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Atrás quedaron los días en los que los precios del petróleo rozaban los US$80 por barril, como el segundo semestre de 2018, cuando la cotización del crudo incluso llegó a superar esta marca y se mantuvo, en promedio, por encima de los US$70 por barril.
Por fortuna, también quedaron atrás los días de la crisis petrolera de 2014, que llegó a hundir la cotización del petróleo por debajo de US$40. Y, aunque nadie espera un colapso de ese tamaño, las proyecciones sobre el desempeño de los precios del crudo comienzan a mostrar una cierta inquietud por lo que pueda venir río abajo en este tema.
Buena parte de lo que suceda con el mercado petrolero está atado a lo que pase y decida la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), un grupo que oficialmente reúne a 14 países, pero que cuenta con una versión extendida que llega a 24 naciones, conocida como OPEP+ y que incluye a 10 miembros asociados.
Quizá el eterno problema con la OPEP es que agrupa países con un enorme potencial petrolero, claro, pero también con intereses geopolíticos variados y, en muchas ocasiones, conflictivos para otros miembros. Por ejemplo, entre sus miembros fundadores están Irán, Venezuela, Arabia Saudita y Kuwait: los dos primeros, enconados contradictores de Estados Unidos, y los dos segundos se cuentan como aliados de los estadounidenses en Oriente Medio.
Esto lleva a que las decisiones sobre política petrolera muchas veces tengan tanto más que ver con política global y regional. No son asuntos binarios, claramente, pero las cuestiones geopolíticas suelen pesar por encima de las macroeconómicas.
La próxima reunión oficial de los miembros de la OPEP para decidir si continúa con la política de hacer recortes en la producción se dará en marzo, cuando vence el acuerdo vigente hasta ahora. Esta fue la medida que terminó por estabilizar los precios del crudo luego del descalabro global de 2014. Y es ahí cuando el asunto puede comenzar a tornarse peligroso.
Después de la caída de 2014, y en medio de negociaciones que no probaron ser nada fáciles, la OPEP decidió, en su momento, recortar la producción de petróleo en 1,8 millones de barriles diarios para estimular la subida de los precios de crudo afectando la oferta.
La medida tuvo éxito, pues ayudó a subir y estabilizar los precios internacionales. Pero esto no quiere decir que haya sido una decisión unánime y, de fondo, solo atañe (y parcialmente) a los países OPEP.
A diferencia de otras crisis petroleras, la preocupación no es por la falta de suministro, a juzgar por los más recientes datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), de los cuales se colige que las restricciones en producción han creado una cantidad de petróleo no explotado lo suficientemente grande como para rivalizar con Irak, el segundo peso pesado de la OPEP, detrás de Arabia Saudita.
La organización petrolera representa aproximadamente el 50 % de la producción mundial, lo que habla elocuentemente del poder de sus decisiones. Pero a la vez explica por qué los precios actuales (levemente por encima de los US$60) no reflejan los beneficios de los recortes de la producción a los que se ha apegado el grupo petrolero.
En otras palabras, países no afiliados a la OPEP parecen estar subiendo su producción y, con esto, afectando las reservas de crudo mediante la creación de un superávit que, a su vez, impacta los precios internacionales. En su más reciente informe, la organización petrolera señala que países como Noruega y Guyana incrementarán su producción, con potenciales implicaciones en este delicado equilibrio.
La organización también señala a Brasil como un motor del crecimiento en los inventarios de petróleo, pues llegó a producir cerca de 93 millones de barriles el año pasado y espera seguir creciendo, principalmente mediante la explotación en alta mar. Vale la pena aclarar que, por ejemplo, Ecopetrol hace parte de esta expansión mediante su participación en la zona de Presal, en una alianza celebrada con Shell para producir off shore (costa afuera).
“La idea es solo aumentar nuestra producción y participar más en el mercado internacional de petróleo y gas. Pero este no es un plan para que Brasil se una a la OPEP o cualquier otra asociación o grupo de productores de petróleo y gas. No queremos restricciones, queremos aumentar nuestra producción”, dijo Bento Albuquerque, ministro de Minas y Energía brasileño, en una entrevista reciente con Bloomberg.
Para este año, la OPEP señala que la demanda global de petróleo llegará a casi 101 millones de barriles por día (en 2019 la cifra fue de 99,77 millones de barriles diarios). Buena parte de esta demanda será consumida por países como India y China.
Este incremento en demanda podría ser aprovechado por algunos miembros del grupo petrolero, que, a pesar de impulsar recortes de producción en conjunto, no siempre ha logrado convencer completamente a todos sus miembros (oficiales o asociados) de los beneficios de esta política.
Por ejemplo, para diciembre del año pasado, miembros como Irak y Ecuador no cumplieron sus promesas de recortes (Ecuador incluso incrementó su producción, según cifras compiladas por Bloomberg). Lo mismo sucedió con Rusia (miembro no asociado) y Gabón, que tuvo la mayor subida en producción de todo el bloque.
La reunión de marzo probará ser, ciertamente, un punto de quiebre para el consenso y el poder de decisión en conjunto de la OPEP, pero también tendrá serias implicaciones para el mercado del petróleo en todo el mundo y, claro, para el desempeño de economías que dependen de los precios internacionales, como la colombiana.