiento del compromiso ambiental de 60 grandes productores y comercializadores de bombillas fluorescentes en Colombia, nació en 2012 y hasta el momento ha recogido más de 2.600 toneladas de estos residuos. En 2016, por ejemplo, las jornadas de recolección, y los contenedores ubicados en distintos regiones del país, permitieron darle un tratamiento adecuado al mercurio líquido presente en las 733 toneladas de bombillos que se alcanzaron a recolectar en el año.
Por su parte, Marcelo Giraldo, director ejecutivo de la corporación Pilas con el Ambiente, que reúne a las 10 compañías productoras de baterías más grandes del país, asegura que los 5.700 puntos que tienen ubicados en 210 municipios han sido claves para recoger más de 1.200 toneladas de pilas domésticas entre 2011 y 2017.
De acuerdo con Édgar Erazo, la corporación Ecocómputo agrupa a 60 empresas que representan el 74 % del total del mercado de computadores y derivados en Colombia y ha recogido 9.500 toneladas de residuos, equivalentes más o menos a 2’750.000 máquinas, desde 2012. (Lea "El precio de la tecnología moderna")
Proceso de reciclaje
Después de recoger los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, Lúmina, Red Verde, Ecocómputo y Pilas con el Ambiente llevan el material a varios gestores que se dedican a separarlo, darles un buen final a las sustancias peligrosas que contienen y a reutilizar las materias primas.
Esta es la labor Gaia Vitare, una empresa de ingenieros ambientales, liderada por Iván Gómez, que desde 1999 está procesando la basura tecnológica del país. Su planta en Bogotá está ubicada en la localidad de Fontibón.
“Gaia Vitare, la empresa de reciclaje y aprovechamiento de residuos eléctricos y electrónicos más grande de Colombia, tiene forma de herradura”. Con estas palabras, Gómez inicia el recorrido por la planta y asegura que la primera estación es donde se reciben, organizan y clasifican los desechos. En esas bodegas están almacenadas cientos de cortezas de neveras y lavadoras, hay contenedores llenos de audífonos, cargadores, celulares y hasta un helicóptero de la Fuerza Aérea aguarda su destrucción.
En la segunda parte de la fábrica, equivalente a la curva de la herradura, se lleva a cabo el proceso de desensamblaje de los residuos. Ahí se obtienen polímeros, plásticos, metales ferrosos, vidrios y otros elementos que después se trituran y se compactan para darles valor agregado.
Al final están los puestos de trabajo de los obreros que se dedican a separar manualmente las partes más pequeñas y valiosas de los aparatos eléctricos y electrónicos. A la salida de la herradura están las tarjetas y los procesadores para exportar, el cobre con 99 % de pureza esperando convertirse en lingotes y el resto de materias primas limpias y listas para ser vendidas en la industria y así cerrar su ciclo de vida. (Lea "La historia detrás de la vida moderna")
“Nos llegan más de 4.000 toneladas de RAEE al año. Tenemos 120 empleados en Bogotá y sedes en Cali y Medellín. Al principio teníamos una tasa de aprovechamiento del 70 % de los desechos que recibíamos, ahora reutilizamos casi el 100 %”, añade Gómez.
A pesar de que desde que empezó con este trabajo Gaia Vitare ha procesado más de 45.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos, su gerente general asegura que todavía hace falta mucha más consciencia por parte de los ciudadanos para entregar los residuos en los lugares adecuados.
Los líderes de las corporaciones de posconsumo refuerzan la hipótesis de Gómez: “Ocho pilas de cada 10 siguen llegando a la basura ordinaria”, dice la gente de Pilas con el Ambiente. “Cada año se generan 17.000 toneladas de bombillos fluorescentes, equivalentes a 531 tractomulas llenas o a una torre Colpatria, y sólo se procesan adecuadamente 733 toneladas”, aseguran los representantes de Lúmina.
A fin de cuentas, toda esta industria, que podría generar un enorme mercado para el reaprovechamiento de materias primas, no tiene sentido ni futuro si el usuario no hace lo básico: entregar su dispositivo viejo o dañado, bien sea un celular o una nevera. Todo cuenta. Y no es sólo un asunto económico: en buena parte, la ecuación ambiental del planeta depende de lo que se haga con estos residuos, uno de los tipos de basura que más crece en el mundo.
¿Alguna vez se ha preguntado dónde está el viejo celular que hace tiempo tiró a la basura?, ¿qué pasó con la nevera de la casa familiar que desechó porque ya no enfriaba?, ¿en qué parte de la ciudad están los bombillos fluorescentes que botó cuando se fundieron? o ¿cuál fue el final del computador de escritorio obsoleto que decidió cambiar por una tableta o un portátil?
