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Como un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad, el 25 de septiembre de 2015 líderes de 197 países firmaron y se comprometieron a cumplir 17 objetivos globales, también conocidos como Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como los denomina el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), objetivos descritos en la Agenda 2030, un documento de 41 páginas que tiene un plazo de 15 años para cumplirse.
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A partir de ese momento, temas como la protección y el respeto de los derechos humanos, el consumo sostenible, la lucha contra el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, la paz y la justicia, dejaron de ser exclusivos de las agendas gubernamentales y pasaron a ser responsabilidad del sector privado y la sociedad civil.
Una responsabilidad compartida en la que las empresas desarrollan un papel fundamental desde la gestión de los recursos, el desarrollo de las capacidades humanas, las alianzas con los gobiernos y el conocimiento. “Las organizaciones son actores sociales con funciones económicas dentro del mercado. Llevan el rol de empleadores, mueven la industria, producen y consumen bienes y servicios, tienen incidencia en la política, pagan impuestos, poseen acciones en el territorio; entonces su rol trasciende de los temas de mercado y pasa a ser un tema sociopolítico”, asegura María Alejandra González, miembro del consejo global del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS).
Con la adopción de estas metas, el tema de la sostenibilidad se ha convertido en una estrategia comercial que ha resultado bastante atractiva para las organizaciones. Según un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard, las empresas identificadas como sostenibles en una serie de tiempo de veinte años generaron más rentabilidad que las marcas identificadas como no sostenibles. Además, son “empresas con retornos estables y mejor preparadas ante los riesgos de una economía global tan cambiante que busca privilegiar los modelos que están orientados al valor compartido”, como asegura el Índice Global de Sostenibilidad del Dow Jones, que es el principal indicador que monitorea el desempeño económico, social y ambiental de empresas que cotizan y transan sus acciones en las bolsas de valores.
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Empresas como Bancolombia, Grupo Argos, Grupo de Inversiones Suramericana y Nutresa fueron incluidos este 2018 en esta lista por ser compañías que buscan bienestar para la sociedad y orientan sus estrategias hacia temas de interés mundial. “Solo un grupo de empresas multinacionales y algunas locales con grandes presupuestos han invertido en la estructuración de políticas ambientales coherentes y consistentes; sin embargo, son pocos los casos de empresas pequeñas y medianas, al igual que algunas grandes, que tienen estrategias políticas claras relacionadas con temas ambientales y de cultura organizacional, enfocada en el desarrollo de sus integrantes”, expresa Juan José Piedrahíta, presidente de Equitel.
Otro estudio internacional publicado por Unilever en 2017 reveló que un 33 % de los consumidores deciden adquirir un producto a marcas que realizan acciones en pro del medio ambiente. Otro 21 % manifestó que elegiría marcas sostenibles si pudiera confirmar su compromiso con el planeta en su proceso de comercialización.
“En la medida en que los consumidores vean que las empresas están más familiarizadas con los ODS van a aumentar el grado de reconocimiento y harán más uso de sus servicios. Entonces la percepción dependerá de la responsabilidad y el rol que ejerzan las organizaciones frente a este tema mundial”, anota María Alejandra González.
Pero si son tantos los beneficios que trae ser sostenible, ¿por qué hay organizaciones que aún no le apuestan a este cambio? Según una investigación con datos primarios de 4.051 empresas en diez países, publicado en el Journal of Macromarketing y liderado por G. Tomas M. Hult, profesor de marketing y director del Centro de Negocios Internacionales en la Michigan State University, el desempeño del mercado de productos se mantiene en pie aun cuando las empresas implementan una cultura sostenible y los precios y costos aumentan entre 27 % y 72 %.
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“Al intentar una organización ser más sostenible se presentan mayores retos y compromisos en la medida en que se buscan relaciones gana-gana, al querer prevenir impactos sociales negativos y generar ingresos en simultánea. Para ello, se necesitan líderes comprometidos, dispuestos a apostarle a tomar decisiones que no siempre reflejen efectos en el corto plazo y que tengan en cuenta los intereses de todas las personas en su cadena de valor”, explica Carolina Ibarra, cofundadora de Pómpano.
Piedrahíta, por su parte, asegura que hay tres razones por las cuales las organizaciones no establecen un proyecto de sostenibilidad en sus modelos de gestión. “La primera es que no existe en Colombia un sistema de control, auditoría y gestión que exija a las empresas incursionar en un programa de sostenibilidad. La segunda es que los empresarios valoran más el resultado a corto plazo y ven una inversión en un programa de sostenibilidad como algo costoso que impacta negativamente los resultados del momento. Y el tercero, la falta de comprensión y de conocimiento de los empresarios alrededor de los importantes beneficios económicos, sociales, ambientales y de sólida cultura organizacional que un buen programa de sostenibilidad con propósito brinda a las empresas y sus integrantes”.
¿Cómo se encuentra Colombia?
Del 9 al 18 de julio de 2018 se llevó a cabo en Nueva York el Foro Político de Alto Nivel, para revisar los avances de los 197 países en el cumplimiento de la Agenda 2030, encuentro que giró en torno a cinco objetivos de desarrollo: agua limpia y saneamiento, ODS 7: energía asequible y no contaminante, ODS 11: Ciudades y comunidades sostenibles, ODS 12: Producción y consumo responsables y el ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres.
Luego del evento, el director del Centro de Negocios Internacionales en la Michigan State University, G. Tomas M. Hult, junto con un grupo de investigadoras, analizaron los resultados de diez países de Suramérica, entre ellos Colombia, y comprobaron que hasta el momento no se conocen los esfuerzos de los países en relación con todas las políticas sostenibles que han creado las compañías. Además, “no hay información de los costos para las empresas, los costos del cliente y los precios de los productos dentro de la dinámica de sostenibilidad del país-empresa”.
“Cumplir con la Agenda 2030 viendo el panorama de Colombia es muy difícil, ya que como país tenemos unos retos muy altos y hay un déficit grandísimo para conseguir la financiación. Creo que las empresas privadas están haciendo una inversión grande, el Gobierno por su parte, tiene el Plan Nacional de Desarrollo alineado con los ODS, y muchas de las agendas municipales se han acoplado a ellos. Ahora va a depender de los ciclos políticos para dar continuidad a este compromiso”, asegura María Alejandra González.
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Los resultados positivos de las organizaciones al incluir una cultura más sostenible, que vele por el cuidado del planeta, respete y promueva los derechos humanos y ayude al crecimiento económico del país debería ser un motivo para que más compañías se unan a esta lucha para mejorar la vida de las personas y el futuro del planeta. Pero no solo es una labor de las empresas, la responsabilidad de los gobiernos es mayor, por eso el llamado es a liderar desde el ejemplo y que los que ahora llevan las riendas de este país tomen decisiones que beneficien a toda la sociedad.
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