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La comisaria de Competencia de la Unión Europea, Margrethe Vestager, tiene reputación de ser algo así como una activista por su disposición a enfrentar a las gigantes tecnológicas estadounidenses. Sin embargo, aprobó lo que, desde un punto de vista de activista de izquierda, es un acuerdo particularmente malvado: la adquisición de la estadounidense Monsanto por parte de la alemana Bayer.
El acuerdo por US$66.000 millones crea una increíble concentración en los mercados de semillas y plaguicidas. Si también es aprobado en Estados Unidos, las tres compañías más grandes en este mercado (Bayer-Monsanto, ChemChina -que adquirió la suiza Syngenta el año pasado- y DowDuPont, el producto de la fusión de las dos empresas estadounidenses en 2017) controlarán en conjunto el 61 % del mercado. Las mismas firmas junto con la alemana BASF poseen más del 70 % del mercado de pesticidas. En Europa, y en Alemania en particular, un poderoso lobby de grupos de la sociedad civil ha hecho una intensa campaña de presión en contra del acuerdo, diciendo que concentraría demasiado poder sobre el suministro mundial de alimentos en manos de unos pocos gigantes corporativos. Activistas estadounidenses también intervinieron y pidieron a Vestager que rechazara la "fusión del infierno".
Sin embargo, la Comisión Europea aprobó el acuerdo luego que Bayer prometiera vender algunos activos y otorgar licencias de algunas de sus tecnologías a un rival. Bayer propone hacer de BASF el beneficiario de la mayoría de las desinversiones y la licencia, pero eso requerirá una autorización independiente. Ni Bayer ni Monsanto están haciendo grandes sacrificios aquí, y si BASF se queda en definitiva con el negocio que necesita perder el nuevo gigante, todo quedará en la familia alemana y europea.
Vestager no es una activista de causas medioambientales o del mundo en desarrollo; no es una heroína de izquierda sino que una autoridad de la UE que trabaja para fortalecer al bloque como un actor económico global. Después de las megafusiones que aseguraron la fortaleza financiera de competidores de Bayer-Monsanto no pertenecientes a la UE, Vestager no pudo estropear la creación de un campeón europeo en una de las industrias más importantes del mundo.
Durante mucho tiempo los estadounidenses han sospechado que las acciones antimonopolio de la UE contra importantes empresas de EE.UU. como Intel y Google son en última instancia proteccionistas: no están destinadas a proteger a los consumidores tanto como a limitar la influencia de los gigantes tecnológicos en Europa. La aprobación relativamente fácil del acuerdo Bayer-Monsanto a pesar de la oposición generalizada echará aceite al fuego.
EE.UU. es un comprador neto en acuerdos transfronterizos con Europa. Y la recuperación económica de Europa ha incrementado el apetito de EE.UU. por adquisiciones de empresas que tienen sede en la UE. En respuesta, naciones europeas -principalmente Francia y Alemania- están trabajando para crear campeones locales capaces de competir con los gigantes estadounidenses.
"La transacción de Alstom y Siemens Mobility es un buen ejemplo de este modo de pensar", escribió JPMorgan en su Panorama Global de Fusiones y Adquisiciones 2018, en referencia a la fusión del año pasado de los fabricantes francés y alemán de equipos ferroviarios. "Una transacción de este tipo habría sido bloqueada por las autoridades estatales hace unos años. Este es un cambio notable que puede replicarse en otros sectores, donde la consolidación europea es crítica para defenderse de la creciente competencia de actores no europeos".
La comunicación de 2017 de la Comisión Europea sobre política industrial y el documento de reflexión sobre el aprovechamiento de la globalización no mencionan la creación de campeones nacionales -la defensa abierta de esa idea es principalmente del dominio de los políticos franceses- y solo expresa preocupación por las adquisiciones transfronterizas por parte de empresas estatales (léase chinas). Pero ambos documentos enfatizan la necesidad de elevar a las empresas europeas en la cadena de valor y de buscar el liderazgo tecnológico.
El acuerdo Bayer-Monsanto cumple ese requisito. La compañía estadounidense se dedica a la modificación genética y la tecnología de herbicidas que muy bien pueden ser malvadas, como dicen los críticos, pero que -no obstante- son tecnología de punta. Además, uno de los principales competidores de Bayer-Monsanto es de propiedad china después del acuerdo ChemChina-Syngenta. Y, seamos realistas, las empresas estadounidenses también son poderosos competidores globales para los europeos en la mayoría de las industrias, especialmente en las que están altamente enfocadas en investigación y desarrollo.
Dado el enfoque de la administración Trump en la competencia comercial, la adquisición de Bayer no es bienvenida para EE.UU. así como es fácilmente aceptable para la Comisión Europea. El Departamento de Justicia de EE.UU. ya está exigiendo más compromisos de desinversiones de Bayer y la compañía alemana ha evitado obligar al regulador estadounidense a acelerar la decisión: es mejor que avance lentamente a que sea rechazada.
La discusión proteccionista no era frecuente en las relaciones comerciales transatlánticas antes de Trump. Los europeos todavía la evitan: prefieren el lenguaje de la asociación antes que el de la competencia con EE.UU. En la realidad, sin embargo, la competencia está ahí y no se puede negar. La UE no se interpondrá en el camino de los intentos de las principales empresas europeas para blindarse en esta competencia, aun cuando en el proceso una estrella de la Comisión Europea como Vestager debe empañar un poco su imagen.