Procesadores: ¿el peor problema de producción en el mundo?
La escasez global de chips ha impactado a todo tipo de industrias y las tensiones que hay para controlar su fabricación y distribución tendrán efectos de gran calado en prácticamente todo el planeta.
Santiago La Rotta
En algún punto de “El Hobbit”, el libro de J. R. R. Tolkien cuya historia precede a “El señor de los anillos”, Galadriel (la reina elfa) hace una pregunta que con cierta seguridad también se han hecho miles de lectores y espectadores: ¿por qué dejar el destino del mundo en manos de hobbits, seres que no son particularmente poderosos, pero que deben enfrentarse a los peligros más grandes de su tiempo? Gandalf responde con algo que evoca el poder que tienen las pequeñas cosas para hacer que el mundo siga girando y que los días vengan uno detrás de otro.
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En algún punto de “El Hobbit”, el libro de J. R. R. Tolkien cuya historia precede a “El señor de los anillos”, Galadriel (la reina elfa) hace una pregunta que con cierta seguridad también se han hecho miles de lectores y espectadores: ¿por qué dejar el destino del mundo en manos de hobbits, seres que no son particularmente poderosos, pero que deben enfrentarse a los peligros más grandes de su tiempo? Gandalf responde con algo que evoca el poder que tienen las pequeñas cosas para hacer que el mundo siga girando y que los días vengan uno detrás de otro.
Aunque el mago está hablando de las tensiones entre el bien y el mal, la reflexión sobre las pequeñas cosas bien podría servir para hablar de semiconductores y procesadores: los pequeños artificios que, sin mayores grandilocuencias, permiten la vida moderna.
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Estas pequeñas piezas están presentes en prácticamente todo lo que tiene electricidad, desde carros y celulares, pasando por tomógrafos, hasta portaaviones. Su ubicuidad ha permitido la expansión de prácticamente todos los renglones de la tecnología. Esa es una forma de verlo. El reverso de esa moneda es que cualquier tropiezo en sus cadenas logísticas de diseño, fabricación y distribución termina siendo un problema global, como el que justo existe por estos días.
Para 2020, las ventas de semiconductores llegaron a US$439.000 millones, un aumento del 6,5 % frente a los números registrados en 2019 (US$412.300 millones), de acuerdo con la SIA, gremio global de los fabricantes de esta tecnología. El incremento se explica como efecto colateral del COVID-19: las necesidades de la vida remota dispararon la demanda de todo tipo de aparatos electrónicos (desde portátiles y celulares, hasta las olvidadas impresoras de casa, por poner un ejemplo).
Y esto se dio en medio de problemas de producción en todo el mundo por cuenta de las restricciones para mitigar el avance de la pandemia, que pegó primero en varios países de Asia, en donde se concentra una porción importante de la fabricación de estos dispositivos.
La SIA estima que el 47 % de las ventas de semiconductores están en manos de compañías de Estados Unidos, pero solo el 12 % de su producción es hecha por compañías de este país. Esto se explica, en parte, porque la industria ha ido girando hacia un modelo con un superávit de diseñadores de chips, pero con un número menor (y más concentrado en regiones y conglomerados) de fabricantes.
En otras palabras, la tormenta perfecta: no tantos fabricantes (pero sí muchos diseñadores, lo que ejerce presiones sobre la producción), un aumento drástico en la demanda y todo envuelto en una pandemia que interrumpió y desordenó cadenas logísticas en todo el planeta. Y el resultado es una escasez global de chips.
De acuerdo con cifras de AMD, uno de los grandes fabricantes de procesadores, los problemas para suplir la demanda bien podrían adentrarse en el segundo semestre de este año.
Ahora bien, hay otra variable que pesa sobre esta ecuación, y es la presión de la industria automovilística, pues es todo un segmento que comenzó a demandar cada vez más piezas de tecnología digital en grandes volúmenes; se estima que un carro moderno de alta gama puede correr más líneas de código que algunos aviones comerciales.
Es tal el vínculo entre esta industria y la fabricación de chips, que la firma de análisis Alix Partners proyectó que el sector automotor global podría perder US$61.000 millones en ventas este año.
