¿Por qué debemos repensar cómo funcionan los gobiernos? Mariana Mazzucato responde
Mariana Mazzucato, una de las economistas más reputadas a nivel global, habla acerca de cómo debe ser reformulado el papel de lo público en la era de la crisis climática.
Santiago La Rotta
Mariana Mazzucato es una de las economistas más reconocidas actualmente a nivel global.
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Mariana Mazzucato es una de las economistas más reconocidas actualmente a nivel global.
Algunas de sus ideas, en general, hablan de cómo se puede rediseñar el rol de los gobiernos en una época en la que la desconfianza hacia lo público crece, por un lado. Pero en la que también, por el otro, hay retos globales y masivos, que requieren la coordinación de gobiernos y entidades privadas. Hablamos de asuntos como la crisis climática, y al mismo tiempo de retos y problemas en los sistemas de salud, como bien lo demostró la pandemia.
Mazzucato habla de repensar lo público como un agente de co-creación con el mundo privado, no sólo como un regulador de las fallas de mercado o como un proveedor de subsidios para sectores privilegiados.
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Justo esta semana, la economista presentó un reporte para la Cepal en el que propone la idea de políticas orientadas por misiones. En el documento, Mazzucato asegura que “se requiere un modelo de desarrollo económico diferente, que abarque estrategias industriales diseñadas para maximizar el beneficio público y oriente las innovaciones e inversiones que, en su conjunto, crean una economía más inclusiva y sostenible (...) Un enfoque de política orientada por misiones para la estrategia industrial puede (y debe) abordar de forma directa los retos estructurales a los que se enfrentan muchos países de América Latina y el Caribe, con el objetivo de convertirlos en oportunidades clave para el crecimiento económico, el aumento de la productividad y el incremento de los salarios”.
¿Cómo reinventar las instituciones públicas en medio de la crisis de confianza que enfrenta el sector público y los gobiernos en general?
Mi trabajo gira alrededor de cómo fortalecer un sector público muy débil. Y por débil no me refiero a que no haga cosas. Sólo que, frecuentemente, hace cosas que están mal diseñadas. Entonces, en vez de siempre estar arreglando las fallas del mercado, llenando vacíos o habilitando y facilitando cosas para el sector privado, su labor debería estar enmarcada en una especie de co-creación de la economía del futuro.
Desde 2015, tenemos los objetivos de Desarrollo sostenible (ODS), que han suscrito países como Colombia, Chile, Argentina, pero no los estamos cumpliendo porque no tenemos las herramientas correctas. Cosas como las tareas con objetivos que se pusieron en marcha durante la pandemia; esa debería ser una forma normal de operación de los gobiernos.
Entonces, en vez de ver el rol de los gobiernos como una forma de llenar vacíos que deja el sector privado, o incluso peor, hacer una lista de sectores que recibirán subsidios, lo que se busca es transformar toda la operación para lograr metas de cara al público.
Usted habla de reorientar los gobiernos para solucionar los enormes retos actuales. En el caso de Colombia, ¿cuáles son estos?
En el nivel más general tendríamos la crisis climática, la brecha digital. Este tipo de asuntos se pueden convertir en misiones muy interesantes. Tenemos cosas como el diseño de los sistemas de salud. En el nivel local, por ejemplo, podríamos estar hablando de un sistema de cuidado distribuido en una ciudad como Bogotá. No es sólo hablar de estados de bienestar, sino también de encontrar nuevas formas de colaboración. Pero cuando lo vemos a gran escala lo que debemos preguntarnos es cómo se vería, qué pasaría, si pusiéramos el cuidado de la salud en el centro de nuestra visión de valor de la economía. ¿Qué implicaría esto en términos de cómo medimos el crecimiento? ¿Qué significaría esto para la inversión en infraestructura social?
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Otro de los grandes retos es la transición energética. ¿Cómo avanzar en ella en países cuya economía gira alrededor de la producción de combustibles fósiles, como Colombia?
