¿Quién determina mi clase social?

Si bien el cálculo se basa en el ingreso monetario de los hogares, también contempla variables como el número de personas con dependencia económica. Así se compone la pirámide social en Colombia.

Paula Delgado Gómez - @PaulaDelG
10 de enero de 2020 - 02:00 a. m.
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Clasificar a una persona dentro de una clase social, si bien es parte de un ejercicio técnico, siempre termina siendo problemático. Una familia no se siente de clase media con un ingreso de $1,6 millones, y cada vez que los académicos repiten que se puede cubrir la canasta básica de un hogar con un poco más de un millón de pesos despiertan indignación nacional.

¿Pero de dónde viene este cálculo y por qué es necesario para entender las condiciones de la población y, sobre todo, para encontrar la fórmula precisa para mejorarlas? Lo primero que hay que saber al respecto es que la clasificación de los hogares por nivel de ingreso es solo una de las muchas metodologías avaladas internacionalmente y replicada por todos los países para medir el efecto de las políticas públicas en la meta de superación de la pobreza. Otra de las formas es la medición multidimensional, que no pregunta por los ingresos monetarios, sino por condiciones de vida en áreas como la salud, educación, vivienda y trabajo. Lo segundo es que se debe partir de que se trata de promedios que nos acercan a la realidad, pero no significa que no haya excepciones o personas con situaciones particulares.

Este ejercicio permite asegurar, por ejemplo, que el grueso de la población colombiana (67 %) se compone de clase pobre y vulnerable, aunque la cifra se ha venido reduciendo frente al 76 % de 2008. Pero también ayuda a identificar que el logro podría ser transitorio mientras la clase media (30 %) tambalee entre su posición actual y la posibilidad de retroceder en la clasificación y volver a clase vulnerable por la fragilidad de su situación.

El último censo le confirmó al país que los hogares colombianos tienen en promedio 3,1 personas, sin embargo, hay una divergencia que va de 4,1 a 2,2 personas, según la Encuesta Nacional de Presupuesto de los Hogares 2016-2017, que identifica hábitos en el consumo de bienes y servicios. De alguna forma la clase social determina el tamaño del hogar o, viceversa, el tamaño del hogar nos pone en una clase social u otra. Lo cierto es que hay una correlación evidente entre la cantidad de miembros y el ingreso monetario de cada familia.

Para tener un panorama más completo, el DANE se apoya también en los datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares, que es además un insumo para calcular el desempleo, con el fin de medir los ingresos y condiciones económicas de las familias. Fue con esta estadística que se empezó a hablar de clases sociales, porque ayudó a caracterizar la clasificación de pobres y ricos en términos monetarios. Pero la capacidad económica no es algo que se pueda expresar en blanco y negro.

En la base de la pirámide están las personas que tienen un ingreso que apenas cubre una canasta básica de alimentos y otros gastos mínimos, como vivienda, siendo claro que no les alcanza el dinero para suplir todas sus necesidades. A ellos, denominados “pobres”, pertenece el 27 % de la población colombiana. Estas familias se caracterizan por una composición de 4,2 personas con entre 1 y 2 menores de 12 años y un ingreso promedio de $1 millón al mes producto del trabajo de entre 2 y 3 adultos que reportaron percibir dinero, lo que significa que, independientemente de quién aporte ese dinero, a cada uno en teoría corresponde un presupuesto de alrededor de $251.000, una división que se hace con el objeto de tener unidades que nos permitan compararnos como individuos con otros países donde los hogares no se componen de la misma forma.

La población vulnerable superó la condición de pobreza, pero aún tiene un presupuesto limitado de entre $251.433 y $609.029 mensuales por persona (cifra que se obtiene de dividir el dinero percibido entre todos los habitantes por igual), considerando que el hogar lo componen 3,6 miembros. La clase media, por su parte, se caracteriza por ingresos entre $609.029 y $3’045.147 por persona, estimando que en una unidad viven 2,7 individuos, de los cuales trabajan 2,4. Por último, pertenecen al grupo de ingresos altos quienes reciban más de $3 millones en un hogar de 2,1 miembros (ver gráfico).

Además de especificar los cuatro niveles antes mencionados, el DANE ajustó a la realidad colombiana una serie de cálculos estandarizados por el Banco Mundial que le permiten asegurar que una persona que recibe $117.605 al mes está en riesgo de sufrir desnutrición, porque tiene lo justo para consumir 2.100 calorías al día (estándar para un adulto, según recomendaciones de Naciones Unidas) con su ingreso, por lo que se clasifica en pobreza extrema. Pero esta condición no es exclusiva a habitantes de calle, como se podría suponer; cualquier hogar de cuatro personas cuyo presupuesto sea de alrededor de $470.000 también está en pobreza extrema.

Si se divide la población colombiana en 10 grupos según su ingreso se encuentra que en el primer nivel, es decir, el de menores recursos, puede haber hasta cuatro personas en una familia en promedio y al menos uno de ellos es menor de 12 años. Por el contrario, en el último nivel las personas viven en pareja (no necesariamente fruto de una relación sentimental) y la gran mayoría no convive con niños.

“Hay una asociación negativa entre el tamaño del hogar y la riqueza de las personas, porque coloquialmente son más bocas que alimentar”, dijo el director del DANE, Juan Daniel Oviedo, haciendo referencia al hecho de que los ingresos de las familias más pobres al final se dividen entre más personas, mientras que las personas con mayor capacidad de pago viven solas (los llamados hogares unipersonales) o con un solo acompañante. La clave para que estas superen su condición de pobreza, según el funcionario, es convertirlas en generadoras de ingreso para que puedan ascender en la escala social hacia la clase media, un esfuerzo continuo por evitar que la volatilidad económica los regrese a donde estaban en un principio, “lo difícil es que una persona vuelva a ser vulnerable porque no trabajó un día o porque subió la inflación”, resaltó.

Nota del Editor: Las participaciones del gasto en vivienda por clase social del gráfico se ajustaron tras una observación técnica del DANE.

Por Paula Delgado Gómez - @PaulaDelG

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