¿Qué hacer con la sobreoferta de leche?
El Gobierno prepara una resolución con el fin de regular los precios que regirían para los excedentes del producto. Ganaderos se muestran preocupados por la posibilidad de depender del precio internacional.
María Alejandra Medina C. / @alejandra_mdn
Colombia vende hoy en el exterior, principalmente a Estados Unidos, cerca del 3 % de su producción láctea, pero la meta que se ha trazado la industria es que esa cifra llegue al 10 % en un lapso de 15 años. A los productores, por su parte, les sigue preocupando la rentabilidad diaria, además de las importaciones de leche con las que compiten, cuyos volúmenes son muy parecidos a los de las exportaciones. Más aún, siguen señalando la vulnerabilidad de los ganaderos, especialmente cuando se ven con exceso de producto, en lo que se conoce como las “enlechadas”.
A través de lo que plantea el Ministerio de Agricultura en un proyecto de resolución, el Gobierno muestra la intención de matar dos pájaros de un tiro: por un lado, incentivar a los industriales a que compren los excedentes de leche a los productores, con el fin de que su destino sea la exportación. Por otra parte, regular la compra de esa sobreoferta, para que el ganadero no se quede encartado, a través de un mecanismo flexible que depende de variables como el precio internacional de la leche en polvo y la tasa de cambio.
Esta semana arrancará la discusión de la propuesta que, no obstante, ya ha despertado algunas reacciones en el sector. De acuerdo con José Félix Lafaurie, presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos, “la idea no es descartable, pero tiene que tener unos pisos, porque Fedegán ha mostrado cómo un producto que tiene grandes variaciones en el tiempo, como la leche, puede encontrarse en US$1.200 a US$1.400 la tonelada, así como puede estar en US$6.000 o US$7.000. Es un precio que fluctúa violentamente, y miles de pequeños ganaderos no podrían estar sometidos de esa manera a la ley del mercado cuando quien fija el precio es la industria, que termina poniendo un precio de hambre”.
La industria, por su parte, asegura que la propuesta de resolución es apenas un borrador que están empezando a estudiar. Sin embargo, para Jorge Andrés Martínez, presidente del gremio de procesadores de leche, Asoleche, la idea de fondo de regular la compra de excedentes puede ayudar a solucionar el nivel de informalidad que se presenta en la compra y venta de la leche, que se calcula en 50 %. Mientras en una transacción formal la compra de leche y de sus excedentes se rige bajo el mismo precio, en la informalidad en efecto se dan rebajas para la producción que está de más, “sin garantías para el productor”, según Martínez.
Es decir, para Asoleche, un precio “flexible” y diferencial para la compra de la sobreproducción les permitiría a los lecheros vender dentro de la formalidad y con garantías, pues, resalta del proyecto de resolución, la aplicación del mecanismo se daría a raíz de un contrato de mínimo de un año entre el productor y el “agente comprador”, en el que se estipula un compromiso para adquirir la totalidad de la leche que se produzca.
De acuerdo con cifras que tiene la Asociación Nacional de Productores de Leche (Analac), el precio promedio que se pagó al productor en 2016, según lo establecido en la normatividad vigente, fue de $1.021 por litro. El cálculo, teniendo en cuenta la fórmula que propone el Ministerio en su borrador, según Analac, hubiera sido en promedio de $523 por litro (excedente) en 2016. Para la asociación, por lo tanto, el tema es crucial.
Por ahora, Analac también se encuentra formulando su posición oficial al respecto y analizando las garantías e incentivos con las que contarían los lecheros, además de asuntos técnicos, como la implicación que tendría el fomento que propone la resolución, a la luz de las reglas de la Organización Mundial del Comercio. Carlos Estefan, gerente del gremio, observa que “antes de pensar en exportar, debemos pensar en cómo absorbemos los excedentes para contrarrestar las importaciones”, y que cualquier regulación debe ir acompañada de un proceso de pedagogía y socialización con los productores.
Según el Ministerio de Agricultura, los compradores que quieran acceder al mecanismo voluntario que plantea el borrador de resolución deben cumplir con el requisito de demostrar no haber importado leche en los últimos seis meses, así como asumir el compromiso de no comprar ese producto en el exterior durante otro medio año. Asimismo, según estimaciones de la cartera agropecuaria, el margen de excedentes que tienen los ganaderos en Colombia, y que, por ende, se venderían a precio de la fórmula que se propone, oscila entre 2 y el 5%.
La discusión apenas comienza y genera posiciones encontradas con respecto a la propia naturaleza de las llamadas enlechadas. Mientras Lafaurie afirma que imágenes como las de los productores botando la leche han ocurrido por cuenta de los compradores que, además de importar, dejan de recoger la leche a los productores, con el fin de presionar los precios a la baja, la industria argumenta que es un fenómeno inherente a esta actividad económica. En palabras de Martínez, “la naturaleza del negocio no se puede negar, porque las condiciones del clima afectan, así como los ciclos de producción. Por eso tenemos picos y valles de producción”.