Esta debe ser vista como una oportunidad. No se trata de dejar de hacer algo inmediatamente, como la extracción de petróleo. La transición no sucede inmediatamente. Aquí sirve tener una perspectiva de portafolio a cinco o 10 años, lo que decida el Gobierno. Pero se puede, por ejemplo, utilizar los ingresos que llegan de las industrias extractivas en inversión de energías renovables, algo que, en el tiempo, puede crear más oportunidades de crecimiento para el país. Pueden ser recursos que se inviertan en todo un ecosistema alrededor de nuevos recursos naturales, como el litio o como sucede con el cobre en Chile, que se requiere para la construcción de paneles solares. El litio es necesario para las baterías que, por cierto, deberían ser producidas localmente, en Colombia: ¿por qué no? Así mismo, se pueden crear nuevos servicios digitales alrededor del litio y de la fabricación de baterías para ayudar a crecer a empresas medianas. Y esto es reinversión del lado del petróleo en nuevas oportunidades. Pero es muy difícil crear este tipo de cambios sin una misión clara.
Esto implicaría rediseñar el contrato social bajo el que operan las instituciones públicas y los gobiernos…
Un gobierno que está más enfocado en propósitos y resultados debería, en teoría, ser más confiable porque esto le cierra puertas a la corrupción. Si el rol del gobierno cambia también debe haber una transformación de sectores de la economía para cumplir las metas públicas. Por ejemplo, en Alemania, un banco público otorgó un crédito para el sector del acero, bajo la condición de que éste debería reducir sus impactos ambientales. Y se logró al incorporar tecnologías para reutilizar, reciclar y reducir materiales a lo largo de toda la cadena de producción del acero.
También se puede pensar en cosas como que las ganancias que se generan colectivamente en un sistema, como el de la salud, sean reinvertidas en la producción, en vez de ser distribuidas entre accionistas o se destinen para recompra de acciones. Estos ejemplos existen, pero suelen ser la excepción, no la norma.
La norma en la relación sobre cómo lo público interactúa con el sector privado es a través de subsidios o rescates que no tienen condiciones.
Por eso habla de orientar los gobiernos hacia el trabajo en misiones…
Claro, todo eso es más fácil decirlo que hacerlo. Pero es imposible cuando no hay coordinación. Lo que la misión provee es una herramienta para coordinar actividades. La razón por la que funcionó el viaje del hombre a la Luna fue porque había un propósito claro, que requería solucionar 1.000 problemas en la mitad. Y la solución a esos problemas contribuyó en avances para cosas nuevas (cámaras digitales, papel aluminio, fórmula para bebés). Estos resultados colaterales generan crecimiento. Entonces, si la misión es enfocarse en energías renovables, eso requiere tiempo y una estrategia de inversión muy clara, que produzca estos resultados colaterales. No se trata en parar los contratos de una vez, sino de reinvertir las ganancias en nuevas áreas y esto puede crear un ecosistema alrededor de recursos como el litio, que ya lo hablamos.
Tenemos un debate grande en Colombia alrededor de la reforma tributaria, que ha generado tensiones entre el gobierno y el sector productivo. ¿Cómo sumar a quienes no quieren soltar sus privilegios?
Las misiones son una razón para incomodarse. Se trata de cambios provocativos, que alteren el statu quo, que transformen la forma como el gobierno organiza sus propias herramientas, así como la mentalidad de que algunos negocios reciben subsidios y garantías públicas simplemente por seguir ahí, en su lugar. Regreso a mi punto sobre la condicionalidad: tener condiciones que están asociadas a la misión.
Esto implica que, por ejemplo, las empresas necesitan invertir e innovar hacia la reducción de carbono. Pero sin una misión clara esto sucede caóticamente, alguien hace algo, otro hace otra cosa y nada está alineado con el propósito final. Aquí se trata de cambiar la forma como funciona el gobierno, la empresa privada y como lo hacen en conjunto. Y esto puede ser a través de mensajes positivos. No se trata de penalizar. Tampoco es escoger una compañía o un sector ganador, sino de facilitarle el camino a quienes quieran ir en la dirección que señala la misión.
Y por eso es que la reforma tributaria es importante: por ejemplo, puede crear incentivos para las compañías que se comprometan a reducir sus emisiones, a mejorar las condiciones de trabajo, a reinvertir ganancias en investigación y desarrollo y así…
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¿Hay razones para el optimismo, de cara a los enormes retos de nuestro tiempo?
Puedo ser ingenua, pero creo que siempre hay razón para el optimismo. Todo es el resultado de las decisiones que tomamos. No hay nada inevitable. De cierta forma, somos amos de nuestro destino. Pero eso requiere hacer los cambios de los que hemos hablado, en el gobierno en las compañías. Hay muchas cosas interesantes sucediendo. La pregunta es cómo las aplicamos en la escala que necesitamos.
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