Por ejemplo, en febrero, General Motors (GM) anunció que suspendería actividades en tres plantas en Norteamérica y una en México por cuenta de la escasez de estos dispositivos, y hace un par de semanas ratificó su decisión hasta, por lo menos, mediados de abril para dos de sus instalaciones, en la tercera la reactivación se tiene que dar a finales de marzo.
Según la compañía, algunos vehículos se ensamblarán sin ciertos módulos para ser posteriormente completados cuando los semiconductores estén disponibles. GM está desviando el suministro de semiconductores a sus plantas de camionetas pick-up y SUV. Esos vehículos, muchos de los cuales han sido rediseñados recientemente, son sus productos más populares y de mayor margen, de acuerdo con datos publicados por Bloomberg.
Las tensiones globales
Que buena parte de las ventas de semiconductores se concentren en compañías estadounidenses, pero no su fabricación, sirve como telón de fondo para entender las tensiones geopolíticas que hay para controlar la fabricación de estos bienes indispensables. Y esto hay que leerlo en el escenario de guerra comercial entre China y Estados Unidos, herencia de la caótica era Donald Trump.
No se trata de castigar la importación de celulares (aunque también hay algo de eso), sino de proteger sectores claves para el desarrollo económico y la seguridad nacional de las dos grandes cabezas del enfrentamiento.
De cierta forma, la visión de China y EE. UU. es simple: quien domine campos como el diseño y la construcción de microprocesadores, entre otras tecnologías, estará a la cabeza de innovaciones en material militar que pueden tener aplicaciones en temas como vehículos autónomos, recolección de inteligencia en tiempo real y mejoramiento de misiles balísticos de largo alcance, por solo mencionar algunos asuntos.
Asimismo, estas tecnologías pueden impulsar lucrativas empresas, como la fabricación de equipos de telecomunicaciones para las próximas redes 5G, el diseño de celulares o el manejo de datos para una multitud de usos industriales y de manejo de ciudades (cosas como reconocimiento facial en tiempo real pasan por acá, por ejemplo).
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Hace apenas una semana, George Davis, director financiero de Intel, le dijo al Comité de Finanzas del Senado de EE. UU. que los legisladores deberían considerar una amplia gama de medidas, incluidas subvenciones y créditos fiscales reembolsables, para que el país produzca los chips de microprocesamiento avanzados que son considerados como fundamentales para la seguridad nacional, según reportó Bloomberg.
En febrero de este año, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ordenó hacer una revisión sobre cómo este país compra bienes estratégicos (como chips) para, en el largo plazo, mudar la producción de estos dispositivos a manos de aliados o incluso a fábricas nacionales. Pocas horas después de esta instrucción de Biden, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, dijo que “China cree que los esfuerzos artificiales para cambiar estas cadenas y desacoplar no son realistas. Nosotros esperamos que Estados Unidos respete seriamente las leyes del mercado y las reglas de libre comercio, y que defienda la seguridad, la fiabilidad y la estabilidad de las cadenas de suministro”.
Recomponer la producción
Justo esta semana, Intel anunció que incrementará su producción de chips en varias de sus fábricas, con una inversión de US$20.000 millones. Asimismo, la compañía aseguró que creará una división que se dedicará a fabricar los procesadores de otras compañías, una modalidad que en la industria se conoce como fundición.
El plan, presentado el martes por el nuevo director ejecutivo, Pat Gelsinger, es una medida agresiva que pondría a Intel en competencia directa con Taiwan Semiconductor Manufacturing, el líder de este mercado. La compañía estadounidense anunciará nuevas expansiones de capacidad en Estados Unidos, Europa y otros sitios para finales de 2021. La empresa con sede en Santa Clara, California, cuenta actualmente con fábricas en Irlanda, Israel y China.
La demanda de estos dispositivos seguirá creciendo, incluso cuando la pandemia comience a retroceder a escala global. Lo que pase geopolíticamente con su fabricación y distribución dictará el futuro de cientos de empresas y de millones de trabajadores.