Las buenas y malas noticias del dato de pobreza multidimensional
El índice llegó al 12,9 % para 2022, su mejor registro histórico. A pesar de que hubo un descenso en los ámbitos urbano y rural, sigue habiendo un abismo entre las condiciones de vida de ambos dominios.
El DANE reportó este martes que el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) bajó en Colombia en 2022. Y si bien nadie proyectaba un incremento en el indicador, los resultados pueden haber superado las expectativas de analistas, para bien.
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El DANE reportó este martes que el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) bajó en Colombia en 2022. Y si bien nadie proyectaba un incremento en el indicador, los resultados pueden haber superado las expectativas de analistas, para bien.
De acuerdo con el DANE, el IPM bajó 3,1 % a escala nacional, su mayor descenso anual en la medición del indicador, y llegó así al 12,9 % para el resultado nacional. Esta cifra también es la mejor marca del Índice desde que se empezó a calcular, en 2010.
Las reducciones también se dieron para los otros dos dominios que mide el DANE: en cabeceras municipales el IPM llegó al 8,7 % (un descenso del 2,8 % frente a 2021) y en la ruralidad se ubicó en 27,3 % (con una baja del 3,8 %).
En números absolutos, estos porcentajes significan que en el país hay cerca de 1,5 millones de personas menos en situación de pobreza multidimensional. La amplia mayoría de esta reducción se dio en las zonas urbanas (denominadas cabeceras por el DANE), en donde la baja fue de poco más de un millón de personas. Mientras que en las rurales el descenso fue de 422.000 ciudadanos.
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Los datos son buenas noticias, sin duda. Aunque también arrastran un poco de efecto base, cortesía de los devastadores efectos sociales de la pandemia en 2020, especialmente. El año pasado fue un período de resultados históricos en varios aspectos de la vida social y económica del país y buena parte de eso tiene que ver con que en 2021 Colombia apenas estaba saliendo del letargo inducido por el covid-19.
Esto no quiere decir que las cifras del IPM son malas o dudosas. En lo absoluto. Tan solo vale aclarar que deben ser vistas bajo una perspectiva ajustada y desprovista de la embriaguez que suele producir un optimismo desmesurado.
Ahora bien, antes de continuar con los resultados, vale aclarar a qué se refiere la pobreza multidimensional.
Lo primero que hay que decir aquí es que en el país existen dos mediciones macro de pobreza: monetaria y multidimensional. La primera, que suele ser divulgada antes que el IPM (aunque este no fue el caso para este año), tiene en cuenta solo el poder adquisitivo de los hogares: es una medición que se hace en relación con el dinero; en cambio, el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) va más allá de los ingresos de una persona u hogar y tiene en cuenta más variables, aparte del dinero.
Como su nombre lo indica, el IPM explora otros renglones de la vida de una persona u hogar para entender qué carencias hay en cinco dimensiones específicas: educación, salud, trabajo, bienestar de la niñez y condiciones físicas de la vivienda. De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación, el IPM comprende 15 variables en total, que se reparten en las cinco dimensiones mencionadas.
En otras palabras, la pobreza multidimensional permite observar una imagen más porosa y específica sobre el estado social del país, algo que es particularmente importante para los tiempos después de la pandemia y la recuperación económica, pues explica indicadores clave como trabajo y educación, entre otros.
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Educación, impulsando la recuperación
En líneas generales, uno de los principales motores de la recuperación en términos de pobreza multidimensional es el regreso a la presencialidad en el sistema educativo. El indicador de inasistencia escolar registró la mayor recuperación entre los 15 que mide el IPM: en 2022, este rubro llegó al 2,3 % a escala nacional, con una caída del 3,2 % frente al 5,5 % que se vio en 2021.
Aquí vale la pena aclarar que las disminuciones en este indicador se dieron, casi por igual, en el entorno urbano y rural. Incluso; la caída fue mayor en el campo que en la ciudad: decrecimiento del 3,6 % frente al 3,1 %, respectivamente.
El siguiente renglón que explica los buenos resultados generales del IPM es el crecimiento del aseguramiento en salud, que creció 1,7 % entre 2021 y 2022. Los indicadores de barreras a servicios de cuidado de la primera infancia y sin acceso a fuente de agua mejorada registraron 1,1 % de baja en ambos casos (ubicándose en 6,9 % y 9,8 %, respectivamente).
El acceso al agua tratada fue el indicador de mejor desempeño cuando se mira el panorama de la ruralidad, con una caída del 3,8 %. Pero antes de celebrar la cifra vale la pena decir que, en el campo, la falta de acceso a este servicio llega al 37,3 %, mientras que en el país urbano esta cifra es del 2,2 %.
Del campo a la ciudad
Si bien las cifras generales de pobreza muestran mejoría, el IPM ayuda a entender también la vasta diferencia en calidad de vida que sigue separando los dos países que habitan bajo el rótulo de Colombia: el rural y el urbano.
Así como hay indicadores que impulsaron los buenos resultados generales del IPM, los resultados del DANE también sirven para ver el vaso medio vacío: los enormes problemas y retos estructurales que atraviesan a todo el país, con especial sesgo en el campo.
El primero de estos es la informalidad laboral, que en el país se ubica en 72,7 % y se divide así: 67,7 % en el país urbano y 90,9 % en el rural.
En la lista de los indicadores abismales, si se quiere, se cuenta también el llamado bajo logro educativo, que para cabeceras alcanzó 32,4 % en 2022, mientras que en la ruralidad se elevó al 71,8 % (el total nacional fue del 40,9 %).
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También vale la pena resaltar aquí los resultados del indicador de inadecuada eliminación de las excretas, que en los totales nacionales y urbanos es de un solo dígito, pero en la ruralidad llega al 20,2 %.
En general, mientras en el país apenas uno de los 15 indicadores mostró un retroceso entre 2021 y 2022 en la medición de pobreza multidimensional, para los centros poblados y el rural disperso este número fue de tres (aunque ninguno lo hizo con una variación amplia o estadísticamente significativa, como la denomina el DANE).
Los mensajes, las alarmas
De los datos del DANE se pueden extraer algunos mensajes que resultan relevantes para el momento político, económico y social del país, que, entre otras cosas, está atravesado por las reformas de salud, laboral y pensional que impulsa el gobierno del presidente Gustavo Petro.
Si bien la economía ha ido impulsando la recuperación del empleo, los datos del IPM permiten ver que hay variables que no terminan de ceder el brazo, como el desempleo de larga duración (cuando al menos una persona del hogar está desempleada por más de 12 meses), que sigue siendo de doble dígito para todos los dominios geográficos examinados por el DANE. Y, como ya se dijo, sigue existiendo el reto enorme de la informalidad laboral.
Estas dos son variables que, sin duda, entran en juego en relación con una reforma laboral que, según analistas, no tendría efectos (al menos positivos) sobre la reducción de la informalidad en el sistema del trabajo en Colombia.
Por el lado del debate sobre la reforma a la salud estarían, como ya se dijo, las mejoras que se han dado en la reducción del indicador de sin aseguramiento en salud, que registra cifras de un solo dígito en todos los dominios geográficos y, para variar, tiene un mejor desempeño en el campo que en las ciudades (6,3 % frente a 9 %, respectivamente).
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