Colombia vende hoy en el exterior, principalmente a Estados Unidos, cerca del 3 % de su producción láctea, pero la meta que se ha trazado la industria es que esa cifra llegue al 10 % en un lapso de 15 años. A los productores, por su parte, les sigue preocupando la rentabilidad diaria, además de las importaciones de leche con las que compiten, cuyos volúmenes son muy parecidos a los de las exportaciones. Más aún, siguen señalando la vulnerabilidad de los ganaderos, especialmente cuando se ven con exceso de producto, en lo que se conoce como las “enlechadas”.
A través de lo que plantea el Ministerio de Agricultura en un proyecto de resolución, el Gobierno muestra la intención de matar dos pájaros de un tiro: por un lado, incentivar a los industriales a que compren los excedentes de leche a los productores, con el fin de que su destino sea la exportación. Por otra parte, regular la compra de esa sobreoferta, para que el ganadero no se quede encartado, a través de un mecanismo flexible que depende de variables como el precio internacional de la leche en polvo y la tasa de cambio.
Esta semana arrancará la discusión de la propuesta que, no obstante, ya ha despertado algunas reacciones en el sector. De acuerdo con José Félix Lafaurie, presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos, “la idea no es descartable, pero tiene que tener unos pisos, porque Fedegán ha mostrado cómo un producto que tiene grandes variaciones en el tiempo, como la leche, puede encontrarse en US$1.200 a US$1.400 la tonelada, así como puede estar en US$6.000 o US$7.000. Es un precio que fluctúa violentamente, y miles de pequeños ganaderos no podrían estar sometidos de esa manera a la ley del mercado cuando quien fija el precio es la industria, que termina poniendo un precio de hambre”.
La industria, por su parte, asegura que la propuesta de resolución es apenas un borrador que están empezando a estudiar. Sin embargo, para Jorge Andrés Martínez, presidente del gremio de procesadores de leche, Asoleche, la idea de fondo de regular la compra de excedentes puede ayudar a solucionar el nivel de informalidad que se presenta en la compra y venta de la leche, que se calcula en 50 %. Mientras en una transacción formal la compra de leche y de sus excedentes se rige bajo el mismo precio, en la informalidad en efecto se dan rebajas para la producción que está de más, “sin garantías para el productor”, según Martínez.
Es decir, para Asoleche, un precio “flexible” y diferencial para la compra de la sobreproducción les permitiría a los lecheros vender dentro de la formalidad y con garantías, pues, resalta del proyecto de resolución, la aplicación del mecanismo se daría a raíz de un contrato de mínimo de un año entre el productor y el “agente comprador”, en el que se estipula un compromiso para adquirir la totalidad de la leche que se produzca.
De acuerdo con cifras que tiene la Asociación Nacional de Productores de Leche (Analac), el precio promedio que se pagó al productor en 2016, según lo establecido en la normatividad vigente, fue de $1.021 por litro. El cálculo, teniendo en cuenta la fórmula que propone el Ministerio en su borrador, según Analac, hubiera sido en promedio de $523 por litro (excedente) en 2016. Para la asociación, por lo tanto, el tema es crucial.
Por ahora, Analac también se encuentra formulando su posición oficial al respecto y analizando las garantías e incentivos con las que contarían los lecheros, además de asuntos técnicos, como la implicación que tendría el fomento que propone la resolución, a la luz de las reglas de la Organización Mundial del Comercio. Carlos Estefan, gerente del gremio, observa que “antes de pensar en exportar, debemos pensar en cómo absorbemos los excedentes para contrarrestar las importaciones”, y que cualquier regulación debe ir acompañada de un proceso de pedagogía y socialización con los productores.
Según el Ministerio de Agricultura, los compradores que quieran acceder al mecanismo voluntario que plantea el borrador de resolución deben cumplir con el requisito de demostrar no haber importado leche en los últimos seis meses, así como asumir el compromiso de no comprar ese producto en el exterior durante otro medio año. Asimismo, según estimaciones de la cartera agropecuaria, el margen de excedentes que tienen los ganaderos en Colombia, y que, por ende, se venderían a precio de la fórmula que se propone, oscila entre 2 y el 5%.
La discusión apenas comienza y genera posiciones encontradas con respecto a la propia naturaleza de las llamadas enlechadas. Mientras Lafaurie afirma que imágenes como las de los productores botando la leche han ocurrido por cuenta de los compradores que, además de importar, dejan de recoger la leche a los productores, con el fin de presionar los precios a la baja, la industria argumenta que es un fenómeno inherente a esta actividad económica. En palabras de Martínez, “la naturaleza del negocio no se puede negar, porque las condiciones del clima afectan, así como los ciclos de producción. Por eso tenemos picos y valles de producción”.