Opinión: Huawei y Estados Unidos, ¿quién golpea a quién?
Los ejecutivos de la tecnológica podrían dejar de soñar con crecer en un mercado en donde tienen mínima presencia.
Tim Culpa para Bloomberg.
Medidas tomadas por la Casa Blanca y el Departamento de Comercio de Estados Unidos han dejado clara la postura del país sobre la tecnología china, específicamente Huawei.
El mensaje para las empresas estadounidenses que busquen adquirir productos de la compañía de equipos de telecomunicaciones no deja lugar a ambigüedades: ni lo piensen. En tanto, el mensaje para Huawei es: no nos presionen.
En su orden ejecutiva, el presidente Donald Trump resumió el punto de vista del gobierno: “Adversarios extranjeros crean y explotan cada vez más vulnerabilidades en tecnologías y servicios de la información y las comunicaciones”.
Posteriormente la orden derivó materias burocráticas y administrativas al Departamento de Comercio, que informó que agregará a Huawei a su ya extensa “lista de entidades”, lo que significa que las empresas estadounidenses podrían necesitar una licencia para vender a la compañía china.
La noticia no debería sorprender. Hace un buen tiempo que funcionarios de EE. UU. llevan a cabo una campaña contra Huawei. La claridad de saber que las empresas del país norteamericano no pueden comprar sus equipos es algo bueno para ambas partes. Por otro lado, hablar del riesgo de prohibir las ventas de componentes estadounidenses a la compañía es malo. Sobre el primer punto, las partes saben en qué situación están; respecto al segundo, ninguna sabe.
Es territorio peligroso. ZTE, connacional de Huawei, sintió toda la fuerza de tales restricciones el año pasado, cuando la imposibilidad de adquirir chips estadounidenses impidió que la compañía pudiera fabricar productos. Huawei se vería afectada de manera similar por semejante decisión, aunque su destreza en materia de semiconductores mitigaría el impacto.
No obstante, existe una enorme diferencia entre ambas empresas. ZTE no solo fue sorprendida vendiendo equipos a Irán pese a un embargo, sino que además renegó de un acuerdo con EE. UU. para arreglar las cosas. Fue la segunda infracción la que motivó la prohibición.
Huawei no ha sido objeto de cargos y EE. UU. no ha hecho pública evidencia que respalde su afirmación de que los equipos de la firma facilitan el espionaje. Vetar a Huawei sin cargos elevaría la tensión entre Washington y Pekín a niveles muy por encima de lo que hemos visto hasta ahora.
Una prohibición de vender en EE. UU. no preocupa tanto a Huawei. La empresa de US$109.000 millones prácticamente ya se había rendido en ese país. Una restricción comercial es una molestia, pero sus ejecutivos al menos pueden dejar de soñar con crecer en un mercado en donde la firma tiene mínima presencia. Nokia, Ericsson y Samsung ahora pueden enfrentarse por ese negocio.
Lo más importante es que las medidas de EE. UU. respaldan a quienes dicen que la campaña contra Huawei es política y no tiene relación con temas de seguridad. Puede ser una herramienta de campaña útil en momentos en que la compañía busca ofrecer sus productos en naciones más amenas. Europa, Asia y mercados emergentes en América Latina y África pueden ser clientes mucho más lucrativos en cualquier caso.
Puede que Donald Trump haya impedido a Huawei ingresar a EE. UU., pero eso está lejos de significar el fin de la compañía.
*Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.
Medidas tomadas por la Casa Blanca y el Departamento de Comercio de Estados Unidos han dejado clara la postura del país sobre la tecnología china, específicamente Huawei.
El mensaje para las empresas estadounidenses que busquen adquirir productos de la compañía de equipos de telecomunicaciones no deja lugar a ambigüedades: ni lo piensen. En tanto, el mensaje para Huawei es: no nos presionen.
En su orden ejecutiva, el presidente Donald Trump resumió el punto de vista del gobierno: “Adversarios extranjeros crean y explotan cada vez más vulnerabilidades en tecnologías y servicios de la información y las comunicaciones”.
Posteriormente la orden derivó materias burocráticas y administrativas al Departamento de Comercio, que informó que agregará a Huawei a su ya extensa “lista de entidades”, lo que significa que las empresas estadounidenses podrían necesitar una licencia para vender a la compañía china.
La noticia no debería sorprender. Hace un buen tiempo que funcionarios de EE. UU. llevan a cabo una campaña contra Huawei. La claridad de saber que las empresas del país norteamericano no pueden comprar sus equipos es algo bueno para ambas partes. Por otro lado, hablar del riesgo de prohibir las ventas de componentes estadounidenses a la compañía es malo. Sobre el primer punto, las partes saben en qué situación están; respecto al segundo, ninguna sabe.
Es territorio peligroso. ZTE, connacional de Huawei, sintió toda la fuerza de tales restricciones el año pasado, cuando la imposibilidad de adquirir chips estadounidenses impidió que la compañía pudiera fabricar productos. Huawei se vería afectada de manera similar por semejante decisión, aunque su destreza en materia de semiconductores mitigaría el impacto.
No obstante, existe una enorme diferencia entre ambas empresas. ZTE no solo fue sorprendida vendiendo equipos a Irán pese a un embargo, sino que además renegó de un acuerdo con EE. UU. para arreglar las cosas. Fue la segunda infracción la que motivó la prohibición.
Huawei no ha sido objeto de cargos y EE. UU. no ha hecho pública evidencia que respalde su afirmación de que los equipos de la firma facilitan el espionaje. Vetar a Huawei sin cargos elevaría la tensión entre Washington y Pekín a niveles muy por encima de lo que hemos visto hasta ahora.
Una prohibición de vender en EE. UU. no preocupa tanto a Huawei. La empresa de US$109.000 millones prácticamente ya se había rendido en ese país. Una restricción comercial es una molestia, pero sus ejecutivos al menos pueden dejar de soñar con crecer en un mercado en donde la firma tiene mínima presencia. Nokia, Ericsson y Samsung ahora pueden enfrentarse por ese negocio.
Lo más importante es que las medidas de EE. UU. respaldan a quienes dicen que la campaña contra Huawei es política y no tiene relación con temas de seguridad. Puede ser una herramienta de campaña útil en momentos en que la compañía busca ofrecer sus productos en naciones más amenas. Europa, Asia y mercados emergentes en América Latina y África pueden ser clientes mucho más lucrativos en cualquier caso.
Puede que Donald Trump haya impedido a Huawei ingresar a EE. UU., pero eso está lejos de significar el fin de la compañía.
*Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.