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Pedir un préstamo en el campo todavía es difícil: esto enfrentan los productores

Para muchos campesinos acceder a un crédito marca la diferencia entre sembrar una hectárea más, reparar una máquina, invertir en fertilizantes o quedarse estancados.

22 de marzo de 2025 - 01:22 a. m.
Según el estudio, el riesgo climático reduce la oferta de crédito y debilita la capacidad de los agricultores de usar el crédito como una herramienta frente a emergencias. Foto: Mauricio Alvarado
Según el estudio, el riesgo climático reduce la oferta de crédito y debilita la capacidad de los agricultores de usar el crédito como una herramienta frente a emergencias. Foto: Mauricio Alvarado
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Conseguir un crédito en el campo colombiano no es tarea fácil. Aunque en la actualidad hay bancos y programas diseñados específicamente para apoyar al sector agropecuario, muchos pequeños productores siguen sin poder acceder al dinero que necesitan para sembrar, cosechar o mejorar sus cultivos.

Una investigación publicada en la revista Ensayos sobre Política Económica del Banco de la República analizó las razones detrás de este problema.

¿Qué frena los créditos?

El estudio identificó tres grandes barreras que dificultan que los pequeños productores obtengan préstamos.

En primer lugar, se postula que otorgar un crédito puede salir caro. Y no hablamos del costo para los campesinos, sino para los bancos. Estas entidades tienen que dedicar tiempo y recursos en buscar a los clientes, revisar papeles, visitar las fincas y evaluar si los campesinos pueden pagar. Estos costos son los mismos para un crédito grande o uno pequeño.

Por eso, de acuerdo con el estudio, a los bancos no siempre les conviene prestarle a un pequeño productor que solo necesita una suma modesta.

De otro lado, la investigación indica que no hay suficiente información financiera sobre los agricultores, es decir, los bancos no saben si la persona que pide el crédito podrá pagarlo. No hay reportes claros, historiales financieros ni garantías suficientes.

La llamada “asimetría de información” significa que el productor sabe más sobre su capacidad de pago que el banco, y eso genera desconfianza. Para protegerse, las entidades financieras suelen elevar las tasas de interés o, de plano, negar el crédito.

Y el tercer factor tiene que ver con el clima. En el campo, las lluvias o sequías extremas pueden arruinar una cosecha en cuestión de días, de ahí que los bancos vean al sector agropecuario como algo incierto.

Según el estudio, el riesgo climático reduce la oferta de crédito y debilita la capacidad de los agricultores de usar el crédito como una herramienta frente a emergencias.

“Aunque estas fricciones afectan varios mercados de crédito, son especialmente relevantes en zonas rurales de países en vías de desarrollo por las dificultades de transporte y la falta de documentación formal”, indica el documento.

¿Qué se puede mejorar?

El estudio reconoce que existen programas como el Fondo Agropecuario de Garantías (FAG), los cuales ayudan a los agricultores a conseguir préstamos con menos requisitos y a tasas más bajas.

Para los autores, este tipo de mecanismos funcionan bien para reducir el riesgo y facilitar el acceso. Sin embargo, mantenerlos cuesta dinero y se necesitan opciones más sostenibles a largo plazo.

También se advierte sobre los límites a las tasas de interés que aplican a los créditos de fomento. Aunque buscan proteger al productor, pueden tener el efecto contrario si los bancos dejan de prestar por no poder cubrir sus propios costos.

El estudio sugiere revisar esos topes y tener en cuenta los costos reales de operar en zonas rurales y las condiciones del mercado agropecuario.

Entre las propuestas, se menciona la posibilidad de que los campesinos puedan apoyarse más en cooperativas, asociaciones o empresas del sector agropecuario, que pueden ayudar a reducir los costos y acercar los créditos a quienes los necesitan.

Para muchos pequeños productores, poder acceder a un préstamo marca la diferencia entre sembrar una hectárea más, reparar una máquina, invertir en fertilizantes o quedarse estancados. La investigación difundida por el Banco de la República insiste en que mejorar el acceso al crédito rural requiere atacar las fricciones de raíz, diseñando políticas más ajustadas a las condiciones del campo colombiano.

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