Lo más probable es que el celular, la nevera, los bombillos, el computador y el resto de desechos eléctricos y electrónicos de su casa u oficina llegaran a los rellenos sanitarios de la periferia de la ciudad, se descompusieran a la intemperie, liberaran sustancias tóxicas peligrosas y contaminaran el suelo y las fuentes hídricas aledañas. (Conozca cómo es el proceso de reciclaje de basura tecnológica)
Aunque también hay una pequeña posibilidad de que al cumplir su ciclo de vida útil estos aparatos hayan sido recogidos por los programas de posconsumo de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) que hay en el país, hayan llegado a alguna empresa de reciclaje de basura tecnológica y ahora sus partes estén de nuevo rodando en el mercado.
Estos dos posibles destinos dependen en gran medida de la política pública y la reglamentación que establezca el gobierno, de los mecanismos y programas de recolección y gestión integral que diseñen los fabricantes, productores e importadores y, sobre todo, de la conciencia, disposición y voluntad que usted, el usuario final, tenga para entregar los RAEE en los sitios adecuados.
Si alguno de estos tres actores no cumple con su tarea, las consecuencias para la salud humana y para el medio ambiente podrían ser nefastas. Pero si el ecosistema de recolección, reciclaje y reúso de estos desechos funciona bien, el país encontraría una fuente casi infinita de negocios y de riqueza, un nuevo mercado que, literalmente, nace de la basura.
Las cifras del Ministerio de Medio Ambiente revelan que en Colombia se generan 130.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos al año y que el volumen de estos desechos aumentó casi tres veces más que cualquier otro tipo de basura, creciendo 19 % entre 2012 y 2015. El problema, es que menos del 10 % del total de los RAEE recibe el manejo que requiere. (Lea "¿Qué hacer con los desechos eléctricos y electrónicos en Colombia?")
Por eso, quisimos acercarnos a las distintas instituciones que participan en este proceso para ver de cerca cuáles son los riesgos que implica un mal manejo de los residuos eléctricos y electrónicos, cómo funciona su recolección, qué dificultades y limitaciones tiene el país en esta materia, qué logros se han alcanzado y cuáles son los principales desafíos hoy y en el futuro.
Riesgos para la salud y el medio ambiente
“Un computador puede tener la mitad de los elementos de la tabla periódica química: metales, metales preciosos, metales pesados, plomo, cromo, mercurio y algunas tierras raras. Si estos residuos no se manejan de la forma adecuada, pueden generar enfermedades complejas, afectar la biodiversidad y emitir grandes cantidades de gases de efecto invernadero”, aseguró Édgar Fernando Erazo, director ejecutivo de la corporación Ecocómputo, entidad sin ánimo de lucro que desde 2012 se dedica a recoger tabletas, teclados, impresoras, memorias USB, escáneres, computadores de escritorio, portátiles y cualquier otra máquina similar que haya cumplido su ciclo de vida.
Algo parecido ocurre con los celulares o los bombillos. De acuerdo con un reciente estudio de la Universidad Central, en 2016 los celulares de los colombianos emitieron 843 toneladas de dióxido de carbono, 239 correspondientes al consumo de energía eléctrica y 603 a su inadecuada disposición final. “Podemos comparar estas emisiones con el uso de 95.739 galones de gasolina en vehículos automotores en casi cinco millones de kilómetros recorridos”, dijo en su momento Marcela Bautista, encargada de esta investigación.
El fenómeno de los celulares se hace más complejo si se tiene en cuenta que hoy en día no hay una ley que obligue a los usuarios a entregar estos dispositivos en los lugares autorizados y que, de los 20 millones de teléfonos móviles que se desecharon en el 2016, el 22 % de sus usuarios admitió botarlos a la basura y apenas un 4 % los entregó a los programas de posconsumo. (Lea "Productos para mitigar el impacto ambiental de la tecnología")
Programas de recolección
El principio universal de responsabilidad extendida del productor, que tuvo su primera reglamentación en 2013 y tiene como objetivo que los fabricantes de tecnología diseñen los mecanismos para darles un buen final a sus productos, es una alternativa real para mitigar los riesgos medioambientales y, de paso, aprovechar los recursos escondidos en estos desechos.
Red Verde, el sistema de recolección selectiva y gestión ambiental de neveras, lavadoras, aires acondicionados y microondas, es un ejemplo de ello. Andrés Santana Quintero, director ejecutivo de esta corporación, sostuvo que a pesar de que la ley aún no regula la recolección de estos electrodomésticos, las ocho empresas líderes en el mercado (LG, Panasonic, Whirlpool, Samsung, Mabe, Haceb, Challenger y Abba) se unieron para crear un mecanismo de posconsumo que ha evitado que los gases refrigerantes de más de 3.000 neveras lleguen a la capa de ozono y, al tiempo, ha ayudado a reutilizar componentes como plásticos y metales no pesados.
