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Después de semanas de tensiones, los republicanos y el gobierno del presidente de EE.UU., Joe Biden, llegaron a un acuerdo para aumentar el techo de deuda en ese país y evitar así la catástrofe que sería que la mayor economía del mundo no pudiera honrar sus deudas. El plazo para lograr este pacto era el 5 de junio.
El acuerdo, que eleva el nivel de endeudamiento del país por dos años, llegó con el compromiso de Biden de hacer una revisión y recortar sus programas federales.
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Las negociaciones tenían al mundo económico y financiero comiéndose la uñas, casi que literalmente. Esta semana, el El Fondo Monetario Internacional había instado a Estados Unidos a elevar o suspender de inmediato su límite de deuda, y dijo que una tardanza podría provocar riesgos sistémicos “completamente evitables”.
“La política de riesgo calculado en torno al techo de la deuda federal podría crear otro riesgo sistémico completamente evitable tanto para EE.UU. como para la economía mundial en un momento en que ya existen tensiones visibles”, dijo el FMI el viernes en un comunicado.
A pesar de que las alas más radicales de ambas bancadas no quedaran satisfechas (republicanos porque exigían recortes mayores y demócratas por ceder ante las peticiones), el acuerdo que aún no ha sido oficializado por la Casa blanca contempla que en los dos siguientes años el tope de endeudamiento del gobierno de turno será de 31,4 billones de dólares. Es un plazo suficiente para superar las elecciones presidenciales de noviembre de 2024.
Esta es la segunda en dos años que los republicanos y los demócratas se enfrascan en una tensa negociación por este asunto. Y ya que suele asustar un poco a todo el mundo vale la pena aclarar de qué se trata el techo de deuda.
El límite de la discordia
Esta discusión gira alrededor de un asunto que se conoce como el techo de deuda y que, como su nombre lo indica, es el límite de endeudamiento que el Congreso le impone al Gobierno, justamente para no generar un desequilibrio fiscal que, a la larga, termine llevando también a un default.
¿Qué habría pasado si no se hubiera alcanzado un pacto? En pocas palabras: la administración de Biden no tendría recursos para financiar asuntos como los pagos de deuda del país: el Gobierno no podría tomar crédito, pagar sus cuentas ni los salarios de sus funcionarios, además de que esto “erosionaría la confianza en el dólar como moneda de reserva. Es incierto si podremos seguir cumpliendo los compromisos de la nación luego de esa fecha”, dijo en declaraciones públicas Janet Yellen, secretaria del Tesoro de ese país.
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A la vez, la funcionaria advirtió en días pasados que “esperar hasta el último minuto podría causar serios daños a las empresas y a la confianza de los consumidores, elevaría el costo de los préstamos para los contribuyentes e impactaría negativamente en la calificación del crédito de Estados Unidos en los próximos años”.
Los problemas con el techo de endeudamiento tampoco son nuevos. Durante la administración de Barack Obama también se presentó una parálisis política alrededor de este tema, que llevó a que la agencia calificadora Standard and Poor’s retirara el máximo grado de calificación a la deuda estadounidense. Vale la pena aclarar que EE.UU. no ha entrado en default nunca, pero en aquella ocasión (2011) se aproximó bastante.
En su momento, la posibilidad cercana de este escenario indujo cierta volatilidad en los mercados, algo que se quiere evitar esta vez debido a las presiones que ya existen desde esquinas como los precios del petróleo o la posble debacle de Evergrande (el gigante inmobiliario chino).
En esencia, el problema con el techo de la deuda se produce porque el Gobierno gasta mucho más dinero del que obtiene a través de impuestos federales. No resulta nada extraño que el anterior problema de endeudamiento hubiera sucedido en la resaca de la crisis financiera global de 2008-2009. Aunque vale la pena recordar que en la administración Biden, a finales de 2021, ya se había dado una primera discusión alrededor de este tema.
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