La corporación Lúmina, dedicada a garantizar el cumplimiento del compromiso ambiental de 60 grandes productores y comercializadores de bombillas fluorescentes en Colombia, nació en 2012 y hasta el momento ha recogido más de 2.600 toneladas de estos residuos. En 2016, por ejemplo, las jornadas de recolección, y los contenedores ubicados en distintos regiones del país, permitieron darle un tratamiento adecuado al mercurio líquido presente en las 733 toneladas de bombillos que se alcanzaron a recolectar en el año.
Por su parte, Marcelo Giraldo, director ejecutivo de la corporación Pilas con el Ambiente, que reúne a las 10 compañías productoras de baterías más grandes del país, asegura que los 5.700 puntos que tienen ubicados en 210 municipios han sido claves para recoger más de 1.200 toneladas de pilas domésticas entre 2011 y 2017.
De acuerdo con Édgar Erazo, la corporación Ecocómputo agrupa a 60 empresas que representan el 74 % del total del mercado de computadores y derivados en Colombia y ha recogido 9.500 toneladas de residuos, equivalentes más o menos a 2’750.000 máquinas, desde 2012. (Lea "El precio de la tecnología moderna")
Proceso de reciclaje
Después de recoger los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, Lúmina, Red Verde, Ecocómputo y Pilas con el Ambiente llevan el material a varios gestores que se dedican a separarlo, darles un buen final a las sustancias peligrosas que contienen y a reutilizar las materias primas.
Esta es la labor Gaia Vitare, una empresa de ingenieros ambientales, liderada por Iván Gómez, que desde 1999 está procesando la basura tecnológica del país. Su planta en Bogotá está ubicada en la localidad de Fontibón.
“Gaia Vitare, la empresa de reciclaje y aprovechamiento de residuos eléctricos y electrónicos más grande de Colombia, tiene forma de herradura”. Con estas palabras, Gómez inicia el recorrido por la planta y asegura que la primera estación es donde se reciben, organizan y clasifican los desechos. En esas bodegas están almacenadas cientos de cortezas de neveras y lavadoras, hay contenedores llenos de audífonos, cargadores, celulares y hasta un helicóptero de la Fuerza Aérea aguarda su destrucción.
En la segunda parte de la fábrica, equivalente a la curva de la herradura, se lleva a cabo el proceso de desensamblaje de los residuos. Ahí se obtienen polímeros, plásticos, metales ferrosos, vidrios y otros elementos que después se trituran y se compactan para darles valor agregado.
Al final están los puestos de trabajo de los obreros que se dedican a separar manualmente las partes más pequeñas y valiosas de los aparatos eléctricos y electrónicos. A la salida de la herradura están las tarjetas y los procesadores para exportar, el cobre con 99 % de pureza esperando convertirse en lingotes y el resto de materias primas limpias y listas para ser vendidas en la industria y así cerrar su ciclo de vida. (Lea "La historia detrás de la vida moderna")
“Nos llegan más de 4.000 toneladas de RAEE al año. Tenemos 120 empleados en Bogotá y sedes en Cali y Medellín. Al principio teníamos una tasa de aprovechamiento del 70 % de los desechos que recibíamos, ahora reutilizamos casi el 100 %”, añade Gómez.
A pesar de que desde que empezó con este trabajo Gaia Vitare ha procesado más de 45.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos, su gerente general asegura que todavía hace falta mucha más consciencia por parte de los ciudadanos para entregar los residuos en los lugares adecuados.
Los líderes de las corporaciones de posconsumo refuerzan la hipótesis de Gómez: “Ocho pilas de cada 10 siguen llegando a la basura ordinaria”, dice la gente de Pilas con el Ambiente. “Cada año se generan 17.000 toneladas de bombillos fluorescentes, equivalentes a 531 tractomulas llenas o a una torre Colpatria, y sólo se procesan adecuadamente 733 toneladas”, aseguran los representantes de Lúmina.
A fin de cuentas, toda esta industria, que podría generar un enorme mercado para el reaprovechamiento de materias primas, no tiene sentido ni futuro si el usuario no hace lo básico: entregar su dispositivo viejo o dañado, bien sea un celular o una nevera. Todo cuenta. Y no es sólo un asunto económico: en buena parte, la ecuación ambiental del planeta depende de lo que se haga con estos residuos, uno de los tipos de basura que más crece en el mundo.